Laura Verdasco Menéndez
El pasado 31 de octubre comenzó en Glasgow la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático número 26. Representantes de Estados y empresas hicieron uso de sus aviones privados para acudir a la cita de lavado de cara del capitalismo verde por excelencia. Hasta el 12 de noviembre, la ciudad se verá paralizada para que aquellos directamente responsables de la crisis climática puedan felicitarse por su mutua ineficiencia.
Demasiado tarde, demasiado poco
Durante esta conferencia hemos visto y veremos medidas anunciadas que prometen frenar o incluso revertir los efectos del cambio climático y que están siendo tildadas de “acuerdo histórico”. En la realidad, dichos acuerdos son papel mojado más allá del 12 de noviembre. De hecho, ninguno de los compromisos fijados durante esta conferencia son vinculantes… lo que reafirma su único propósito de generar un buen titular.
Por ejemplo, Joe Biden, presidente de Estados Unidos, anunció recientemente un acuerdo de más de 100 países para reducir las emisiones de metano en un 30% antes de 2030. Esta medida, considerada drástica por los líderes mundiales, se queda corta. Todos los informes afirman que cualquier plan que no tenga efecto inmediato no será suficiente para mantener el planeta por debajo del aumento de los 1,5 grados centígrados, para así evitar consecuencias catastróficas. Una vez más, vemos cómo los supuestos líderes mundiales fracasan en su intento de abordar una crisis cada vez más urgente.
Asimismo, empresas y organismos gubernamentales han puesto en marcha una extensa maquinaria de lavado de cara. La ciudad se ha llenado de promesas de productos verdes y estilos de vida sostenibles. Una vez más, las multinacionales intentan responsabilizar al individuo de los problemas de los que las empresas son los causantes, y generar beneficios comercializando sus “soluciones”. Basta con destacar que uno de los patrocinadores de la COP26 es la cadena de supermercados Sainbury’s —uno de los principales promotores de los plásticos de un solo uso— para evidenciar la hipocresía de la conferencia.
La resistencia activista
Sin embargo, y al margen de la burocracia capitalista, una oleada de protestas y manifestaciones ha irrumpido a los alrededores de la conferencia. Miles de activistas han tomado las calles para reclamar el cambio urgente que es realmente necesario.
Bajo el eslogan de “Blah, Blah, Blah”, las y los activistas reclamamos cambios que vayan más allá de la palabrería. El espíritu en Glasgow es combativo y radical: el mensaje más claro es que el tiempo se ha acabado, y que las reformas no serán suficientes. Las movilizaciones se caracterizan por pedir un cambio de sistema total, donde las promesas para dentro de una década no tienen cabida.
Por ejemplo, el grupo Extinction Rebellion ha organizado numerosas protestas que han tomado la ciudad. En los primeros días de la conferencia hemos visto manifestaciones de cientos de personas a diario, reclamando el fin del capitalismo verde y exigiendo a los líderes que escuchen las demandas del resto de la sociedad. Por otro lado, la presencia de las nuevas generaciones es más relevante que nunca. Las manifestaciones son en su mayoría lideradas por personas jóvenes y estudiantes que, más allá de resultar moderadas, son frecuentemente el sector más insistente en un cambio de sistema.
Finalmente, una oleada de solidaridad ha caracterizado las movilizaciones. Por ejemplo, previamente a la conferencia se puso en marcha una red de apoyo para activistas. En este sistema, activistas que requerían alojamiento para asistir a las movilizaciones han podido hospedarse con otros activistas.
Más recientemente, un edificio ha sido okupado en una colaboración entre activistas locales e internacionales para alojar a líderes y lideresas de pueblos indígenas que no habían podido acceder a alojamiento. Estas muestras de organización local son también una muestra del carácter internacional del movimiento, y de su capacidad para conectar a activistas más allá de las fronteras impuestas por los estados.
El Estado reprime
Por otro lado, y como era de esperar, el Estado no ha tardado en reaccionar ante esta masiva movilización de la ciudadanía. Más de 10.000 policías han sido especialmente enviados a Glasgow desde todos los rincones del Reino Unido, previamente entrenados como antidisturbios. Acuden a Glasgow preparados para ejercer la violencia, y no han tardado en abusar del poder que tan gratuitamente se les ha concedido.
Hemos visto arrestos violentos y detenciones masivas de activistas, pero también residentes forzados a pasar la noche fuera de su casa después de que la policía les impidiera el paso a su propia calle.
Cabe destacar que la respuesta violenta para la cual dicen haber acudido a Glasgow es producto de su creación. Las movilizaciones y manifestaciones son de carácter pacífico y organizado. La policía es la única en ejercer la violencia a través de arrestos masivos, o forzando apelotonamientos contra los que pueden cargar.
¿Y ahora qué hacemos?
Cuando aún faltan dos semanas para que termine la COP26, el resultado es evidente: los líderes mundiales y las empresas nunca serán capaces de frenar el cambio climático. Hacerlo implicaría contradecir el mismo sistema capitalista que ha permitido su existencia.
La verdadera esperanza reside en las movilizaciones masivas del resto de la sociedad.
Desde sindicatos a estudiantes, pasando por toda la clase trabajadora, la verdadera medida del éxito de esta conferencia será la implicación de estos grupos. Asimismo, la conferencia presenta la oportunidad para estrechar lazos con organizaciones en otras partes del mundo, especialmente en el Sur Global.
El cambio climático debe abordarse desde una perspectiva internacional y de clase, y Glasgow presenta el escenario perfecto para presionar por un cambio real, y está en nuestras manos hacerlo realidad.
Laura Verdasco Menéndez es militante del Socialist Workers Party en Glasgow, y activista estudiantil ante la COP26.