ES CA

Isis Gónzalez

Escribir estas rayas sobre la realidad de Colombia altera. Es sentir el peor de los malviajes, es acercarse al horror, que te condenen al exilio, es tener que migrar y dejarlo todo, entrar en estado de pánico, y ¡claro! cuando digo Estado, me refiero a lo que han hecho los gobiernos con el país.

Narcos que ponen presidentes cada cuatro años, se repite, y una nueva temporada de Netflix sale al aire, pero esto no solo se resume en una historia de pistoleros, es una herida abierta que desangra a un pueblo. Ni Escobar, al que convirtieron en leyenda con ayuda del gobierno, se imaginó que el “presidente eterno”, Álvaro Uribe, estaría en el poder tantos años, y que se adueñaría de todas las instituciones, liderando el Estado de corrupción y crimen.

Este trapicheo lo siguen heredando los reyezuelos, comprando votos para seguir en el poder, con dinero del polvo que mueve la economía nacional, y que esconden en viajes en contenedores a Estados Unidos y al Estado español, el país que recibe más cocaína de este continente. La situación de Colombia no es realismo mágico, no hay que romantizar esta tragedia, y ¡claro! si por aquí pasa la mayoría del negocio, la situación de Colombia nos implica a los de allá y los de acá. Sobre todo cuando “el gobierno más progresista de la historia”, la coalición del PSOE y Podemos, le otorga medallas como la Gran cruz de Isabel la Católica a Iván Duque, el presidente de Colombia. Imposible no recordar a Pinochet.

La medalla española, como en la época que cambiaban “espejos” por oro, nos la cambian por tratados económicos contra la vida, nos quisieron borrar el estallido social: 44 asesinatos cometidos por la policía, ordenadas por el invitado de honor, el nuevo “Patrón” —dispararon con armas posiblemente de fabricación española—, 29 homicidios en proceso de verificación —pertenecen a la Fuerza Pública o a paramilitares en las calles—, 1.617 víctimas de violencia física, 82 víctimas de agresiones oculares, 77 desapariciones, 228 víctimas de disparos de arma de fuego, 28 víctimas de violencia sexual, 9 víctimas de violencia basada en género, 2.005 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes, 784 intervenciones violentas en el marco de protestas pacíficas, 35 casos de uso de armas Venom por parte de la policía, según la ONG Temblores. Cuerpos asesinados flotando en los ríos en el marco de la protesta, abuso sexual a mujeres.

El pueblo empobrecido de Colombia estalló, porque en el pico más alto de la pandemia, le subieron los impuestos a los huevos, al agua y al pan, ahorcan al pueblo: “No lo dejan respirar”. Nuevos impuestos, y los jóvenes sin futuro, sin trabajo, sin alimentos, perdieron lo único que les quedaba: sus vidas, decenas de colombianos fueron asesinados y desaparecidos.

Para limpiar las huellas de las masacres a nivel internacional y las violaciones de derechos humanos, sumados a la fosa común colombiana más grande, los 6.402 asesinados por el ejército, éstos no tenían nada que ver con la guerra, son asesinatos a manos del ejército y por la espalda, para hacerlos pasar por guerrilleros en combate, a ese horror le pusieron un letrero grande que decía: “Colombia diversa y vital”. Duque “invitado de honor en la feria del libro” premiado y condecorado, y como dice el filósofo preferido de Duque, J. Balvin: “este es el negocio, socio”, ¿cómo no?

Mientras los presidentes estrechan sus manos por el trato económico, 600 empresas españolas reciben beneficios por trabajar en Colombia, como las petroleras, bancos, teleoperadoras… por el bajo costo de la mano de obra. Empresas que pueden generar desplazamientos o exilio de territorios protegidos o sagrados, sumado todo ello a la problemática ambiental.

En este caso la economía es un derecho humano, y es legal cuando le conviene a empresarios y políticos colombianos y españoles, pero en ese traqueteo de negocios ¿qué dijeron Duque, Sánchez y el PSOE —que legitimó la medalla— sobre la situación laboral de los y las ciudadanas migrantes colombianos o sobre la negación de asilo a un 96% de las solicitudes a colombianos según el CEAR, a los que por no tener papeles, se les ilegaliza la vida, el derecho a una economía humana sostenible y a ganarse su sustento para poder sobrevivir, para enviar remesas que aumentan la economía de ambos países? No dijeron nada. Este derecho debe ser para todos y todas, no solo para las élites trepadoras.

Si para ustedes que asisten a palacios, cenas y hoteles lujosos, con el dinero del pueblo, muy parecido al derroche de Escobar, es importante la economía, para las personas colombianas migrantes también lo es, a quienes se les niega derechos fundamentales y humanos, como al trabajo y a la libertad sujeta al proceso de ser irregulares. ¡Vaya dicotomía vociferada por los defensores del liberalismo económico!

Las personas colombianas, desde que nacimos, hemos experimentado la guerra en los barrios, en los centros comerciales, en las esquinas, y sabemos que fue peor la cura que la enfermedad. Hacemos un llamado a la sociedad española, catalana, colombiana y latinoamericana. A quienes sean clientes y empresarios de nuestra casa. Unamos esfuerzos para solicitar garantías en los tratados económicos de Duque y Sánchez, donde debe existir espacio para la #RegularizaciónYa de la mano de obra y de los cuidados. La ilegalidad la condiciona la burocracia y viola el derecho internacional humanitario.

No somos ni moralistas, ni fanáticas, pero estamos seguras que juntas desde los movimientos de izquierda o nuevas posturas populares —no académicas colonizadoras que solo mantienen el engranaje del viejo sistema, y que se repiten como un rosario, llevándonos a nuevas guerras— necesitamos generar encuentros, nuevos discursos y formas pedagógicas fraternas para avanzar, alinearnos en el sentir-pensar para lograr llegar al pueblo, porque no hay una empatía real con lo popular.

Después de tantos muertos y sufrimiento humano por las economías sumergidas en el Estado español y en Colombia, se debe promover la legalización de las sustancias psicoactivas, por la salud pública, por evitar masacres en los territorios colombianos, para fortalecer las economías campesinas y populares. Solidaricémonos con la situación que viven diariamente los y las colombianas migras, que huyen de su tierra por la falta de oportunidades y por las guerras impuestas. Necesitamos el apoyo de todos y todas.