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David Robles

El pasado 25 de abril, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (PP), convocó elecciones anticipadas autonómicas para el próximo 19 de junio.

Dicho adelanto parecía coger a la izquierda andaluza a contrapié, pero no es del todo cierto. El adelanto de las elecciones era un secreto a voces y parece más enfocado a contrarrestar el ascenso de la extrema derecha, cada vez más fuerte en cada encuesta que se publica, que a sorprender a los partidos de izquierdas. El PSOE ya había elegido candidato, el poco carismático alcalde de Sevilla, Juan Espadas, y partidos como Izquierda Unida y Podemos ya habían llegado a un acuerdo programático para unas futuras elecciones.

En estas próximas elecciones, los partidos y coaliciones a la izquierda del PSOE parecen haber asumido la normalidad de la derrota de las izquierdas y ven como inevitable la entrada de la extrema derecha en el gobierno.

En las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018, VOX llegó con fuerza, con 11 escaños, y por primera vez entró en un parlamento. En cambio, su influencia legislativa ha sido relativamente insignificante hasta ahora.

Pero esta vez lo han advertido; vienen para hacer daño. En el punto de mira de VOX están los programas de coeducación en la escuela pública, las leyes contra la violencia machista, las ayudas y subvenciones a mujeres víctimas de violencia de género, la ley Trans o de Memoria Democrática de Andalucía, la lucha contra el cambio climático, la protección del medio ambiente (por ejemplo, están dispuestos a desecar Doñana para favorecer a la industria agraria del fruto rojo de Huelva)… Respecto al racismo, se proponen fomentar la islamofobia con la exaltación de la toma de Granada (exigen cambiar el día nacional del 28 de febrero al 2 de enero, día de la toma) y amenazan la tutela de los centros de menores no acompañados (competencia de la Junta) entre otras cosas.

Izquierda fragmentada

Ni la izquierda reformista (Unidas Podemos) ni la anticapitalista (Adelante Andalucía) no parecen ilusionar al electorado. Tampoco la precampaña ha comenzado con muy buen pie.

Pese a existir un acuerdo programático, la coalición “Por Andalucía” —formada por Izquierda Unida, Más País, Podemos y otras fuerzas minoritarias andalucistas— fue tensada al máximo por las exigencias de Podemos. Éstas incluían: imponer a su candidato, el guardia civil Juan Antonio Delgado; encabezar las mayorías de listas por las distintas provincias; una mayor cuota en la representación en las comisiones parlamentarias o en el reparto económico… Las negociaciones continuaron hasta la última hora del cierre del plazo para presentar la coalición. Se llegó así al punto surrealista de que Podemos se quedó fuera de la coalición, por no presentar los acuerdos firmados dentro del plazo. Así, sus candidatos y candidatas tendrán que presentarse como independientes en las listas.

El proceso, una vez más, ha sido tutelado por Madrid, como si los andaluces y andaluzas no tuviésemos voz propia y necesitáramos constantemente la aprobación de Madrid.

Podemos apenas tiene representación territorial en Andalucía —se ha quedado sin bases ni militancia— pero ha intentado imponer sus candidaturas y arrinconar a Izquierda Unida. Ya no estamos en 2015 y de eso Podemos no se ha dado cuenta. IU de Andalucía dispone de 64 alcaldías gobernadas en solitario y bastante más en cogobierno, con más de 1.100 concejalas y concejales y una amplia implantación territorial, sobre todo en los pueblos, pero ha renunciado a todo por nombrar a la candidata a presidenta de la Junta de Andalucía, Inma Nieto. Sin militancia ni bases, no es posible afrontar ni luchas ni campañas electorales y el resultado de la coalición ha provocado un hondo malestar entre las bases de IU.

La confección de las listas de la coalición “Por Andalucía” también han servido como campo de pruebas y experimento del proyecto político de la ministra Yolanda Díaz, quien al final ha tenido que plantarse ante las exigencias de Podemos de encabezar las listas e imponer a Inma Nieto. Las luchas de egos y los personalismos continúan. Un ejemplo han sido las declaraciones de Pablo Iglesias en la Cadena Ser, al hablar de “puñaladas y dedazos” en el proceso de confección de las listas. Algo es cierto, de puñaladas, dedazos y listas en bloque, Iglesias sabe tela.

Anticapitalistas, es decir Adelante Andalucía, el partido liderado por Teresa Rodríguez, ni ha conseguido movilizar a la ciudadanía, ni impulsar luchas, ni abrirse a las bases. Su única propuesta parece ser la obediencia a Andalucía. Las expectativas tampoco son muy halagüeñas: solo en Cádiz pueden obtener algún escaño.

Unidad contra la derecha

Ante esto, el escenario más probable es un gobierno de PP y VOX. El otro —en el caso de no obtener la derecha y la extrema derecha mayoría absoluta— sería un acuerdo de todas las fuerzas de izquierdas con el PSOE. Un mal menor y con el peligro de convertirse en muleta de los socialistas. Debemos ser conscientes de los límites del reformismo, pero es necesario que el próximo 19J haya una movilización de la ciudadanía para evitar la entrada en el gobierno de la extrema derecha.

Por eso, cualquier voto a la izquierda del PSOE es bienvenido. Hay que ampliar y extender los movimientos unitarios contra el fascismo y el racismo, como UCFR. Ahora, más que nunca, hay que promover la movilización popular que sea capaz de arraigarse en los barrios populares —con asociaciones vecinales, AMPAS, organizaciones de personas migradas y de gente gitana, sindicatos de clase, organizaciones políticas…— para hacer frente al fascismo y al racismo.