David Karvala
El brutal ataque de Rusia contra su antigua colonia Ucrania ya dura más de un mes. Han muerto hasta seis mil civiles en Ucrania, y las estimaciones de bajas militares van de mil a cuatro mil en el bando ucraniano, y de mil a 15 mil en el bando ruso. Hay más de 4 millones de personas refugiadas y 6,5 millones de desplazadas internas.
Por una vez, los medios de comunicación han dado mucha cobertura a las víctimas civiles de los bombardeos, con imágenes de los bloques de pisos, escuelas, etc. destrozados, y entrevistas con supervivientes.
El contraste con otras guerras es chocante. No se visibilizaron así a las víctimas de los bombardeos en Afganistán e Iraq en 2001 y 2003. Ahora mismo, el aliado de occidente Arabia Saudita está bombardeando Yemen, donde han muerto más de 300.000 personas, pero ese conflicto y sus víctimas están casi ausentes en los medios occidentales.
Existe un consenso bastante amplio —abarca desde la derecha hasta incluso sectores de la izquierda radical— por el cual la guerra de Ucrania es culpa únicamente de Putin y Rusia, y que la solución pasa por utilizar casi cualquier medio para hacerles frente.
Por ahora, no hay acuerdo en el envío de soldados y aviones de la OTAN para combatir directamente dentro de Ucrania (por suerte, porque esto probablemente desataría la Tercera Guerra Mundial). Pero el “consenso” incluye enviar a Ucrania armas de la OTAN y aplicar sanciones económicas a Rusia.
Putin miente cuando dice que la invasión busca combatir el fascismo —los neonazis no son la mayoría del pueblo ucraniano, y lo cierto es que Putin lleva años colaborando con la extrema derecha en Rusia y en el resto de Europa— pero cientos, quizás miles, de ultras ucranianos han recibido armas y entrenamiento occidental; esto debe preocuparnos.
Se suponía que las sanciones se dirigían contra los multimillonarios rusos, pero se informa desde Rusia que perjudican a la gente trabajadora en ese país, que no tiene la culpa de la guerra. Así funcionan este tipo de sanciones siempre. Además, nunca se plantearon sanciones contra EEUU y sus aliados por las invasiones de Afganistán e Irak, mientras que los poderes imperialistas siempre se han opuesto a la aplicación de sanciones contra el Estado de Israel por los 70 años de ocupación y guerras contra el pueblo palestino.
Esta vez, excepcionalmente, el lema de no a la guerra y la invasión se ha convertido en el relato oficial, repetido desde las instituciones, las grandes entidades deportivas y culturales y los medios, casi sin excepción. Donde antes deportistas habían sido sancionados por mostrar camisetas en solidaridad con el pueblo palestino, con el argumento de que no se debía mezclar el deporte y la política, ahora los mensajes de solidaridad con Ucrania son casi obligatorios.
Imperialismo
Por supuesto que el pueblo de Ucrania se merece nuestra solidaridad… y también los pueblos de Palestina, Yemen, etc. Es que el contraste en cómo son tratados estos conflictos nos debe hacer reflexionar.
También el hecho de que Joe Biden, presidente estadounidense, comentase de manera espontánea que quería un cambio de régimen en Rusia; como si EEUU tuviera el derecho a decidir quién debe liderar otros países.
Mientras Rusia no está luchando para combatir el fascismo, la OTAN tampoco se dedica a defender los derechos humanos o la autodeterminación de los pueblos. Si estos fueran sus objetivos, ambos bandos imperialistas tendrían tareas pendientes mucho más cerca de casa.
En realidad, el pueblo de Ucrania tiene la mala suerte de encontrarse en la línea del frente entre los poderes imperialistas occidentales —más o menos alineados, según el tema, con EEUU— y Rusia. No es un conflicto sobre derechos humanos, sino a fin de cuentas, sobre el reparto de poder; ahora mismo en Europa del este, pero más generalmente en el mundo. Tiene que ver con los combustibles; Europa se plantea reducir su dependencia del Estado represor de Rusia, y aumentarla del Estado represor argelino. Tiene que ver con las empresas armamentísticas, cuyas acciones subieron vertiginosamente al estallar el conflicto. Tiene que ver, en el fondo, con la contienda entre EEUU y China.
El conflicto en Ucrania es un choque entre poderes imperialistas. El principio de la corriente internacional de la que Marx21 forma parte ha sido siempre “Ni Washington ni Moscú, sino socialismo internacional”. Durante la guerra fría, a diferencia de gran parte de la izquierda, no apoyamos a la URSS. Y hoy, a diferencia de gran parte de la izquierda, no apoyamos —por activa o pasiva— a la OTAN.
Estamos en contra de todas las potencias imperialistas pero, igual que la izquierda revolucionaria en la Primera Guerra Mundial, tenemos claro que “el principal enemigo está en casa”. Nuestra tarea principal es combatir el militarismo de “nuestro lado”. No basta con gritar contra Putin, debemos oponernos claramente también a la OTAN.
Dicho esto, dentro de esta situación trágica hay unas pocas cosas que podemos y debemos celebrar; cosas que nos indican el camino para seguir.
All Refugees Welcome
La población civil de muchos países se ha volcado en solidaridad con las personas refugiadas de Ucrania; desde Polonia hasta pueblos rurales de Catalunya donde viven importantes comunidades ucranianas.
Esta solidaridad ciudadana también se ha visto en otras ocasiones y otros sitios, desde las islas griegas hasta Calais, e incluso en la frontera de Polonia con Bielorrusia.
Lo que es diferente esta vez es que los propios gobiernos europeos han abierto las fronteras y han prometido una acogida digna a estas personas tan necesitadas de ella.
Pero no podemos olvidar las decenas de miles de personas que han muerto en el mar intentando llegar a Europa, por culpa de las políticas migratorias racistas de estos mismos gobiernos.
No debemos olvidar que llevan años literalmente criminalizando la solidaridad con la gente migrada y refugiada. Han condenado a la cárcel a activistas por hacer lo que ahora se celebra por todo lo alto; viajar en coche para recoger y ayudar a personas refugiadas.
Así que celebremos la solidaridad humana, pero denunciemos el doble rasero de estos gobiernos racistas, represores e hipócritas.
Resistencia popular en Ucrania
Si bien, y como se ha comentado, la presencia en Ucrania de mil fascistas con entrenamiento militar y armas de la OTAN es preocupante, la movilización ciudadana frente a los tanques y camiones rusos es algo que debemos celebrar totalmente.
Muchos soldados rusos son jóvenes reclutas, llevados a Ucrania mediante mentiras (iban a “liberar a sus hermanos ucranianos del fascismo”). Si topan con el regimiento Azov, compuesto por neonazis ucranianos, eso solo reforzará la mentira. Pero si se ven cara a cara con civiles que rechazan su presencia mediante la movilización, haciéndoles entender la situación real, esto sí puede ser un factor importante para debilitar la máquina bélica de Putin.
Esta resistencia no puede basarse en apoyar a los oligarcas ucranianos frente a los rusos, ni en un odio nacionalista hacia todo lo ruso. Para ser efectiva, debe basarse en el principio de que la gente de abajo, sea ucraniana o rusa, no tiene nada que ganar y mucho que perder en una guerra imperialista. Supone una visión que es —de manera explícita o implícita— de clase, y que rompe con la lógica nacionalista.
Requiere una movilización independiente; ningún gobierno tiene interés alguno en promover argumentos de este tipo.
Movimiento antiguerra en Rusia
A pesar de la represión, con unas 15 mil detenciones y leyes que prohíben hablar de la guerra, ha habido protestas increíbles, dentro de Rusia, contra la guerra de Putin.
Ahora parece que las protestas iniciales, bastante espontáneas, pero a menudo dominadas por ideas liberales, se han reducido. Pero activistas de izquierdas en Rusia ponen sus esperanzas en relacionar la resistencia a los efectos de la crisis económica con el rechazo a la guerra, en un resurgimiento de las protestas, con un contenido de clase.
Es que una oposición liberal con ilusiones en occidente —el mismo occidente cuyas sanciones están golpeando a la gente trabajadora rusa— no tiene alternativas reales frente al neoliberalismo autoritario de Putin. En Rusia, igual que en el resto del mundo, urge fortalecer una izquierda coherente, basada en la lucha desde abajo y el poder de la propia gente trabajadora.
Movimiento antiguerra aquí
Debemos saludar la resistencia a la guerra de Putin que se ha producido en Rusia. Pero en los Estados que forman parte de la OTAN, no podemos limitarnos a gritar contra Putin. Si no nos oponemos también al militarismo de “nuestro” lado, los gritos contra la guerra serán solo palabras vacías e hipócritas.
No implica excusar el ataque ruso el señalar el papel de la extensión de la OTAN, hacia Europa del este, en el fomento de este conflicto. No es justificar Rusia el denunciar la hipocresía de la OTAN, que condena este ataque cuando la misma alianza atlántica ha protagonizado incontables agresiones militares desde hace años.
Se suponía que la OTAN solo existía para contrarrestar el bloque soviético; se debió disolver hace 30 años, y debemos exigir su disolución ahora mismo. Al menos el Estado español —bajo un gobierno que se autodefine de izquierdas— debería salir de la coalición militar.
Esto requiere impulsar un movimiento antiguerra. No se trata milagrosamente de reconstruir el movimiento contra la guerra de Irak en 2003. La situación es diferente, y en todo caso ese movimiento no surgió de repente, sino que fue producto de largos debates y mucho trabajo.
El conflicto de Ucrania (que esperamos termine pronto) subraya que la guerra es un elemento siempre presente en este sistema, y oponernos al militarismo es esencial para cualquier movimiento social o cualquier izquierda que busca crear un mundo mejor.
Las bases de un movimiento antiguerra ahora mismo deben incluir el rechazo tanto a Putin como a la OTAN, pero teniendo claro que donde debemos incidir más es contra el militarismo de “nuestro lado”. Esto a su vez requiere construir y fortalecer una izquierda coherente que entienda que el imperialismo no es solo EEUU o Rusia, sino un sistema mundial al que hay que derribar. En esto estamos en Marx21.