ES CA

Paty Gómez

Estos últimos años han sido una montaña rusa. Hemos visto confinamientos, toques de queda, pérdida de trabajos, padres que se convierten en maestros, muertes, enfermedades y héroes de la atención médica que han trabajado hasta la extenuación. Cualquier crisis amplifica y agudiza todas las desigualdades existentes. La desigualdad de género asoló a la sociedad mucho antes de la COVID-19 y se ha exacerbado tanto en la experiencia de la pandemia como en las respuestas gubernamentales a la misma.

Algunos argumentan que no deberíamos centrarnos en la igualdad de género ahora, y deberíamos esperar hasta después de la crisis. Pero esta es una elección falsa, ya que es un error ver la desigualdad de género y las crisis del sistema (económica, social, política, ambiental o de salud) como totalmente separadas. En cambio, la pandemia destaca y profundiza la forma en que ya experimentamos la desigualdad de género.

Sin embargo, aquí estamos, en medio de una crisis, celebrando el Día Internacional de la Mujer. Entonces, ¿cuáles son las lecciones que debemos aprender?

Raíces radicales del 8 de marzo

Las raíces del Día Internacional de la Mujer Trabajadora son, sin duda, radicales. Fue fundado por mujeres socialistas que se organizaron por la igualdad salarial y mejores condiciones de trabajo. Y ha sido un grito de guerra, cada año, el 8 de marzo.

A principios del siglo XX, había grupos de mujeres en diferentes países que se organizaban por el derecho al voto, y mujeres de clase trabajadora en particular que luchaban por el derecho a afiliarse a sindicatos.

La industria textil estuvo en el centro de esta rebelión obrera de las trabajadoras. El 8 de marzo de 1908, cientos de trabajadoras se manifestaron en el Lower East Side de Manhattan para formar su propio sindicato y exigir el sufragio. El año siguiente, 30.000 trabajadoras de fábricas de camisas se manifestaron y ganaron el derecho a tener sindicatos para ellas.

Inspirada por su militancia y desafío, la socialista revolucionaria alemana, Clara Zetkin, propuso en la Conferencia de la Segunda Internacional en 1910:

“…las mujeres socialistas de todos los países celebrarán cada año un Día de la Mujer Trabajadora, cuyo propósito principal debe ser ayudar a lograr el sufragio femenino. Esta demanda debe ser manejada en conjunto con toda la cuestión de la mujer según los preceptos socialistas. El Día de la Mujer debe tener un carácter internacional y debe prepararse con cuidado”.

Y así nació el Día Internacional de la Mujer, en una conferencia internacional de socialistas, que conmemora las heroicas batallas de las mujeres de clase trabajadora por los derechos sindicales y el reconocimiento.

“La trabajadora debe tener pan, pero también debe tener rosas”

“Pan y Rosas” se ha convertido en la frase sinónima del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En 1911, se produjo un incendio en Triangle Shirtwast Factory en Nueva York, y la mayoría de las mujeres y la fuerza laboral migrante encontraron las puertas cerradas mientras intentaban desesperadamente escapar. 146 personas trabajadoras fueron asesinadas, y esto provocó más furia entre las muchas mujeres que luchaban por los derechos y la seguridad de los trabajadores en su conjunto.

Rose Schneiderman, una agitadora sindical socialista, dijo después del incendio ante una multitud en la que había sufragistas y activistas por los derechos de las mujeres:

“Lo que quiere la mujer que trabaja es el derecho a vivir, no simplemente a existir: el derecho a la vida como la mujer rica tiene derecho a la vida, al sol, a la música y al arte. No tienes nada que el trabajador más humilde no tenga derecho a tener también. La trabajadora debe tener pan, pero también debe tener rosas.”

Un año después, en 1912, estalló una huelga textil en Lawrence Massachusetts, nuevamente dirigida por mujeres migrantes, que se conoció como la huelga del pan y las rosas.

La idea es que todas las mujeres, ya sean mujeres de color, trans, LGTBI+, discapacitadas, migrantes, refugiadas, no solo deberían tener acceso a los artículos rudimentarios necesarios para sobrevivir, sino que también tienen derecho al arte, cultura y dignidad.

Nuevamente, las mujeres lideraron el camino en 1917 en Rusia en el Día Internacional de la Mujer cuando el 8 de marzo (en el calendario ruso de la época, ese día fue el 23 de febrero) las trabajadoras realizaron una huelga masiva y una manifestación exigiendo Paz y Pan: el fin de la Primera Guerra Mundial y el alivio económico. Este movimiento de protesta galvanizó el movimiento revolucionario, lo que finalmente condujo a la revolución obrera en octubre de 1917.

Trabajo de la mujer, mal pagado y devaluado

Las mujeres siguen siendo la mayoría en trabajos de salarios bajos, con pocos beneficios laborales y mucha precariedad. Necesitamos reiniciar un movimiento de trabajadores liderado por mujeres, así como nuestras hermanas lucharon por el reconocimiento sindical, mejores salarios y seguridad en el lugar de trabajo hace más de 100 años.

En los sectores de la educación, la sanidad y la atención social, más del 75% de la fuerza laboral son mujeres, aunque su presencia en medios y altos cargos es mínima.

Uno debe preguntarse, ¿es una coincidencia que en sectores donde la mayoría de trabajadores son mujeres, con demasiada frecuencia éstas están sobrecargadas de trabajo y mal pagadas?

Es más, los gobiernos continúan desfinanciando y agotando los hospitales públicos y la financiación de la educación. Esto no solo impacta en los usuarios de estos servicios públicos, sino también en sus trabajadoras.

Más allá del lugar de trabajo formal, los recortes en prestaciones sociales y servicios públicos han afectado de manera desproporcionada a las mujeres.

La opresión de las mujeres bajo la Covid

La pandemia ha sido un desastre para las mujeres. Las mujeres, y en particular las mujeres racializadas, no solo están sobrerrepresentadas como “trabajadoras esenciales” —en otras palabras, trabajadoras de la salud, cuidadoras, limpiadoras, trabajadoras minoristas, etc., generalmente mal pagadas— sino que a medida que la sociedad cierra muchas de sus funciones sociales, las mujeres se llevaron la peor parte de la carga del trabajo adicional.

La carga desigual de las mujeres durante el confinamiento cuando se impuso el trabajo desde casa fue enorme. Naturalmente, esta tarea es mucho más fácil cuando hay dos o más adultos que pueden alternar sus horas de trabajo para facilitar el cuidado de los niños. Sin embargo, las familias monoparentales son principalmente mujeres, muchas de las cuales se han visto en la difícil situación de tener que trabajar desde casa sin tener cubierto el cuidado de sus hijos e hijas, aspecto que les hubiese permitido desempeñar sus funciones laborales.

Además, mucho se ha escrito sobre el aumento de la violencia doméstica durante el confinamiento, ya que se redujeron los servicios, se cortaron las redes de apoyo y los niveles de estrés económico y social aumentaron drásticamente. La mayoría de las veces, estos servicios no pudieron ofrecer soluciones a las mujeres.

El lugar de una mujer está en la revolución

Más de un siglo después de su primera declaración, ¿qué significa “pan y rosas” para la lucha por la liberación de las mujeres hoy?

Sencillamente: “la lucha continúa”. Si bien las mujeres nos enfrentamos a problemas diferentes hoy que hace un siglo, también hay puntos en común entre las mujeres de entonces y las de ahora.

Independientemente de cómo se desarrolle económica, política o incluso tecnológicamente la sociedad, sabemos que el sistema, el capitalismo, está estructurado de tal manera que utiliza la opresión de las mujeres para aumentar su rentabilidad.

Es decir que puede haber más acceso a “rosas”, pero no todas podemos comprarlas. Lo que necesitamos es revertir el sistema actual y reemplazarlo por una sociedad más justa, donde la vivienda, el vestido, la educación y la alimentación de las personas sean un derecho.

Solo eliminando el poder de la clase dominante y dando acceso a la gente trabajadora a bienes sociales de propiedad colectiva, podemos asegurar que ninguna mujer se vea obligada a elegir entre la explotación sexual, económica o la pobreza. Si esto suena a socialismo, es porque lo es.

Entre los hashtags y eslóganes corporativos que inundan el Día Internacional de la Mujer, es fácil olvidar que fue celebrado por primera vez hace 112 años por mujeres socialistas.

Comprender esto hace que el socialismo sea aún más necesario: porque las mujeres no podemos luchar contra la desigualdad en su conjunto si estamos demasiado ocupadas tratando de mantenernos a flote en un sistema económico que nos explota y nos oprime. Así como la desigualdad de género es una condición necesaria del capitalismo, el socialismo es una condición necesaria para la verdadera liberación de las mujeres.

Honremos hoy a las mujeres de ayer, a las que lucharon por nuestros derechos a leer, escribir y votar; a las que nos dieron de comer, nos bañaron, nos vistieron; a las que ves en la tienda de la esquina o te sientas a su lado en el autobús; celebrar a las mujeres, su fuerza y ​​pasión para seguir luchando.

Necesitamos exactamente ese tipo de lucha para ganar la igualdad real, la verdadera liberación; para conseguir la autonomía real.