Suleman Shahbaz
La noche entre 9 y 10 de abril de 2022 se cambió el gobierno de Pakistán mediante una moción de censura, eliminando al entonces primer ministro Imran Khan, que había ocupado el cargo desde agosto de 2018.
No es nada típico en Pakistán que un primer ministro pierda el poder por decisión parlamentaria. Otros ocupantes del cargo habían sido derribados por el Gobernador General, el representante de la monarquía británica, o más tarde por el Presidente de Pakistán.
Por otra parte, Pakistán ha sufrido tres golpes de estado militares, en los años 1958, 1979 y 1999.
El resultado es que Imran Khan no pudo cumplir su mandato de cinco años, como tampoco ha podido hacerlo ningún otro primer ministro de Pakistán.
La democracia en Pakistán es muy imperfecta: la política está bastante controlada por el estado profundo. La intervención militar en la política paquistaní es muy evidente. Aparte de los golpes de estado ya comentados, los militares tienen grandes empresas que pagan pocos impuestos; tienen el control absoluto de la política exterior y promueven la alianza política, comercial y militar con Occidente.
Pakistán participó activamente con EEUU durante la guerra afgana contra la ocupación rusa, en la guerra de los Balcanes, y en la “guerra contra el terrorismo” (las invasiones de Afganistán e Irak de 2001 y 2003).
Tiene una relación militar especial con EEUU, donde tiene el estatus de “Aliado preferente fuera de la OTAN”, una condición que Pakistán comparte con países como Australia, Brasil, Colombia, Egipto, Israel…
Jugador
Imran Khan llegó a la fama como jugador de cricket. Fue el capitán cuando Pakistán ganó la Copa mundial de cricket en 1992, por primera y hasta ahora única vez.
Khan entró en la política en 1996, cuando fundó su partido Pakistán Tehreek-e-Insaf (PTI, el Movimiento por la Justicia de Pakistán) un partido de tercera vía ante los partidos tradicionales PPP (Partido del Pueblo Pakistaní, de centro izquierda) y PMLN (Liga Musulmana de Pakistán facción Nawaz, centro derecha). El PTI defendía un “estado de bienestar islámico”, la democracia y la transparencia, un rechazo al status quo… En cuanto a la política externa, Khan proponía que Pakistán tuviera soberanía total y fuera neutral entre los bandos, del este y el oeste.
Khan participó en las protestas contra el régimen de Musharraf (que se había instaurado con el golpe militar de 1999) del movimiento de abogados de 2007, y su partido ganó apoyo por su boicot a las elecciones de 2008.
El partido de Khan organizó la protesta histórica en la ciudad de Peshawar contra los ataques de drones de EEUU y la OTAN, el 23 de noviembre de 2013. Defendió la no-participación en ninguna guerra contra otros países musulmanes. Recordemos que la guerra de EEUU y la OTAN en Afganistán provocó hasta ochenta mil muertos dentro de Pakistán.
El 25 de julio de 2018 su partido ganó las elecciones legislativas, pero no obtuvo una mayoría absoluta. Formaron un gobierno mediante acuerdos con partidos minoritarios.
El gobierno de Khan
Khan intentó aplicar sus políticas; por ejemplo con mejoras en el bienestar y la salud, una política exterior no alineada, y no pedir préstamos al FMI, que siempre iban condicionados a programas de austeridad. Su gestión de la Covid tuvo un amplio apoyo entre la población paquistaní, con una tasa de mortalidad mucho más baja que la del país vecino, India.
Pero la situación económica no dio buenos resultados; los precios subieron mucho, especialmente con la pandemia. Esto empezó a minar su popularidad. Y a finales de 2021, Khan acordó un préstamo con el FMI de 6 mil millones de dólares… con los asociados recortes sociales.
En el ámbito internacional, dentro de su política de neutralidad, intentó mejorar relaciones con Rusia, consiguiendo firmar acuerdos sobre gas y relaciones comerciales. Khan realizó una visita oficial a Rusia a finales de febrero de 2022, justo cuando empezaba la invasión rusa de Ucrania, que se negó a criticar. Con esto rompió con la tradición paquistaní de adoptar posiciones pro-Occidente. El jefe del ejército paquistaní, el General Bajwa, condenó la invasión rusa por su cuenta, discrepando así de forma pública con la posición del gobierno. A principios de abril de 2022, el Imran Khan intentó reemplazar a Bajwa, sin éxito.
En esta situación, partidos políticos de distintas tendencias se unieron contra el Imran Khan y presentaron la moción de censura, aunque entonces no tenían mayoría para ello. Consiguieron unos votos tránsfugas del propio partido del Imran Khan; se supone que mediante sobornos.
Los militares se declararon neutrales en este proceso, pero la historia política del país sugiere algo diferente. Es más probable que donde antes los militares se habían esforzado por mantener la estabilidad de la coalición de Khan, su “neutralidad” realmente significaba que ahora le dejarían caer.
La decisión parlamentaria, con la instalación de un nuevo gobierno, provocó mucho rechazo, con importantes protestas tanto dentro de Pakistán como en la diáspora. El movimiento de rechazo levantó el lema “Imported Hakumat Na Manzoor”, “Rechazamos el gobierno importado”. El partido del Imran Khan, PTI, tiene más de 10 millones de afiliados, es el único partido con elecciones internas con una fuerte participación, es un partido fuerte entre la nueva clase media, levanta muchas simpatías entre jóvenes y mujeres, tiene un apoyo especialmente importante entre la población paquistaní que vive fuera del país. Tanto dentro como fuera de Pakistán las protestas piden que haya una comisión electoral neutra y libre, que convoque las elecciones lo antes posible.
Juego sucio
Es seguro que ha habido juego sucio en la destitución de Khan. Pero hay que reconocer que así es el sistema político que permitió que un hombre que se hizo famoso mediante el cricket se convirtiera en Primer Ministro.
La llegada de Khan al poder habría sido imposible sin el apoyo —activo o pasivo— de los militares. Y los propios militares, cuando decidieron que ya no les convenía, jugaron un papel clave en su expulsión. Sin embargo, la bajada del apoyo popular de Khan, a raíz de los problemas económicos, simplificó su labor.
Por otra parte, las discrepancias públicas entre Khan y los generales sobre las relaciones de Pakistán con EEUU y Rusia encubren un tema internacional mucho más importante, que nadie pone en cuestión: los crecientes vínculos de Pakistán con China. La caída de Khan no va a cambiar esto en absoluto.
Y por último, este episodio nos recuerda, una vez más, un hecho político clave. Imran Khan representaba una especie de populismo: no tan de izquierdas como fueron Syriza o Podemos en sus inicios, ni quizás tan de derechas como Macron. Pero compartía con estos proyectos el intento de complacer a fuerzas diversas, con un discurso popular y promesas que eran imposibles de cumplir… al menos imposibles dentro del sistema actual.
La forma de llegar al poder de Khan no puso sobre la mesa las condiciones para el cambio que realmente hace falta. Los problemas de Pakistán no se limitan a la nefasta gestión y corrupción de sus dirigentes a lo largo de muchos años. Los problemas de fondo están implícitos en un país que forma parte de un mundo capitalista, dominado por el imperialismo.
De esto no hay salida que no se base en la clase trabajadora (incluso en un país como Pakistán) y que no tenga una visión de cambio internacional.
Y esto no se puede conseguir mediante un proyecto electoral populista, por mucho apoyo que éste tenga.