David Leiva
Mientras los medios de comunicación franceses, las y los políticos y las y los líderes sindicales se centraban en los anuncios del viernes 14 de abril, del Consejo Constitucional francés, las manifestaciones y huelgas del jueves 13 mostraron el verdadero poder para cambiar la sociedad.
La gente trabajadora salió a la calle en la duodécima jornada de acción nacional desde enero contra el ataque del presidente Emmanuel Macron a las pensiones. Aunque no fue tan grande como algunas de las movilizaciones anteriores, la participación siguió siendo muy considerable.
Según el sindicato CGT, más de un millón de personas se unieron a las protestas: 400.000 en París, 130.000 en Marsella, 70.000 en Toulouse y 40.000 en Burdeos. La gente se niega a volver a la “normalidad” o a “pasar página” y aceptar el salvaje ataque de Macron. En la manifestación de París, un sector de sindicalistas de la función pública hizo sonar repetidamente “Don’t stop me now” de Queen en su equipo de sonido como recordatorio a Macron y a sus propios dirigentes.
De manera significativa, miles de estudiantes universitarios y escolares se manifestaron “extraoficialmente” el jueves 13 por la mañana en París y en algunas otras ciudades. “No dejaremos que se difunda el mensaje de que este movimiento está terminando”, dijo Avril en la manifestación de París. “Y estamos diciendo que no está bien que los sindicatos lo paren todo”.
El día comenzó con la inspiradora noticia de que los trabajadores de la recogida de basuras de París volvían a la huelga y ocupaban parte de las instalaciones de la incineradora de Ivry.
Un periodista del diario Liberation informó: “Muchos estudiantes, así como huelguistas de otros sectores, vinieron a apoyar la reanudación de la movilización. A lo lejos, se ven siluetas de basureros en el tejado. Despliegan una enorme pancarta que cubre gran parte del edificio. ‘100% público + los recursos para prestar un servicio de calidad’, reza. La multitud aclama a los huelguistas, se disparan petardos”.
La nueva secretaria general de la federación sindical CGT, Sophie Binet, llega y sube por una escalera para unirse a los huelguistas en el tejado. Trabajadoras y trabajadores del ferrocarril, la sanidad, la educación y huelguistas de otros sectores tomaron brevemente los locales del grupo de artículos de lujo LVMH, propiedad de Bernard Arnault. Arnault es el hombre más rico de Francia y quizá del mundo.
Al grito de “Aquí está el dinero”, las y los sindicalistas de Sud Rail lanzaron bombas de humo e izaron banderas frente a la sede de Louis Vuitton.
A pesar de todo, para la mayoría de los líderes sindicales y políticos, como Jean-Luc Melenchon, de la coalición de izquierdas Nupes, el viernes 14 es más importante que el jueves 13. Ese día, el Consejo Constitucional del Estado emitirá su veredicto sobre si Macron utilizó medios legales para aprobar la ley de pensiones.
A falta de una mayoría en el Parlamento, Macron recurrió al artículo 49.3 de la Constitución. Esto significa que una medida se convierte en ley a menos que el gobierno sea derrotado en una moción de censura, y no lo fue. Tras el respaldo del Consejo al ataque de Macron, algunos líderes sindicales están dispuestos a cerrar la acción de masas. Pero no pueden hacerlo demasiado abiertamente porque saben que todavía hay una profunda ira en todo el país.
Y el visto bueno del Consejo Constitucional a Macron detonó una nueva oleada de ira. Ante el temor a las protestas, el ministro del Interior, Gerald Darmanin, había prohibido las manifestaciones ante el Consejo Constitucional a partir del jueves 13 por la noche. Los estudiantes habían votado a favor de celebrar una marcha el viernes, que se iba a celebrar a pesar de la prohibición. Anteriormente, un grupo de activistas del grupo de justicia global Attac desplegó una pancarta frente al edificio del Consejo Constitucional pidiendo que se anulara la ley de Macron. La policía detuvo a cuatro de ellos.
Pero hay que reconocer que la estrategia de los líderes sindicales ha fracasado. Las jornadas de acción puntuales no han bastado para derrotar a un presidente decidido a quebrar la fuerza de los trabajadores. En un comunicado amargo pero desafiante, los trabajadores de las refinerías del sindicato CGT Total explicaron el miércoles 12 por qué ponían fin a la huelga indefinida que iniciaron el 7 de marzo.
“Si la movilización se encuentra en apuros hoy, no es por falta de determinación de la base, que está en huelga desde hace semanas. Es porque el sindicato se ha negado a construir una relación de fuerzas a la altura de las ambiciones de nuestros enemigos. En lugar de convocar siete días de acción desde el 7 de marzo, deberían haber llamado a encadenar estas jornadas de huelga para parar de verdad la economía, lo que habría cambiado el destino del movimiento. Somos de los que nunca han creído en el método de los días de acción aislados”.
Pero terminaron con un llamamiento a más resistencia. “Ahora está claro para todos que el régimen de Macron solo se mantiene gracias a la policía y a la represión. En estas condiciones, sabe que es incapaz de superar los cuatro largos años que le quedan y menos aún de aprobar el resto de contrarreformas que tiene en mente”. “Lo que importa ahora, para todos los que han luchado y lo siguen haciendo, es saber con qué logros volveremos al campo de batalla”.
En todo caso, la batalla tiene que continuar, pero con una nueva estrategia. En Francia se está produciendo un gran debate después de tres meses de resistencia. Una huelga general de más de un día, protestas callejeras militantes, a partir de la convergencia de las diferentes luchas y con una autoorganización de las y los trabajadores desde abajo, podrían haber aplastado ya a Macron.
La coordinadora de líderes sindicales ha hecho un llamamiento a “todos los trabajadores, jóvenes y jubilados para que el 1 de mayo sea un día de movilización excepcional y popular contra la reforma de las pensiones y por la justicia social”.
De cualquier manera, desde el Estado español no podemos perder de vista lo que acontezca en Francia.