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Mientras Occidente y Rusia compiten por el dominio en Europa del Este, nuestra tarea es luchar contra el sistema que los impulsa.

Tomáš Tengely-Evans

Por segunda vez, en menos de una década, la rivalidad entre Estados Unidos y Rusia amenaza con una guerra devastadora en Ucrania.

El presidente ruso, Vladimir Putin, ha reunido a 100.000 soldados a lo largo de la frontera con Ucrania. Aunque EEUU sigue siendo la potencia imperialista más fuerte del mundo, está debilitada y Putin espera que una acumulación militar lo obligue a sentarse a la mesa de negociación.

Quiere que el presidente Joe Biden asegure que la alianza militar de Estados Unidos, la OTAN, no se expandirá más hacia el este. Biden ha descartado una acción militar en Ucrania, pero está decidido a mantener el dominio estadounidense frente a Rusia.

Aunque ninguna de las partes quiere una guerra prolongada, esta podría suceder fácilmente. Eso es porque la crisis de Ucrania es un producto del imperialismo, un sistema global impulsado por la competencia entre los grandes Estados capitalistas. Cuando las tensiones aumentan, una pequeña chispa puede desencadenar una guerra más amplia.

Ucrania está en el centro de una línea de tensión mucho más grande, de rivalidad imperialista entre EEUU y Rusia y muchas otras potencias regionales. Comienza en el norte de Europa en la frontera entre Rusia y los Estados bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. Desde aquí, se adentra en Ucrania, atraviesa la región del Cáucaso, rica en petróleo, en el extremo sur de Rusia, y luego se extiende hacia Asia central. Las tensiones están aumentando a lo largo de ella.

EEUU está decidido a defender su posición en el mundo, mientras que otros Estados ven el relativo declive estadounidense como una oportunidad para fortalecer su posición. La derrota del imperialismo estadounidense en Irak señaló que era posible que las potencias más débiles hicieran valer sus intereses en contra de los deseos de EEUU. Rusia es una de esas potencias.

En 1991, la Unión Soviética se dividió entre Rusia y otras 14 repúblicas a lo largo de sus fronteras, incluida Ucrania.

Durante gran parte de la década de 1990, Rusia fue una sombra de su antiguo poder. Pero una combinación de altos precios del petróleo y la mano de hierro de Vladimir Putin fortaleció al Estado ruso. Comenzó afirmando sus intereses imperialistas en lo que llama su “exterior cercano”, las repúblicas que habían formado parte de la Unión Soviética. Ucrania, industrialmente desarrollada y un Estado que actúa de barrera ante Occidente, fue una de las más importantes.

Expandir

Tras la Guerra Fría, Estados Unidos rompió su compromiso de no expandir la OTAN a Europa del Este. En 2008, la OTAN acordó que Ucrania y Georgia deberían entrar. Rusia invadió Georgia para evitar que esto sucediera.

También hay un aspecto económico en la rivalidad. La Unión Europea (UE), una aspirante a potencia imperial alineada con EEUU, intentó que Ucrania se uniera a ella en 2014. Rusia había establecido la Unión Aduanera Euroasiática para competir con la UE y fortalecerse frente a China en Asia central.

En 2014, Ucrania buscó alinearse más estrechamente con Occidente. En respuesta, Rusia tomó el control de la región de Crimea de Ucrania y apoyó a las milicias separatistas en el sureste. Este conflicto retumba desde entonces y ahora ha vuelto a estallar.

¿Cómo deberíamos responder desde el socialismo revolucionario? En primer lugar, no deberíamos aceptar hipócritas afirmaciones estadounidenses o británicas de “proteger a Ucrania” de la agresión rusa.

El revolucionario Vladimir Lenin argumentó que “En cada país hay que dar prioridad a la lucha contra el chovinismo del país en cuestión, a despertar el odio hacia el propio gobierno”.

Entonces, en Occidente, el trabajo principal de las y los socialistas es unirnos en la oposición contra el impulso de guerra de nuestra clase dominante.

En segundo lugar, esto no significa que “el enemigo de mis enemigos es mi amigo”, que los rivales de Occidente sean de alguna manera antiimperialistas. Como continuó diciendo Lenin, los socialistas también tenían que apelar “a la solidaridad de las y los trabajadores de los países beligerantes, a su guerra civil conjunta contra la burguesía” y contra el sistema belicista.

Construimos oposición a nuestros propios gobernantes, pero como parte de una lucha contra el sistema de rivalidades imperialistas que provoca la guerra.


Artículo aparecido el 21/01/2022 en nuestra publicación hermana en Gran Bretaña, Socialist Worker.