Sophie Squire
Cientos de miles de personas salieron a las calles de Chile el domingo 19 de diciembre. Celebraban la victoria del candidato presidencial de izquierdas Gabriel Boric y la derrota del ultraderechista Antonio Kast.
Boric ganó por el 56 por ciento contra el 44 por ciento de Kast.
Boric, quien se hizo famoso liderando protestas contra la privatización de la educación en 2011, se convirtió en el segundo presidente chileno en recibir más de cuatro millones de votos.
Esta elección se produce tras poderosas protestas masivas contra el neoliberalismo y la desigualdad que golpearon a Chile en 2019.
Una demanda importante a la que el movimiento obligó, a los que estaban en el poder a ceder, fue la reescritura de la constitución que había estado en vigor desde la dictadura de Augusto Pinochet en 1973.
Si Kast hubiera ganado, habría sido un gran impulso para la extrema derecha. Su padre era un soldado nazi que escapó a Chile tras la Segunda Guerra Mundial con documentos falsificados.
Antonio Kast se opone al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo y quería abolir el Ministerio de la Mujer y la Igualdad de Género.
Contó entre sus partidarios con el brasileño Jair Bolsonaro y dijo que apoyaba el “legado económico” de Pinochet.
Entusiasta
Tal programa significó que incluso muchos que no estaban entusiasmados con Boric lo votaran para mantener a Kast fuera.
Boric prometió reformas en la economía de libre mercado, cambios en el sistema de pensiones y protección de los derechos humanos de las personas indígenas y LGBTI+.
Muchas y muchos trabajadores y pobres ahora esperarán cambios. Pero hay límites claros para el radicalismo de Boric.
A lo largo de su campaña electoral, se mostró ansioso por obtener el apoyo de votantes de derechas. Por eso exigió acciones contra las “personas condenadas por incendio, por saqueos” durante el levantamiento de octubre de 2019.
Explicitó: “No se puede indultar a una persona que quemó una iglesia o una pyme, o que saqueó un supermercado”. Con esto, Boric ignoró el hecho de que la policía suele inventarse tales cargos.
Además, desde los disturbios de Los Ángeles en 1992 hasta las protestas en Cuba del pasado 11 de julio, la gente trabajadora pobre a menudo se aprovecha de las protestas masivas para obtener bienes que normalmente se les niegan. Respaldar la represión contra estas personas es ponerse al lado del sistema responsable de su pobreza.
Boric fue un personaje central en el “Acuerdo de Paz” de noviembre de 2019 que salvó el gobierno del presidente saliente Sebastián Piñera y que no comportó ninguna acción contra quienes habían liderado la represión de las manifestaciones.
También se ha comprometido a seguir las medidas de austeridad en el presupuesto de 2022 y a implementar la “responsabilidad fiscal”.
Boric encabeza una coalición política que incluye al Frente Amplio y al Partido Comunista de Chile. Pero la izquierda y la derecha en el parlamento tienen casi el mismo número de escaños, lo que se suma a los probables bloqueos para realizar cambios a través de los métodos convencionales.
Desde la caída de la dictadura de Pinochet en 1990, una sucesión de gobiernos de derecha e izquierda han fallado a las y los trabajadores, sí como a los pobres.
Por eso la gente se levantó en octubre de 2019 contra la pobreza y la desigualdad. Pero fueron defraudados por las fuerzas tradicionales de izquierdas que desviaron una revuelta explosiva hacia las elecciones.
Se necesitará un movimiento en las calles y en los lugares de trabajo, no en el parlamento, para obligar a Boric a cumplir sus promesas e ir mucho más allá.
Este artículo apareció en Socialist Worker, nuestra publicación hermana en Gran Bretaña