Tal día como hoy, 21 de febrero de 1848, se publicó el Manifiesto Comunista.
Jack Farmer
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Así comienza el folleto político más importante jamás escrito: El Manifiesto Comunista.
En él, Karl Marx y Friedrich Engels fueron más lejos que nadie antes que ellos al formular una crítica del sistema capitalista. Pero hicieron más que eso. También mostraron, por primera vez, que había una fuerza con el poder de detener ese sistema y crear las bases para un tipo de sociedad radicalmente diferente: la clase trabajadora.
Esto no fue un sueño ocioso. Cuando las primeras copias del manifiesto salieron de la imprenta en 1848, Europa estaba en llamas por la rebelión. Para Marx y Engels, las revoluciones eran el motor que impulsaba la historia.
Pero las revoluciones de 1848 no fueron contra los patrones capitalistas. Fueron un intento de destruir los viejos regímenes podridos de Europa, muchos de los cuales estaban dirigidos por reyes y dictadores.
Una de las mayores revueltas ocurrió en Francia, donde la burguesía capitalista había liderado una revolución contra el rey en 1789. En 1848 muchos trabajadores pensaron que la burguesía volvería a dirigir al pueblo contra el antiguo régimen feudal. Pero no fue así.
Los patrones de las fábricas temían más a sus propios trabajadores que a los vestigios del feudalismo. Algo crucial había cambiado en la sociedad. Una nueva clase de capitalistas estaba desplazando rápidamente a la antigua clase dominante feudal.
Su poder se basaba en un nuevo tipo de explotación. La gente fue expulsada de la tierra y llevada a fábricas y minas. La gente común no tuvo más remedio que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas a cambio de un salario.
El capitalismo estaba desatando un enorme potencial productivo. Pero era intrínsecamente inestable y periódicamente entraba en crisis.
Mucha gente hoy en día reconoce correctamente a los conservadores como los fanáticos ideológicos del capitalismo, y puede parecer que tienen el control total de la sociedad.
Pero Marx y Engels se dieron cuenta de que ni siquiera los capitalistas eran capaces de controlar su propio sistema: “La sociedad burguesa moderna… es como el hechicero que ya no puede controlar los poderes del inframundo a los que ha invocado con sus hechizos”.
La necesidad de acumular ganancias “persigue a la burguesía por toda la superficie del globo”. El proceso de acumulación competitiva—competir en el mercado para adquirir ganancias cada vez mayores—significa que los patrones se ven obligados a atacar a sus trabajadores para aumentar las ganancias.
Innovación
Si no lo hacen, más empresas despiadadas los obligarán a cerrar.
Pero la innovación más crucial de Marx y Engels fue identificar la fuerza que podría derrocar este sistema y comenzar una sociedad nueva. Porque el hechicero burgués tiene un poderoso aprendiz: el proletariado.
Cuando intentan justificar los ataques a nuestros salarios y condiciones, los políticos a menudo dicen que tienen que apaciguar a los “creadores de riqueza” (patrones ricos y banqueros) que, según afirman, de otro modo trasladarían sus activos al extranjero.
Pero estas personas no son los creadores de riqueza, son los parásitos. El trabajo y la creatividad de millones de trabajadores crea riqueza. Y no solo por quienes producen bienes físicos, sino también por quienes brindan servicios, como bomberos y conductores de metro.
Esta vasta clase de trabajadores tiene la llave que puede desbloquear las cadenas de la explotación.
Las palabras finales del manifiesto son un llamado a las armas: “¡Trabajadores de todos los países, uníos!”
Los políticos burgueses rara vez pierden la oportunidad de dividir a la clase trabajadora. Utilizarán el racismo, el sexismo y la homofobia para sembrar las semillas del prejuicio.
Su objetivo es debilitar a todas las personas trabajadoras —empleadas y desempleadas, migrantes o no…— haciéndonos sentir obligadas a aferrarnos al borde del sistema por temor a que, si no lo hacemos, la vida se vuelva aún más difícil.
Pero no somos periféricos a la sociedad. Trabajamos en el corazón oscuro del capitalismo: el punto de producción.
No todo el Manifiesto Comunista es aplicable hoy. Después de todo, Marx y Engels discutían en parte contra otras corrientes socialistas que ya no existen.
Pero el centro de su argumento sigue siendo cierto: que las y los propios trabajadores podemos transformar la sociedad.
Este artículo apareció en Socialist Worker, nuestra publicación hermana en Gran Bretaña.
¡Lee el Manifiesto Comunista!