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Sean Purdy

Para las y los socialistas revolucionarios, las luchas en los lugares de trabajo y en las calles son mucho más importantes que votar en las elecciones. Sin embargo, para mucha gente trabajadora, las elecciones son el punto culminante de la actividad política y lo cierto es que, en ausencia de un movimiento socialista de masas, ofrecen importantes oportunidades para la intervención de la izquierda anticapitalista.

No hay mejor ejemplo de ello que la actual campaña electoral brasileña para presidente, gobernadores de los estados, así como senadores y diputados federales y estatales, cuya primera vuelta tiene lugar el 2 de octubre.

Los y las socialistas debemos intervenir activamente para derrotar al presidente neofascista y genocida Jair Bolsonaro. Pero, ¿cómo lo hacemos? ¿Debemos unirnos al frente popular formado por el reformista Partido de los Trabajadores (PT), el Partido del Socialismo y la Libertad (PSOL), el mal llamado Partido Socialista Brasileño (PSB) y el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), junto con seis partidos capitalistas aliados? O ¿debemos apoyar a las pequeñas campañas socialistas independientes?

El PSOL, formado en 2003 como una escisión del PT y compuesto por socialdemócratas radicales y una minoría de socialistas revolucionarios, tuvo una oportunidad increíble de construir una campaña socialista independiente con su propio candidato presidencial, pero votó por un estrecho margen unir fuerzas con el frente popular liderado por el PT. El partido también formó una federación política con REDE, un partido capitalista verde.

Dirigentes y activistas del PSOL se han disuelto en la campaña del frente popular del PT con poca o ninguna voz independiente. La lucha contra los ataques a los derechos de las personas trabajadoras, las pensiones, la atención médica y la educación ha quedado relegada a un segundo plano frente al reformismo descafeinado del PT. Este partido vacila constantemente, olvidando las promesas de revertir los drásticos recortes del gobierno de Bolsonaro. Las luchas contra la opresión, el cambio climático, etc. han sido marginadas para encajar en la amplia campaña anti-Bolsonaro liderada por el PT.

Capitalistas

Además de buscar el apoyo de los partidos capitalistas, el PT eligió a un político de derechas y exgobernador del estado de São Paulo, Geraldo Alckmin, como candidato a la vicepresidencia al lado del líder del PT, Lula. Varios centenares de importantes activistas del PSOL dimitieron en protesta. Incluso las bases incondicionales del PT han tenido dificultades para aceptar a Alckmin.

¿Significa todo esto que debemos apoyar las pequeñas campañas socialistas revolucionarias en la primera vuelta de las elecciones a la presidencia y los demás cargos? Algunos compañeros/as dirían que sí. Yo diría que no.

Una coalición diversa del Partido Socialista Obrero Unificado (PSTU), otro pequeño partido trotskista y activistas disidentes del PSOL formaron el Polo Socialista y Revolucionario para ofrecer una alternativa independiente al frente popular liderado por el PT. Ha reunido a un pequeño pero impresionante grupo de militantes socialistas de los sindicatos y movimientos sociales. Su candidata presidencial es la militante negra de larga trayectoria, Vera Lucía, y su candidata a la vicepresidencia, la indígena Raquel Tremembé.

A pesar de las divisiones y desacuerdos sobre una serie de cuestiones teóricas y prácticas en la izquierda revolucionaria brasileña, no hay duda de que representa a un grupo de militantes con mucha legitimidad que han contribuido inmensamente a numerosas luchas obreras y sociales a lo largo de los años.

Pero el hecho es que no representa una fuerza electoral viable para derrocar al gobierno de Bolsonaro. Ni su candidata presidencial ni sus candidatos a diputados estatales y federales tienen posibilidades de ganar. Más importante que esto, y a pesar de su política correcta en muchos aspectos, no llevará a sectores significativos de la clase trabajadora a sumarse a un movimiento de lucha.

La falta real de elección en las elecciones refleja una crisis más profunda en la dividida izquierda de Brasil.

Violencia

El gobierno de Bolsonaro arrasó Brasil durante la pandemia y es criminalmente responsable de la segunda cifra más alta de muertes en el mundo por la Covid. Ha atacado constantemente a la gente trabajadora, negra, indígena, mujeres y la a comunidad LGBTI+. A unos 30 millones de personas brasileñas les falta comida suficiente de manera diaria. El incipiente Estado de bienestar brasileño, los derechos laborales y de pensión han sido destruidos. La sanidad pública y la educación están en crisis. El robo y la corrupción descarados dominan el régimen de Bolsonaro. La violencia política va en aumento y los partidarios del gobierno de Bolsonaro ya han cometido al menos dos asesinatos de activistas del PT y han amenazado a candidatos de la izquierda. Esto sin hablar de las veladas amenazas de golpe de estado de Bolsonaro y sus aliados si pierde en las urnas.

Sin embargo, no ha surgido un movimiento socialista de masas para enfrentarse a esta barbarie.

Ante esta ausencia, la opción es clara: debemos votar a la tradicional campaña presidencial reformista de Lula, que tiene una posibilidad muy real de derrotar a Bolsonaro, posiblemente en la primera vuelta. Debemos luchar de forma independiente, pero junto a otras fuerzas reformistas y democráticas, contra la probable reacción violenta de los bolsonaristas derrotados. Y debemos seguir luchando y avanzando en la política socialista en los lugares de trabajo y en las calles, y contra las inevitables traiciones del gobierno reformista del PT, después del 2 de octubre.


Sean Purdy es un socialista independiente en São Paulo. En Twitter: @sean_purdy