Xoán Vázquez
Portugal se encamina a unas nuevas elecciones después de que el primer ministro socialista, António Costa viera como sus presupuestos para 2022 eran rechazados por sus socios parlamentarios, el anticapitalista Bloco de Esquerda (BE) y la Coalición Democrática Unitaria (CDU), integrada por el Partido Comunista y Los Verdes, que acusan a Costa de haberse derechizado para contentar a la Comisión Europea.
El modelo portugués
Hasta 2015 una característica del sistema político portugués era la poca estabilidad gubernamental. Buena prueba de ello es que solo 5 de los 15 primeros ministros llegaron al final de su mandato. Por eso, resulta sorprendente que estos seis últimos años el “modelo portugués”, denominado gerigonça (artilugio o invento) por sus detractores, fuese la envidia de la izquierda europea e invocado como ejemplo de pragmatismo y buenos resultados.
Los laboristas británicos llegaron a calificar la experiencia portuguesa como la cuarta vía y el economista Joseph E. Stiglitz, en un artículo publicado en abril de 2019 en el New York Times, acuñó el término Capitalismo Progresista. Incluso el Financial Times le dedicó un extenso y profundo análisis en su sección “The Big Read” con el título “Portugal: ¿el camino europeo para salir de la austeridad?” en el que alaba la capacidad del gobierno portugués de sanear las cuentas públicas y mantener la cohesión social.
Pero esa supuesta estabilidad era, desde las elecciones de 2019, bastante precaria, como lo demuestra el hecho de que en los dos últimos años el Gobierno del Partido Socialista (PS) haya conseguido sacar adelante el proyecto presupuestario gracias a la abstención de sus socios parlamentarios, en 2020 del BE y de la CDU, y en 2021 con la abstención de la CDU.
Prueba de este distanciamiento es un estudio de voto parlamentario realizado en 2019 que demuestra que el Partido Socialista votó más veces junto a la derecha que con sus aliados.
Las elecciones de 2015
Las elecciones legislativas celebradas en octubre de 2015 dieron la victoria a la coalición de derechas Portugal al Frente —integrada por el Partido Popular Democrático/Partido Social Demócrata (PPD/PSD) y el Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP)— pero la suma de diputados de izquierdas (122) formaba una nueva mayoría parlamentaria.
Después de muchas vicisitudes, a finales de noviembre de 2015, el presidente de la república nombró al socialista António Costa como nuevo primer ministro.
Como tanto el Bloco de Esquerda como la CDU habían rechazado la fórmula de gobierno de coalición, se articuló una fórmula de respaldo parlamentario. Pero el acuerdo de izquierdas respondía a unas circunstancias específicas.
El 17 de mayo de 2014, Portugal dejaba de estar bajo la tutela de la troika tras 3 años de un durísimo programa de austeridad, a cambio de los 78.000 millones de euros del rescate financiero solicitado en abril de 2011 por el gobierno del PS. Sería la derecha, victoriosa en las elecciones legislativas de ese año, la encargada de aplicar ese plan de austeridad, entre cuyas medidas estaban el recorte de pagas extras de funcionarios y pensionistas, así como la subida del IVA, incluso en productos de primera necesidad.
Por consiguiente, cuando se celebraron las elecciones en 2015, la gente quería pasar página de la austeridad tras la legislatura del rescate y eso motivó que el apoyo a la izquierda se incrementara en medio millón de votos y que ésta decidiera articular modos de colaboración para tratar de revertir el austericidio de la troika.
La realidad es que en estos años de Gobierno, Costa no ha tocado la reforma laboral implementada durante el periodo de la troika, que facilita el despido y la precariedad laboral. Los salarios de promedio rondan los 830 euros si son indefinidos. Si son temporales —mucho más numerosos— se acercan a los 750 euros. Es prácticamente lo mismo que cuesta una mensualidad de alquiler de un apartamento de una habitación en Lisboa u Oporto.
Desde 2018, los paros y las protestas forman parte del paisaje y algunas —como las de educación y sanidad— se han instalado de forma permanente en la vida del país. Tienen las mismas reivindicaciones: que sus salarios de los años de la crisis se actualicen y que se repongan las plantillas devastadas por el paso de la troika.
Si 2018 se cerró con 260 huelgas importantes, en marzo de 2019 ya había 112 preavisos de huelga. A lo largo del año metro, transportistas, pilotos aéreos, gasolineras y enfermeros-enfermeras de quirófano hicieron huelga. En algunos casos la respuesta del ejecutivo fue movilizar al ejército y en otros intervenir impidiendo el derecho a la huelga.
Y el 2021 post-pandemia se está cerrando con 72.000 parados más, la mayoría procedentes de despidos en grandes empresas como TAP, Efacec o Banco Santander.
Severo castigo a la izquierda
Las elecciones locales del pasado septiembre no solo significaron un desgaste mayor del esperado para el Gobierno del Partido Socialista, sino también un severo castigo a la izquierda (Partido Comunista y Bloco de Esquerda) que ha sido su apoyo los últimos seis años.
Aunque António Costa, primer ministro y secretario general del Partido Socialista, trató de resaltar el hecho de que, por tercera vez consecutiva, ganara los comicios locales, el desgaste socialista es claro pues ha perdido el poder en las ciudades más pobladas: Lisboa, Coimbra, Funchal, Oporto y Braga. Aunque sigue siendo el partido más votado (con 21.000 votos más que la coalición de derechas) pierde 250.000 votos.
Duro castigo electoral para el Partido Comunista (PCP), que perdió las alcaldías de sus bastiones históricos como Évora o Loures, y para el Bloco de Esquerda, que no logra despegar en el ámbito municipal. Los comunistas perdieron más de 80.000 votos en uno de sus peores resultados electorales jamás vistos.
Decepción también en las filas de la formación de ultraderecha Chega que, aunque consiguió 20 concejales, no logró mantener el importante apoyo que obtuvo en las elecciones presidenciales de enero, cuando se convirtió en la tercera fuerza más votada con cerca del 12% de los sufragios. Aun así, con 206.000 votos, que los sitúan por delante del BE, la extrema derecha demuestra capacidad electoral en el ámbito local, lo cual es sumamente preocupante.
La abstención de más del 46% (una de las más altas desde que se celebran elecciones, en 1976) fue la auténtica vencedora de una jornada que también fue positiva para la coalición de centro derecha que logró un resultado superior al esperado.
Ruptura del acuerdo parlamentario
Tras los malos resultados electorales, y para calmar el descontento interno, la dirección del PCP decidió tomar ejemplo del BE, que ya lo había hecho con los presupuestos de 2021, y romper de inmediato con el apoyo al Gobierno del PS, para poder retomar un lugar en la oposición.
Lo incongruente es que PCP y BE, que tanto usaron el fantasma de la derecha para justificar su apoyo a la aprobación de seis presupuestos de Estado del PS, son ahora los mismos que cuestionan y critican los de 2022, similares a los anteriores, abriendo la posibilidad para algo peor: un gobierno de la derecha con la extrema derecha.
Ahora que tanto el PCP como el BE han decidido romper sus ataduras con el gobierno del PS, es buen momento para refrescarles la memoria de lo que han sido realmente estos años de política de conciliación con el PS, en los que se han limitado a proponer meros ajustes a las medidas del Gobierno.
Por eso es hora de que la izquierda anticapitalista ande su propio camino. Si han sido capaces de colaborar para mantener un Gobierno del PS, también lo deberían ser para crear una alternativa de izquierdas movilizadora que luche por una transformación estructural del país.