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En casa (DIN A4) En la copistería (DIN A3)


Decía Trotsky: “Para cambiar las circunstancias de la vida, debemos aprender a verlas a través de los ojos de las mujeres”.

Pero, ¿a través de los ojos de cuáles mujeres? El mundo se ve muy diferente a través de los ojos de una mujer rica que a través de los de una madre soltera trabajadora, y a través de los ojos de una mujer negra diferente a los de una blanca. Es importante darse cuenta de cómo se interrelacionan estas diferentes formas de explotación y opresión: por clase, sexualidad y género, color de piel y origen.

Para explicar estás interrelaciones Kimberlé Crenshaw, una abogada afroamericana, utilizó el término interseccional en la Conferencia Mundial contra el Racismo de 1989. Ella le dio un nombre a algo articulado 140 años antes por Sojourner Truth, una mujer nacida en la esclavitud:

“¿Acaso no soy una mujer? Ese hombre de ahí dice que las mujeres necesitan ayuda para subir a las carrozas y para sortear las zanjas, y para que tengan los mejores sitios en todas partes. Nunca nadie me ha ayudado a subir a las carrozas o a saltar un charco de barro, o me ha ofrecido el mejor sitio. ¿Acaso no soy una mujer? ¡Mírenme! ¡Miren mi brazo! He arado y cultivado, y he recolectado todo en el granero, ¡y nunca ningún hombre lo ha hecho mejor que yo! ¿Y acaso no soy una mujer? Podía trabajar tanto y comer tanto como un hombre, cuando podía conseguir comida, ¡y también soportar los latigazos! ¿Y acaso no soy una mujer?”

Las mujeres blancas de clase media de su época sufrían de la idea sexista de que eran frágiles, débiles, emocionales, necesitadas y dependientes. Pero de las palabras de Sojourner Truth, está claro que las mujeres negras se enfrentaban a problemas muy diferentes según el color de su piel: explotación, violencia racial y pobreza.

Diferentes

La experiencia de la opresión varía de persona a persona porque las personas experimentan múltiples formas de opresión en diversos grados y de diferentes maneras. La opresión de un individuo o grupo está formada por la opresión basada, entre otras cosas, en la clase, el género, el color de la piel, la religión, la preferencia sexual en un momento y lugar determinado.

Esto es diferente a una suma de opresiones, donde una mujer está más oprimida que un hombre, o una mujer negra está más oprimida que una blanca. Después de todo, las personas no se pueden dividir en sus características individuales.

La opresión de las mujeres toma una forma diferente dependiendo de la clase social. Lo mismo puede decirse del sexismo basado en el color de la piel o la “raza”. Las mujeres musulmanas en muchos países europeos no experimentan sexismo, por un lado, y aparte de eso también racismo, si quieren quitarles el derecho a usar un velo. La forma de sexismo que experimentan está determinada por su religión y origen.

Ser mujer, y por lo tanto la opresión de la mujer, significa muchas cosas diferentes para diferentes mujeres.

La historia de la lucha contra la opresión de la mujer muestra que esta comprensión es importante para organizar movimientos amplios y exitosos. En la reactivación de las luchas de los movimientos obrero, estudiantil, por los derechos civiles y contra la guerra en las décadas de 1960 y 1970, las mujeres fueron muy activas.

A pesar de esto, no se les dio acceso a roles protagónicos y los temas que las mujeres querían discutir, sobre sexismo, violencia sexual y familia, no se pusieron en la agenda. El hecho de que sus voces no fueran escuchadas llevó a las mujeres a sentirse obligadas a organizarse en el movimiento de mujeres, a veces por separado de los hombres. Esto fue cierto tanto para las mujeres blancas como para las mujeres negras dentro del movimiento de derechos civiles.

De la misma manera, el tipo de feminismo que se enfoca solo en romper el techo de cristal y en el derecho de las mujeres a acceder a altos cargos en los negocios y la sociedad ignora los obstáculos a los que se enfrentan la mayoría de las mujeres trabajadoras: el costo y la accesibilidad al cuidado de los niños, los salarios relativamente bajos en ocupaciones predominantemente femeninas como el cuidado, etc.

A continuación, una serie de historias de mujeres y su forma de entender la lucha por su liberación.

Audre Lorde: feminismo, raza y clase

Françoise d’Eaubonne: el ecofeminismo

Carmelita Torres: la Rosa Parks mexicana

Dolores Huerta: sí se puede

En casa con Marx y  Engels

Berta Cáceres: asesinada por defender el planeta

Nina Simone y sus charlas de chicas


Audre Lorde: feminismo, raza y clase

En una conferencia en Nueva York en 1979 titulada Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo, Audre Lorde señalaba: “Si la teoría feminista estadounidense no necesita explicar las diferencias que hay entre nosotras, ni las resultantes diferencias en nuestra opresión, entonces ¿cómo explicas el hecho de que las mujeres que os limpian la casa y cuidan a vuestros hijos mientras vosotras asistís a congresos sobre teoría feminista sean, en su mayoría, mujeres pobres y mujeres de color? ¿Qué teoría respalda el feminismo racista?”

Lorde no cesaba de incidir sobre esta cuestión: “Como mujeres, algunos de nuestros problemas son comunes, otros no. Vosotras, las blancas, teméis que al crecer vuestros hijos varones se sumen al patriarcado. Nosotras, en cambio tememos que a los nuestros los saquen de un coche y les disparen a bocajarro en plena calle, mientras vosotras dais la espalda a las razones por las que están muriendo.”

Audre Lorde, escritora estadounidense hija de migrantes caribeños, se describió a sí misma como una “negra, lesbiana, madre, guerrera, poeta”. También fue trabajadora de una fábrica, trabajadora social, técnica de rayos X, artesana, escritora, activista por los derechos civiles, comunista y mucho más. En la década de 1960, se graduó en la Universidad de Columbia y comenzó a participar en el movimiento feminista, LGBT+ y por los derechos civiles de la época, donde impugnó el clasismo y el racismo existentes en el movimiento feminista, que generalmente se centraba en las experiencias de las mujeres blancas.

Lorde identificó las amplias y variadas experiencias de las mujeres en cuestiones de clase, raza, edad, sexo e incluso salud, lo que a menudo se denomina hoy en día “interseccionalidad”, y señaló que “no hay nada como una lucha de un solo tema porque no vivimos vidas de un solo tema”.

Sufrió la homofobia en su propia piel al intentar en los años 50 formar parte de la asociación de escritores, Harlem Writers Guild, fue codirectora de la revista lésbica Chrysalis y en 1980, junto a Cherríe Moraga y Barbara Smith, fundó Kitchen Table-Women of Color Press, la primera editorial para mujeres de color en Estados Unidos. Posteriormente, desarrolló una importante labor de activismo revolucionario en el movimiento afro-alemán, cuando impartió clases en la Universidad Libre de Berlín.

Falleció en 1992 tras una larga lucha contra un cáncer, experiencia que plasmó en Los diarios del cáncer un texto dirigido a quienes han vivido o viven la experiencia.

Françoise d’Eaubonne: el ecofeminismo

Para mostrar su rechazo a los Estados nación, a Françoise d’Eaubonne le gustaba aclarar que era hija de madre aragonesa y padre bretón, y criada en una familia con intereses sociales con tintes libertarios. En su adolescencia en Toulouse convivió con exiliados de la dictadura franquista y con los liberados de los campos de concentración del nazismo. Estas experiencias, unidas a un fuerte espíritu crítico, marcaron su vida.

Se afilió al Partido Comunista que abandonó en 1958 por sus consideraciones políticas en relación con el ecologismo, la guerra en Argelia, el feminismo y la diversidad sexual.

En esa decisión, sin duda, influyó la publicación en 1949 de El segundo sexo y su amistad con Simone de Beauvoir que se extendió a lo largo de años. En 1951 publicó Le complexe de Diane, su primer ensayo feminista en el que analiza mitos clásicos para explicar las razones que llevaron a la exclusión de las mujeres de la política, y plantea la idea de una bisexualidad originaria, que luego es disciplinada socialmente en pares binarios masculino-femenino.

En los años siguientes, desde una óptica libertaria, escribió varios ensayos sobre temas feministas y de diversidad sexual, compaginando esta producción teórica con un frenético activismo en el Mouvement de Libération des Femmes (MLF), en el Front Homosexuel d’Action Révolutionnaire (FHAR) y en el “Manifeste des 343” (también conocido como el manifiesto de las guarras), un escrito en contra de la penalización del aborto y a favor del derecho a decidir, que causó gran conmoción en la sociedad francesa.

Los primeros años de los 70 fueron muy importantes en temas ambientales, cuando el llamado Grupo de Roma encargó a científicos de Massachusetts un estudio sobre los problemas que estaba generando el desarrollo de la industria y la globalización.

Dos años después se publicó The Limits of Growth, un documento que analiza los primeros 60 años del siglo XX y explica cómo los efectos de la modernización influirán negativamente en los próximos 140 años, mostrando un panorama extremadamente negativo para el año 2100 si no se toman medidas al respecto.

Ese mismo año, en 1972, la ONU convocó la Conferencia de Estocolmo. Por primera vez se discutió en un organismo político-internacional, como tema principal, la crisis medioambiental. A partir de estos hechos, estallaron los movimientos ambientalistas.

En 1972, publicó el libro Histoire et actualité du féminisme, en el cual analiza el desarrollo de la falocracia (término cuya creación se le atribuye). En la conclusión de este texto anuncia sus preocupaciones ecológicas que desarrolló en 1974 en el ensayo Le féminisme ou la mort. En este ensayo, d’Eaubonne menciona por primera vez el término ecofeminismo y argumenta que es el patriarcado el que se adueña del potencial reproductivo de la mujer, explotándolo, al igual que explota un recurso natural, para tener más y más hijos. Esta explotación es la que ha llevado a la sobrepoblación.

Por lo anterior, la ecología necesita del feminismo para luchar por su bien, y el feminismo necesita de la ecología para justificar, una vez más, los métodos de control de natalidad, en pos del planeta y la humanidad. “El feminismo, al liberar a la mujer, libera a la humanidad entera”, escribió d’Eaubonne en su ensayo.

En 1978, Françoise fundó el movimiento Ecofeminista participando en boicots y defendiendo la acción directa como medida legítima de protesta. En el ensayo Contre violence ou résistance à l’état, publicado en 1978, se explayó sobre este tema.

Durante su prolífica carrera como activista y escritora, Françoise d’Eaubonne escribió más de 50 textos, entre poemas, ensayos y novelas. Dio cátedras sobre ecofeminismo en Estados Unidos. Su legado marcó a las generaciones posteriores en la defensa de los derechos de la mujer y del medioambiente.

Carmelita Torres: la Rosa Parks mexicana

Un 28 de enero de 1917 Carmelita Torres, una sirvienta mexicana de 17 años que trabajaba en Estados Unidos, se enfrentó a las abusivas e inhumanas políticas racistas del Gobierno norteamericano, negándose a tomar el baño de gasolina obligatorio dado a las y los jornaleros en la frontera, mientras el Gobierno Mexicano guardaba silencio.

Después del 9 de marzo de 1916, cuando Pancho Villa invadió Estados Unidos, las autoridades norteamericanas en represalia, establecieron una serie de requisitos indignos para que las personas trabajadoras mexicanas pudieran cruzar la frontera.

Con el pretexto de prevenir epidemias, todas las personas mexicanas que desearan ingresar en suelo estadounidense tenían que pasar, como si fueran animales, por un proceso de desinfección con baños de gasolina y queroseno, así como una revisión médica para detectar enfermedades físicas o mentales.

Estas medidas se recrudecieron cuando el recién electo alcalde de El Paso, Texas, Tom Lea Jr., envió un telegrama al Cirujano General de Estados Unidos donde le solicitó que se implementaran cuarentenas para prevenir la propagación del tifus. En su telegrama escribió: “sucios y apestosos mexicanos llenos de piojos llegan a El Paso todos los días y sin duda traerán y propagarán el tifus a menos que se implemente una cuarentena”.

En respuesta Estados Unidos construyó duchas en sus fronteras con el fin de rapar y desinfectar a todas las personas mexicanas que cruzaban por ellas.

Además de ser tratadas como ganado, las mujeres eran fotografiadas desnudas por los soldados estadounidenses.

Carmelita, en un acto de resistencia, se negó a someterse a esa humillación que incluía baños de gasolina y queroseno y el uso de pesticidas como el Zyclon B, la misma sustancia alemana que se usó en el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.

Después de rehusar este humillante y peligroso procedimiento, Carmelita solicitó pasar la frontera sin tener que someterse al desnudo completo, solicitud que por supuesto le fue negada. Molesta, pidió que le devolvieran el dinero de su pasaje, lo cual también le fue negado, así que convenció a otras 30 mujeres que iban en el tranvía a bajarse del mismo y no pasar por el baño ni la desinfección.

Las mujeres que iban a trabajar en labores domésticas en las casas de residentes en Estados Unidos se sumaron a su protesta y lo que empezó con 30 damas a las pocas horas ya congregaba a cerca de dos mil personas.

Para terminar con la “sublevación”, fueron enviadas al lugar tropas del General Pershing, y del gobierno títere carrancista. Cuando aparecieron las tropas, las mujeres dirigidas por Carmelita se enfrentaron con piedras, botellas y otros objetos.

La prensa estadounidense alegó que los mexicanos eran personas “sucias, ingratas que no les gustaba bañarse”, mientras que los periódicos oficiales de México señalaban que los participantes en la protesta eran personas de clase “baja” a los que no les gustaba respetar la ley.

El motín finalmente fue disuelto por las tropas estadounidenses y las mexicanas a golpes, palazos y balazos, y Carmelita detenida.

Por desgracia esta protesta no terminó con estas prácticas, de hecho, el trato humillante continuó hasta el año 1964.

En total 24,5 millones de personas trabajadoras mexicanas, empleadas por Estados Unidos y llamadas “braceras”, sufrieron este mismo proceso, solo que en ellos se empleó la hoy prohibida y tóxica sustancia llamada DDT.

Dolores Huerta: sí se puede

Seguro que si se hiciera una encuesta preguntando quien es el autor de la frase convertida en el slogan “Sí se puede”/ “Yes, we can” la mayoría diría que Obama, Pablo Iglesias o los hinchas de la selección mexicana de fútbol.

Pues no, la frase es el lema de una organización sindical de personas trabajadoras agrícolas, United Farm Workers o UFW. Este eslogan atribuido inicialmente al más conocido dirigente del sindicato, César Chávez en realidad fue creado en el año 1972 por la activista Dolores Clara Fernández Huerta en la ciudad de Phoenix, Arizona, en medio de una lucha sindical.

Clara Fernández Huerta nació en 1930 en Dawson, Nuevo México y creció en Stockton, California. Su activismo se centró en mejorar las vidas y las condiciones de trabajo de las personas trabajadoras agrícolas, especialmente entre las y los latinos y chicanos que viven en Estados Unidos.

Trabajó en el Valle Central como maestra de escuela y fue a través de ese tiempo que pasó dando clases cuando comenzó a interesarse en las familias de las y los trabajadores agrícolas a cuyos hijos enseñaba. En unos pocos años, Huerta dejó la enseñanza para dedicarse a la organización comunitaria a tiempo completo. En 1955 comenzó a trabajar para iniciar la Organización de Servicio Comunitario (CSO) en Stockton. A través de esta organización, Huerta conoció a César Chávez, quien compartió su compromiso de defender a las personas trabajadoras agrícolas y así en 1962, Huerta y Chávez fundaron la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas (NFWA), que más tarde se unió al Comité Organizador de Trabajadores Agrícolas (AWOC) liderado por filipinos para convertirse en Trabajadores Agrícolas Unidos.

En 1965, la NFWA comenzó una campaña de larga duración para convencer a los distribuidores y consumidores de Estados Unidos de que dejaran de comprar uvas en protesta por las condiciones laborales de quienes trabajaban en los campos de uvas. Inicialmente, Huerta dirigió el boicot en la Costa Este y Chávez en la Costa Oeste. Para hacer esto, Huerta se mudó a Nueva York durante cuatro años y empleó la táctica de comenzar con pequeñas tiendas antes de intentar liderar boicots en grandes cadenas. La huelga de la uva resultó ser una victoria en la negociación colectiva para los trabajadores en 1970. Huerta fue la negociadora principal del sindicato.

Pero no solo es una brillante negociadora sindical y organizadora de base sino que ha participado activamente en los piquetes y ha sido arrestada más de 25 veces.

En 1988, cuando tenía 58 años, Huerta participó en una manifestación contra el entonces candidato presidencial George H. W. Bush en San Francisco, donde la violencia policial contra los manifestantes la dejó con dos costillas rotas y lesiones graves en el bazo.

Huerta es madre de once hijos y una vez bromeó, en 1976, diciendo que tenía tantos hijos para tener su propia línea de piquete.

En casa con Marx y  Engels

Existe una enorme obra de tergiversación de los puntos de vista de Marx y Engels sobre las mujeres, pero nunca se hizo ningún esfuerzo por analizar su práctica.

A lo largo de sus vidas, Marx y Engels fueron activos, junto a mujeres y hombres, en la construcción de la oposición al capitalismo emergente. En la década de 1830, mientras Marx y Engels comenzaban sus carreras revolucionarias, las mujeres participaban en organizaciones socialistas utópicas al tiempo que planteaban sus propias demandas de igualdad. En la década de 1840 en Gran Bretaña, las mujeres se organizaron, se amotinaron, marcharon y se declararon en huelga en la enorme campaña por la Carta del Pueblo de seis puntos.

En 1848, una ola de revoluciones se extendió por Europa, y las mujeres no solo levantaron barricadas y tomaron las armas contra reyes e imperios, sino que también crearon sus propias organizaciones para exigir sus derechos. Durante la Comuna de París de 1871, las mujeres crearon sus propias organizaciones y lucharon a muerte para defender al efímero gobierno obrero de la ciudad. En la Gran Bretaña de 1860, las republicanas irlandesas apoyaron la acción militante contra la dominación británica. Marx y Engels interactuaron con mujeres activistas de estas luchas. Las mujeres influyeron en el desarrollo del marxismo, al igual que el marxismo influyó en algunas de las mujeres socialistas más entregadas.

En su libro La Sagrada Familia, Marx citó al socialista y feminista utópico Charles Fourier: “El cambio en una época histórica siempre puede estar determinado por el progreso de la mujer hacia la libertad… El grado de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general.”

Marx, Engels y su círculo no solo sentaron las bases teóricas para comprender la opresión de las mujeres; también construyeron organizaciones que demostraron cómo las mujeres podían ganar su liberación.

La esposa de Marx, Jenny von Westphalen, no era una ama de casa oprimida y abandonada, aunque tuvo que hacer frente a la persecución política, a la muerte de cuatro hijos y a la pobreza absoluta. Sus cartas muestran cómo hizo malabarismos para dedicar tiempo a su joven familia y a su compromiso político, una situación frustrante conocida por muchas mujeres socialistas.

En el verano de 1871, cuando miles de refugiados de la derrotada Comuna de París acudieron en masa a Londres. Jenny jugó un papel clave en la movilización de la familia Marx para brindar apoyo práctico a los refugiados. Siempre había al menos un comunero que se quedaba con los Marx, así como otros que llamaban a su puerta.

Jenny asistió a actos políticos, a veces llevándose a sus hijos e hijas con ella y sus cartas siempre están relacionadas con debates políticos, huelgas, congresos socialistas y nuevos movimientos radicales. En 1872, toda la familia Marx, incluidas las hijas de Marx y sus amantes, junto con Engels, viajaron a un congreso de la Primera Internacional celebrado en La Haya. Jenny estaba tan absorta en los debates que un delegado se marchó creyendo que era Jenny quien inicialmente había atraído a Marx a la política radical.

Jenny también estaba comprometida con los aspectos teóricos del trabajo de Marx. La publicación de El Capital no fue un asunto menor para la propia Jenny, ya que copió a mano el manuscrito alemán original, descifrando la terrible letra de Marx. A lo largo de sus vidas, Jenny y Karl Marx fueron socios emocionales y políticos.

Marx ha sido acusado de actuar como un patriarca victoriano con sus hijas cuando en realidad las animó a estudiar materias consideradas inadecuadas para las mujeres, como historia y política, y las llevaba a menudo a las salas de lectura de la Biblioteca Británica, donde pocas mujeres se aventuraban. También las animó a participar en las discusiones políticas que estaban en el centro de la casa de Marx. Crecieron para estar entre los principales socialistas de su época.

La pequeña Jenny (Jennychen) escribió una serie de artículos para un periódico republicano francés, The Marseillaise. Laura participó activamente en el movimiento socialista francés y colaboró en revistas socialistas europeas. Una carta de Engels a Laura escrita durante la huelga portuaria de Londres de 1889, demuestra cuán cerca estaba Laura siguiendo los desarrollos en el movimiento de la huelga. En 1904 su marido, Paul Lafargue, publicó un folleto, La cuestión de la mujer, en el que analizaba la contradicción entre las mujeres que ingresan a la fuerza laboral y la ideología doméstica: “El capitalismo no ha arrancado a la mujer del hogar doméstico y no la ha lanzado a la producción social para emanciparla, sino para explotarla todavía más ferozmente que al hombre; y también se ha guardado bien de demoler las barreras económicas, jurídicas, políticas y morales que se habían erigido para enclaustrarla en la residencia matrimonial.” La pareja fue muy querida por el movimiento socialista internacional y Lenin pronunció su discurso fúnebre en 1911.

Eleanor Marx, conocida como Tussy, fue una activista política extraordinariamente eficaz entre las personas trabajadoras explotadas del este de Londres y la organizadora sindical más capaz del “nuevo sindicalismo”. En 1891, Engels le escribió a Laura Lafargue que Tussy tenía la “reputación de ser la líder del Sindicato de Trabajadores del Gas y Obreros Generales”. Tussy impulsó debates sobre la actitud del movimiento socialista británico e internacional hacia la liberación de las mujeres y se mezcló con las principales activistas. Elizabeth Garrett Anderson, hermana de la sufragista Millicent Garrett Fawcett, era la doctora de Tussy y una visitante habitual de la casa de Marx.

A Engels se le suele retratar como un mujeriego que abusó de su poder para explotar a las mujeres obligando a dos mujeres de clase trabajadora, Mary y Lizzie Burns, a tener relaciones sexuales.

La descripción de las hermanas Burns como víctimas pasivas de las concupiscencias de Engels y como sus inferiores intelectuales revela más sobre las perezosas suposiciones de los biógrafos que sobre las formidables hermanas. La relación de Engels con Mary Burns duró 20 años y su influencia sobre Engels y el comunismo ha sido muy subestimada. Las hermanas Burns tuvieron un gran impacto en Engels cuando fue enviado a Manchester en diciembre de 1842 por su rica y conservadora familia. Las hermanas eran hijas de migrantes irlandeses que vivían en los barrios marginales más superpoblados de Manchester. Engels pudo haber conocido a Mary en el Owenite Hall of Science de Manchester, por lo que es posible que ella ya fuera una radical. Sin las hermanas Burns como guías, es poco probable que Engels hubiera podido pasar dos años familiarizándose personalmente con las “alegrías, tristezas y luchas de la clase trabajadora”, como escribió en su famoso estudio La Situación de la clase obrera en Inglaterra, que tiene un capítulo dedicado a la vida de las personas migrantes irlandesas en Manchester .

El libro se publicó por primera vez en 1844 en Alemania, donde tuvo un gran impacto entre las feministas socialistas como Louise Otto, quien lo utilizó como base para su novela Castillo y Fábrica.

Cuando Engels viajó a Bruselas en agosto de 1845, Mary Burns lo acompañó y la pareja se mudó a la casa de al lado de la familia Marx. Después de defender las barricadas en la revolución alemana de 1848, Engels regresó a Manchester en 1850 e intentó vivir en secreto con Mary y Lizzie. En mayo de 1854 se quejó a Marx, “los filisteos han sabido que estoy viviendo con Mary”, por lo que se sintió obligado a mudarse. Algunos de los rebeldes más respetables sintieron que Engels era “demasiado confiado” al permitir que Mary asistiera a las reuniones de trabajadores, ya que podría exponerlos a acusaciones de inmoralidad.

En 1870, Engels y Lizzie se mudaron a Londres, donde vivieron cerca de la casa de los Marx. Estos dos hogares estaban dominados por la política y la cultura, y mujeres poderosas y comprometidas.

Las revoluciones de 1848 provocaron una explosión de activismo de las mujeres y de las ideas socialistas y feministas. Algunas destacadas mujeres revolucionarias formaban parte del círculo de Marx y Engels como las alemanas Matilde Anneke o Emma Siegmund, las feministas anticapitalistas inglesas Anna Wheeler y Emma Martin o la radical feminista Sophia Dobson Collet.

El activismo femenino que presenciaron Marx y Engels en las décadas de 1840 y 1850 les impulsó a involucrar a las mujeres en las organizaciones que construyeron. Cuando se lanzó la Primera Internacional en el St Martin’s Hall de Londres en 1864, muchos socialistas franceses y sindicalistas británicos se opusieron a que las mujeres se afiliaran. En contraste, Marx animó a Lizzie Burns a unirse y escribió a otras mujeres animándolas a unirse independientemente de sus maridos. Marx se jactó de la elección de la librepensadora Harriet Law para el Consejo General de la organización.

Gracias a los esfuerzos de Marx y sus partidarios, la Primera Internacional atrajo a algunas de las mujeres más combativas de la época. La costurera y socialista Jeanne Deroin fue una de las grandes figuras de la Revolución Francesa de 1848. Organizó a las mujeres de la clase trabajadora para exigir derechos políticos y sociales para las mujeres y para producir y vender La Voz de la Mujer en las calles de París. Cuando Deroin se convirtió en la primera mujer en presentarse a la legislatura francesa en abril de 1849, el socialista francés Proudhon bromeó diciendo que una mujer legisladora tenía tanto sentido como un hombre nodriza. Deroin respondió exigiendo saber exactamente qué órgano masculino Proudhon consideraba esencial para la función de legislador.

En 1866, un pequeño grupo de mujeres, incluidas las veteranas de 1848, organizó una asociación feminista socialista en París. El grupo incluía a la profesora Louise Michel, Paule Mink, costurera de ascendencia polaca, y André Léo (la novelista cuyo nombre real era Victoire Léodile Béra). Tanto Mink como Léo se unieron a la Primera Internacional. Otra recluta fue la encuadernadora militante y líder de la huelga Natalie Lemel. Las mujeres de la Internacional jugaron un papel clave para asegurar que las demandas de las mujeres estuvieran en el corazón de la democracia de la clase trabajadora que surgió durante la Comuna de París. Cuando el gobierno francés intentó desarmar a los ciudadanos de París, se rebelaron y durante dos meses, “en toda la ciudad, las mujeres insurgentes promulgaron, inspiraron, teorizaron y lideraron la revolución”. Las mujeres, bebés en brazos, acudieron en masa a los numerosos clubes políticos que surgieron por toda la ciudad.

Una figura destacada en los clubes políticos fue la socialista rusa Elisabeth Dmitrieff. Dmitrieff había pasado tres meses en Londres, manteniendo intensas discusiones con la familia Marx. Marx nombró a Dmitrieff, entonces de 21 años, como enviada oficial de la Internacional a París, una confianza que ella devolvió al convertirse en una de las líderes más efectivas de la Comuna. En París, Elisabeth conoció a otra socialista rusa, Anna Jaclard, activista destacada del Comité de Vigilancia de Montmartre que hizo campaña por los derechos de la mujer. Jaclard también fundó un periódico socialista y mantuvo correspondencia regular con Marx. Dimitrieff, Lemel, Léo y Mink establecieron la Unión de Mujeres que tenía como objetivo generar apoyo para la Comuna entre las mujeres trabajadoras y apoyaba a las heridas en las luchas callejeras. La Unión también hizo campaña por la igualdad de remuneración, la educación de las niñas, el derecho de las mujeres al divorcio y su derecho al trabajo. Dmitrieff, Lemel, Michel y muchas otras mujeres permanecieron en las barricadas durante días mientras la ciudad era bombardeada. Unas 25.000 criaturas, mujeres y hombres fueron fusilados en París. Jaclard y su esposo fueron capturados pero lograron escapar a Londres, donde encontraron refugio con la familia Marx.

Lissagaray escribió una historia de la Comuna, traducida por Eleanor Marx y publicada mientras eran en pareja, en 1876.

Marx extrajo conclusiones organizativas de las acciones combativas de las Comunardas. En el Congreso de la Internacional de 1871, presentó una resolución en la que pedía la formación de agrupaciones de mujeres trabajadoras que pudieran llegar a las mujeres de la clase trabajadora, aunque destacó que no quería que las nuevas propuestas interfirieran “con la formación o la existencia de agrupaciones compuestas por ambos sexos”. Marx y Engels aseguraron que las mujeres más combativas pudieran encontrar un hogar político en la Primera Internacional y otros partidos socialistas y estas mujeres demostraron el valor del activismo de las mujeres dentro de la gran insurgencia de la Comuna de París.

La Primera Internacional se colapsó después de la Comuna y fue reemplazada en 1889 por la Segunda Internacional. Fueron los marxistas quienes defendieron de manera más consistente que los partidos que se unieron a la Segunda Internacional hicieran campaña por la igualdad de derechos de las mujeres.

Engels y August Bebel, figuras destacadas de la Internacional, alentaron el desarrollo del mayor movimiento de mujeres socialistas de masas de Europa. La Sección de Mujeres de la Internacional, con sede en Alemania, organizó sus propias conferencias, hizo campaña para la votación y estableció la celebración del Día Internacional de la Mujer. Clara Zetkin fue la líder de la Sección Internacional de Mujeres desde 1907, editando el periódico Igualdad, que estaba dirigido a mujeres de clase trabajadora y que alcanzó una tirada de 70.000 ejemplares en 1906. Muchas mujeres involucradas en la Sección de Mujeres pasaron a desempeñar roles importantes en la oposición a la Primera Guerra Mundial y en el apoyo a la ola revolucionaria que puso fin a esa guerra.

Berta Cáceres: asesinada por defender el planeta

Un mural recuerda a la activista climática y por los derechos indígenas Berta Cáceres con una preciosa frase que dice: “No murió, se multiplicó”.

Berta Cáceres, intrépida defensora de la tierra e incansable luchadora por los derechos indígenas, se mostró desafiante hasta el final. Nacida en 1971 en la ciudad de La Esperanza, Honduras, fue asesinada con apenas 44 años. Ella fue una víctima de los extremos a los que los ricos llegan para dominar nuestro medio natural.

En 1993, cuando estudiaba en la universidad para ser maestra, Cáceres cofundó la organización que definiría el resto de su vida: el Consejo de Pueblos Indígenas de Honduras (Copinh). Copinh se estableció sobre “tres pilares de lucha: anticapitalismo, antipatriarcado y antirracismo”.

Cáceres libró batallas contra la tala ilegal y la minería a cielo abierto, así como se pronunció sobre temas más amplios de injusticia social. Su última batalla fue detener Agua Zarca, una serie de cuatro represas en la cuenca del río Gualcarque. El proyecto, gestionado por la empresa energética Desa, amenazaba al pueblo indígena lenca de Cáceres. Argumentaron que la represa contaminaría el agua potable, interrumpiría la agricultura y empañaría el significado espiritual y cultural del río.

Desde el principio, la batalla estuvo sumida en el derramamiento de sangre. Cáceres soportó años de amenazas de violación, asesinato y ataques a sus seres queridos. “No puedo vivir en paz, siempre estoy pensando en que me maten o me secuestren”, dijo una vez. “Pero me niego a ir al exilio. Soy una luchadora por los derechos humanos y no abandonaré esta lucha”.

Cáceres lideró una campaña de establecimiento de bloqueos para interrumpir la construcción, donde el ejército hondureño y las fuerzas de seguridad privada dispararon contra los manifestantes. En su discurso de aceptación del Premio Ambiental Goldman 2015, dijo: “Despierten, se nos acabó el tiempo. Debemos liberar nuestra conciencia del capitalismo rapaz, el racismo y el patriarcado que solo asegurarán nuestra propia autodestrucción. Construyamos sociedades que sean capaces de convivir de manera digna, de manera que se proteja la vida”.

A pesar de su alto perfil, dos matones le dispararon mientras dormía el 2 de marzo de 2016. Su muerte provocó protestas y sirvió para socavar el proyecto de represa al que dedicó los últimos años de su vida para detenerlo.

En julio del año pasado, David Castillo, exjefe de la empresa de energía Desa, fue declarado culpable de ordenar su ejecución. Su participación, en cualquier nivel, habla no solo de los estrechos vínculos entre los gobiernos de Honduras y EEUU, sino también del poder de la industria de los combustibles fósiles.

Castillo entrenó en la escuela militar de élite estadounidense West Point. Luego se construyó una carrera en las fuerzas armadas hondureñas y luego cofundó Desa. Usó su experiencia militar y sus contactos para hostigar implacablemente a Cáceres y finalmente ordenó su ejecución.

Hoy, algunos de sus asesinos han sido llevados ante la justicia. Y la represa de Agua Zarca sigue sin construirse después de que los patrocinadores internacionales retiraran los fondos en los meses posteriores a su asesinato. Honduras sigue siendo uno de los lugares más peligrosos para los activistas climáticos. La organización de derechos humanos Global Witness dice que casi 140 defensores ambientales han sido asesinados en el país desde 2012.

A Cáceres le sobreviven sus cuatro hijos y su madre, quienes ayudaron a exponer la verdad tras su muerte. Ella deja un poderoso legado de lucha ambiental tras de si. Extinction Rebellion puso su nombre a uno de sus barcos utilizados en las protestas en su honor.

Sus palabras siguen vivas:: “Debemos emprender la lucha en todas las partes del mundo, donde sea que estemos, porque no tenemos un planeta de repuesto o de reemplazo. Solo tenemos este, y tenemos que tomar medidas”.

Nina Simone y sus charlas de chicas

La mayoría de la gente asocia a Nina Simone con su famosa canción de 1958 My Baby Just Cares for Me después de que Chanel No. 5 la usara en un anuncio en 1987.

Pero Nina Simone es sobre todo Mississippi Goddam, la acusación apasionada y mordaz al Jim Crow (sistema de discriminación racista en el sur de EEUU), que se convirtió en el himno del movimiento por los derechos civiles.

La escribió en 1963, inmediatamente después del atentado de la iglesia baptista de la calle 16 en Birmingham, Alabama, que mató a cuatro niñas de 11 a 14 años. Ya había tenido su primer gran éxito en 1958 con I Loves You, Porgy, una canción de la ópera Porgy and Bess de George Gershwin, Simone ya era una estrella. Pero “Mississippi Goddamn” marcaría un punto de inflexión en su carrera: su despertar político.

Simone se lanzó rápidamente a la política que la envolvía. Estaba rodeada de algunas de las figuras más destacadas e importantes del movimiento por los derechos civiles: La familia de Malcolm X vivía al lado; James Baldwin, Stokely Carmicheal y Langston Hughes eran grandes amigos y la dramaturga Lorraine Hansberry madrina de su hija.

Pero lejos de su historia más conocida como activista por los derechos civiles y por su música, Nina Simone era algo más.

Preguntada sobre qué hablaba con su gran amiga Lorraine,Nina contestó: “Nunca hablamos de hombres ni de ropa, siempre fue Marx, Lenin y la revolución: verdadera charla de chicas”.

Este comentario de Nina Simone sobre no hablar de moda sino de “Marx, Lenin y la revolución” nos ofrece la imagen de la vida política diaria de esta mujer. Esta “charla de chicas”, entre dos mujeres negras, trataba sobre el trabajo creativo que estaban realizando y cuál era su papel en la liberación de su comunidad.

Haciendo referencia a la obra autobiográfica de Hansberry To Be Young, Gifted, and Black, Simone escribió más tarde una canción con el mismo título en homenaje a su amiga y camarada.

Simone nunca fue de las que mantenía la boca cerrada. Habló abiertamente sobre sus opiniones políticas, dentro y fuera del escenario. Sus actuaciones se convirtieron en radicalmente políticas. “Solo quiero entrar en esa guarida de esa gente elegante, con sus viejas ideas, suficiencia, y simplemente volverlos locos”.

Aunque coincidió y habló con Martin Luther King en diversas ocasiones —en una de ellas, la marcha entre Selma y Montgomery, interpretó precisamente Mississippi Goddam— la postura política de Nina Simone estaba ciertamente más cercana a las tesis de Malcolm X que al pacifismo y la resistencia pasiva del Dr. King.

Su rabia siempre estuvo canalizada hacia sus canciones como Four women, composición propia en la que protestaba porque las mujeres negras no tuviesen su propio canon de belleza y se viesen obligadas a arreglarse y vestirse como blancas; o To be young, gifted and black, con letra de Weldon Irvine, que se convirtió en una canción bandera del orgullo racial y en himno de la lucha por los derechos civiles.

El 7 de abril, apenas tres días después del asesinato de Martin Luther King, en el Festival de Westbury, en Nueva York, la cantante expresó su voluntad de tocar una canción que apenas había sido escrita unas horas antes y que no habían tenido tiempo de ensayar. La introdujo diciendo “una canción escrita para él, por él; solo tuvimos un día para aprenderla, pero de todos modos quería que sonase hoy aquí”. La canción llevaba por título Why? (the King of love is dead), y a lo largo de casi quince minutos Nina Simone acarició el piano, con el soporte de sus músicos, mientras cantaba letras de dolor.

Simone cantó quizás uno de los homenajes más hermosos que jamás se hayan visto en un escenario escrito por su bajista, Gene Taylor.

El colapso del movimiento por los derechos civiles fue una decepción aplastante que fue difícil de soportar, y Simone finalmente se fue de EEUU a Liberia. También vivió en otros países antes de establecerse en Francia donde murió. Su vida durante ese tiempo estuvo marcada por dificultades financieras y relaciones volátiles.

Simone se situó en la izquierda porque consideraba que era el único camino hacia la verdadera igualdad; las reformas lentas que apaciguan un estado racista no eran una opción.