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Suplemento sindicatos | Preguntas típicas | ¿Sindicalismo ultra? | Las contradicciones del sindicalismo



¿Qué es un piquete?

Los piquetes —grupos de huelguistas que se reúnen delante de su lugar de trabajo— son la manifestación física de las huelgas. Están ahí para evitar que algunos trabajadores debiliten el poder colectivo de la huelga yendo a trabajar. También pueden impedir las entregas de mercancías a la empresa que está en huelga.

Los que cruzan la línea de piquete, poniéndose del lado de los patrones y perjudicando a sus compañeros de trabajo, los rompehuelgas, son los esquiroles.

El origen del término esquirol para referirse a los “rompehuelgas” lo encontramos en la segunda mitad del siglo XIX. La población barcelonesa de Manlleu destacaba por la producción textil. Hasta 1855 los tejedores trabajaban por encargo de los fabricantes en sus propias casas y sin control de horario y/o producción fija. Fue en ese año en el que se construyó un edificio al que debían acudir a tejer durante un número determinado de horas al día. Las y los trabajadores se negaron a acudir a tejer a la factoría, queriendo seguir trabajando desde sus casas; hecho que propició que el empresario acudiese a una población cercana en busca de personal que quisiese ir a trabajar a la fábrica.

La localidad se llamaba L’Esquirol.

La noticia corrió rápidamente por toda la comarca, haciéndose público que “los esquiroles” estaban trabajando como reemplazo de los tejedores que se encontraban en huelga. Desde aquel entonces, el término esquirol se ha popularizado y utilizado como sinónimo de rompehuelgas y para referirse a aquellos que acuden a su puesto de trabajo o reemplazan a otros en una jornada de huelga.

El escritor Jack London definió con magistral precisión y dureza lo que es un esquirol como un individuo creado, según él, con los restos de una serpiente, un sapo y un vampiro.

Un piquete no debe ser un lugar de conversación cortés donde se intercambian bromas antes de ir a trabajar. Es un sitio de persuasión, educación y discusión, pero también de confrontación.

Algunos de los momentos clave en la historia de la clase obrera involucraron piquetes masivos que bloquearon físicamente un lugar de trabajo.

Eso sucedió, por ejemplo, en Gran Bretaña con la conocida como Batalla de Saltley Gate en 1972, un momento crucial durante la exitosa huelga de los mineros, y en 1919 en la huelga de la Canadiense en Barcelona en la que durante 44 días se paralizó el 70% de toda la industria catalana y se conquistó la jornada de 8 horas.

Los piquetes también son un centro de organización vital para los huelguistas. Son lugares naturales para discutir los próximos pasos de la huelga y un lugar adecuado para recibir las muestras de solidaridad de otros trabajadores. Ésta es una razón por la que los conservadores en países como Gran Bretaña han impuesto condiciones adicionales a los piquetes, como limitar formalmente su tamaño.

¿Qué son las leyes antisindicales?

En 1829 John Doherty —trabajadora migrante, de origen irlandés— fundó en Gran Bretaña la primera central sindical general de todos los oficios. La Asociación Nacional para la Protección del Trabajo llegó durante un tiempo a agrupar a 100.000 miembros. Simultáneamente en Francia las trabajadoras de los aserraderos de Burdeos y de las fábricas textiles de Lyon también se organizaron.

Desde entonces, durante casi 200 años, los gobiernos han aprobado leyes que prohíben o limitan la labor de los sindicatos. Tienen miedo del poder sindical y tratan de debilitar la organización de las y los activistas y domesticar el poder sindical.

A veces, las personas trabajadoras se han defendido con huelgas masivas y han hecho que las leyes sean imposibles de implementar. En otras ocasiones se han organizado políticamente para que se deroguen las leyes.

Las leyes antisindicales son armas pro patronales en la lucha de clases.

En Estados Unidos la ley Wagner de 1935 creó un mecanismo legal para permitir fundar sindicatos y una agencia federal, la National Labor Relations Board (NLRB), dedicada a supervisar el proceso.

La oleada de huelgas en 1945-1946 y “el peligro comunista” llevaron a la aprobación de la ley Taft-Harley que prohíbe las huelgas solidarias, las huelgas espontáneas y los piquetes masivos. Pero sin duda el aspecto más negativo de la ley es que permite que los estados aprueben leyes de “derecho al trabajo”.

Con los presidentes Nixon y Reagan la NLRB se llenó de funcionarios reaccionarios permitiendo a las empresas actuar de forma mucho más agresiva ante cualquier intento de formar un sindicato, dando al empresario la potestad de obligar a las y los trabajadores a acudir a charlas antisindicales.

En Gran Bretaña, la primera ministra conservadora Margaret Thatcher encabezó el ataque contra la organización obrera con leyes antisindicales en la década de 1980. Los sindicatos tuvieron que seguir los dictados del gobierno sobre las elecciones internas y se prohibieron las acciones de solidaridad con otros trabajadores.

Luego la Ley de Reforma de Sindicatos, aprobada en Gran Bretaña en 1993, y la Ley de Sindicatos de 2016 fueron feroces ataques al derecho de huelga imponiendo un umbral mínimo de participación en las votaciones para una huelga y un plazo de preaviso de 14 días para las mismas.

Es obvio que la patronal y los Estados quieren dificultar las huelgas, pero ninguno de estos ataques podría haberse implementado sin que la dirección sindical los aceptara. Y a muchos líderes sindicales les gustaron las nuevas leyes porque les dieron una coartada para no convocar acciones y una forma de disciplinar a los sectores más combativos de su afiliación.

Aunque todos los países de la UE han ratificado los 2 convenios de la Organización Internacional del Trabajo sobre libertad sindical y derecho de sindicalización, lo cierto es que en todos los países sigue existiendo una enorme presión sobre aquellos trabajadores que realizan actividades sindicales.

¿Son democráticos los sindicatos?

Todo el mundo debería ser miembro de un sindicato en su lugar de trabajo y debería ser un sindicalista activo.

Es un foro crucial para organizarse colectivamente contra los jefes y una excelente manera de promover la política con conciencia de clase.

Los diferentes sindicatos tienen reglas diferentes, pero cualquiera es más democrático que las grandes corporaciones. Formalmente, tienen un gran aparato que habilita capas de democracia en las que las y los afiliados al sindicato pueden elegir al secretario general y a los órganos de dirección. Pero incluso en el sindicato más democrático, los liberados a tiempo completo pueden cancelar las huelgas, por ejemplo, para llegar a un mal acuerdo, incluso antes de que se consulte a los y las trabajadoras.

Por eso los órganos democráticos clave son las reuniones masivas de afiliados y huelguistas, comités electos de huelguistas durante los conflictos y reuniones de representantes sindicales dentro de una empresa, industria o servicio y en diferentes lugares de trabajo. Estos pueden ejercer presión sobre los liberados u organizarse independientemente de ellos.

¿Qué es la organización de base?

La división principal en cada lugar de trabajo es entre trabajadores y jefes. Eso lleva a la creación de sindicatos, que son importantes organizaciones y escuelas de lucha. Pero también existe una división crucial dentro de los sindicatos entre las y los trabajadores afiliados al mismo y los liberados, la burocracia.

La burocracia es una fuerza mediadora entre el sindicato y los patrones. Trata con los patrones en lugar de llevar una batalla hasta el final con los métodos más militantes. Esto se debe, no solo a que están mejor pagados y alejados de las presiones diarias del lugar de trabajo, sino a que ese es su rol social.

No hay que confundir a los liberados con los delegados sindicales, que son los que eligen a los liberados. El liberado es delegado, pero el delegado no siempre es un liberado.

En el Estado español, la Ley Orgánica de Libertad Sindical y el Estatuto de los Trabajadores establecen el número de liberados y el número de horas sindicales según el tamaño de la empresa. Se calcula que en el Estado español existen más de 4.500 liberados en el sector privado y cerca de 10.000 en el sector público.

Como la burocracia sindical se basa en la idea de que las diferencias entre empresarios y trabajadores pueden resolverse en el marco del sistema capitalista, en ocasiones los trabajadores han tenido que organizar redes de afiliados sindicales para presionar a la burocracia y, a veces, actuar independientemente de ésta. Esto es lo que entendemos por organización de base. No es una alternativa a la afiliación sindical, sino una parte vital de la misma. No es crear un nuevo sindicato, sino luchar dentro del existente.

El Comité de Trabajadores de Clyde, formado por trabajadores metalúrgicos en Glasgow, expresó bien el punto de vista durante la Primera Guerra Mundial. “Apoyaremos a los dirigentes sindicales siempre y cuando representen correctamente a los trabajadores, pero actuaremos de forma independiente en cuanto dejen de hacerlo”.

Organizó huelgas incluso cuando la burocracia se negó a convocarlas. Y también apoyó una huelga de alquileres de 25.000 inquilinos amenazando con una huelga general.

La organización de base depende de una red de activistas sindicales con raíces reales en sus lugares de trabajo, capaces de plantear la cuestión de la acción independiente práctica entre sus miembros. Se diferencia de las típicas corrientes sindicales, o “sectores críticos” en que se centra en la acción colectiva, y no solo en las elecciones sindicales y en presentar resoluciones a sus congresos.

¿Qué son los comités de huelga?

Cuanto mayor sea la participación de las y los huelguistas en su propia lucha, mayores serán las posibilidades de ganar. En el socialismo revolucionario abogamos por el control democrático de las huelgas por parte de los y las trabajadoras. Una forma de organizar esto es elegir un comité de huelga para coordinar la acción y guiar la lucha hacia la victoria.

Los liberados sindicales afirmarán que ya cumplen este papel. Pero mientras algunos de ellos pueden merecer estar en el comité, otros pueden estar fuera de contacto con el estado de ánimo y las preocupaciones del día a día de la plantilla. El papel de un huelguista no debe reducirse a votar por la acción y luego observar pasivamente el desarrollo de los acontecimientos hasta que se le diga que vuelva al trabajo.

Los piquetes también son una oportunidad para que las y los trabajadores discutan el camino a seguir. Deben ser seguidos por asambleas masivas periódicas, que pueden votar propuestas sobre cómo ganar y las tácticas de la disputa. También pueden lidiar con las inevitables preocupaciones y vacilaciones de las personas.

¿Qué es una huelga indefinida?

Todas las huelgas importan. Señalan la diferencia entre explotadores y trabajadores, entre patrones y la gente a la que explotan. Pero hay una gran diferencia entre una huelga de un día, totalmente controlada desde arriba, y una que se proponga continuar hasta lograr la victoria.

Una huelga indefinida es aquella que no tiene un límite de tiempo. Continúa hasta que las y los huelguistas acuerdan un trato. Ha habido algunos ejemplos muy efectivos de estos recientemente y en general han obtenido mejores acuerdos que las huelgas intermitentes.

A menudo, pueden asegurar una victoria más rápida que una serie de huelgas de uno o dos días. Durante una huelga indefinida es mucho más fácil para las y los trabajadores organizarse para ganarse la solidaridad de otros sectores, realizar reuniones y participar en manifestaciones y asambleas. También hay una mayor posibilidad de democracia desde abajo.

Una conclusión radical de la unión de las huelgas de trabajadores es una “huelga general”, una huelga de millones de trabajadores de todas las industrias. Los trabajadores en Gran Bretaña son capaces de hacer una huelga general. La federación sindical TUC tiene 5,5 millones de miembros y en 2011 coordinó votaciones en las que 2,5 millones de trabajadores del sector público se unieron en huelga durante un día por los ataques a las pensiones.

En el Estado español la huelga general ludita de 1855, convocada por las plantillas de la industria textil de Catalunya, se considera la primera huelga general. Le siguieron dos huelgas generales revolucionarias en 1917 y 1934 y otras 13 ya en democracia, a las que habría que añadir la huelga general contra la guerra de Irak en 2003 y la huelga feminista en marzo de 2018.

Frente al argumento de la derecha de que los sindicatos de clase se movilizan para beneficiar a sus afiliados y a grupos de trabajadores “privilegiados”, la realidad muestra que las huelgas generales se han convocado sobe todo para mejorar la situación de los sectores más vulnerables de la clase trabajadora. Como ejemplo, las huelgas contra los recortes de subsidios a parados, contra los contratos basura para los jóvenes, o contra las reformas laborales.

¿Qué son las huelgas coordinadas?

Ahora se está hablando mucho en Gran Bretaña sobre la coordinación de las diferentes huelgas para que la gente haga huelga el mismo día en todas las industrias y sindicatos. Huelgas con medio millón o más en conjunto aumentarían enormemente el desafío a los patrones y al gobierno. Dejaría más claro que las empresas y los ministros se enfrentan a un movimiento creciente de la clase, no solo a un conjunto individual de huelguistas.

A veces, los líderes sindicales y los activistas dicen que quieren que los medios de comunicación se centren en su disputa haciendo huelgas en días diferentes. Pero la realidad es que los medios de comunicación suelen ignorar las huelgas.

Una jornada en que un gran número de trabajadores hicieran huelga dominaría las noticias. Llevaría a todos a hablar de las huelgas.

Otro argumento en contra de los ataques coordinados es que es “más efectivo” que, digamos, un sindicato ferroviario haga huelga un día y los otros sindicatos otro día porque ambos grupos de acción cierran la red. Es importante pensar en la efectividad de la acción, pero a los jefes no les mueven las “tácticas inteligentes”. Las huelgas tienen que crear una crisis para las empresas y para los gobiernos.

Otro argumento importante a favor de la huelga coordinada es que una acción unida de este tipo sería un faro para toda la clase trabajadora. Cada disputa local en la que los trabajadores hayan votado a favor de la huelga podría programar su acción para el mismo día.

Sería un foco para las personas que no están en los sindicatos y los que no tienen trabajo. Se podría ganar el apoyo de campañas sobre pobreza, beneficios, crisis climática, racismo y otras. Grandes marchas y mítines llevarían el mensaje a casa.

Pero algunos líderes sindicales usan la idea de la acción coordinada como una barrera para convocar huelgas. Dicen que se moverán solo si otros sindicatos también lo hacen. El mensaje debería ser: “Unidos si podemos, solos si es necesario”.

¿Deberían las y los trabajadores luchar por el respaldo económico durante la huelga?

En la mayoría de los países europeos los sindicatos cuentan con Cajas de Resistencia que ayudan y protegen a sus afiliados en momentos de conflictos y que constituye el mayor exponente de solidaridad entre los afiliados. Las Cajas de Resistencia suponen un importante elemento para reorganizar y hacer más efectiva la acción sindical dándole un carácter más agresivo y de clase, al disponer de un respaldo económico para plantear huelgas. A los sindicatos les gusta presumir de sus “cofres de guerra”, las Cajas de Resistencia, como parte del ruido de sables antes de disputas clave.

Hacen esto para asustar a los empresarios y tranquilizar a los afiliados de que pueden permanecer en lucha el tiempo suficiente para ganar. Las y los huelguistas deberían luchar para recibir el apoyo adecuado de sus sindicatos, para que la gente no se vea obligada a abandonar la acción prematuramente. Después de todo, se financia a través de sus cuotas de afiliación.

Pero el respaldo económico durante la huelga es un arma de doble filo. Si los trabajadores creen que no pueden hacer huelga sin él, significa que, si la burocracia sindical deja de pagar, entonces la huelga termina.

Se convierte en un arma de control para ellos. Los activistas nunca deben argumentar que las huelgas solo pueden ocurrir si hay suficiente Caja de Resistencia para proteger a los trabajadores de cualquier dificultad. La realidad es que la huelga a menudo implica una pérdida financiera a corto plazo, pero una victoria da como resultado mejores tratos y una organización más sólida.

Pero entonces, ¿cómo los trabajadores pueden hacer frente a un paquete salarial muy reducido? Recaudar dinero para los huelguistas es importante. Financia a las personas en los piquetes y también eleva el perfil político de la huelga en general.

Y también es muy importante para las personas que hacen la colecta entre sus colegas de trabajo. Significa que el mensaje de las huelgas se difunde más ampliamente y las y los activistas pueden ver quién dona a la colecta. Estas son personas a las que se puede ganar para luchar en el futuro. Al apelar a la solidaridad financiera de otros trabajadores, los huelguistas presentan un importante argumento: el éxito de su propia disputa facilitará que otros trabajadores ganen.

Un buen ejemplo fue la huelga en la Galería Nacional de Arte de Londres en 2015. Los trabajadores ganaron una huelga de larga duración, en parte gracias al éxito de ganar la solidaridad en el movimiento sindical más amplio. A pesar de que su sindicato PCS no les pagó sus salarios completos, pudieron resistir la presión de los patrones para que pusieran fin a la huelga.

Esto se logró en parte gracias a que los huelguistas hablaron en las reuniones sindicales y se presentaron en los piquetes de otros trabajadores en lucha. Es un buen ejemplo que muestra que el éxito de una huelga no puede reducirse simplemente a si el sindicato aporta los pagos de huelga.

En el Estado español hasta hace poco solo tenían Caja de Resistencia los sindicatos USO, ELA, LAB, ESK, CIG. Destaca el caso de ELA que dedica el 25% de su presupuesto anual a engrosar la caja de resistencia. Los sindicatos CGT y CNT han aprobado la creación de una caja de resistencia.

 ¿Qué deben hacer las y los trabajadores no sindicalizados?

Cada persona trabajadora debería unirse a un sindicato en su lugar de trabajo. Pero no ser miembro de un sindicato no es un obstáculo para realizar alguna acción. Cualquiera que sea el lugar de trabajo en el que te encuentres, podéis comenzar a organizaros por mejores salarios, contra los jefes que intimidan y por mejores condiciones.

El primer paso debe ser hablar con tus colegas, averiguar quién comparte tus quejas y quiere contraatacar. El siguiente podría ser reunir a esas personas en un grupo que pueda discutir qué hacer a continuación. A menudo, puede comenzar con problemas fuera del lugar de trabajo inmediato: ira sobre el racismo o acción sobre el caos climático, por ejemplo.

Reunir a los trabajadores para que firmen una carta o una petición puede dejar claro que los mismos tienen demandas y que lucharán colectivamente hasta que se cumplan. Cuando las y los trabajadores comiencen a darse cuenta de su fuerza, el próximo paso podría ser organizar una “huelga salvaje”. Este tipo de huelgas no pasan por los procesos burocráticos y todos los demás obstáculos descritos en las leyes antisindicales.

Una inspiradora ola de resistencia nos llegó a través de las instalaciones de Amazon durante el verano y demostró que es posible resistir sin un sindicato. Los trabajadores se involucraron en huelgas y retrasos para evitar que el trabajo “se convirtiera en un rápido descenso al infierno”, dijo un huelguista a Socialist Worker. Y el almacén de Coventry es un excelente ejemplo de cómo la acción salvaje puede conducir a una organización a más largo plazo.

Algunos trabajadores allí ahora son miembros del sindicato GMB y están ocupados volviendo a votar después de pasar por poco el umbral legal en una votación de huelga. Las y los trabajadores de Amazon, y todos aquellos que emprenden acciones salvajes, demuestran que los trabajadores pueden organizar una resistencia efectiva.

Los liberados sindicales están dispuestos a reclutar trabajadores que organicen huelgas salvajes, no solo porque aumentarán el número de miembros o porque ganarán. Algunos quieren mantener cierto grado de control sobre el impulso del movimiento obrero en general.

¿Qué es la solidaridad?

“Solidaridad por siempre”, es un grito perenne del movimiento obrero. Pero, ¿qué es exactamente, y qué importa? La solidaridad es la idea de que aquellos que luchan no deben luchar solos, pero es más que un sentimiento de unidad. La solidaridad podría significar respetar un piquete y no cruzarlo o enviar un mensaje de apoyo.

También podría significar hacer una donación financiera a un fondo de huelga o llevar sándwiches a los huelguistas. Aumentar la solidaridad no se trata solo de pedir apoyo práctico para la lucha, sino de ganar el argumento de que todos en la clase trabajadora se benefician cuando ganamos.

La solidaridad puede adoptar muchas formas, pero la más eficaz es que las y los trabajadores actúen juntos. Es este tipo de unidad de la clase obrera lo que la clase dominante odia; por eso en muchos países, oficialmente, las huelgas de solidaridad son ilegales.

Pero eso no detendrá a las y los trabajadores, involucrados en disputas oficiales en sus lugares de trabajo, a la vez en huelga y golpeando duramente a los patrones. Ganar la discusión sobre la entrega de solidaridad significa que un mayor número de personas se involucrará cuando haya resistencia.

Si una delegación de estudiantes apoya una línea de piquete, sabrán a qué representante sindical contactar la próxima vez que tomen posición y ellos mismos pidan ayuda. En última instancia, la solidaridad es algo más que apoyar las disputas individuales. Se trata de construir vínculos entre diferentes grupos de personas, haciendo que todo el movimiento de la clase trabajadora sea más fuerte.

¿Hasta qué punto son efectivos los ataques de los medios a las huelgas?

Las grandes huelgas revelan la verdadera naturaleza de los medios de comunicación. Su propósito es ser el portavoz de la clase dominante, un recipiente para su odio e intolerancia.

En su papel de representantes de los patrones, los políticos y la élite, los medios de comunicación trabajan con verdadero frenesí. Durante los días de acciones de las y los trabajadores en huelga, los titulares están dominados por una diatriba de mentiras y odio.

Unos rechazan las acciones de los huelguistas como “egoístas” mientras otros buscan en vano evidencias de violencia en los piquetes. Algunos se desesperan por el supuesto “caos”, mientras que otros advierten sobre los días oscuros que se avecinan a medida que se planean más huelgas.

Algunos llegan más lejos y critican al sindicato convocante por infligir “miseria a millones de personas comunes” y “traicionar” a los trabajadores que no pueden viajar para obtener ganancias para sus jefes.

La satanización de los huelguistas, su sindicato y su secretario general es repugnante. Pero la agenda siempre es clara: difamar la huelga y evitar que la gente la apoye. E incluso los principales medios de comunicación más “liberales” están completamente desconectados de la vida de las personas trabajadoras y de sus métodos de lucha.

Las ideas dominantes en la sociedad provienen de la clase dominante, y los medios de comunicación son una estructura vital para reflejar y perpetuar el dominio de esta clase. Pero la gente común no se traga ciegamente la narrativa de los medios.

Las ideas se cuestionan y se hace un gran esfuerzo para que parezcan universales. Pero los verdaderos objetivos están escondidos bajo una campaña de división y falsa amistad con los trabajadores: si se bombeara pura propaganda a favor de la clase dominante, nadie la compraría.

La vida y los puntos de vista de la gente común están llenos de contradicciones, lo que se refleja y se intensifica en la prensa. Los patrones necesitan enfrentar a enfermeras, maestros, bomberos y trabajadores ferroviarios como enemigos en lugar de como una clase con un interés común.

En tiempos de lucha, los medios aumentan esta faceta cuando el pánico comienza a instalarse. Pero a veces la diatriba de los medios no funciona. El odio dirigido se contrarresta con la realidad material que la gente experimenta cuando contraataca.

Millones de personas que luchan quieren una alternativa a sus asfixiantes realidades. La lucha de clases y la acción de masas abren todas las contradicciones suministradas desde arriba, aflojando el control de los medios.

Las ideas cambian durante la lucha porque la realidad de las personas cambia. La autoactividad de las y los trabajadores choca con la forma en que se nos dice que funciona el mundo y nuestra posición dentro de él. Las personas trabajadoras pueden tener una idea de su poder e imaginarse a sí mismas al mando. Es por eso que la élite y sus medios luchan por demostrar que hablan por la gente común, y por eso reaccionan con tanto veneno ante la resistencia.

Pero hay una alternativa a la propaganda que beneficia a la élite. Los periódicos revolucionarios escritos por y para la clase trabajadora son los únicos medios con un verdadero interés en apoyar la lucha y contrarrestar la bilis.

Es por eso que leer, vender, compartir en línea y debatir el boletín es clave para los socialistas revolucionarios, especialmente en tiempo de luchas.