El libro de Tony Cliff, Capitalismo de Estado en la URSS, se volverá a publicar en una nueva edición impresa en inglés. Sarah Bates examina la teoría y explica por qué sigue siendo un trabajo vital, a pesar de la desaparición de los regímenes estalinistas.
Sarah Bates
Muchas personas que nos leen habitualmente asociarán correctamente la teoría del capitalismo de Estado con los debates sobre la naturaleza de la Rusia estalinista. Después de todo, fue un intento de explicar cómo la degeneración de la revolución rusa de 1917 creó una sociedad que tenía más en común con el capitalismo occidental que con el socialismo de verdad.
Tony Cliff, el fundador del Socialist Workers Party, y de la corriente de socialismo internacional de la que Marx21 forma parte, desarrolló la teoría en la década de 1940. En ese momento, las y los socialistas revolucionarios estaban en desacuerdo sobre si Rusia era o no una nueva forma de sociedad.
Utilizando el análisis del capitalismo de Marx y la investigación más detallada disponible sobre Rusia, Cliff argumentó que no lo era. Sin embargo, su teoría de capitalismo de Estado siempre fue más que una forma de entender qué fuerzas impulsaban las economías de Rusia y Europa del Este.
Explicó la crítica marxista del capitalismo y ayudó a resucitar la genuina tradición del socialismo desde abajo. Y su aplicación no quedaba restringida a Rusia, sus Estados satélites, China y Cuba, etc. También fue relevante para Occidente, donde muchas personas de la izquierda argumentaban que el socialismo podría llegar a través del parlamento y la propiedad estatal de los medios de producción. En definitiva, era aplicable en todos los casos en los que se pensaba que el socialismo podía implementarse “desde arriba”.
Los argumentos de esa naturaleza todavía están muy presentes hoy en día. Por eso es bueno que el libro de Cliff, Capitalismo de Estado en la URSS, se vuelva a publicar ahora.
Poder obrero
Cliff comenzó con un análisis de lo que sucedió con la Revolución Rusa. Cuando los trabajadores tomaron el poder allí en 1917, tuvo repercusiones por todo el mundo.
Por primera vez, la gente común estaba en el asiento del conductor, apoderándose de sus lugares de trabajo y creando soviets donde colectivamente tomaban las decisiones sobre cómo funcionaría la sociedad.
Todo un imperio estaba ahora en manos de las y los revolucionarios. Pero los líderes del partido bolchevique de la revolución eran ante todo internacionalistas. El antiguo imperio ruso era una “cárcel de naciones”, decían. Aquellas naciones dentro de él que querían separarse eran libres de hacerlo.
Y tenían claro que la revolución tendría que extenderse a países económicamente más avanzados para sobrevivir. Pero en la década de 1920, cuando la guerra civil y las invasiones extranjeras asolaron el incipiente estado, el poder de la clase trabajadora y los ideales que fluían de él se desvanecieron.
Muchas de las personas trabajadoras más comprometidas perecieron en el frente luchando contra imperialistas y contrarrevolucionarios. Las fábricas, que habían sido el corazón de la revolución, fueron diezmadas por la guerra y el hambre.
Los soviets, una vez vivos con debates feroces, se convirtieron en sellos de goma moribundos para la burocracia. Surgió una creciente burocracia para tomar el lugar del control obrero, y fue de esta capa de donde Joseph Stalin extrajo su poder. Después de la muerte de Lenin en 1924, Stalin y sus partidarios se dedicaron a matar y reprimir a los líderes revolucionarios originales para asegurarse el poder.
Contrarrevolución
En 1928, Stalin se dispuso a transformar la economía de Rusia mediante un “plan quinquenal”, un rápido proceso de industrialización que esperaba permitiría a Rusia competir con las economías occidentales y sus máquinas de guerra.
Iba a absorber más de una quinta parte de todo el ingreso nacional de Rusia y ésto aumentó en planes posteriores. Eso siguió a su decreto de que el internacionalismo revolucionario temprano debía ser abandonado y reemplazado por la nueva doctrina del “socialismo en un solo país”.
Esto significaba que la industrialización tendría lugar en una Rusia aislada del resto del mundo. Eso solo se podía hacer extrayendo enormes excedentes del campesinado y obligando a los campesinos a abandonar la tierra y llevarlos a las fábricas.
La burocracia de Stalin desempeñó el papel de la clase dominante capitalista y se enfrentó a los trabajadores y a todos sus logros revolucionarios. En esta dinámica, las élites no eran propietarias de los medios de producción, lo era el Estado. Pero luego viene la pregunta, ¿quién es el dueño del Estado? La respuesta, por supuesto, es la clase dominante.
Entonces, el Estado, en lugar de los capitalistas privados, acumuló capital y compitió por el dominio en los mercados globales. Pero, a diferencia del capitalismo occidental, lo hizo sin competencia interna.
En ninguna parte fue tan evidente la lucha con Occidente como en la acumulación de equipo militar. Para igualar a Occidente por cada tanque, arma y misil, la producción se incrementó masivamente y los trabajadores recibieron objetivos para duplicar o triplicar la producción en el transcurso de cinco años.
Para 1938, alrededor del 29 por ciento de la producción total eran armas. Cliff argumentó: “La industria armamentística ocupa un lugar decisivo en el sistema económico de Rusia”.
Durante este tiempo, las horas de trabajo aumentaron, los salarios bajaron y las condiciones se volvieron cada vez más duras. Un decreto emitido por el gobierno el 1 de agosto de 1940 decía que, durante la cosecha, el trabajo agrícola debería “empezar a las cinco o las seis de la madrugada y acabar al crepúsculo”.
Burócratas
Pero ya había cosas mucho peores que simplemente largas horas. En 1931 había casi dos millones de personas en campos de trabajos forzados. El antiguo líder del Partido Comunista Yugoslavo, Anton Ciliga, estuvo detenido en campos de concentración rusos durante muchos años. Calculó que el número de prisioneros en el apogeo de las purgas de la década de 1930 llegó a unos diez millones.
Con campamentos, raciones severas y un Estado policial para asegurar el “orden”, Stalin barrió todo lo ganado en el período revolucionario. El hambre se extendió y la gente se vio obligada a vivir en la miseria. “La acumulación de la riqueza por un lado implica la acumulación de la miseria por el otro”, escribió Cliff.
Sin embargo, mientras la mayoría de la gente sufría, una capa de burócratas estatales vivía en condiciones lujosas. Los datos del impuesto sobre la renta ruso muestran que las personas recibían un salario anual que iba desde solo 1.800 rublos hasta la friolera a 300.000 rublos. Era una sociedad de “privilegiados y parias”.
“Un alto funcionario del gobierno, un gerente o un escritor de éxito, tiene casa en Moscú, casa de campo en Crimea, uno o dos coches, varios criados, etc., como mínimo.”, dijo Cliff. “Aún durante la [Segunda Guerra Mundial], cuando el estado de emergencia imponía la urgente necesidad de elevar al máximo como fuera la productividad de cada trabajador, seguían existiendo diferencias extremas en las condiciones de las distintas clases.”
Cliff argumenta que a través de estos métodos, Rusia se convirtió en “una economía industrial moderna concentrada en manos del Estado y bajo la dirección de una burocracia despiadada”.
“Fluyó mucha más sangre durante la acumulación primitiva en Rusia que en Inglaterra. Stalin consiguió en unos cuantos meses lo que Inglaterra tardó siglos en conseguir.”
Esto solo podía lograrse si la clase dominante rusa utilizaba la mayor parte del excedente que extrajo de los trabajadores para desarrollar aún más la industria. Este fue exactamente el mismo proceso que Karl Marx había esbozado en su libro El Capital.
Allí mostró que la competencia entre capitalistas para vender mercancías llevó a cada empresa a “acumular por el bien de la acumulación”. Esto tenía un doble significado. Condujo a un nuevo período de crisis económicas masivas, pero también significaba construir una clase trabajadora capaz de derrocar a la clase dominante.
Ninguna fuerza de policía secreta o prisión de gulag podía pacificar indefinidamente a esa clase trabajadora. En Capitalismo de Estado en la URSS, Cliff expuso la teoría de la crisis capitalista de Marx y mostró cómo se aplicaba a los Estados “socialistas”.
Argumentó que el capitalismo de Estado finalmente se rompería bajo el peso de una crisis económica. Y sus raíces serían similares a las de las crisis del capitalismo occidental.
Derrocamiento
Entonces, cuando el Muro de Berlín se derrumbó en 1989, llevándose consigo a todos los demás Estados estalinistas, Cliff no se sorprendió. Tampoco lo estaba cuando quedó claro que en varios de estos países, incluida Alemania Oriental, la clase trabajadora había jugado un papel decisivo en el derrocamiento de los regímenes.
La resiliencia de la teoría de Cliff significó que el Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores) que ayudó a liderar estaba, a diferencia de la mayoría de la izquierda, lejos de desmoralizarse por los acontecimientos. En cambio, éstos fueron vistos como una reivindicación de la teoría de la crisis capitalista de Marx y las ideas del socialismo desde abajo.
Las lecciones de la caída de Rusia de estado obrero revolucionario a capitalismo de estado fallido pueden parecer algo rebuscadas tras la desaparición del estalinismo. Pero los horrores cometidos en nombre del socialismo tienen un legado perdurable y aún dañino.
Como escribe Alex Callinicos en la nueva introducción a Capitalismo de Estado en la URSS, “el libro de Cliff fue decisivo para mostrar cómo es posible seguir siendo marxista a pesar de los horrores del estalinismo”.
Este artículo apareció en nuestra publicación hermana en Gran Bretaña, Socialist Worker. La edición digital del libro Capitalismo de Estado en la URSS en castellano se encuentra aquí.