Marx21
Suplemento sindicatos | Preguntas típicas | ¿Sindicalismo ultra? | Las contradicciones del sindicalismo
Durante la campaña de las elecciones andaluzas, la entonces candidata de VOX, Macarena Olona, haciendo gala de una demagogia a prueba de bombas, reivindicó la figura de Julio Anguita y aprovechó para criticar a “los sindicatos de las mariscadas”, reiteradamente comprados y sobornados.
Olona ponía así su granito de arena pretendiendo que VOX dejara de ser visto como el partido de los señoritos.
Tarea nada fácil, pero que los dirigentes de VOX creen que llegarán a conseguir.
En ésta, aplican algunas de las recetas que el Rassemblement National (antes Front National) francés lleva poniendo en práctica desde mediados de la década de 1990, y en especial desde el acceso de Marine Le Pen a la dirección del partido en 2011. Recetas que tratan de aprovechar el malestar social para captar y llevarse el voto de los barrios obreros.
Juana de Arco contra el capitalismo apátrida
La ultraderecha francesa, siguiendo una tradición iniciada por los nazis alemanes, ha sido siempre profundamente antisindicalista.
Durante años, su celebración del 1 de mayo se limitaba a un homenaje patriótico a la figura de Juana de Arco, con mitin final reducido a una diatriba contra la inmigración, el islam y la Unión Europea.
También durante periodos huelguísticos importantes, como las huelgas en la función pública de finales de 1995, el semanal del Frente calificaba la huelga de “inadmisible secuestro de la nación”.
Sin embargo, el crecimiento del voto al Frente Nacional en los barrios obreros entre 1984-88, del 8% a casi el 20%, provocó que a partir de su congreso de 1990 el Frente Nacional comenzara a interesarse por lo “social”; eso sí, con la coletilla racista de la “preferencia nacional”. Es en ese momento cuando apartó el discurso ultraliberal y se proclamó beligerante con las deslocalizaciones y la mundialización.
A mediados de los 90, Bruno Gollnisch, entonces secretario general del Frente Nacional, subrayó la necesidad de “un frente social en el frente laboral”. Philippe Olivier sería el encargado de dar forma a lo que sería conocido como Frente sindical Nacional, integrado por una Coordinación Nacional de Trabajadores, un sindicato de empleadores y diez sindicatos profesionales, reproduciendo el organigrama del Frente Nacional del Trabajo nacionalsocialista.
En octubre de 1996, mientras repartía octavillas contra los despidos a las puertas de la fábrica de Moulinex, Bruno Mégret, diputado del FN, criticó las deslocalizaciones, se solidarizó con los trabajadores víctimas de la mundialización y anunció una intensificación de la presencia del Frente Nacional en la sociedad francesa, reforzando su presencia en los medios profesionales.
Pero esa presencia perdió intensidad pues los tribunales invalidaron el registro de la mayoría de los sindicatos frentistas por difundir ideología de un partido político y controlar la ideología política de sus afiliados.
Paralelamente al activismo de la extrema derecha en el ámbito laboral, surgió en Francia la asociación VISA (Vigilancia Iniciativas Sindicales Antifascistas). Esta asociación intersindical agrupa a 120 organizaciones sindicales y se dedica a desenmascarar a militantes de extrema derecha infiltrados en los sindicatos, denunciar las pseudo-soluciones y las medidas antisociales puestas en práctica en los ayuntamientos gobernados por la extrema derecha.
Para las y los activistas de VISA, está clara la ideología anti obrera de la extrema derecha. En los comienzos del “sindicalismo” ultra, se aliaron con la patronal para crear sindicatos amarillos con el objetivo de debilitar las reivindicaciones obreras. En la actualidad, maquillan su estética y su discurso para no perder su base electoral clave, que son pequeños empresarios y agricultores que no quieren la presencia de sindicatos en sus centros de trabajo.
La anulación registral de sus sindicatos fue aprovechada por la dirección del Frente para poner en práctica otra de sus estrategias: la victimización que van a combinar con sus señas de identidad: racismo, nacionalismo y autoritarismo.
Esta combinación fue todo un éxito y así en 2002, según datos estadísticos, el 30% de los votantes del Frente Nacional eran obreros. Esta cifra sube hasta el 35% en 2015. Datos aprovechados por Marine Le Pen para presentarse como “candidata del pueblo contra los ricos, el capitalismo apátrida y el liberalismo mundializado”.
Fascistas en la industria automotriz
En ocasiones la creación de estructuras sindicales propias les da buenos resultados a los fascistas. Este es el caso de Alemania. En el mismo año de su despegue electoral, en 2017, Alternativa para Alemania (AfD) creó ¡Alarma! que se define como “una asociación alternativa de empleados”.
Otro sindicato ultraderechista es Zentrum Automobil creado por un neonazi y que cuenta con más del 13% de apoyo en fábricas como Daimler. En total tiene 11 delegados en tres comités de empresa y ha creado grupos de trabajo sindical en BMV. En algunos centros de trabajo cerca de 200 personas se postularon para ir en las listas de Zentrum.
Un caso similar es Portugal con la creación del Sindicato Nacional de Conductores de Materiales Peligrosos que convocó una huelga que coincidió sospechosamente con un encuentro en Lisboa de partidos de extrema derecha.
Lo que sí está claro es que en aquellos lugares como Grecia, Gran Bretaña o Catalunya, en los que plataformas unitarias han conseguido involucrar desde el primer momento a las organizaciones sindicales, este tipo de problemas son irrelevantes o no existen.
Así, el TUC (Trades Union Congress), federación de sindicatos en Gran Bretaña con 5,5 millones de afiliados, colabora activa y habitualmente con la plataforma antirracista y antifascista Stand up to Racism.
Añorando el Sindicato Vertical
Mientras tanto VOX, añorando los tiempos del Sindicato Vertical franquista con sus 26 sindicatos nacionales y sus Obras Sindicales como Educación y descanso copia de OND mussoliniana y de la KdF nazi (Fuerza a través de la alegría) realiza una doble maniobra.
En primer lugar, un acercamiento al sector ultraderechista de los cuerpos policiales vertebrado en torno a la asociación JUSAPOL y sus dos sindicatos Jupol y Jucil. Esta táctica tuvo su punto de inflexión en la concentración frente al Congreso en marzo de 2020.
En segundo lugar, impulsando la creación en septiembre de 2020 del sindicato Solidaridad que nacía como una iniciativa patriótica y social “al servicio de los españoles”. Un sindicato que el falangista y eurodiputado de VOX, Jorge Buxadé, definió como “nacional y no de clase” y entre cuyas reivindicaciones está limitar el derecho a huelga.
El sindicato de VOX se inspira en el sindicato polaco Solidarnosc en su forma actual, décadas después de abandonar por completo sus orígenes como organización obrera auténtica y combativa y pasarse a la derecha racista. En esto, imita al sindicato creado en 2005 en Gran Bretaña por el fascista Partido Nacional (BNP) y el creado el pasado octubre en Portugal por iniciativa del partido de extrema derecha Chega con nombre y logo copiados del polaco.
Dirige el sindicato Rodrigo Alonso, diputado de VOX por Almería famoso por su frase de que “los ricos son ricos por naturaleza” y por arrancar carteles del sindicato CGT del tablón de anuncios de la sección sindical y tirarlos a la basura.
El sindicato contaba a finales de 2021 con alrededor de 13.000 afiliados y estaba presente en 273 empresas. (Aquí, supera con creces a su homónimo británico, que ¡no llega a los 200 miembros!). Aun así, no se prodiga mucho en actividades sindicales, aunque sí hace sus pinitos a nivel internacional. En marzo de 2022 miembros del sindicato asistieron en Budapest a una manifestación en apoyo del primer ministro, el utraderechista Viktor Orbán, donde entonaron el Cara al Sol.
El ataque a la sede del CGIL
El asalto, en octubre de 2021, al local del sindicato italiano CGIL por parte de un grupo de neofascistas, coordinado con un ataque a su web, ha hecho saltar las alarmas en el mundo sindical.
Este ataque recuerda los tiempos del escuadrismo, los violentos ataques del fascismo italiano contra los sindicatos y las Cámaras de trabajo entre 1920 y 1922 que causaron apaleamientos y muertes de sindicalistas. Solo en los 5 primeros meses de 1921 las escuadras de acción causaron más de 200 muertos y 800 heridos.
Pero ahora mismo el problema no es realmente la violencia sino cómo, poco a poco, en algunos países la extrema derecha va obteniendo más eco entre la clase trabajadora.
Votar a la extrema derecha es una realidad en el mundo sindical francés. Buena muestra de ello es que el partido de Marine Le Pen ha ido poco a poco conquistando los antiguos feudos del Partido Comunista, tanto a nivel electoral como sindical.
Fracasado su primer intento en los 90 de crear estructuras sindicales propias, decidió hacer entrismo y reclamaron ser los herederos de las grandes figuras del sindicalismo francés. El resultado fue todo un éxito y la CGT francesa tuvo que expulsar a algunas secciones sindicales enteras por apoyar a compañeros que se presentaban en las listas de la ultraderecha.
La terrible experiencia le sirvió al sindicato para tomarse en serio la presencia de miembros de la extrema derecha en la organización. Se elaboró un documento para la afiliación, “El Frente Nacional o la impostura social”, se organizaron varias jornadas anti-FN y se creó una comisión interna encargada de detectar cualquier movimiento de la extrema derecha en las estructuras del sindicato.
Lo que está claro es que el Rassemblement National ya ha ganado la batalla cultural. Hoy la mayoría de los partidos y algunas organizaciones sindicales han decidido luchar en su terreno: la inseguridad y la migración.
Pero el avance de la extrema derecha se veía venir y se materializa sin que, durante años, haya habido una respuesta unitaria.
Los sindicatos deben impulsar la lucha contra la extrema derecha
La desigualdad social, la precariedad y el desmantelamiento de los servicios públicos por parte de las políticas neoliberales, provocan inseguridad, descontento y miedo, especialmente en el mundo laboral. Éste es un caldo de cultivo ideal para los sentimientos racistas.
Los sindicatos tienen que desempeñar un papel fundamental para abordar los temas de los que saca partido la extrema derecha.
La gente de ingresos bajos y con un nivel inferior de formación tiene miedo de perder sus puestos de trabajo, vivienda y nivel educativo a causa de las personas migrantes.
Los partidos de extrema derecha son expertos en reflejar las preocupaciones y dificultades de la gente. Las supuestas amenazas se interpretan de manera sesgada y luego se exageran espectacularmente.
Sobre los sindicatos recae la responsabilidad de hacer frente a la extrema derecha y dejar de verla como si fuera gente chalada irrelevante. Hay que tomárselos en serio como una amenaza muy grave y adoptar una serie de medidas.
En primer lugar, deben reafirmar que son organizaciones que tienen como objetivo proteger los intereses de las y los trabajadores y, como tales, tienen que abordar los problemas económicos y sociales provocados por la modernización y la globalización.
No hay que ceder a la extrema derecha la crítica hacia el capitalismo y la globalización.