Roudy Joseph
La existencia de un racismo muy extendido y con expresiones políticas e institucionales es innegable.
Al mismo tiempo, a todos los niveles de la vida nacional, se ha desarrollado un negacionismo. Muchas veces éste emplea la pregunta retórica: ¿Cómo puede haber racismo en una sociedad mestiza?
Un estudio realizado por la Academia Dominicana de Historia, conjuntamente con la National Geographic Society y la Universidad de Pennsylvania, en el año 2016, estimó que la población dominicana posee en promedio un 49% de ADN de ancestros africanos, un 39% europeo y 4% indígena. En el censo de 1950 y la encuesta de autoidentificación racial de 2006, el 87% de la población se identificó como mestiza o negra.
Esta mayoría de ascendencia africana ha intentado ser negada por la burguesía y sus intelectuales. Durante la dictadura de Trujillo, se hizo más sistemático el esfuerzo oficial por exaltar la “herencia hispana”, identificar lo mestizo con lo “indio” y rechazar la negritud. Según el historiador Frank Moya Pons, desde el siglo XIX hay registros de la tendencia de la población dominicana mestiza a negar su ascendencia africana.
Dentro de este constructo ideológico tuvo un rol importante el odio a todo lo relacionado con Haití, nación que reivindica la herencia africana, con una población negra, y con el cual la clase dominante dominicana desde sus inicios tuvo un gran resentimiento por la abolición de la esclavitud y la reforma agraria llevadas a cabo durante los años 1822-44, cuando se unificó en un solo Estado a toda la isla. Ese es el origen del antihaitianismo actual.
Limpieza étnica
La Masacre del Perejil es uno de los hitos del racismo oficial dominicano. En octubre de 1937, Trujillo ordenó una campaña genocida de limpieza étnica contra la comunidad haitiana en la frontera. El canciller trujillista, Balaguer, reconoció 17 mil muertes, otras estimaciones alcanzan las 30 mil víctimas, entre quienes hubo muchas personas de tez negra dominicanas.
La política dictatorial de “blanqueamiento” de la población dominicana, incluyó el estímulo a la inmigración europea y del Medio Oriente. La propaganda racista siguió bajo el dictador de los años 1966-1978, Joaquín Balaguer. Su panfleto “La Isla al Revés” es reivindicado por los sectores nacionalistas y de ultraderecha.
Hasta el año 2011, la cédula de identidad incluía un apartado para indicar la “raza”, y la opción más comúnmente adoptada era la de “indio”.
Durante la ocupación estadounidense de Haití y República Dominicana, en la primera mitad del siglo XX, se empieza a desplazar a miles de trabajadores haitianos para trabajar en los cañaverales de las empresas yanquis en República Dominicana, siempre súper explotados y discriminados.
Posteriormente las dictaduras apoyadas por EEUU en Haití, y las crisis sociales y económicas, indujeron a más personas haitianas a emigrar a República Dominicana, siempre trabajando con peores salarios y con menos acceso a la seguridad social. Bajo el principio legal de Ius soli su prole adquiría la nacionalidad dominicana al nacer en el país. Pero los racistas usaron el viejo argumento trujillista sobre una supuesta “invasión silenciosa” de inmigrantes, para atacar a la población dominicana de ascendencia haitiana.
Apatridia
Bajo el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, de centroderecha, el Tribunal Constitucional en el año 2013 dictó su sentencia 168-13, que quitó la nacionalidad a alrededor de 200 mil personas dominicanas de ascendencia haitiana, eliminando el Ius soli de forma retroactiva.
La sentencia fue calificada de “genocidio civil” por el periodista Juan Bolívar, hoy embajador dominicano en el Estado Español. A pesar de que fue una decisión duramente criticada a nivel internacional y enfrentada con movilizaciones de la juventud que quedó en situación de apatridia, el gobierno de Danilo Medina dijo que tenía que acatarla. Idéntica posición asumió el actual gobierno del Partido Revolucionario Moderno.
Con total impunidad, proliferaron amenazas contra intelectuales, periodistas y activistas que denunciaban el carácter racista de la sentencia. En medio de esa agitación fascista ocurrió un crimen que difícilmente se borrará de la memoria de la comunidad haitiana y domínico-haitiana. En febrero de 2015, fue encontrado el cadáver de Jean Claude Harry “Tulile” colgado de un árbol en un parque público de Santiago. Ese crimen, a todas luces racista, no fue investigado.
Persecución
Abinader en su primer año de gobierno anunció: la construcción de un muro fronterizo; la persecución de quienes arrienden viviendas o brinden transporte a inmigrantes sin visa vigente; la negación al acceso a hospitales; exigir a las empresas despidos de trabajadores haitianos para “nacionalizar la mano de obra”; y deportaciones masivas, incluyendo la expulsión de mujeres embarazadas.
Discursos que en otros países son empleados exclusivamente por fascistas declarados, como presentar a la migración como una amenaza “racial” a la seguridad nacional y a la soberanía, en República Dominicana son empleados por toda la centroderecha y casi todos los medios de comunicación privados.
Este racismo que busca perpetuar las desigualdades sociales ancladas desde tiempos coloniales según el color de la piel, es funcional a la súper explotación de los trabajadores migrantes. Pero enfrenta una resistencia creciente. Consolidar un frente antirracista para fortalecer la lucha es uno de los retos del movimiento.
Roudy Joseph es activista del colectivo #HaitianosRD