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Eric Fretz

El huracán Ida azotó Estados Unidos al final de un verano de incendios, olas de calor e inundaciones. Eric Fretz escribe sobre la conexión entre el cambio climático y el capitalismo.

Una y otra vez bajo el capitalismo, hemos visto a las personas más pobres golpeadas de manera desproporcionada por los efectos mortales de eventos como ciclones y terremotos, ya que los desastres naturales resaltan las desigualdades antinaturales existentes. Ahora es obvio que no solo los efectos, sino también las causas del clima extremo, se derivan del capitalismo.

El reciente informe del IPCC (Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático) demostró que las temperaturas del aire y del mar más altas causadas por el calentamiento global ya han provocado más huracanes, y continuarán haciéndolo. “En los últimos setenta años”, señaló Bill McKibben, “Estados Unidos ha padecido de promedio tres tormentas terrestres al año; Ida es el decimoséptimo en los últimos dos años.”

Pero el calentamiento también conduce a una “rápida intensificación” de las tormentas. Ida se convirtió en huracán en solo seis horas.

Cuando Ida azotó la costa de Louisiana, el domingo 29 de agosto, como un huracán de categoría 4 con vientos de hasta 240 km/h, fue la segunda tormenta más poderosa en azotar al estado de su historia registrada.

Devastación

Más de 1 millón de hogares y negocios en Louisiana y Mississippi están sin electricidad, incluida toda la ciudad de Nueva Orleans, algunos lugares pueden permanecer sin electricidad durante semanas.

Las estaciones de bombeo de aguas residuales en Nueva Orleans, que no tienen energía de respaldo, dejaron de funcionar, dejando a 441.000 personas en 17 parroquias sin agua potable y sin agua para los inodoros. Otras 329.000 personas han de hervir el agua para su consumo. Sin embargo, a muchos les puede resultar difícil hervir agua sin electricidad.

A esta miseria se le sumó un aviso de calor que combinado con la humedad hizo alcanzar temperaturas reales de más de cien grados Fahrenheit (unos 38º C).

Decenas de miles de residentes se quedaron solos tratando de descubrir como huir, e incluso aquellos con automóviles se quedaron parados en carreteras colapsadas.

En un escalofriante recordatorio de los horrores del Katrina, el Departamento de Policía de Nueva Orleans anunció que se establecerían “patrullas contra el saqueo”. Luego, el alcalde utilizó los arrestos resultantes para justificar un toque de queda y llamar a la Guardia Nacional, no para rescatar a las personas o reconstruir, sino para patrullar las calles.

Al igual que con el Katrina, son las personas pobres y negras las que corren mayor riesgo de perder sus hogares y sus vidas.

Ida llegó un año después del huracán Laura, que provocó una destrucción generalizada en el área industrial mayoritariamente negra alrededor de Mossville, provocando incendios químicos y convirtiendo a Lake Charles en una sopa tóxica. El desplazamiento y la continua escasez de viviendas provocados por Laura agravaron la propagación de la Covid en la zona.

El desplazamiento provocado por Ida en Nueva Orleans podría ser aún peor. Los hospitales de Louisiana ya están llenos con más de 2.400 pacientes con coronavirus. No hay suficientes camas vacías en el estado para evacuar a los pacientes de los hospitales de Nueva Orleans. El personal de un hospital informó haber tenido que bombear aire manualmente a los pulmones de los pacientes con Covid intubados mientras los trasladaban a un piso con un generador en funcionamiento.

Secuelas

Tras pasar por Nueva Orleans, Ida seguía siendo una gran tormenta, que provocó inundaciones mortales desde la costa de Luisiana hasta Tennessee y la costa este. En el camino provocó tornados en tres estados y mató a cerca de 50 personas en el noreste. En la ciudad de Nueva York se ordenó el estado de emergencia tras una nueva precipitación récord (aunque muchos trabajadores esenciales mal pagados desafiaron la tormenta). La mayoría de los muertos por la tormenta en Nueva York, muchos de ellos inmigrantes, se ahogaron en apartamentos alquilados ilegalmente en sótanos.

El informe del IPCC predijo que las fuertes lluvias e inundaciones aumentarán en el noreste durante años, mientras que el oeste de EEUU se enfrentará a un aumento de sequías e incendios.

El huracán Katrina nos advirtió no solo del clima extremo, sino también de la negligencia local y federal y los efectos mortales del racismo. Tras el Katrina, se mejoraron los diques en una Nueva Orleans gentrificada y, afortunadamente, resistieron el huracán Ida. Pero, como señaló un médico de Nueva Orleans, “el sistema es menos ambicioso que el que los louisianos exigieron después del Katrina, y la protección que ofrece se debilita cada día, a medida que los humedales que separan a la ciudad del Golfo de México se vuelven más húmedos”. En general, el desastre del Katrina se utilizó para impulsar la privatización y el desplazamiento, no para mejorar la infraestructura social. La desigualdad económica siguió aumentando junto con el nivel del mar; el racismo y las emisiones de combustibles fósiles siguieron aumentando.

El capitalismo está causando este caos climático, así como la desigualdad que hace que las personas negras y pobres, que contribuyen menos al cambio climático, paguen el precio más alto.

La lucha por delante

El sindicato UNITE HERE emitió una declaración sobre el huracán Ida que concluyó correctamente: “La justicia climática es un tema de justicia económica y racial, y como movimiento obrero sabemos cómo unir a las personas en momentos de crisis, y sabemos cómo construir un movimiento que puede lograr un cambio extraordinario… debemos actuar juntos, no solo para brindar alivio, sino para abordar las causas subyacentes del cambio climático que ponen a las personas en los márgenes económicos de todo el mundo en mayor peligro”. Todos debemos construir un movimiento climático grande y combativo, e involucrar a los sindicatos de una manera que ponga estas palabras en acción.

Debemos exigir que el gasto masivo en ‘infraestructuras’ se dirija, no a aumentar a las ganancias de las empresas estadounidenses, sino a proteger a los más vulnerables de lo que ahora son los efectos inevitables del cambio climático.

Fundamentalmente, también debemos luchar para detener más emisiones de carbono, que están empeorando estos efectos y nos llevan a una catástrofe, y reconstruir de una manera justa y ecológicamente sostenible. Pero esto significa enfrentarse a todas las prioridades del capitalismo y luchar por un sistema diferente basado en las necesidades humanas y la solidaridad.


Eric Fretz es militante en Nueva York de Marx21 USA, nuestro grupo hermano en Estados Unidos. Este artículo apareció en su web.