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Rubén Vargas

Reflexión personal a raíz del programa “¿La Derecha Española A Por El Voto Evangélico?” —con Pablo Iglesias, entre otras personas— emitido por La Base el 28 de marzo de 2023.

Escribo esto desde un punto de vista de persona cristiana protestante evangélica, aunque el último calificativo es quizás cada vez menor, y dicho esto practicante, además de ser militante marxista, anticapitalista y revolucionario.

El programa de La Base perpetua unos cuantos errores y confusiones de terminología, respecto a lo que es un evangélico, evangélica y evangelista. El último se refiere realmente a los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento —Mateo, Marcos, Lucas y Juan— y también podría ser un calificativo para todas las personas cristianas, independientemente de la rama. Por otro lado, los términos “evangélico” y “evangélica” se refieren a miembros de las ramas evangélicas. Pero en general me pareció un programa muy acertado para describir un fenómeno que se está gestando en los últimos años.

Creo que el equipo de La Base hizo bien en resaltar que existen sectores protestantes de corte más progresista que critican fuertemente al pentecostalismo de la teología de la prosperidad. Sin embargo, no hubiera estado de más contar con voces protestantes de izquierdas y anticapitalistas en el programa: se me ocurren nombres como el pastor brasileiro Henrique Vieira —diputado federal en Rio de Janeiro del partido anticapitalista PSOL— entre otros.

Por otro lado, está muy bien el resaltar que la mayoría de las personas evangélicas que acaban dando su voto a las ultraderechas son personas humildes y en su mayoría racializadas. Muy de acuerdo también al decir que éstas están votando en contra de sus propios intereses de clase. Aplaudo también el que expusieran que las comunidades evangélicas en muchas ocasiones han llegado a los sitios donde los gobiernos —que muchas veces eran progresistas— no han llegado. Por tanto, debo apuntalar que en estas situaciones los gobiernos socialdemócratas han fallado y no han estado a favor de los intereses de la clase trabajadora.

Personalmente no creo en eso de hablar en lenguas o ser muy aleluyero, pero no me río de ese tipo de prácticas tampoco, ya que creo que cada uno debe alabar a su manera. Creo que sería prudente respetar esa parte de sus creencias.

En cambio, sí creo que es necesario y bueno que se critiquen las posturas antiabortistas y LGTBIfóbicas, ya que atentan contra los derechos humanos de estos colectivos.

Sería bueno resaltar que, si tomamos la descripción de que los protestantes ponen en el centro la Biblia como la autoridad central de sus creencias, habría que considerar cómo se presenta la figura del Jesús de Nazaret. Éste se juntaba con los más pobres, los más desamparados, rompía barreras sociales y raciales —como cuando hablaba con la mujer samaritana en el pozo—, se relacionaba con judíos y gentiles, siendo él mismo era una figura racializada de Oriente Medio que criticaba el imperio romano, la fuerza ocupante de la Palestina del siglo primero. A la vez, rompía el estatus quo de las instituciones religiosas de su época. Volteaba mesas y sacaba a los mercaderes de la sinagoga por lucrarse de la fe de las personas creyentes: entiéndase la relación con los pastores ricos. Fue el que dijo que era más fácil que un camello entrara por el ojo de una aguja que un rico entrase en el reino de los cielos.

Creo que este Jesucristo —al que tanto nombran— estaría en las antípodas de la teoría de la prosperidad. Así que cualquier cristiano que se precie como tal tiene material revolucionario más que suficiente para criticar a estos pastores ricos de las macroiglesias.

Por otro lado, la izquierda no ha reconocido la importancia de los predicadores revolucionarios; no les ha dado la plataforma que necesitan para criticar esto y levantar más la voz, para que su mensaje llegue a las personas creyentes que escuchan a los pastores de derechas. Muchas veces la izquierda ha adoptado posturas sectarias a la hora de defender la laicidad; se ha confundido al proteger un ateísmo impuesto como puede ser por ejemplo el caso de Francia, al prohibir vestimentas religiosas.

Los y las socialistas que no entiendan que viven en un mundo donde la mayoría de la clase trabajadora mantiene algún tipo de creencia religiosa, lo tendrán muy difícil para organizar a la gente trabajadora en su totalidad, para llegar al cambio social que interesa a esta clase.

Hay que resaltar también que en este país el acercamiento de las derechas a la comunidad evangélica no es casual. Coincide con su retórica islamófoba, que busca encontrar causa común contra las personas musulmanas con el pretexto de que “bueno, los evangélicos latinoamericanos comparten cultura con los españoles”.

Hemos visto que ocurre lo mismo a la hora de aceptar —como debería ser— a las personas refugiadas ucranianas, pero cargan contra las sirias, las afganas, los “menas”, entre otras. A la gente protestante no se nos debe olvidar que esta retórica racista contra las personas musulmanas nos la aplicaron a nosotros durante la Guerra Civil. Durante la segunda república había 30.000 protestantes en el Estado español. Tras la Guerra Civil, muchos acabaron exiliados o en cunetas; los que no, tuvieron que practicar su fe en la clandestinidad.

Por suerte, hoy día no es el caso. Pero no lo debemos olvidar. Es necesario tejer alianzas con personas evangélicas, musulmanas, personas LGTBI+, así como con otros colectivos de la clase trabajadora para combatir a la ultraderecha porque sabemos cómo puede acabar. No es un camino fácil, pero es justo y necesario.