Rodrigo Lombo
La presentación el pasado domingo 2 de abril de Sumar, el proyecto de la ministra de Trabajo y vicepresidenta del gobierno Yolanda Díaz, ha suscitado numerosas reacciones y controversias en todo el arco parlamentaria y social.
Éstas van desde la polémica con Podemos sobre —supuestamente— el modelo de primarias, hasta la aparente bienvenida por parte de Pedro Sánchez y el PSOE, que ven en el proyecto de la política gallega una izquierda más “dócil” que la representada por la formación morada.
En las siguientes líneas trataré de analizar lo que representa Yolanda Díaz y su equipo, las características de su formación y qué significa la enésima formación de la izquierda reformista para el conjunto de la izquierda, los movimientos sociales y la gente trabajadora.
Yolanda Díaz: ¿Nueva o vieja política?
En general, Yolanda Díaz es vista como una política dialogante, amable y capaz de llegar a acuerdos —cosa que ella reivindica— en contraposición al estilo bronco con que era presentado Pablo Iglesias, descrito como un “radical” que quería aferrarse al poder, un macho alfa agresivo e intransigente. Pero la realidad no es como la caricatura que han montado los medios de comunicación y la propia vicepresidenta gallega.
Más allá de calificativos personales, Díaz no es alguien nuevo, ni viento fresco en el panorama político.
Ya en 2005 fue candidata por Izquierda Unida (IU) a la presidencia de Galicia, sin obtener representación. En 2007 fue parte de un gobierno de coalición con el PSOE y el BNG en Ferrol, así como en 2009 candidata nuevamente a la presidencia de la Xunta de Galicia —sin obtener de nuevo representación— y en 2012 fue parte de la coalición Alternativa Galega de Esquerda, con sectores federalistas y soberanistas de izquierdas, consiguiendo —con el asesoramiento de Pablo Iglesias— sacar 9 diputados en el parlamento de Galicia. Asimismo, tuvo cargos internos dentro de IU y ha sido miembro del PCE desde 1986.
Por tanto, cuando se nos trata de vender algo como nuevo, el adanismo de ciertas fuerzas de izquierda desde la irrupción de Podemos en 2014, suele tratarse la mayoría de casos de personas que llevan décadas siendo miembros de la izquierda reformista tradicional y en muchos casos teniendo cargos públicos. Los políticos profesionales —que no revolucionarios profesionales como preconizaba Lenin— de siempre, que, en última instancia, al igual que la burocracia sindical, buscan mantener su posición en el aparato del estado. En este plano tenemos el aparato del PCE y la burocracia de CCOO, y dirigentes de otras formaciones políticas como Compromís o Más País.
Y aunque entre las personalidades que según la página web de Sumar forman parte del proyecto hay perfiles interesantes del activismo y el pensamiento crítico como Yayo Herrero o César Rendueles, el resto de personalidades que son promocionados públicamente son perfiles planos desde el punto de vista de la izquierda transformadora.
Se resalta mucho la inmensa formación académica para dar la impresión de técnicos despolitizados, como si la política fuera algo aséptico que hay que hacer “bien” y que no responde al conflicto inherente que se da en las sociedades de clase, entre los de arriba —la clase dirigente— y los de abajo —la clase subordinada, en la sociedad capitalista la clase trabajadora.
Más magdalenas
En cuanto al programa político/ideológico de Sumar, nos encontramos que las magdalenas de Errejón y Manuela Carmena tenían más profundidad que las propuestas de Díaz. Aparte de la apelación emocional, de una persona dialogante y cercana que vende Yolanda y su equipo, no hay propuestas más allá de unas llamadas vagas a un “nuevo modelo de país”, sin concretar a qué tipo de país se refiere.
No aparecen siquiera propuestas cercanas a los programas socialdemócratas descafeinados de Podemos. Es todo retórica, como en la decadencia del proyecto de Manuela Carmena, indistinguible del PSOE y que podría generar incluso puntos de acuerdo con el liberalismo de Ciudadanos.
Pero hay que poner las cosas en contexto. Cuando nació Podemos, veníamos de la resaca del 15M, de las huelgas generales y tuvimos la culminación con las Marchas de la Dignidad en 2014. De ahí que las propuestas del primer Podemos —reflejadas en el manifiesto Mover Ficha— puedan parecer revolucionarias ahora, aunque se inscribían en el reformismo radical de izquierdas.
La situación ahora es muy distinta. La movilización social —salvo huelgas sectoriales, el movimiento de mujeres o el ecologismo— lleva decayendo desde 2015. Todo ello unido a un gobierno en el que las fuerzas a la izquierda del PSOE forman parte y casi tres años en los que hemos tenido un confinamiento y medidas restrictivas con la pandemia.
Crisis en la izquierda, oportunidad en la derecha
A pesar de que ciertas propuestas y sobre todo el tono sea distinto entre Yolanda Díaz y dirigentes como Ione Belarra o Irene Montero —demonizadas por los medios de comunicación mayoritarios— la práctica no es muy distinta.
Tanto Podemos como Sumar no plantean algo distinto a gobernar como socio menor del PSOE, sin cuestionar compromisos de Estado como el apoyo a la Unión Europea y la política de cierre de fronteras, ni plantear una reforma fiscal que permita de verdad construir unos servicios sociales de calidad.
Las desavenencias vienen por quién ocupa los primeros puestos, por quién coloca a quién. En definitiva, la política de siempre por sueldos y sillones. Así de triste.
Y lo que reclama ahora Podemos de primarias abiertas, las plantea tras un acuerdo de tú a tú con Sumar, no como una defensa de un método democrático abierto a la militancia.
A pesar de que no tenemos grandes esperanzas en Podemos o Sumar, todo este espectáculo constituye una tragedia y un desencante para la gente trabajadora y de izquierdas. Por un lado, porque parece dar la razón a quienes dicen que todos los políticos son iguales, que da igual que gobierne el PP con Vox o el PSOE con las fuerzas a su izquierda. Inmoviliza a la gente trabajadora, desactiva a los movimientos sociales.
Por otro lado, no podemos menospreciar las reformas, que, aunque limitadas, hace la izquierda reformista. No hubiera sido igual la gestión de la crisis derivada de la pandemia y de la guerra de Ucrania con la derecha en el poder. Aunque la reforma laboral ha sido una decepción, con el PP en el gobierno no se hubiera subido el salario mínimo ni limitado los alquileres. Aunque la ley Mordaza no se ha derogado, con VOX en el Consejo de ministros, se habría ahondado más la faceta represiva del Estado, sobre todo en la Frontera Sur.
Desde la izquierda radical no podemos alegrarnos de estas peleas internas, que lo único que pueden hacer es girar el escenario político y social a la derecha. Por tanto, aunque debamos tener una actitud muy crítica y ser conscientes de las limitaciones del reformismo, no deberíamos presentar a todas las opciones políticas como lo mismo. “Cuanto peor, mejor” nunca es una buena actitud. Por tanto, señalemos las limitaciones, empujemos las luchas y nunca nos separemos de la base social de la izquierda reformista.
Rodrigo Lombo es militante de Marx21 que participó en los inicios de Podemos en Andalucía.