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Xoán Vázquez

Convocados por el Frente Social bajo el lema “contra la subida de precios, la opresión y la pobreza”, el 4 de diciembre de 2022, miles de manifestantes marcharon por el centro de Rabat, la capital de Marruecos, para denunciar la pérdida de poder adquisitivo provocada por la subida de los precios de los combustibles y los alimentos.

Dos días después, otra multitud celebraba la victoria de la selección marroquí de fútbol sobre España. Los Leones del Atlas daban una alegría a una población agobiada por la crisis.

Con una nueva oleada de detenciones de activistas, un incremento de un 14% en los precios de los alimentos y una subida de los costes del transporte, que ronda el 13% en un año como telón de fondo, es la primera manifestación de esta relevancia en meses.

Los manifestantes han denunciado el deterioro de la sanidad y los servicios sociales, la represión política y han pedido la dimisión del primer ministro Aziz Akhannouch. El monarca tampoco se ha librado de las críticas por sus reiteradas ausencias del país. “No se puede gobernar un país vía Zoom” señalaba uno de los asistentes a la protesta.

Para acallar las críticas, en septiembre, el gobierno concedió un pequeño aumento del 5% en el salario mínimo interprofesional garantizado y del 10% en el salario mínimo agrícola garantizado, así como un aumento del 5% en las pensiones de jubilación. Pero estos aumentos están lejos de compensar el aumento de los precios y, en cualquier caso, no llegan a toda la clase trabajadora de Marruecos, donde casi el 30% de los puestos de trabajo pertenecen a la economía irregular.

El Frente Social, agrupación de varios partidos, asociaciones y sindicatos de izquierdas, que convocó a esta manifestación, también quiso denunciar la feroz represión contra activistas de la oposición política. Desde el levantamiento popular (Hirak) de 2017 en el Rif, muchos manifestantes siguen en prisión. Uno de los líderes de Hirak, Nasser Zefzafi, cumple una condena de 20 años de prisión en condiciones deplorables, privado de la atención médica que necesita.

En los últimos meses, nuevos opositores han recibido penas de prisión injustificadas. Rida Benotmane, miembro de la Asociación Marroquí por los Derechos Humanos, fue condenado a tres años de prisión y una multa de 20.000 DH (1.800 euros) por haber criticado al régimen en las redes sociales. Mohammed Ziane, exministro de Derechos Humanos entre 1995 y 1996, también fue condenado a tres años de prisión (aunque tiene casi 80 años) por los motivos más fantasiosos, entre ellos insultos a funcionarios públicos. Después de hostigar y destrozar a los medios independientes, el gobierno ataca las redes sociales.

Cabe destacar que el régimen de Marruecos —igual que el de Argelia— utiliza el nacionalismo —el conflicto con el vecino y el tema del Sáhara— para marginar del debate público las cuestiones sociales.

El islam político vuelve a las calles

En 2017 el islam político se echó a la calle en apoyo de la revuelta del Rif y para exigir la liberación de sus líderes encarcelados desde finales de mayo. A su lado también se manifestaron partidos de izquierdas y algunas asociaciones juveniles.

El centro de Rabat adquirió así aires parecidos a los de la “primavera árabe” que en Marruecos no prosperó porque, entre otras razones, las autoridades hicieron concesiones formales para acallar las protestas y el movimiento islamista con más capacidad de movilización, Justicia y Espiritualidad (JyE), no reaccionó.

En esta ocasión los islamistas decidieron convocar por su cuenta.

Así, en 2022, tras varias manifestaciones contra la subida de precios durante una semana en Rabat y otras ciudades, la Unión Nacional de Trabajadores de Marruecos (UNTM), cercana a los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD, oposición), movilizó a varios centenares de manifestantes contra el alto coste de vida el 23 de octubre frente al Parlamento, en el centro de Rabat.

Esta es una de las primeras veces que los simpatizantes del PJD salen a la calle desde la derrota electoral del partido en las elecciones legislativas de septiembre de 2021, ganadas por el partido liberal del empresario Aziz Akhannouch.

“Los precios suben y el gobierno duerme”, coreaban los activistas vestidos con jerséis y gorras naranjas, el color del sindicato. “No a la subida vertiginosa de los precios de los combustibles… Exigimos equidad y justicia fiscal”, decían las pancartas.

El descontento se dirigió en particular contra Akhannouch, el jefe de gobierno, que hizo su fortuna con la distribución de combustible y al que sus detractores acusan de beneficiarse de la subida de los precios en las gasolineras.

En una nota reciente sobre las desigualdades sociales, el Alto Comisionado de Planificación (HCP) indicó que Marruecos había vuelto “al nivel de pobreza y vulnerabilidad de 2014”, a causa de la epidemia de la Covid-19 y la inflación.