Jesús M. Castillo
La participación en las últimas elecciones andaluzas, del domingo 19 de junio, se quedó en, tan solo, un 58% del censo.
Se trata de las elecciones andaluzas con la tercera participación más baja, tras las de 1990 cuando la participación fue del 55% y las de 2018 con 57% de abstención. Las mayores participaciones han estado en torno al 70-75% en 1996, 2004 y 2008.
Esta fuerte abstención ha tenido un componente de clase social muy acusado: la abstención ha aumentado hasta un 2% en los grupos sociales con menos renta, mientras que ha disminuido hasta un 3% en los grupos de más renta. El alto nivel de abstención registrado significa que el Partido Popular (PP) gobernará con mayoría absoluta con solo el 24% del voto censal.
A esto hay sumar las miles de personas que viven en Andalucía y no tienen derecho a voto como, por ejemplo, gran parte de la población migrante.
Por lo tanto, el PP gobernará en solitario con menos del 20% del apoyo de las personas mayores de edad que viven en Andalucía.
Crisis de la socialdemocracia
La participación ha caído 18 puntos de 2004 a 2022, una caída que ha ido en paralelo a la pérdida de 1.376.838 votos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El PSOE ha pasado del 51% del voto (2.260.545 votos) en 2004 al 24% (883.707 votos) en 2022.
Esta debacle gradual del PSOE es un reflejo de la crisis de la socialdemocracia a nivel internacional, que se muestra especialmente en Andalucía. Andalucía viene siendo tratada como un territorio subalterno, a nivel político y económico, por las clases dirigentes estatales y europeas.
Estas clases dirigentes utilizan a Andalucía como territorio de exportación de materias primas sin transformar y mano de obra barata y/o bien cualificada. Además, también usan a Andalucía para el asentamiento de pocas industrias altamente impactantes social y ambientalmente, como refinerías, minas y, ahora, megaparques fotovoltaicos y de aerogeneradores.
El PSOE ha sido clave en el impulso de este papel subalterno de Andalucía, que unido al neoliberalismo económico de la socialdemocracia moderna, han ido provocando altas tasas de desempleo, precariedad laboral, degradación ambiental y emigración. Además, el PSOE se vio afectado por numerosos escándalos de corrupción en los últimos años.
Estos factores, unidos a un candidato nada carismático, un burócrata del partido de toda la vida desconectado del sentir de la gente trabajadora, Juan Espadas, han acabado con el peor resultado electoral en la historia del PSOE andaluz.
A la izquierda del PSOE
Los partidos a la izquierda del PSOE no han sido capaces de atraer a las personas votantes que han ido abandonado el PSOE desde 2004.
Izquierda Unida (IU) obtuvo sus mejores resultados (cerca de un 20% del voto) en 1986 y 1994. Desde entonces, se mantuvo en alrededor del 10% del voto hasta 2015. Además, IU entró a gobernar con el PSOE de 2012 a 2015, cuando Susana Díaz adelantó las elecciones.
En 2015, irrumpió Podemos con el 15% de los votos, que sumaba hasta un 22% con el 7% obtenido por IU. En 2018, la unión de estas dos formaciones políticas bajo el disputado nombre de Adelante Andalucía obtuvo el 16% del voto, porcentaje que se ha reducido al 13% en estas últimas elecciones, sumando los votos de Por Andalucía (donde se integra IU) y Adelante Andalucía (donde se integra Anticapitalistas que vienen de Podemos).
Como vemos, los mejores resultados electorales a la izquierda del PSOE se obtuvieron con la marca Podemos tras las fuertes luchas sociales y el terremoto político del 15M, desencadenadas a raíz de la crisis económica que comenzó 2008. Desde entonces, la dinámica centralista contra la democracia desde abajo desplegada en el seno de Podemos, su derechización programática, y su entrada en diferentes gobiernos del PSOE a nivel autonómico y estatal, ha convertido a Podemos en lo que era, y sigue siendo, IU. Una deriva de Podemos hacia IU a todos los niveles, también en el plano de los resultados electorales.
Las derechas en Andalucía
En tiempos del bipartidismo, conforme los votos al PSOE fueron cayendo desde las primeras elecciones andaluzas de 1982 (53%) hasta 1994 (39%), los votos al PP fueron aumentando de un 17% de votos de Alianza Popular en 1982 hasta un 34% en 1994, llegando a un 41% del voto en 2012.
A partir de entonces, la ruptura del bipartidismo con la irrupción, primero de Podemos, y después de Ciudadanos y Vox, hizo que el voto al PP cayera hasta un 21% en 2018 cuando, paradójicamente, pudo entrar en el gobierno andaluz sumando con Ciudadanos (Cs) y Vox.
En estas últimas elecciones, el PP ha conseguido sus mejores resultados electorales en Andalucía con el 43% de los votos y mayoría absoluta en escaños.
Como vemos, el despliegue de pedagogía y práctica política neoliberal por parte del PSOE durante más de tres décadas ha abonado el terreno para esta mayoría absoluta del PP. Una mayoría absoluta que ha llegado con la desaparición de Cs que ha sufrido el “abrazo del oso” en el seno del gobierno andaluz. Así, el PP continúa la senda de privatizaciones de servicios públicos impulsada por el PSOE.
Aunque el cambio desde una mayoría absoluta del PSOE a una del PP parezca muy brusco en mapas que pasan de teñirse de rojo a hacerlo de azul, ha sido, en el fondo, un cambio político gradual en un contexto neoliberal con Andalucía como territorio subalterno.
La ultraderecha cae en sus cuartas elecciones en Andalucía
Vox ha perdido 400.000 votos en Andalucía desde las últimas elecciones generales de 2019 hasta estas elecciones andaluzas, y solo ha aumentado un 2% del voto desde las elecciones andaluzas de 2018 (11%) hasta las de 2022.
Así, parece que la ultraderecha racista, machista, islamófoba y LGTBIfóbica ha tocado su techo electoral en las condiciones socio-políticas actuales. Un techo que es máximo (cerca del 20%) en zonas que viven de la mano de obra migrante, como el Campo de Adra en Almería, y mínimo en barrios y pueblos de clase trabajadora (5-15%).
Asimismo, el voto a Voz sigue teniendo un fuerte componente de clase social. A la ultraderecha la votan, especialmente, gente joven y de mediana edad de renta alta y quienes quieren tener a las personas migrantes en condiciones administrativas irregulares para poder explotarlas más.
Sin embargo, la ultraderecha podría romper este techo en cualquier momento en Andalucía, ya sea cuando el PP no responda a las necesidades de mucha gente trabajadora que lo ha votado y/o cuando se movilice la alta abstención actual.
En este contexto, sigue siendo muy importante impulsar espacios unitarios de lucha contra el fascismo y el racismo como los festivales anti-racistas y la Red de Respuesta a Agresiones de Ultraderecha (RRAU) en Sevilla, y Unidad Contra el Fascismo y el Racismo (UCFR) en Andalucía. La unidad en la acción de colectivos y personas progresistas en pro de la democracia y los derechos humanos frena a la ultraderecha y su discurso de odio, más allá de que haya o no alternativas electorales atractivas para la gente trabajadora.
El futuro está en las calles
Tenemos por delante un futuro lleno de retos, urgencias e incertidumbres en relación a la crisis ecológica global, especialmente la emergencia climática, las crisis económicas capitalistas y otras muchas crisis que integran una crisis civilizatoria.
Andalucía es uno de los territorios del mundo más afectados por el cambio climático. De seguir profundizándose el calentamiento global, cientos de miles, si no millones, de personas, tendrán que emigrar de Andalucía a finales de este siglo debido a la falta de empleo. Carestía de puestos de trabajo que devendrá, por ejemplo, de la finalización del turismo masivo por escasez de queroseno barato para los aviones, fuertes y extensas olas de calor que harán Andalucía un territorio poco habitable, y la pérdida de playas por la subida del nivel del mar.
A esto se sumará un colapso de la agricultura intensiva de regadío, y parte de la de secano, por la desertización, el aumento de las plagas, la subida del precio de los insumos agrícolas y el agotamiento de las reservas hídricas en el marco del cambio climático.
Está claro que ni PP ni PSOE tienen las respuestas a estas complejas problemáticas socio-ambientales. Y la ultraderecha solo intenta dividir a la gente trabajadora con su discurso de odio para beneficiar a los ricos.
Las respuestas a las crisis actuales, y a las que están por venir próximamente, creo que deberían basarse en el reparto de riquezas. Un reparto de riquezas que devendría de las luchas sociales durante las que se establecerían redes resilientes de apoyo mutuo y mitigación/adaptación a la crisis ecológica global. Un reparto de riquezas que provocaría un decrecimiento económico planificado democráticamente y pilotado por la gente trabajadora andaluza.
La huelga general indefinida del sector del metal de Cádiz es solo un buen ejemplo de las luchas que construyen y construirán estas redes de apoyo mutuo.
Frente a la mayoría absoluta del PP en el Parlamento Andaluz, con menos del 20% del apoyo de la población mayor de edad que vive en Andalucía, la oposición política clave está en las luchas en los centros de trabajo y en las calles.