Juan Antonio Gilabert
Llegan buenas noticias desde Perú: la familia Fujimori ha perdido el poder del que ha disfrutado desde hace dos generaciones. Con ayuda tanto de las grandes fortunas del país y como de las extranjeras, y siempre desde la derecha ultra liberal, han estado marcando el pasado y el futuro del país andino. Primero el padre y fundador de la dinastía y después su hija.
Alberto Kenya Fujimori llegó al gobierno el 28 de julio de 1990 y ahora se encuentra en prisión por diversos crímenes contra la humanidad en su guerra del terror contra el grupo armado Sendero Luminoso. En su gobierno, se practicaron políticas privatizadoras de las principales empresas públicas, al mismo tiempo que implementó el racismo institucional, dejando a las clases pobres y racializadas al margen del Estado.
Su legado más significativo fue instaurar el modelo de libre mercado que aún está vigente. Además, durante su mandato, dio un autogolpe, dándose a él mismo más poder político. El 21 de noviembre de 2000, el congreso lo desbancó del poder por incapacidad moral. En estos momentos, cumple condena por crímenes contra la humanidad, tras ser juzgado.
El 6 de junio de 2021, se celebró la segunda vuelta de las elecciones presidenciales peruanas, a las que llegaron Keiko Fujimori —seguidora de su padre y defensora de su nefasto legado, que sigue vigente en Perú— y Pedro Castillo, profesor de profesión y sindicalista, perteneciente a la izquierda indígena peruana y educado políticamente en la lucha contra el fujimorismo.
Pedro Castillo ganó las elecciones, generando sorpresa y regenerando el panorama político en el país andino, ya que es la primera vez que un candidato venido de la sierra (así se llama a la zona andina del Perú) y criado políticamente en las luchas obreras, llega al poder. Esto ha hecho que las clases obreras e indígenas se ilusionen con el nuevo presidente y que la derecha y el fujimorismo comiencen una trasnochada campaña anticomunista, reflejo del miedo que hay entre el empresariado peruano e internacional, de que el nuevo presidente, pueda hacer políticas sociales que desmantelen la obra de Alberto Fujimori.
El presidente saliente, Francisco Sagasti, temeroso de los posibles incidentes, lanzó un mensaje: “Hago un llamado a toda la ciudadanía para que tan pronto termine la jornada electoral mantengamos la serenidad y esperemos los resultados oficiales de las autoridades electorales. Invoco especialmente a los candidatos y a sus organizaciones políticas a respetar escrupulosamente la voluntad del pueblo expresada en las urnas.”
La derecha no fujimorista respondía así, terminada la campaña electoral y las elecciones en segunda vuelta, ante el peligro de una sublevación desde la extrema derecha peruana, que tiene miedo de que el nuevo presidente cambie el estatus quo.
La llegada de Pedro Castillo a la presidencia no se puede entender sin las luchas sociales que se han vivido en Perú en los últimos años, radicalizadas por la crisis económica de 2008 y ahora por la crisis sanitaria de la Covid-19.
En septiembre de 2020, el parlamento peruano, de mayoría conservadora, dio un golpe de Estado al presidente Martín Vizcarra para, entre otras cosas, darle el control de las comunicaciones a la empresa española Movistar. Esto generó que la población saliera a la calle a defender, no al presidente, sino al Estado de derecho peruano, derribando el golpe y consiguiendo que se produjeran las elecciones en las que ganó el actual presidente.
Todo esto venía ya de lejos. Martín Vizcarra había caído en desgracia por la acusación de lavado de dinero en una autopista hacia Brasil. Pero los que impulsaron el golpe de Estado también estaban inmersos en la corrupción.
Todo este sistema corrupto es el resultado de la constitución que puso en pie Alberto Fujimori, cuya sentencia carcelaria también incluye condenas por corrupción.
Fiel seguidora de su padre, Keiko Fujimori ahora también se enfrenta a cargos de corrupción.
Alzamiento
La represión que se vivió durante el golpe de Estado no logró nada. Las manifestaciones se convirtieron en un alzamiento, decidido a llegar hasta el final. Esos cinco días que estremecieron al Perú enviaron un mensaje más grande. Llegaron pocos días después del regreso de Evo Morales a Bolivia y la derrota del golpe allí. Días después vino el triunfo del referéndum en Chile, que también llegó como continuación del levantamiento del pasado otoño.
Al mismo tiempo, Colombia ha experimentado dos grandes conflictos en los últimos meses que se han convertido recientemente en un motín contra la violencia policial. En Ecuador, hace un año, nuevamente fueron las calles las que hablaron y dieron caza al gobierno de Moreno. Aquellos que querían ver una ola de reacción en América Latina tras la victoria de Bolsonaro en Brasil se quedaron con las ganas.
Lo que se generaliza en todas partes es que la crisis política adquiere un carácter más brutal y que los conflictos traspasan las fronteras parlamentarias y se llevan a las calles, incluso a lugares que se consideraban baluartes de estabilidad.
Liberalismo salvaje
En las últimas décadas, Perú y Colombia eran el ejemplo del liberalismo más salvaje; el Perú era el más estable y menos problemático.
Pero como ya sabemos, con las elecciones no se solucionan los problemas de la clase trabajadora y tampoco se solucionan desde el gobierno. Pedro Castillo es el símbolo en Perú de la regeneración. No forma parte de la corruptela política peruana y viene de las luchas en la calle.
La organización que hizo presidente a Pedro Castillo se llama Perú Libre y es una organización pequeño burguesa con un programa capitalista reformista indescifrable. Surgido en la provincia de Junín, fue fundado por su ex gobernador: Vladimiro Cerrón, sin un programa socialista.
El programa electoral ha consistido en una serie de proyectos más o menos progresistas, nacidos de las diferentes luchas en las que ha participado la organización política. Perú Libre se declara marxista-leninista-mariateguista. El mariateguismo es una visión marxista indígena creada a partir de las ideas de José Carlos Mariátegui, filósofo y político peruano de principios de siglo XX. La organización política MAS en Bolivia también está influenciada por el mariateguismo.
Perú, al igual que el resto de América del Sur, está en una encrucijada. Están volviendo las protestas obreras y los gobiernos de izquierdas, pero solo con la lucha en la calle y una organización anticapitalista, desde abajo, podrá al fin conseguir un futuro digno para todo el pueblo peruano. Estaremos expectantes.