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Xoán Vázquez

En octubre de 2019, durante una actuación en un show de la cadena NBC, el cantante e icono gay Morrisey apareció luciendo un pin de For Britain, un partido de extrema derecha cuya plataforma está basada en una persecución del islam y el cierre de las fronteras del Reino Unido.

For Britain acusa a la Unión Europea de “conspirar para convertir a Europa en un estado musulmán”.

Algunos fans se indignaron y otros lo vieron como una más de las reiteradas salidas de tono del cantante. En el ámbito del activismo LGTBI+/Queer la actitud del cantante venía a confirmar que la instrumentalización de los derechos LGTBI+ por parte de la extrema derecha estaba dejando de ser algo marginal para convertirse en un grave problema.

En 2008, después de su muerte en un accidente de coche, se difundió la noticia de que Jorg Haider, líder del partido austriaco de ultraderecha FPÖ, había estado tomando copas en un local gay. Una semana más tarde, su sucesor en la dirección del partido, Stefan Petzner, confesó haber mantenido una larga relación homosexual con Haider.

Cuatro años después, otro gay Florian Philippot fue nombrado vicepresidente del Frente Nacional, mano derecha de Marine Le Pen y encargado de estrategia y comunicación, cargo que ostentará hasta septiembre de 2017 en que abandona el partido para fundar su propia organización de extrema derecha, Los Patriotas.

Pero Philippot no era el único gay en los órganos de dirección del Frente Nacional. Steeve Briois, ex secretario general del partido o Sebastien Chenu, fundador del movimiento Gay Lib, forman parte de lo que los sectores más ultras del partido denominan despectivamente “la comitiva de judíos y maricones de Marine”.

Sin embargo, no se trata de casos puntuales.

Hemos asistido atónitos a la creación de colectivos LGTBI+ de apoyo a Trump días después de que fuera conocida su propuesta de que los empresarios pudieran despedir a un empleado por ser gay o lesbiana. O las encuestas previas a las últimas elecciones en Brasil que daban cifras de hasta el 29% de población no hetero que daría su voto al homófobo Bolsonaro.

No nos engañemos, la extrema derecha ha sido y es profundamente anti-LGTBI+, pero su hostilidad hacia los musulmanes y los migrantes parece superar su desprecio hacia las personas LGTBI+. De hecho, lo que ellos consideran la amenaza musulmana expresada en la “teoría del reemplazo” serviría para explicar parcialmente su cambio de rumbo al haber encontrado entre el colectivo un importante porcentaje conservador y homo-normativo receptivo a sus mensajes islamófobos y anti-inmigración.

Esto no ha sucedido en los países de la Europa de Este, donde la UE ha sido un instrumento del neoliberalismo que ha empobrecido países, recortando servicios públicos y prestaciones al tiempo que promovía los derechos LGTBI+. Esto lleva a que en países como Hungría o Polonia, a la homofobia heredada del estalinismo o del catolicismo, las organizaciones de extrema derecha añadan un extra y presenten a gays y lesbianas como colectivos privilegiados y, por consiguiente, justificados blancos de la ira popular.

¿Una extrema derecha gay-friendly?

Ni la elección de la lesbiana Alice Weidel como portavoz federal del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) ni la reiteración entre los dirigentes de extrema derecha de un discurso islamófobo para defender al colectivo LGTBI+ hacen creíble que se trate de un acercamiento sincero. Es simplemente una forma oportunista de conseguir votos del colectivo.

Marine Le Pen en Francia, Martin Bosma en Países Bajos, Flip Dewinter en Bélgica o Jimmie Åkesson en Suecia utilizan al colectivo LGTBI+ para azuzar el miedo y el odio contra la población extranjera difundiendo el mensaje de que “la hostilidad hacia los homosexuales impregna toda la cultura musulmana”.

En varios artículos recogidos en su blog La diversión y la furia, la escritora queer Lisa Duggan señala que ese discurso de la extrema derecha forma parte de otro más amplio de defensa de la familia y va dirigido a aquellos gays y lesbianas que añoran una homo-normatividad que les permita integrarse en las instituciones familiares existentes.

Aunque Jasbir Puar, teórica queer, centra el análisis de su libro Ensamblajes terroristas: el homonacionalismo en tiempos queer en EEUU, su teoría es aplicable a los países europeos. Habla Puar de un fenómeno que ella denomina homonacionalismo, una maniobra para presentar el mundo occidental como el garante supremo de los derechos de mujeres y del colectivo LGTBI+, invisibilizando la violencia que ese mundo occidental ejerce en nombre del patriotismo. Puar denuncia la complicidad de feministas, gays y lesbianas conservadores con las políticas de inmigración y como se ha convertido a las mujeres musulmanas en víctimas que es preciso salvar y a quienes parecen terroristas (árabes, sijs…) como a sujetos que han de ser detenidos y deportados.

Un análisis similar al de Jasbir Puar lo encontramos en Sara R. Farris en su obra En nombre de los derechos de las mujeres, donde critica el uso instrumental que los partidos de extrema derecha hacen de los derechos de las mujeres (y por ende del colectivo LGTBI+), presentando a los hombres musulmanes como enemigos peligrosos y a las mujeres como necesitadas de liberarse del yugo de sus culturas patriarcales.

La clase dominante ha frenado reiteradamente los derechos de las personas LGTBI+ y cuando empezó a concederles una mayor aceptación social, este estatus estaba condicionado a la conformidad con una estructura familiar tradicional.

Muchas personas LGTBI+ piensan que la batalla ha terminado porque tienen una cierta igualdad legal y ese conservadurismo provoca que se sientan atraídas por ciertos mensajes de la extrema derecha. Olvidan que sus derechos son indivisibles de los de todas aquellas víctimas que sufren ataques por parte del sistema.

Solidaridad

¿Cómo puede la izquierda anticapitalista movilizar a las personas LGBTI+ contra la extrema derecha?

Generando solidaridad con otros grupos que ahora están en el punto de mira de la extrema derecha igual que lo estuvo, y lo sigue estando, el colectivo LGTBI+.

Como señala el marxista queer Peter Drucker: “La clave es la solidaridad, unida a tácticas de frente único flexibles y creativas. Necesitamos estar preparados para unirnos en la acción con cualquier grupo y gente LGBTIQ que esté dispuesta a movilizarse contra la extrema derecha. Esto significa en particular defender y construir alianzas con los musulmanes y otros grupos racializados amenazados por la extrema derecha, mostrando cómo el racismo y el hetero-nacionalismo están vinculados. Cuando la extrema derecha afirma proteger a las personas LGBTI contra los musulmanes y los africanos, las personas LGBTIQ deben responder, alto y claro: ¡No en nuestro nombre!”