David Karvala

El Observatori Contra l’Homofòbia de Catalunya relacionó un aumento del 70% en las agresiones físicas contra el colectivo LGTBI en los primeros meses de 2022 con los discursos de la extrema derecha

Vaya por delante que me encanta lo que escribe Gerardo Tecé. A pesar de mi decepción al descubrir que su foto en Twitter no es real, sus tuits y artículos combinan aciertos políticos con una gran dosis de humor. Pero debo discrepar de su artículo donde dice de Vox: “El perro ladra, pero no muerde. Es hora de dejar de tomarse a Vox en serio. Es hora de abandonar el miedo a una ultraderecha que ha demostrado ser poco más que ruido maleducado…”.

Creo que el problema es lo opuesto. Se ha tomado a Vox demasiado a la ligera, sin reconocer la amenaza real que representa para la mayoría de la gente, y para la propia democracia.

Los medios de comunicación le dan a Vox una cobertura ingente, incluso desde antes de su primera representación institucional al irrumpir en el parlamento andaluz en diciembre de 2018.

El PP pacta con los ultras a cada oportunidad que se le presenta. Tras la llegada de su nuevo entrenador gallego, supuestamente más centrista, esconden esta colaboración un poco más, pero la sustancia no cambia.

Incluso la izquierda reformista o institucional en general ve a Vox como a un partido más. Normalmente discrepan de lo que dicen (¡faltaría más!), pero los tratan simplemente como a otro partido con el que compiten en las elecciones y debaten en las instituciones. Es decir, también los normalizan.

Aún peor son aquellos individuos provenientes de la izquierda que se proponen copiar las políticas de Vox para “no alienar a la clase obrera de verdad”. En realidad, temen perder los votos de racistas, machistas, etc. De paso, revelan su creencia de que la mayoría de la clase trabajadora tiene ideas retrógradas.

Una amenaza seria

¿Qué supondría, entonces, tomar la amenaza de Vox en serio? Primero, se debe reconocer que no es un partido más, sino que es una fuerza de extrema derecha, que representa una amenaza específica, diferente de los partidos “normales”. Un poco como el partido ultra en Alemania, AfD, Vox es una mezcla: abarca desde elementos que no pasan de ser peperos muy enfadados, hasta antiguos militantes de grupúsculos neonazis. Y como en el AfD, es muy posible que el sector auténticamente fascista se haga con el control del partido. En Catalunya, los restos del difunto partido fascista, Plataforma per Catalunya, ya se hicieron con la dirección de Vox en este territorio, como han denunciado exmilitantes del partido verde.

Segundo, hay que entender que no se puede medir un partido de extrema derecha solamente en términos de sus cargos oficiales. En Francia, el Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen –ahora disfrazado tras el nombre de Rassemblement National (RN, “Reagrupamiento Nacional”)– hasta ahora no ha obtenido gran poder institucional. FN/RN se ha presentado ocho veces a las elecciones presidenciales de Francia, y siempre ha perdido. Pero si en 2002, al pasar a la segunda ronda, Jean Marie Le Pen obtuvo el 17,8% (una cifra que ya era preocupante), en la segunda ronda de este año Marine Le Pen consiguió el 41,46%, más de 13 millones de votos.

Esto demuestra que con estos años de “fracasos” y sin mucho poder oficial, han logrado normalizar su política, hasta el punto de que dos de cada cinco votantes optasen por la candidata fascista.

Por otro lado, con la subida de la extrema derecha, muchos políticos del establishment asumen elementos de su programa. Pasó en Francia con Nicolas Sarkozy, Manuel Valls, y más recientemente Macron, que disolvió una importante organización que combate la islamofobia, la virulenta cepa de racismo que contagia el FN/RN.

Recordemos, además, que Vox tiene mucho apoyo dentro de aquellas partes del Estado que no dependen de las elecciones: el ejércitolas fuerzas policiales, el poder judicial, etc.

Del atril al callejón

Más en general, la extrema derecha normaliza discursos que antes se suponían inaceptables. Lo que ellos llaman “desafiar la corrección política” en realidad significa hacer respetable el racismo, el machismo y otras formas de odio.

Un ejemplo muy preocupante es la teoría de la conspiración del “gran reemplazo”, que mantiene que existe un plan secreto de las élites para sustituir a la población occidental (blanca) por personas migradas.

Como explicó en el Congreso la diputada y activista antirracista Maria Dantas, esta “teoría” ha sido un factor clave en muchos atentados terroristas ultras, desde Anders Breivik en 2011 hasta la masacre del pasado 14 de mayo en Buffalo, EE.UU. Esta misma teoría la defiende Vox.

Los partidos ultras crean un entorno que justifica agresiones contra colectivos oprimidos. Los discursos racistas desde los parlamentos o los platós de la TV se traducen en violencia física contra personas racializadas en la calle.

Hace pocas semanas, el Observatori Contra l’Homofòbia de Catalunya denunció que, en los primeros meses de 2022, las agresiones físicas contra el colectivo LGTBI habían crecido en un 70%; relacionaron este aumento con los discursos de la extrema derecha. El asesinato en Galicia del joven gay, Samuel Luiz Muñiz, el año pasado, fue un caso excepcionalmente brutal de estas agresiones. Es decir, Vox ladra y otros muerden… envalentonados por sus ladridos.

Unidad contra los ultras

No cabe hacer lo de siempre ante la extrema derecha en las elecciones andaluzas. Por supuesto, cada partido hará su propia campaña, pero no basta con esto.

También hace falta una lucha unitaria para denunciar a la extrema derecha y el odio que promueve; una campaña de #StopVOX que abarque a gente de diferentes partidos, organizaciones sociales, sindicatos, etc.

El año pasado, resumí en este mismo medio el trabajo de Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCFR) Catalunya. Este modelo de lucha unitaria también ha sido un éxito en Gran Bretaña, donde amplios movimientos han derrotado cada intento de establecer un partido fascista desde los años 70. Más recientemente, KEERFA, el movimiento hermano de UCFR en Grecia, jugó un papel central en la derrota del partido neonazi Amanecer Dorado, cuya dirección está actualmente en la cárcel.

Ahora, las y los activistas de UCFR Andalucía trabajan en este sentido ante las elecciones del 19 de junio. Es un deber de cada persona y organización progresista sumarse a la lucha para parar la amenaza muy seria y real de Vox.

Estos ultras son un peligro para las mujeres, las personas racializadas y/o LGTBI+, pensionistas, trabajadores/as, sindicalistas, de izquierdas… Somos más, somos mayoría; con la unidad los podemos derrotar.


Este artículo se publico en CTXT.es el 14/06/2022