Este largo artículo explica el trasfondo de los intentos imperialistas de ocupar Afganistán. Una parte se basa en el artículo de Jonathan Neale, “Afghanistan: the case against the ‘good war’”, y otra parte es fruto de la investigación del propio autor sobre los gasoductos y las negociaciones llevadas a cabo entre los talibanes y diversas potencias extranjeras.

Miguel Silva

Introducción

El día 6 de febrero de este año, pocos meses antes del anuncio de la retirada de las fuerzas estadounidenses (oficiales) de Afganistán, una delegación de los talibanes hizo una visita sorpresa a Turkmenistán para comprometer su apoyo a un gasoducto de gas natural (TAPI) que se planea que pase a través de Afganistán. Suhail Shaheen, miembro del equipo de negociación de los talibanes con sede en Qatar, dijo a los periodistas en Ashgabat, en inglés, que su movimiento estaba ofreciendo “apoyo total para la implementación y seguridad del TAPI y otros proyectos de desarrollo en nuestro país… Estamos tratando de contribuir a la prosperidad de nuestra gente y al desarrollo de nuestro país proporcionando protección a todos los proyectos”.

Afganistán es uno de los países más pobres del mundo. Más de un millón de afganos han muerto en más de cuatro décadas de guerra y casi todos han perdido a alguna persona cercana.

Afganistán es un país en guerra… una guerra contra los terroristas, nos dicen. Una guerra contra los fanáticos, yihadistas, machistas, salvajes, una guerra contra personas que no son “modernas” y por lo tanto merecen morir.

En este artículo, se intenta contar algo de la verdadera y trágica historia del país.

Primero, para ubicarnos, unas fechas y hechos:

  • 1978-1979: Golpe comunista y luego invasión de fuerzas rusas.
  • 1979-1994: Guerra contra las fuerzas rusas (hasta 1988) y luego entre los partidos islámicos y las facciones de Muyahidines.
  • 1994-2001: Ascenso de los Talibanes y su gobierno (1996) con apoyo de EEUU.
  • 1995-1996: Comienzo del proyecto del gasoducto TAPI.
  • 2001-2021: Segunda ocupación de fuerzas estadounidenses. Comienzo de la resistencia talibán (2004).

Los orígenes de la guerra de los 50 años

Hasta 1974, Afganistán fue gobernado por un rey, Zahir Shah. En 1970, el gobierno central había elegido y respaldado a un khan, líder en la mayoría de los valles del país, pero el país era más una dictadura que una democracia, porque el poder real estaba en manos de los grandes terratenientes. El Estado era una empresa conjunta de esos khan, el ejército y el rey.

Una tarde de otoño de 1971 en un pueblo afgano, durante una protesta de estudiantes secundarios, un joven subió a una caja de madera y gritó en voz alta “¡Muerte a los khans!”… y sus compañeros le hicieron coro. ‘Khan’ es la palabra en el idioma pastún para el hombre que es un gran terrateniente y es el poder local. Nadie dijo nada cuando escucharon los gritos. Nadie sonrió. Si lo hicieran, el khan lo sabría. Pero el silencio significaba apoyo.

Los jóvenes en la protesta, por su parte, eran parte de un movimiento nacional de estudiantes y gente educada, dirigido por comunistas. Tenían buenas razones para querer derrocar el orden establecido porque Afganistán era un país muy pobre. La tierra era árida, a menudo montañosa o desértica; solamente alrededor del dos por ciento de la población podía trabajar su tierra con riego. Las principales exportaciones eran hachís, pasas y sombreros de piel de cordero. El 90 por ciento de la gente vivía en las aldeas, pero más de la mitad de los aldeanos no tenían tierra o animales propios y estaban obligados a conseguir al menos parte de sus ingresos por la servidumbre o el pastoreo; un aparcero o pastor se llevaba entre un quinto y un tercio de la cosecha y el terrateniente se llevaba el resto.

En todo el país, en 1972, el salario de un día de trabajo era de 20 afganis. Con esos 20 afganis, una familia podía comprar diez panes al día: tres para el padre, tres para la madre y dos para cada uno de los dos hijos. Podían vivir así, pero no tenían como comprar otros alimentos… de 30 hogares en un pueblo, 29 solo comerían carne una vez al año.

El gobierno real

El gobierno dependía de la ayuda entregada por Estados Unidos y la URSS para cubrir dos tercios de su presupuesto. El rey y los khan no querían desarrollo económico porque sería una amenaza a su poder, así que el dinero extranjero se gastó principalmente en la educación, en un funcionariado sobredimensionado pero inoperante, y el ejército. Esto creó una pequeña nueva clase de personas educadas, hijos de familias campesinas, unos 20.000 graduados universitarios en una población de 15 millones en 1978.

Pero la vieja élite había sido tan pequeña que la mayoría de la nueva clase educada a menudo eran los primeros hijos de la familia en terminar la escuela secundaria y llegaban a la ciudad repletos del odio de sus padres hacia los khans y el gobierno. Su educación les despertó un anhelo por la ‘modernización’.

Esta nueva clase tenía dos corrientes políticas: por un lado, los comunistas que encontraban esperanza en la URSS y por el otro los islamistas que apoyaron a la Hermandad Musulmana en Egipto en vez de a las tradiciones más místicas del islam afgano. Ambas corrientes vieron las tradiciones como el problema central, la educación como una respuesta y el cambio revolucionario como una necesidad.

A principios de la década de 1970, los comunistas y los islamistas se enfrentaron en la Universidad de Kabul y en las escuelas secundarias de la ciudad en batallas relacionadas con su política sobre la religión, el comunismo y la familia real. Los comunistas ganaron porque tenían mucho más apoyo y los dirigentes estudiantiles islamistas huyeron al exilio en Pakistán.

Revolución desde arriba

En 1972, una hambruna devastadora arrasó el norte y el centro del país. El gobierno del rey no hizo nada para contrarrestarla, mientras los altos funcionarios robaban la ayuda alimentaria. Por lo tanto, cuando el primo del rey, Mohammed Daoud, dio un golpe de estado en 1974 para crear una república socialista islámica, nadie apoyó al antiguo orden. Al principio, la dictadura de Daoud ganó apoyo de la Unión Soviética y por lo tanto de los comunistas, para luego, a principios de 1978, girarse hacia Estados Unidos, tomando presos a los principales dirigentes comunistas.

Acto seguido, los comunistas lanzaron un golpe de estado basado en oficiales del ejército y la fuerza aérea, muchos de ellos entrenados en la Unión Soviética. Como los otros comunistas, la mayoría de los oficiales eran hombres educados de origen modesto y casi ninguno estaba dispuesto a morir por Daoud que era parte de la familia real. Sin embargo, mientras el nuevo gobierno comunista tenía apoyo en las ciudades, tenía muy poco en el campo, donde vivían el 90 por ciento de los afganos y donde el servicio militar obligatorio encontró a sus reclutas. Los soldados rasos reflejaban la composición del país, pero los comunistas ni siquiera intentaron ganar apoyo entre estos soldados. Esto resultaría ser su debilidad fatal.

Los comunistas querían romper el poder de los terratenientes y liberar a las mujeres. Sus primeros decretos sobre la reforma agraria y los derechos de las mujeres fueron en gran parte simbólicos, pero nadie dudaba que iban a venir más cambios.

Luego comenzaron pequeños levantamientos rurales contra el nuevo gobierno, dirigidos por mulás (o pastores) locales quienes argumentaban que los comunistas eran ateos, títeres de los rusos y que querían destruir la modestia de las mujeres.

Debido a que los comunistas no tenían un apoyo real en el campo, su primer paso fue enviar a los funcionarios gubernamentales educados, con su ropa occidental, a las aldeas en sus jeep 4×4. Los aldeanos los veían como iguales a los hombres del antiguo gobierno opresor y cuando el envío de funcionarios fracasó, la respuesta del gobierno fue arrestos y torturas, bombardeo aéreo y al final un ataque indiscriminado contra los campesinos. En 18 meses, las rebeliones controlaban gran parte del país.

Los comunistas eran hombres y mujeres valientes y dedicados, pero habían intentado hacer una revolución desde arriba hacia abajo, no de abajo hacia arriba. Querían un país moderno, “desarrollado y civilizado” como la URSS. Y eso significaba, obviamente, una estructura social como la dictadura que vieron allí.

Mientras, a medida que perdían el apoyo popular, los comunistas —que estaban divididos entre dos facciones— comenzaron a matarse entre ellos.

Ocupación y resistencia

El día de la Navidad de 1979, los tanques soviéticos comenzaron a cruzar la frontera.

Afganistán era un país musulmán con un gobierno comunista que se encontraba al sur de las repúblicas de mayoría musulmana de la Unión Soviética con su inmensa riqueza petrolera. Si el gobierno comunista de Afganistán cayera bajo un levantamiento musulmán, el ejemplo podría extenderse fácilmente hacia el norte. Además, muchos miembros de la élite soviética, hombres de poder y conservadores, pensaban que podían negociar con los ancianos de las tribus y las fuerzas moderadas afganas.

Mientras tanto, los mulás decían que los comunistas eran marionetas rusas y parecía que era cierto. Los comunistas perdieron la mayor parte de su apoyo en las ciudades. Los funcionarios, desde hacía tiempo, base comunista, se declararon en huelga contra la ocupación soviética, los ‘asesores’ soviéticos tomaron el control de todos los ministerios y detuvieron todas las reformas del gobierno. Los comunistas tenían que escoger entre colaborar con la invasión o ceder a la reacción sangrienta ‘islamista’. Algunos se fueron, pero la mayoría decidió apoyar a los rusos.

La guerra contra los rusos duró siete años. Las fuerzas armadas soviéticas tomaron posesión de las ciudades y los campos y, alrededor de dos tercios de la población murió, resultaron heridos o se vieron obligados a huir.

El socialismo y el feminismo no son populares en Afganistán, pero esto no se debe a que los afganos siempre hayan sido de derechas y patriarcales, sino que es resultado de lo que se les hizo en nombre de “la izquierda” y “la liberación de las mujeres”.

Las ideas de la resistencia eran las ideas del islam afgano, las de la lucha por dios, la religión y contra una invasión extranjera. Sin embargo, la situación se complicó por la existencia de siete partidos políticos islamistas con sede en Peshawar, la capital de la provincia fronteriza del noroeste del área Pastún que era también parte de Pakistán. Los siete partidos fueron financiados y armados por una alianza de la CIA, el servicio de inteligencia saudita y el brazo de inteligencia de las fuerzas armadas de Pakistán, Inter Services Intelligence (ISI). Mientras la CIA y los saudíes proporcionaron dinero y armas, el ISI paquistaní mantuvo un estricto control de su distribución.

Pakistán en la década de 1980 era una dictadura militar bajo el general Zia y a cambio de apoyar a la resistencia afgana, Zia obtuvo el apoyo estadounidense. La meta del gobierno de EEUU y la CIA fue, por un lado, hacer sangrar a la Unión Soviética y por otro vengarse por su derrota en Vietnam. En fin, el ISI y el servicio de inteligencia saudí apoyaron el islamismo y la CIA no pudo encontrar a nadie más que a los ‘islamistas’ con los que trabajar en Afganistán.

Dentro de Afganistán, cada comunidad se alió a uno de los siete partidos en Peshawar. El líder de una comunidad era a menudo un rival (no un enemigo) de los líderes de las comunidades vecinas, entonces se haría una alianza con un partido político diferente al de ellos. En otras palabras, la resistencia afgana era tanto un pueblo en rebelión como un grupo de clientes estadounidenses, aunque la relación entre los islamistas y la CIA fue siempre una alianza incómoda.

Cambios en el país

Durante la guerra de siete años contra los rusos, las relaciones de clase en las aldeas se transformaron. La vieja élite afgana, los grandes terratenientes y sus aliados en las ciudades, huyeron y nunca regresaron porque muchos tenían el dinero y los contactos para convertirse en afganos-estadounidenses, dejando un vacío en las ciudades donde estaba tomando el poder una nueva clase de gente educada, una nueva burguesía. Tanto los comunistas como los islamistas pertenecían a esta clase, cada ala de la nueva clase organizándose para tomar control.

En el campo, los cambios fueron también profundos, pero distintos. Los viejos propietarios se fueron y nunca regresaron, muchas de las familias más pobres también huyeron como refugiadas, pero a menudo dejaban a un hombre en su aldea para proteger su tierra, porque de repente nadie sabía quién tenía el verdadero derecho sobre gran parte de la tierra. Había nuevos hombres fuertes, los ‘comandantes’ locales de la resistencia en cada comunidad, y en cierto modo esos hombres eran el legado de los viejos khans, pero se diferenciaban en que su legitimidad provenía de su liderazgo en la resistencia… su derecho a la tierra estaba poco establecido porque recientemente habían llegado a sus posiciones. Por lo tanto, al igual que los khans antes de ellos, los comandantes impusieron su poder sobre la tierra con violencia contra cualquier oposición.

La CIA y el ISI paquistaní también dieron paso a una expansión masiva de la producción de opio y heroína en Afganistán. Los cultivos ayudaron a los agricultores afganos a sobrevivir y la venta de drogas recaudó dinero para los partidos políticos y, desde ese entonces, el tráfico de drogas ha crecido tanto en Afganistán como en Pakistán. Esto hace que ambos países sean lugares más inseguros y caóticos y que los líderes regionales compitan por el dinero del narcotráfico.

En 1988, tras siete años de guerra, ganaron los ‘muyahidines’, como se llamaba a los grupos de resistencia. ‘Muyahidines’ significa quienes llevan a cabo la lucha o la ‘yihad’, en este caso una lucha inspirada en la religión contra una invasión extranjera. No significa que fuesen fanáticos.

Sin embargo, tan pronto como los tanques soviéticos se fueron, la CIA y Washington abandonaron a los siete partidos con base en Peshawar y cortaron todo el dinero y las armas. El resultado fue el caos. Los rusos habían dejado atrás un régimen liderado por Mohammed Najibullah, el exjefe de la policía secreta comunista. Mientras los siete partidos políticos islamistas se movilizaron para tomar control de las ciudades, los muyahidines que habían luchado para defender sus comunidades no estaban dispuestos a marchar sobre Kabul y muchos de los habitantes de la ciudad que habían rechazado la ocupación soviética ahora pensaban que Najibullah era preferible a los partidos islamistas.

Tras la caída final de Kabul y de Najibullah en 1992, no había autoridad central en el país. Mientras los partidos islamistas competidores bombardeaban los barrios obreros, los comandantes islamistas locales seguían su ejemplo de combate de todos contra todos.

La gente vivía en una profunda inseguridad mientras esta guerra nacional y de conflictos locales se extendía de un lado a otro en sus territorios; entre la fuerza de los islamistas y la fuerza de los siete partidos, la población solo podía creer en su propia familia y su relación con Dios.

El ascenso de los talibanes

Los talibanes fueron consecuencia de siete años de guerra contra los soviéticos y de siete años más de guerra civil entre los muyahidines. Sin embargo, son un producto del mundo moderno. Nacieron en 1994 bajo el patrocinio del ISI en Pakistán y con el silencioso apoyo de Estados Unidos. Mientras el ejército paquistaní había encontrado a los partidos islamistas inútiles para controlar Afganistán, EEUU quería imponer la “ley y orden” en un Afganistán unido, con el propósito de construir un oleoducto desde Asia Central, sin tener que pasar por Irán o Rusia.

Los talibanes comenzaron como un ejército y atacaron a Afganistán desde Pakistán. Muchos de sus oficiales habían servido en el ejército paquistaní y las tropas eran jóvenes de las escuelas religiosas de los campos de refugiados afganos en Pakistán. Talibán significa simplemente “los estudiantes”.

Los dirigentes de los talibanes eran distintos; eran mulás (o pastores) de las aldeas afganas, hombres con una educación formal limitada quienes nunca habían asistido a la universidad y no procedían de grandes familias terratenientes; eran hombres de bajo estatus social que tenían poco en común con los islamistas educados porque su rigor religioso no era tradicional en Afganistán y tampoco sus largas barbas. Aprendieron durante la larga guerra de bombarderos y helicópteros artillados a no confiar en los cristianos extranjeros.

Al principio, los talibanes prometieron ley y orden, paz y honestidad y, en 1996 (hasta 2001), tras 16 años de guerra e inseguridad, muchos afganos estaban dispuestos a creer esa promesa, tanto más porque se sabía que contaban con el apoyo de Estados Unidos y Pakistán, por ende, podrían lograr la paz. Entre paréntesis, se incrementó la producción de heroína, con el conocido respaldo de la CIA, durante este período bajo los talibanes.

Pero los talibanes también tenían otras dos bases organizativas para su ideología.

Primera, un islam dirigido a hacer cumplir la ley y la ‘modestia’. La modestia significaba mantener a las mujeres en las ciudades recluidas, pero la mayoría de las mujeres rurales todavía tenían que trabajar en el campo. La modestia también significaba mantener a las niñas fuera de las escuelas en las ciudades, aunque en las áreas pastunes los aldeanos insistían en educar a sus hijas. Y muy importante, los talibanes prometieron que sus líderes y soldados no abusarían de los niños y niñas como lo habían hecho a menudo los comandantes muyahidines.

Segunda, la ideología central de los talibanes era el chovinismo pastún. Los talibanes eran exclusivamente pastunes. Tomaron el control del Pastún en el sur y el este del país, e incluso Kabul, en dos años, pero cuando intentaron a tomar Mazar, la ciudad principal del norte del país, la población local (los hazaras) se levantaron contra ellos. Los hazaras eran el grupo más pobre y oprimido y formaban gran parte de los trabajadores urbanos, también habían pasado un siglo de peleas con los pastores pastunes por la tierra. Los talibanes finalmente establecieron su control, pero nunca fue total en el norte, lo que puso fin a su relación con los estadounidenses que necesitaban un gobierno seguro para garantizar la construcción y el control sobre el gasoducto que iba a pasar por el noroeste del país. Los estadounidenses retiraron su apoyo a los talibanes y acto seguido apareció Osama Bin Laden.

La familia Bin Laden tenía una presencia dominante en la industria de la construcción en Arabia Saudita. En la década de 1980, Osama había trabajado en Pakistán coordinando a voluntarios extranjeros, ayudaba a la inteligencia del gobierno saudí y a menudo cruzaba la frontera hacia Afganistán. En cierto sentido, se volvió nativo, adoptando la causa afgana como propia y convirtiéndose en un islamista radical.

Con la retirada soviética en 1988, Bin Laden abandonó Afganistán, pero luego la crueldad brutal del bombardeo estadounidense de Irak en 1991 y la instalación de tropas estadounidenses en la propia Arabia Saudita (que se parecía demasiado a una ocupación cristiana de su Tierra Santa), lo llevaron a la conclusión de que no había una gran diferencia entre las fuerzas soviéticas en Afganistán y las fuerzas estadounidenses en el Medio Oriente.

Tras 1992, entonces, Osama comenzó a construir una red flexible de islamistas opuestos a la familia real saudita y al poder estadounidense, y utilizó el terrorismo individual como táctica. Se exilió en Sudán y luego se trasladó a Afganistán. Si bien los talibanes no lo recibieron con entusiasmo, lo toleraron.

Los gasoductos

Afganistán tiene la mala suerte de estar en el corazón del continente asiático, pero en una posición estratégica que permite a quien controle el país, monitorear de cerca todas las potencias nucleares de la región: China, Rusia, India y Pakistán, y cerrar el cerco de Irán, país que en caso de guerra con EEUU se enfrentaría a un ataque por dos frentes: Irak y Afganistán.

El territorio afgano sería el lugar ideal y más barato para transportar el 40% de las reservas de gas y el 6% de petróleo del mundo.

Con ese propósito, se comenzó a proyectar en 1996 bajo el nuevo gobierno Talibán, el Gasoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI) de 1.814 kilómetros de largo, para transportar gas del campo de gas Galkynysh en Dauletabad, Turkmenistán, hasta Pakistán y la ciudad india de Fazilka, cerca de la frontera entre Pakistán y la India, a través de Afganistán occidental (Herat y Kandahar). El proyecto está dirigido por la compañía petrolífera estadounidense Unocal. En 1996, Unocal abrió una oficina en Kandahar y al año siguiente miembros del gobierno talibán fueron recibidos en EEUU.

Este proyecto nace de la participación de las compañías petroleras internacionales en Kazajistán y Turkmenistán a partir de la década de 1990. Como Rusia, quien controló todas las oleoductos de exportación de estos países hasta los años 90, se niega sistemáticamente a permitir el uso de su red de oleoductos, estas empresas necesitaban una vía independiente de exportación evitando Irán y Rusia.

Turkmenistán tiene la cuarta mayor reserva de gas natural del mundo, se estima en 19,5 billones de metros cúbicos, cerca del 10 por ciento del total mundial.

El proyecto original se inició el 15 de marzo de 1995, cuando se firmó un memorando de entendimiento inaugural entre los gobiernos de Turkmenistán y Pakistán para un proyecto de gasoducto.

En agosto de 1996, se formó el consorcio Gas Centralizado de Asia Central Ltd (CentGas) para la construcción del gasoducto, liderado por Unocal de EEUU. Unocal, que saludó con mucho entusiasmo el triunfo de los talibanes; el consultor de la empresa, Zalmay Khalilzad (que más tarde se convirtió en el representante especial de EEUU para la reconciliación de Afganistán), pidió al gobierno de Estados Unidos que cooperase con los talibanes en un artículo publicado en 1996.

El 27 de octubre de 1997, CentGas fue incorporada en ceremonias formales en Asjabad con el Gobierno de Turkmenistán y, como el gasoducto tenía que pasar a través de Afganistán, CentGas contrató, en 1997, al embajador estadounidense en Pakistán, Robert Oakley, para negociar con los talibanes.

Unocal incluso organizó un viaje a Houston, Texas en noviembre de 1997 de una delegación de alto rango de los talibanes para llevar a cabo las negociaciones.

En enero de 1998, los talibanes seleccionaron a CentGas para la obra y firmaron un acuerdo que permitió que el proyecto propuesto se iniciara.

Luego, en junio de 1998, Gazprom de Rusia renunció a su participación del 10% en el proyecto TAPI. Sin embargo, el día 7 de agosto de 1998, fueron bombardeadas las embajadas estadounidenses en Nairobi y Dar es Salaam. EEUU alegó que Osama Bin Laden estaba detrás de estos ataques y todas las negociaciones de gasoductos se detuvieron cuando el entonces líder de los talibanes, el mulá Mohammed Omar, anunció que Bin Laden tenía el apoyo de los talibanes. Unocal se retiró del consorcio CentGas el 8 de diciembre de 1998 y poco después cerró sus oficinas en Afganistán y Pakistán.

Acto seguido, a finales de 1999, Turkmenistán llegó a un acuerdo con Gazprom sobre la entrega de 20.000 millones de metros cúbicos de gas en el año 2000. ¡Competencia geopolítica-económica!

El mulá Omar, a fin de obtener apoyo internacional para su régimen, decidió prohibir la producción de opio, que en 2001 cayó a niveles cercanos a cero.

La segunda ocupación

El gobierno de George Bush reanudó las negociaciones con los talibanes en febrero de 2001, pocos meses antes del 11 de septiembre. No hay que olvidar el hecho de que se formó, en junio de 2001, una alianza político-militar liderada por China: la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que reúne a China, Rusia y las repúblicas de Asia Central.

El poder global de Estados Unidos siempre se ha basado en la combinación de miedo y consentimiento, por eso fue tan importante para su poder el ataque a las dos torres el 11 de septiembre de 2001. Guerras exitosas en Afganistán e Irak podrían reestablecer a EEUU como la potencia económica y política dominante no solo en el Medio Oriente, sino en todo el mundo.

Así que, desde el 12 de septiembre, Dick Cheney y Donald Rumsfeld movilizaron el contraataque. Afganistán era lo suficientemente débil como para hacer fácil una invasión, entonces ¡a comenzar con ese pobre país!

El gobierno talibán, arrinconado y nervioso, buscó una salida. No podía entregar a Bin Laden y mantener su legitimidad, entonces ofreció entregarlo para ser juzgado en cualquier país musulmán. Pero fue igual, EEUU lanzó una invasión a fines de 2001 de pequeños grupos de equipos de fuerzas especiales y suministró armas, dinero y uniformes a una “Alianza del Norte” que agrupó a la milicia de uno de los viejos partidos islamistas con base principalmente en las áreas del norte y aliada de la antigua milicia comunista del general Dostum.

La Fuerza Aérea de Estados Unidos inició un bombardeo, pero casi nadie luchó por los talibanes, ni tan siquiera sus propios soldados. Tampoco lucharon los soldados de la Alianza del Norte. Los afganos habían aguantado muchos años de guerra.

Mientras que los estadounidenses no confiaban en los islamistas de la Alianza del Norte y no querían que avanzaran hacia Kabul, el ISI y el ejército paquistaní intentaban contener a los talibanes para que Pakistán pudiera seguir con su propia alianza con EEUU. Así que el bombardeo seiguió, pero no hubo combates. Las tropas de la Alianza del Norte y los talibanes se miraron las caras sin pelear durante semanas, pero luego el ISI paquistaní, los estadounidenses y los talibanes negociaron un trato en el que los talibanes acordaban evacuar Kabul y a cambio, a los líderes talibanes se les permitiría regresar a sus aldeas en el sur o refugiarse en las zonas fronterizas del Pastún de Pakistán.

El acuerdo se cumplió… todos (menos uno) los principales líderes talibanes resultaron ilesos y ninguno de ellos terminó su vida en Guantánamo. Luego, las fuerzas de EEUU instalaron a Hamid Karzai como dictador del país. Karzai era un Pastún nacido en Afganistán, un agente de la CIA, había sido un funcionario del gobierno talibán en los primeros días y también consultor de la empresa Unocal ligado a la construcción del gasoducto.

La heroína y la cocaína

Mientras tanto, otro cambio en el país fue facilitado por las fuerzas estadounidenses… la construcción del narco-Estado. No es ningún secreto que el auge en la producción de opio y heroína en los años 70, en el llamado Triángulo de Oro (Laos, Birmania, Camboya), fue dirigido por la CIA, que con el producto de las operaciones de tráfico de drogas financiaba sus operaciones anticomunistas del Sudeste Asiático. El mismo sistema —igualmente bien conocido— fue adoptado por la CIA en los años 80 en América Latina, para financiar, con la cocaína, la Contra en Nicaragua. En Afganistán, con los ingresos de la heroína, la CIA financió la resistencia antisoviética de los muyahidines.

Más tarde, desde 2002, durante la segunda ocupación del país, en la zona ‘liberada’ y controlada por los militares y los servicios secretos de EEUU, la producción de heroína rompió todos los récords históricos y transformó en pocos años este país del Asia meridional en el principal productor de heroína del mundo (con un 93 por ciento de la producción mundial). La CIA habría subcontratado la producción y el procesamiento de la heroína al narco-Estado encabezado por Karzai, protegiendo por su parte las rutas de transporte por vía terrestre (Pakistán, Irán y Tayikistán) y gestionando directamente los despachos por vía aérea hacia el exterior, a menudo ocultos en ataúdes de los militares de EEUU, llenos de droga en lugar de cadáveres. Hasta hay películas hechas sobre el tema.

Bueno, en el otro gran negocio, el gas, un nuevo acuerdo entre los tres países involucrados en el gasoducto dirigido por Unocal, fue firmado el 27 de diciembre de 2002 por los líderes de Turkmenistán, Afganistán y Pakistán.

Se suponía que la construcción de la parte de Turkmenistán comenzaría en 2006, pero la factibilidad del proyecto todavía era una cuestión abierta.

El gobierno-dictadura de Karzai se basó sobre tres pilares centrales de poder. Uno fue el ejército de Estados Unidos, otro era la Alianza del Norte que estaba dispuesta a tolerar a los estadounidenses, pero esperaba que se fueran, y el tercero fue un cierto grado de apoyo popular en las áreas del Pastún.

De hecho, durante los dos años después de 2001, casi no hubo resistencia en absoluto a la nueva invasión y en el tercer año, muy poca, porque los afganos habían soportado 23 años de guerra, de inseguridad, de una vida de todos contra todos y la gente estaba dispuesta a conformarse con casi cualquier cosa para no vivir siempre con miedo. Los afganos también pensaron que los estadounidenses iban a entregar dinero para la reconstrucción del país y el desarrollo económico y que los millones de personas que todavía vivían en los campos de refugiados podrían, por fin, regresar a casa.

Las elecciones de 2004 fueron una clara demostración de la voluntad de dar una oportunidad a la paz. Los estadounidenses prohibieron que cualquier candidato creíble se postulara contra Karzai a presidente, pero los afganos acudieron en gran número a votar por él y por los representantes parlamentarios. Esto no significaba que la gente apoyara a Karzai, sino que apoyaban la paz y las elecciones.

Pero luego, todo se vino abajo.

Las raíces de la resistencia

Para entender por qué los mismos afganos que habían aceptado la presencia estadounidense, se levantaron contra ellos desde 2004 en adelante, tenemos que ver que el gobierno estadounidense no construyó un país nuevo. Así que hubo muy poca ayuda para el desarrollo en Afganistán, excepto para alimentar a los dos millones de personas en Kabul. La maquinaria del gobierno afgano había desaparecido en gran medida desde finales de la década de 1980 y el trabajo elemental del gobierno —mantener las carreteras abiertas, transporte de alimentos, otorgar atención médica y educación— había sido realizado en gran parte por las ONG extranjeras desde entonces. Bajo los talibanes también, el gobierno se ocupó del orden público y del Islam y las ONG se ocupaban de casi todo lo demás.

Pero las ONG desviaron la ayuda hacia sí mismos… primero a sus sueldos y prestaciones. Por ejemplo, en Kabul, el coste promedio de una casa ‘digna’ para un trabajador de una ONG extranjera — con un muro, un vigilante y un garaje protegido — era de entre 2.000 y 10.000 dólares al mes, mientras el ingreso promedio por persona en Afganistán era de menos de 30 dólares al mes. En fin, se odiaba a las ONG porque la gente que esperaba el desarrollo económico, no recibió nada.

La segunda causa principal del aumento de la resistencia fue el comportamiento brutal de las tropas de ocupación, cuyas acciones crearon desde la nada una población en resistencia.

Y el tercer factor que alimentaba la resistencia fue la inseguridad. Las tropas de ocupación no cumplían funciones policiales y no impartían justicia: de hecho, ellas mismas eran un peligro impredecible.

Las fuerzas formales e informales

Eran fuerzas tanto oficiales como subcontratadas las que atacaban a los afganos. La Base Aérea de Bagram, por ejemplo, era un enorme bastión estadounidense, que llegó a alojar a 40.000 tropas militares y contratistas de todo tipo.

Más de 775.000 soldados estadounidenses han peleado en Afganistán desde 2001. De ellos, 2.448 murieron, junto con casi 4.000 contratistas estadounidenses.

Los contratistas son una fuerza de la que dependen los gobiernos de Estados Unidos y Afganistán. Entre 2002 y 2008, el Pentágono gastó 107.900 millones de dólares en servicios contratados en Afganistán, según un análisis del gobierno de Bloomberg.

Los neo-talibanes

La gente, entonces, era pobre y estaba asustada y enojada, pero desde 2004 comenzó a resistir, entonces los talibanes contaron con un apoyo bastante generalizado en las zonas del Pastún. Los mismos talibanes aprendieron de su experiencia… no matar a civiles con bombas, nunca apoyar al chovinismo pastún y siempre insistir en que todos los musulmanes deben luchar juntos. En el poder, habían prohibido la música y los videos, pero ahora producían videos de propaganda y casetes de música talibán. Y en general, no había peleas entre grupos étnicos.

Durante este período, en 2005, el Banco Asiático de Desarrollo presentó la versión final de un estudio de viabilidad del proyecto gasoducto TAPI diseñado por la compañía británica Penspen.

A partir de 2006, la resistencia comenzó a extenderse más allá de las áreas del Pastún y ya en 2008, casi todo el país era inseguro para el gobierno apoyado por EEUU. Los afganos creían que los estadounidenses serían derrotados porque ya derrotaron a los británicos en tres ocasiones y también a los rusos. Como consecuencia, el gobierno de Karzai se vió obligado a comenzar a oponerse a los estadounidenses.

Por su parte, dentro de Afganistán, casi todas las feministas colaboraron con la ocupación, o con las ONG o con el gobierno de Karzai. También hicieron lo mismo la mayoría de los ex comunistas, los afganos-estadounidenses que regresaron, los ‘modernizadores’ y los liberales ‘laicos’. Muchas de estas personas apoyaron la ocupación rusa, razón por la cual el feminismo y el socialismo desaparecieron durante una generación.

Algunas socialistas, laicistas o feministas de Occidente desconfiaban de la resistencia afgana porque es de derechas y musulmana, que de hecho lo es. Pero esto es ver las cosas al revés: la resistencia es de derechas y musulmana porque la gente de izquierdas y laica se ha puesto al lado de la ocupación. Los afganos tomaron el lado de la resistencia y por ende apoyaron a los que dirigían la resistencia, los talibanes. Hay una salida a este círculo vicioso, pero no se encuentra en Afganistán, sino en Pakistán, que fue arrastrado a la guerra.

La dimensión de Pakistán

El gobierno del gobernante militar de Pakistán, Pervez Musharraf, fue convencido para romper con los talibanes y apoyar a la ocupación estadounidense, por una oferta que no podía rechazar… una gran reducción de su deuda económica. Pero dos provincias paquistaníes son fronterizas con Afganistán: Beluchistán y Pastún. Su gente en general dio la bienvenida y simpatizó con los refugiados afganos que llegaron en la década de 1980 y ha simpatizado con la resistencia afgana contra los estadounidenses.

Las áreas de llanuras del Pastún Pakistaní están bajo el control del gobierno central, pero millones de personas viven en las zonas montañosas a lo largo de la frontera. Éstas se denominan áreas ‘libres’ en el idioma Pastún. Nunca fueron conquistadas por los británicos cuando ocuparon la India y el ejército paquistaní nunca ha intentado conquistarlas hasta hace poco, por lo tanto, han sido autónomas durante más de un siglo.

A estas zonas llegaron Osama Bin Laden y muchos de los talibanes que huían de Afganistán en 2001 y 2002 al comenzar la segunda ocupación de EEUU. Los combatientes locales en estas zonas, junto con la gente en los campos de refugiados, también construyeron milicias “talibanes locales” después de 2002 y ofrecieron refugio a los talibanes afganos. Por lo tanto, a medida que aumentaba la resistencia en Afganistán, los estadounidenses presionaban cada vez más al ejército paquistaní para que atacara a esos “talibanes locales”.

Luego, en septiembre de 2006, el ejército y el gobierno paquistaníes firmaron un acuerdo de paz formal con los talibanes de la frontera. El acuerdo de paz especificaba que el ejército paquistaní se retiraría a sus cuarteles y los talibanes locales controlarían las carreteras y cruces fronterizos con Afganistán. Todos los prisioneros talibanes serían puestos en libertad y se les devolverían las armas y los vehículos confiscados. Además, el ejército compensaría a las familias de los combatientes y civiles muertos y también a cualquiera que hubiera perdido su casa por la artillería o las bombas del gobierno.

Los talibanes afganos tenían, entonces, un refugio, espacio para campamentos y la oportunidad de reclutar a voluntarios entre el medio millón de habitantes de la zona.

El ejército estadounidense y la administración Bush estaban indignados, insistieron en que el general Musharraf tenía que lanzar una ofensiva seria contra las zonas fronterizas del Pastún, lo que hizo, provocando motines en sus propias fuerzas armadas y las fuerzas estadounidenses acabaron atacando hasta al ejército pakistaní.

La competencia china

Desde el lanzamiento del nuevo gasoducto Asia Central-China en 2009, Turkmenistán ha bombeado 290 mil millones de metros cúbicos de gas a China y tanto Kazajstán como Uzbekistán también utilizan el gasoducto financiado por Beijing. ¡Más competencia geopolítica-económica!

Bajo esa presión, el 24 de abril de 2008, Pakistán, India y Afganistán firmaron un acuerdo para comprar gas natural de Turkmenistán, el acuerdo intergubernamental sobre el gasoducto se firmó el 11 de diciembre de 2010 en Asjabad y el 16 de mayo de 2012, el Parlamento afgano aprobó el acuerdo sobre el gasoducto. El día después, el Gabinete indio permitió a la empresa estatal GAIL firmar el contrato de compraventa de gas a Turkmengaz (GSPA), la compañía petrolera nacional de Turkmenistán.

Para financiar el proyecto (7.600 millones de dólares) se cuenta con el Banco Asiático de Desarrollo, del que EEUU y Japón son los principales accionistas. Las empresas petroleras interesadas son estadounidenses, británicas y canadienses. La construcción del proyecto comenzó finalmente en Turkmenistán el 13 de diciembre de 2015.

Comienzo del fin: 2021

En la sesión inaugural de un nuevo formato trilateral entre Afganistán, Turkmenistán y Estados Unidos en octubre de 2020, todas las partes se comprometieron a trabajar juntas en la implementación del TAPI y de la TAP (red eléctrica). El 3 de enero de 2021, el representante especial de EEUU para la reconciliación de Afganistán, el embajador Zalmay Khalilzad, se embarcó en una gira por Afganistán, Pakistán, Qatar y Turkmenistán. Según una declaración del Departamento de Estado, la parada de Khalilzad en Doha parecía centrada principalmente en la coordinación de las conversaciones de paz entre el gobierno afgano y los talibanes. Y el 21 de enero, Azerbaiyán y Turkmenistán, cuyas relaciones rara vez han sido del todo fluidas, firmaron un acuerdo histórico para desarrollar conjuntamente un campo de gas del Caspio, disputado desde hace mucho tiempo.

Una delegación de alto nivel de los talibanes visitó China el pasado mes de julio y prometió que su país no volvería a ser utilizado como plataforma de lanzamiento de ataques contra otros Estados. Se mantuvieron conversaciones cordiales con el Ministro de Asuntos Exteriores chino, en las que, al parecer, se trataron los vínculos comerciales y económicos

Nada de esto es casualidad, es parte de la geopolítica global, del imperialismo y forma la base para el retiro de las fuerzas ‘formales’ —pero no los subcontratistas— del país. A medida que algunos estadounidenses se vayan, otros contratistas están llegando a Bagram. Una de esas empresas es Triple Canopy, propiedad de Constellis, una empresa que también es propietaria de Academi, la versión más reciente de los notorios contratistas militares privados de Blackwater de Erik Prince. Otros ayudan a operar los mil millones de dólares en equipo y armamento pesado estadounidenses dentro del ejército afgano: el mantenimiento de los helicópteros Black Hawk y los aviones de carga C-130 de la Fuerza Aérea Afgana fabricados en Estados Unidos, por ejemplo. Los controladores de tráfico aéreo en los aeropuertos del país son contratistas internacionales.

En fin, la historia del último medio siglo de la historia de Afganistán ha sido una catástrofe tras otra. Un pueblo ‘derechizado’ ha sido creado, y la ‘izquierda’ ha sido una de las responsables de ese proceso. Frente a los imperialismos imperantes, la historia podría haber sido otra.


Notas

  • La mayoría de este artículo se basa en el artículo de Jonathan Neale, “Afghanistan: the case against the ‘good war’” (“Afganistán: el argumento contra la ‘buena guerra’”), publicado en International Socialism 120, octubre de 2008: por tanto, algunos datos se refieren a ese año. International Socialism es la revista teórica del SWP, el grupo hermano de Marx21 en Gran Bretaña.
  • Otras fuentes, sobre el gasoducto, por ejemplo, están disponibles a través de Google.
  • El autor, Miguel Silva es activista de izquierdas en Chile. Este artículo, que apareció por primera vez en Revista de Frente, el 16 de agosto, se escribió poco antes de la caída final del gobierno pro-EEUU.