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Alex Callinicos

Lo que está sucediendo en Ucrania no es solo una lucha nacional contra Rusia. Es una “guerra proxy” entre potencias imperialistas.

Por extraño que parezca, los partidarios de la “guerra proxy” de la OTAN contra Rusia tienden a negar que se trata de una “guerra proxy”, una guerra por delegación. Hay excepciones. Leon Panetta, director de la CIA con Barack Obama, reconoció en marzo: “Es una guerra proxy con Rusia, lo digamos o no”. Pero los gobiernos occidentales y sus apologistas aún lo niegan.

La razón principal que dan es que Rusia está siendo combatida por las fuerzas del gobierno ucraniano, con un importante apoyo popular. A veces dicen cosas como, “llamar a esto una guerra de poder niega la capacidad de actuar de los ucranianos” y los reduce a títeres de Estados Unidos.

El problema tal vez sea en parte la misma palabra “proxy”, que significa una persona que actúa en nombre de otra. Durante la Guerra Fría, EEUU a menudo acusó a tal o cual movimiento comunista en el Tercer Mundo de ser un “proxy” de Rusia. La implicación era que solo eran títeres de la Unión Soviética. Pero los hechos demostraron que en realidad diversos movimientos nacionalistas, cada uno con sus propios objetivos e intereses, estaban utilizando la misma ideología estalinista.

Por ejemplo, en la segunda mitad de la década de 1970, el régimen comunista de Vietnam libró guerras contra otros dos regímenes comunistas, en Camboya y China. Un ejemplo genuino de proxy, o sustituto, en el sentido utilizado por EEUU en la Guerra Fría, serían los exiliados de derechas organizados y armados por la CIA en el intento de invasión de Cuba en 1961.

A su manera, la resistencia ucraniana a la invasión rusa muestra la continua vitalidad del nacionalismo como fuerza movilizadora. Pero las luchas nacionales aún se desarrollan en el contexto de un sistema imperialista dominado por potencias capitalistas rivales que utilizan Estados más pequeños para sus propios fines.

La Guerra Fría muestra cómo esto conduce a guerras proxy. En julio de 1950 comenzó la Guerra de Corea cuando el Norte liderado por los comunistas invadió el Sur dominado por Occidente.

Kim Il-sung, el líder de Corea del Norte, estaba ansioso por reunificar la península de Corea. Pero necesitaba el apoyo de la Unión Soviética de Stalin, quien lo había puesto en el poder en primer lugar.

Según el fascinante estudio de Shen Zhihua, Mao, Stalin y la Guerra de Corea, Stalin finalmente accedió a la invasión. Esperaba obtener acceso a los puertos del sur de Pusan ​​e Inchon.

También pensó que Estados Unidos probablemente no intervendría pero que, si lo hacía, el nuevo régimen comunista en China se llevaría la peor parte de la guerra. Stalin desconfiaba del líder chino Mao Zedong y creía que una confrontación con EEUU en Corea haría que China fuese más fácil de controlar.

De hecho, Estados Unidos sí intervino, al igual que China. Lucharon entre sí hasta quedar empatados, y se confirmó la partición de Corea que continúa hasta hoy.

La Unión Soviética había librado una guerra proxy con EEUU: evitó una Tercera Guerra Mundial al hacer que luchasen los ejércitos norcoreano y chino. Stalin usó a Kim y Mao, aunque ambos también eran actores independientes con sus propias motivaciones ideológicas e intereses económicos y geopolíticos. Algo similar está sucediendo hoy.

El presidente ucraniano Volodymyr Zelensky y su régimen representan un proyecto nacionalista particular y luchan por la independencia de Ucrania. Sin embargo, EEUU y sus aliados los están respaldando —según el Financial Times, con “de ocho a 10 vuelos de carga cada día, la mayoría de ellos enviados por EEUU, que transportan armas cada vez más pesadas por valor de cientos de millones de dólares”— por sus propios intereses.

El secretario de defensa estadounidense, Lloyd Austin, explicó la semana pasada el objetivo de EEUU: “una Rusia debilitada hasta el punto en que no pueda hacer cosas como invadir Ucrania”.

Así que esta no es solo una lucha nacional entre Ucrania y Rusia. También es un conflicto entre potencias imperialistas. Negarse a reconocer esto conduce a una subestimación de los peligros.

William Burns, el actual director de la CIA, advirtió recientemente: “Dada la posible desesperación del presidente Putin y los líderes rusos, dado el revés que han enfrentado militarmente hasta ahora, ninguno de nosotros puede tomar a la ligera la amenaza que representa un posible recurso a armas nucleares tácticas o armas nucleares de baja potencia”. Las guerras proxy son malas, pero una guerra interimperialista total sería infinitamente peor.


Este artículo apareció en Socialist Worker, la web de nuestra organización hermana en Gran Bretaña.

Foto: Un convoy militar de la OTAN con sistemas de misiles tierra-aire Patriot entra a Eslovaquia en respuesta a la invasión rusa de Ucrania; subraya así que se trata de una guerra proxy. Fuente: https://mobile.twitter.com/DGLC_KL