Marie Fauré
El pasado 16 de septiembre falleció Masha Amini, 22 años, después de haber sido detenida en Teherán por la policía moral de Irán, por llevar indebidamente el hiyab obligatorio.
La joven kurda iraní se convirtió en un símbolo de la resistencia contra la opresión que vive la población, especialmente las mujeres, después de la creación de la república islámica en 1979.
Al anunciar su muerte, mujeres de la ciudad de origen de Masha salieron a la calle para denunciar la imposición del hiyab por parte del régimen de los mulás y la opresión de las mujeres en general, quitándose su velo y cortándose el cabello.
Pocos días después, aquello se había convertido en un movimiento de ámbito estatal, con miles de mujeres desafiando al régimen en la calle, con el apoyo de los hombres iraníes, al grito de “mujer, vida, libertad”. La opresión de las mujeres se había hecho la expresión de la opresión que todas y todos sufren en el país.
Pese a la represión violenta del régimen autoritario (oficialmente 240 muertos y 8.000 personas detenidas en 111 ciudades), las manifestaciones no se detuvieron. Por el contrario, siguieron creciendo, ganando todas las partes de la población y del país.
Si hace años que la contestación al régimen iraní se hace más visible, desde el año 2009 y la proclamación de la victoria de Mahmoud Ahmadineyad, y que según una encuesta de 2020, el 70% de la población iraní está en contra de la imposición del hiyab, el movimiento de 2022 tiene un carácter diferente.
Cuenta con la participación de muchas jóvenes y estudiantes, para quienes las perspectivas de futuro en Irán no parecen muy abiertas tal y como es ahora el país, entre autoritarismo, paro y pobreza. A pesar de la censura del poder iraní, todas y todos hemos podido ver cómo chicas jóvenes sin hiyab y con el cabello suelto expulsaban al director de su colegio.
Apoyo
El movimiento favoreció una ola de apoyo internacional, con la multiplicación de concentraciones en muchas ciudades del mundo en las que participan muchos hombres y mujeres de todos los países, sin distinción étnica y de género, y sin distinción de clase, de lo que he podido comprobar por mi experiencia en Burdeos (Occitania).
Pero, desgraciadamente, debemos denunciar la utilización política del movimiento por muchas partes del entorno político occidental, incluso de una parte importante de la izquierda, que aprovecha la situación para atacar al hiyab y presentarlo como simplemente un instrumento de opresión de las mujeres.
Lo que denuncian las mujeres iraníes no es el hecho de llevar el hiyab, sino el hecho de que esto sea una imposición de un régimen autoritario y no la libre elección de cada una.
Escoger
Desde Marx21, pensamos que llevar el hiyab no es un problema a partir del momento en que forma parte de una decisión personal. Aquí, lo que debe defenderse como militantes de izquierda es el derecho de las mujeres a escoger si quieren ir con o sin hiyab, con pelo largo o corto, etc.
Tampoco podemos dar la razón a los movimientos de izquierdas que no quieren ir en contra del régimen iraní por verlo como una protección contra el imperialismo, ya sea éste americano, ruso o chino.
La república islámica de Irán es una dictadura, y no podemos defender este tipo de poder político en aras de la lucha antiimperialista. Por el contrario, lo que debemos hacer es apoyar a los movimientos populares para derribar a los regímenes autoritarios y que el pueblo iraní pueda decidir de su futuro.
Después de 5 semanas de movilización, y pese a la represión del poder, el movimiento no parece debilitarse. Por el contrario, después de las mujeres y de la juventud, son ahora las y los trabajadores que se organizan y se suman a la contestación, con una huelga de los trabajadores del petróleo, los mismos que jugaron un papel clave en la revolución de 1979 que hizo caer a Sha. Si las huelgas pueden extenderse y seguir, sería un gran punto a favor por la rebelión.
No sabemos cómo acabará el movimiento, si se convertirá en una revolución o si el poder autoritario podrá salvarse otra vez gracias a la violencia de estado.
Pero si de momento el régimen no parece amenazado, está claramente desestabilizado y está perdiendo su legitimidad, mientras las manifestantes van perdiendo el miedo frente a la represión.
La creciente concienciación de la población iraní en general, y especialmente de la juventud y de la clase trabajadora, son una base necesaria para un cambio político en el país y para derribar el régimen que subió al poder tras la revolución de 1979. Porque solo la propia clase trabajadora iraní podrá iniciar ese cambio, y no la intervención de cualquier potencia internacional. Y nosotros como clase trabajadora internacional debemos darles todo nuestro apoyo.