Mujeres en la historia

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Chanie Rosenberg

El éxito de la Revolución Rusa de 1917 permitió que las ideas radicales sobre la liberación de la mujer que habían estado germinando en tiempos prerrevolucionarios se desarrollaran, fueran ampliamente debatidas y materialmente incorporadas al mundo real.

Una revolución pone patas arriba todas las nociones preconcebidas. Cuando la búsqueda de beneficios dominaba en la vieja sociedad, suprimía las necesidades y deseos de las masas de las que éstos se extraían. Estas mismas necesidades y deseos se convertirían en la fuerza motriz de la producción en la nueva sociedad socialista, satisfaciendo las necesidades materiales y, más fundamentalmente, alimentando la personalidad humana.

Como proclamó el destacado revolucionario ruso, Trotsky: el logro culminante de la revolución fue el “despertar de la personalidad humana en las masas, que se suponía que no tenían personalidad”.

De ello se deduce naturalmente que cada revolución ha traído un aumento monumental de las luchas y la conciencia de las mujeres trabajadoras. Las mujeres han luchado con y en apoyo de sus compañeros de armas, los trabajadores revolucionarios, y también por su propia liberación de su doble carga como trabajadoras y madres.

Así, llevaron a los líderes revolucionarios a reconocer que un gran cambio social es imposible sin el levantamiento de las mujeres trabajadoras. De hecho, como señaló Lenin, el criterio para medir el éxito de una revolución es cuánto participan las mujeres en ella.

La luchadora más importante y audaz por la liberación de las mujeres en la revolución rusa fue Alexandra Kollontai. Nacida en 1872 en una familia aristocrática, se convirtió en marxista activa en 1896 y se unió al partido bolchevique en 1915.

Junto con otras mujeres bolcheviques, se convirtió en una de las principales luchadoras a favor de liberar a las mujeres de clase trabajadora de su doble carga. Rechazó en los términos más enérgicos cualquier alianza con las feministas burguesas, que hablaban de enfrentarse a lo que veían como su enemigo común, los “hombres” como un bloque.

Kollontai abogó por la organización de las mujeres trabajadoras según “líneas estrictas de clase” en el movimiento sindical y socialista. Su actitud se basó en una visión materialista del resultado de la lucha de clases.

Ella argumentó que la lucha de clases conjunta, de mujeres y hombres, podía obtener reformas para las mujeres y también acercar la liberación final de las mujeres a través de la revolución socialista. Esta misma lucha de clases empuja a las feministas burguesas que luchan por la “igualdad de derechos” a diferenciarse cada vez más de las mujeres de la clase trabajadora, con el objetivo de preservar su posición privilegiada. Desarrolló este argumento de manera brillante en Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, que escribió en 1909.

Pasión

En cualquier causa que abrazara, se metió con pasión, energía y determinación para llevarla al límite de sus posibilidades. En esto, estuvo muy en sintonía con la creciente lucha revolucionaria durante la Primera Guerra Mundial, la revolución de febrero de 1917 y la posterior revolución socialista de octubre.

Kollontai era en ese momento una de las líderesas bolcheviques más populares y fue nombrada Comisaria de Bienestar Social. Esto le permitió supervisar algunas de las leyes sociales más avanzadas del mundo: igualdad de derechos en el matrimonio; simplificación del divorcio; libre decisión sobre anticoncepción y aborto; instalación de guarderías, viviendas y comedores colectivos bien equipados, lavanderías, centros de reparación, etc.

La “separación de la cocina del matrimonio” y el cuidado colectivo de los niños como obligación social fueron los principios rectores de la revolución, un logro notable para el país más atrasado de Europa.

Las nuevas ideas y prácticas se difundieron a través de Congresos de Delegadas de Mujeres Trabajadoras y Campesinas, siguiendo el modelo de los soviets y bajo la égida de un especial Departamento de Mujeres dentro del Partido Bolchevique, dirigido por Kollontai en 1920-21.

También escribió extensamente sobre las mujeres trabajadoras y la nueva moralidad, el matrimonio, la familia, las relaciones personales y la prostitución, con constantes consejos detallados y ánimos a las mujeres trabajadoras para que se liberasen de sus cadenas. Además de esto, produjo un torrente de escritos sobre otros temas políticos de actualidad, así como dos novelas. Pero, sobre todo, llegó a ser conocida por su actitud hacia las relaciones sexuales, que abordó con mayor detalle, profundidad y sentimiento que nadie lo había hecho antes.

Pero las revoluciones en otros países, y sobre todo la alemana, fracasaron y la Rusia soviética quedó sumida en la guerra civil y la invasión extranjera. La industria quedó devastada, la clase trabajadora se disolvió y las ciudades fueron despobladas por la guerra y el hambre: las grandes esperanzas para la construcción del socialismo y la liberación de la mujer no podían sostenerse.

Pero hacer las cosas a medias no formaba parte del código de Kollontai. Así como había sido llevada a lo más alto con la marea revolucionaria en ascenso, también estaba desinflada y hundida por el fracaso de la revolución internacional.

Su oposición intransigente a la retirada política y económica significó que fue marginada y acabó en un puesto diplomático en Noruega. Pasó el resto de su vida como embajadora en el extranjero, manteniéndose en silencio sobre los horrores del estalinismo y lo que suponían para las mujeres.

Los altos ideales de Kollontai se vieron frustrados por el fracaso de la revolución en el extranjero y el atraso extremo de la mayor parte de la economía y la sociedad soviéticas. Como resultado, como muchos comunistas anteriores, su momento aún no había llegado.

Kollontai se esforzó por liberar a las mujeres de los grilletes del capitalismo, para que crecieran y florecieran espiritualmente, adoptando una nueva moralidad de total libertad e igualdad. Sus esfuerzos, tanto teóricos como prácticos, marcaron un camino para el futuro.


Este artículo lo escribió Chanie Rosenberg, militante y fundadora de la IST (International Socialist Tendency) y del SWP (Socialist Workers Party), nuestra organización hermana en Gran Bretaña, que murió en el verano de 2021, tras 80 años de militancia.