Este artículo es muy largo pero, aun así, parcial. Su objetivo es aportar argumentos a favor de buscar una respuesta a la crisis actual, que rechace tanto el bloque de EEUU como el sistema burocrático; una alternativa basada en el socialismo desde abajo.

David Karvala, Barcelona, agosto de 2021

Índice

 

Introducción

Las protestas del 11 de julio

El domingo 11 de julio estallaron protestas en decenas de ciudades de Cuba. Participaron miles de personas en las mayores protestas en la isla desde hace décadas. Hubo una mezcla de quejas y gritos. Algunos de los lemas fueron los de la derecha pro EEUU, como “Patria y Vida”; muchos fueron simplemente insultos dirigidos al Presidente cubano. En todo caso, como se comentará más abajo, no se puede atribuir todo el descontento a “maniobras contrarrevolucionarias”: la causa fundamental fueron quejas sociales reales. Es muy significativo que las protestas surgieran, al menos en el caso de La Habana, en los barrios más marginados, donde la gente sufre más bajo la crisis multifacética actual.

El Estado respondió en la misma línea que lo hacen los Estados de todo el mundo: con una mezcla de represión y mentiras. La represión corrió a cargo de la policía, pero también de seguidores del gobierno, armados con palos, a los que el Presidente Díaz-Canel había convocado con las palabras: “La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”. Sin embargo, y como denunció el colectivo de izquierdas Comunistas Cuba: “Para reprimir no se confeccionan palos y se entregan a civiles quienes se saben protegidos por la ley, aún y ejerzan la violencia fuera de toda legalidad.” Hubo centenares de detenciones, y hay informes directos de malos tratos en las comisarías (“estaciones de policía”). Como por todas partes, el Estado y las fuerzas de seguridad alegan que las acusaciones de abusos son falsas. Ya se han celebrado juicios sumarios, a veces sin defensa legal. En uno de ellos, una adolescente de 17 años de edad fue condenada a ocho meses de prisión.

Las manifestaciones no fueron masivas comparadas con algunas protestas recientes en América Latina. La represión fue muy real, pero no al mismo nivel que los asesinatos de activistas y manifestantes que se llevan a cabo en Colombia (y en Nicaragua, por si alguien se olvida).

¿Realmente son importantes? Sectores de la izquierda llevan décadas insistiendo en la importancia global de lo que ocurra en Cuba… pero estos mismos sectores ahora quitan importancia a estas protestas. La verdad es que los debates que han desatado confirman que estas protestas tienen una gran importancia y no sólo dentro de la isla. Su importancia tiene que ver, entre otras cosas, con cómo entendemos el socialismo y la lucha contra el imperialismo hoy.

Confusión

Es que ante las protestas del 11J se produce una paradoja enorme.

La derecha normalmente denuncia las protestas populares, hablando de vandalismo y de agitadores externos; justifica la brutalidad policial y exige mano dura judicial después. Pero en esta ocasión, la derecha declara su apoyo a las protestas —a pesar de que algunos manifestantes protagonizaran incidentes violentos— y denuncia tanto la brutalidad policial como los centenares de detenciones arbitrarias.

Por otro lado, la izquierda suele apoyar las protestas, señalando sus causas sociales y denunciando la represión. Pero en este caso, importantes sectores de la izquierda atribuyen las protestas a “agitadores externos”, denuncian el “vandalismo” de los manifestantes, y justifican las acciones de la policía antidisturbios, así como las de los individuos que salieron con palos para atacar las protestas.

En este caso, por supuesto, lo que pesa es casi el único punto en que la derecha y esa izquierda se ponen de acuerdo: el hecho de definir Cuba como socialista.

Pero desde la visión del socialismo como la autoemancipación de la clase trabajadora, como la superación de la explotación y la opresión, se hace una evaluación muy diferente del sistema vigente en la isla. Y siguiendo esta visión, más allá de las especificidades que existen en cada caso, resulta que hay mucho en común entre las luchas populares en Cuba y en otros muchos países del mundo.

No al bloqueo

Antes de ir más lejos, es esencial destacar que cualquier demócrata, y aún más cualquier socialista, debe rechazar el bloqueo que EEUU aplica a la isla desde poco después de la revolución, junto con otras agresiones, incluso militares, como el intento fallido de invasión en Playa Girón (“Bay of Pigs” en la versión norteamericana) en 1961.

Hay diferentes estimaciones del coste económico para la isla del bloqueo, pero se calcula en miles de millones de dólares al año. Se expresa en graves dificultades para obtener productos y financiación, impedimentos a las exportaciones cubanas, y muchos más aspectos. Representa un intento descarado por parte de la principal potencia del mundo de imponer su voluntad sobre otro país. Debemos oponernos a esta política imperialista igual que nos oponemos a las guerras más abiertas que llevan a cabo las potencias imperialistas en Oriente Medio.

Bajo la presidencia de Obama, EEUU relajó algunos aspectos del bloqueo, por intereses económicos propios. Trump a su vez, y por motivos ideológicos, intensificó el bloqueo. En este tema, como en tantos otros, Biden no representa un cambio real. Más bien ha confirmado su hipocresía, al expresar su preocupación por el pueblo cubano mientras mantiene el bloqueo, incluyendo las nuevas sanciones impuestas por Trump, así mismo ha aplicado nuevas medidas.

Dicho esto, no se pueden explicar las protestas, ni mucho menos toda la crisis de Cuba, como producto del bloqueo o las sanciones de EEUU.

Debates en la izquierda

Es un tópico que la izquierda tenga una gran capacidad para fragmentarse en base a disputas teóricas (y eso en el mejor de los casos: a menudo son meramente diferencias tácticas o incluso personales).

Pero las reacciones dentro de la izquierda internacional ante las protestas en Cuba confirman que algunos de los debates históricos entre grupos que se definen de marxistas sí tienen una gran importancia en el mundo real. En función de ciertas cuestiones, diferentes sectores de la izquierda han tomado posiciones que van desde el apoyo total al gobierno cubano, pasando por diferentes grados de apoyo con críticas, hasta posiciones de apoyo a una parte al menos de las protestas.

Se trata de dos debates clave, y relacionados. Uno trata de si es posible el socialismo (o algo parecido) en un solo país, o si —como se argumenta aquí— el socialismo solamente puede existir de manera internacional. Y otro debate entre, por un lado, las diferentes versiones del “socialismo desde arriba” y, por el otro, el “socialismo desde abajo” basado en la autoemancipación de la clase trabajadora.

Como veremos, diferentes posiciones sobre estas cuestiones se expresan en diferentes actitudes hacia las protestas en Cuba… y más en general, frente a los muchos desafíos a los que nos enfrentamos en el mundo hoy.

Pero para entender de qué hablamos más concretamente, hagamos un rápido repaso a unos puntos clave en la historia de la isla.

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Cuba: de colonia al capitalismo de Estado

Cuba fue una colonia española durante siglos. Logró su independencia formal en 1902, pero en realidad cayó bajo la influencia de EEUU. La “Enmienda Platt” fue un apéndice a la Constitución de Cuba votado por el Congreso de Estados Unidos en 1901, por el que este nuevo poder imperial se atribuyó una serie de poderes sobre la isla. Estuvo vigente hasta 1934. En 1903, EEUU impuso un “tratado” a Cuba por el que se autoconcedió la bahía de Guantánamo como base militar estadounidense en perpetuidad.

Cuba pasó décadas como una semicolonia de facto de EEUU, con la economía dominada por empresas estadounidenses. Hubo avances económicos: según el intelectual cubano Julio César Guanche: “En 1958 el Producto Interno Bruto por habitante de Cuba ocupaba el tercer lugar de la región, superado solo por Venezuela y Uruguay”. Sin embargo, el desarrollo real y social quedó bloqueado por el imperialismo estadounidense y sus aliados locales, como Fulgencio Batista, que impuso su mando durante diferentes períodos a partir de los años 30, normalmente mediante un golpe de Estado (aunque en 1940 fue elegido Presidente con el respaldo del partido comunista de entonces).

Patriotismo de izquierdas

En 1955 se formó el Movimiento 26 de julio (M-26-7), que llevó a cabo una lucha guerrillera liderada por Fidel Castro, Che Guevara y Camilo Cienfuegos, contra la dictadura de Batista que contaba con cada vez menos apoyos. También se dieron luchas importantes en las ciudades, incluso alguna huelga general, pero quien subió al poder tras la caída de Batista a finales de 1958 no fue la clase trabajadora, sino la dirección guerrillera del M-26-7.

No tenían proyecto socialista alguno. Fidel Castro había explicado su visión muy largamente en 1953 en su discurso ante un tribunal, luego publicado bajo el título La Historia me absolverá. Aquí, Castro reivindicó la Constitución cubana de 1940, centrada en un modelo liberal, y declaró que:

“Un gobierno revolucionario con el respaldo del pueblo y el respeto de la nación después de limpiar las instituciones de funcionarios venales y corrompidos, procedería inmediatamente a industrializar el país, movilizando todo el capital inactivo… y sometiendo la magna tarea al estudio, dirección, planificación y realización por técnicos y hombres de absoluta competencia, ajenos por completo a los manejos de la política.”

Fue un programa de reformas sociales y desarrollo nacional, pero mediante la gestión desde arriba, sin plantear ninguna ruptura con el capitalismo. Habló mucho de patria y patriotismo, no en absoluto de promover ningún tipo de socialismo o comunismo. Citó a José Martí, no a Marx ni a Lenin.

Bloque soviético

Fue la reacción hostil de EEUU ante su intento de llevar a la práctica su programa después de la revolución lo que empujó al nuevo gobierno cubano en la dirección de la URSS. EEUU empezó a aplicar las sanciones y llevó a cabo ataques militares, incluso un intento de invasión en Playa Girón. Mientras, el gobierno cubano iba estableciendo relaciones diplomáticas y comerciales con el bloque soviético.

Pero esto no implicaba nada parecido al poder obrero. Fidel Castro dedicó un discurso del 13 de junio de 1959 a denunciar las huelgas:

“con huelgas y con paros disminuimos la producción, cuando realmente no hay que invertir esa energía ya que puede desarrollarse todo un plan de regulación y de mejora por parte del Gobierno Revolucionario…”

El acercamiento a los supuestos “Estados obreros” del este de Europa no entraba en contradicción alguna con esta visión; allá tampoco existía el derecho a la huelga, ni había poder obrero alguno.

La revolución socialista de octubre de 1917 en Rusia se había derrotado completamente a finales de la década de 1920. La contrarrevolución liderada por Stalin fue terrible, abrumadora y sangrienta, con la eliminación de lo poco que aún quedaba de poder obrero; la expropiación estatal de las tierras del campesinado; la eliminación de los derechos de las mujeres; una reforzada opresión hacía las minorías nacionales y religiosas (incluyendo la eliminación de los derechos que la población musulmana había ganado en 1917); la liquidación física de la histórica dirección bolchevique…

Castro declaró en un discurso del 16 de abril de 1961, durante un acto por las víctimas de un bombardeo estadounidense, y entre loas a la URSS, que la revolución de dos años atrás había sido socialista.

Desde arriba

En realidad, no obstante estas declaraciones desde arriba, Cuba no se estaba acercando al socialismo o comunismo, sino al capitalismo de Estado. (Tony Cliff lo explicó en su texto de 1963, Revolución permanente desviada).

Durante los años 60, seguían dándose experimentos sociales y económicos en Cuba, junto a los intentos fallidos del Che de “exportar la revolución” mediante el modelo guerrillero. Sin embargo, a pesar de los avances sociales reales que se consiguieron en esta época, estos experimentos fracasaron. La última gota fue el fallido intento de obtener una cosecha de azúcar (“la zafra”) de 10 millones de toneladas en 1970. Estos retrocesos llevaron al gobierno cubano a entrar de pleno en el bloque soviético, llegando a formar parte del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME, o Comecon) en 1972. Esto comportó algunas ventajas. Cálculos en base a las estadísticas oficiales indican que, a principios de los años 80, la isla estaba recibiendo una subvención de entre 1,3 y 4 mil millones de dólares estadounidenses al año de la URSS, lo que suponía más del 10% de la economía cubana.

Antes de la revolución, Cuba sufría de una excesiva dependencia de la producción de azúcar, y de una economía dominada por la relación con EEUU: en 1958 alrededor del 70% del comercio internacional era con ese país. En su punto álgido, en 1985, el comercio de Cuba con los demás países del Comecon sumaba el 83%, una dependencia aún mayor… y Cuba seguía atada a la producción de azúcar. El proyecto de “industrializar el país” declarado en La Historia me absolverá quedaba muy lejos.

Igual que había ocurrido antes con el colonialismo español, y luego con el imperialismo estadounidense, la relación con la URSS comportó algunos avances materiales en Cuba, pero a un coste cada vez mayor.

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Crisis global… y local

Uno de los errores típicos al hablar de los Estados estalinistas es analizarlos aislados del resto del sistema mundial. Es como mirar dentro de las paredes de la General Motors, Microsoft o Amazon, descubrir que existe planificación y no hay mercado libre, y concluir que son entidades no-capitalistas. No se puede entender la naturaleza y el funcionamiento ni de una empresa ni de un Estado fuera del contexto global del que forma parte.

La URSS fue el caso extremo y específico de una tendencia internacional hacia el capitalismo de Estado tras el crac de 1929. En EEUU en la década de 1930 se aplicó el New Deal, con un alto grado de intervención económica estatal. En la Alemania nazi, la Italia de Mussolini, y luego el Estado español franquista, el Estado jugó un papel clave en la economía. La Segunda Guerra Mundial impulsó la confluencia —de diferentes maneras— entre el Estado y el capital en todos los Estados combatientes. Esto continuó en la posguerra, con industrias nacionalizadas, elementos de planificación estatal, cierto Estado del bienestar, en países muy variados. Esto ocurrió en el contexto del largo boom, que a su vez fue posible gracias a la “economía armamentista permanente”. La competencia imperialista entre EEUU y la URSS supuso el desvío de grandes cantidades de valor hacia la producción de armas, frenando así la tendencia a la caída de la tasa de beneficios. (Ver Cliff, 1999).

Vuelve la crisis

Pero al final este mecanismo llegó a sus límites, y en la década de 1970 la economía mundial volvió a la crisis. En un país tras otro, la clase dirigente acabó optando por las políticas que ahora llamamos neoliberalismo y globalización: recortes sociales, la privatización de empresas estatales y la internacionalización de la producción.

Así que Margaret Thatcher “restauró el capitalismo” en Gran Bretaña a partir de 1979, Ronald Reagan lo hizo en EEUU tras ganar la presidencia en 1980… y el gobierno “socialista” de Felipe González hizo lo mismo en el Estado español a partir de 1982, privatizando las industrias nacionalizadas del franquismo. Excepto que, por supuesto, no se le ocurrió a nadie llamarlo una “restauración” del capitalismo, fue un cambio en su forma. Hubo resistencia, incluyendo huelgas heroicas, como la de los mineros británicos en 1984-85, pero en general, la clase dirigente ganó.

Aquí un factor importante fue la actuación de los principales partidos de la izquierda.

Una parte de la izquierda intentaba agarrarse al viejo modelo estatal que había fracasado, pero no podía explicar qué había fallado y no tenía mucho que ofrecer. Otra parte, más grande, asumió plenamente las políticas neoliberales bajo la suposición de que, en palabras de la Thatcher, “There is no alternative”; “no había alternativa”. En algunos países existía una izquierda revolucionaria que mantenía que lo que había fracasado no era ningún tipo de socialismo, y que la alternativa revolucionaria al capitalismo, basada en el socialismo desde abajo, estaba más vigente que nunca, pero esta izquierda siempre fue muy pequeña… y cuando lograba levantar la voz, era atacada por los otros dos sectores.

Hundimiento

La crisis económica llegó al bloque “socialista” en los años 80. En la URSS, las políticas de la Perestroika de Gorbachev fueron un intento de responder a esta crisis. En Cuba, se informó al Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1986 de una serie de fracasos económicos, destacando que entre 1981-85, el crecimiento “fue insuficiente donde más lo requeríamos, es decir, en la exportación de bienes y servicios y en la sustitución de importaciones”.

Luego, según un economista cubano: “En el quinquenio 1986-90 disminuyó la eficiencia del proceso inversionista a nivel global. Calculando la respuesta productiva a la inversión entre los períodos 1981-85 y 1986-90, se produce una notable reducción, de 53 centavos de incremento de la producción por peso de inversión en el primer caso, a dos centavos en el período más reciente” (Carranza Valdés, 1992, pág. 138)

Es decir, antes del hundimiento final del bloque soviético, antes del “período especial” de los años 90, Cuba ya había entrado en crisis. Como en cada país, había factores específicos que se deben tener en cuenta, pero la causa básica de los problemas económicos de Cuba fue la crisis mundial, con la caída de la tasa de ganancias, la enfermedad congénita del capitalismo.

Pasemos ahora a otro aspecto, el de la vigencia en la isla de las diversas formas de opresión.

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Activistas trans en las protestas del 11J en La Habana.

 

Los tribunales para los oprimidos

Toda la evidencia —desde relatos personales hasta las cifras oficiales disponibles— confirma que las diversas formas de opresión nunca desaparecieron de Cuba tras la revolución.

Nadie puede negar la continuada existencia en la isla del machismo y la opresión de las mujeres, del racismo y de la LGTBIfobia. Ha habido avances en estas cuestiones durante las últimas décadas —como en otros muchos países, tanto de Europa como de América Latina, sin ir más lejos— pero a menudo las medidas adoptadas —por ejemplo, respecto a la representación institucional— tienen efectos más bien simbólicos, sin cambiar el problema fundamental, y esto es cierto tanto en Cuba como en los demás países.

Aquí no cabe analizar toda la cuestión ni todas las formas de opresión, así que solo comentaré el problema de la LGTBIfobia.

“Desviación burguesa”

Tras la revolución, la homosexualidad fue asociada con la decadencia de los años de Batista y el papel de Cuba como lugar de recreo de los turistas estadounidenses. En 1961 se produjo la primera gran redada de homosexuales, como símbolo de la “desviación burguesa” y la contrarrevolución (Lumsden, 1996, pág. 58).

En 13 de marzo de 1963, Fidel Castro hizo un discurso escandaloso en que se refirió a jóvenes con “actitudes ‘elvispreslianas’… que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre”. Añadió: “nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS).  La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.” Su análisis concluyó con la afirmación de que “el campo no daba ese subproducto”.

Esta afirmación se convirtió en política de Estado en 1965, con la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Fueron campos de trabajo forzado agrícola, donde el Estado confinó —a menudo en condiciones muy duras— a varias categorías de personas que se pensaba que se oponían a la revolución, incluyendo a homosexuales. Las UMAP fueron cerradas en 1968, pero la represión continuó en otras formas (Lumsden, 1996, pp. 65-70).

Por ejemplo, los CDR, Comités de Defensa de la Revolución, las entidades de barrio encargadas de mantener el apoyo al gobierno, incluyeron la vigilancia de las personas LGTBI+ en su mandato.

“Escoria”

En 1980, ante la demanda de miles de personas para salir de Cuba, el gobierno abrió el puerto de Mariel permitiendo que barcos de Florida vinieran a recoger a más de 100.000 personas. El gobierno cubano declaró que aprovechaban la salida para hacer limpieza de “escoria”, “antisociales”, “delincuentes”, “lumpen”; categorías en las que incluían a las personas LGTBI+.

El 14 de junio de 1980, Castro declaró: “Si tenemos a un apátrida, a un flojo que está ocupando un puesto de trabajo y se quiere ir para el ‘paraíso’ yanki, que le vaya bien… ¿Un apátrida de estos, que si invaden a este país va a ser quinta columna? Bueno, no va a combatir, ni sabe tirar una piedra…  Es preferible tener [a un] hombre en ese puesto.” Ya quedaba muy claro a quién se refería con la palabra “flojo”. (Resulta que al Estado cubano le pareció correcto incluir estos gritos en la transcripción oficial del discurso de 1963  mencionado arriba: “DEL PUBLICO LE DICEN: ‘¡Los flojos de pierna, Fidel!’, ‘¡los homosexuales!’.”)

Por otro lado, la apelación a la “hombría” era muy frecuente en estos discursos, subrayando la relación entre la LGTBIfobia y el machismo en general. (Este reportaje, que recoge la experiencia de dos cubanos gais del episodio de Mariel, es muy elocuente: “El éxodo cubano también fue una ‘purga homofóbica’”.)

“Sidatorios”

En la década de 1980, ante la llegada del VIH, el virus implicado en el SIDA, Cuba inició la política de recluir a las personas seropositivas en centros cerrados, los “sidatorios”. No fue una política expresamente homófoba: muchas de las personas afectadas inicialmente eran veteranos de las guerras en África (ver Waller et al, 1993). En principio el VIH no tiene nada que ver con la homosexualidad, pero casi el 60% de todos los hombres identificados como seropositivos eran gays. Dada la etiqueta de “gay” que se le atribuye al sida en gran parte del mundo, y la historia de represión hacia las personas LGTBI+ en Cuba, parece difícil evitar la conclusión de que la dura respuesta del Gobierno a las personas con VIH se relacionaba con esta represión. (Recordemos que, en esa misma época, Jean Marie Le Pen del partido fascista Front National defendía una política parecida.) Igual que con las UMAP, tras unos años, el gobierno cubano cambió esta política.

Como se ha comentado, durante las últimas décadas, ha habido avances. Aun así, el 11 de mayo de 2019, una manifestación no oficial LGTBI+ fue disuelta por la policía. Aquí la actitud oficial hacia las personas y movimientos LGTBI+ se combina con la hostilidad generalizada hacia cualquier movimiento independiente. El espíritu de esta manifestación se expresa hoy mediante la Plataforma 11M, un movimiento LGTBI+ independiente y de izquierdas, que recientemente ha desarrollado una impresionante campaña nacional de distribución de pegatinas exigiendo el respeto para las personas LGTBI+.

El pasado 10 de mayo de 2021 la activista trans Mel Herrera denunció el acoso transfóbico que había sufrido a manos de la policía en La Habana.

¿Un socialismo LGTBIfóbico?

Dejémoslo claro, no se está diciendo que Cuba sea el peor país del mundo en este ni en ningún otro aspecto. El argumento es más bien que se esperaría algo totalmente diferente —mucho mejor— en un país socialista.

Una respuesta ante esta situación de algunas activistas contra la opresión es aceptar la definición de Cuba (y a menudo de la Rusia estalinista, China, Corea del Norte…) como socialista, para luego concluir que el socialismo no acaba con las opresiones. Por tanto, concluyen, hace falta otra lucha, separada, contra el “patriarcado”, u otras estructuras supuestamente independientes del capitalismo.  Por su parte, muchos defensores acríticos del “socialismo cubano” mantienen que “sólo han pasado 60 años de la revolución, las cosas no cambian tan rápidamente”. Con esto, ignoran o encubren los masivos avances que sí se produjeron en estos temas en los primeros meses, incluso semanas, tras la revolución bolchevique. Fue la contrarrevolución estalinista de finales de la década de 1920 la que revirtió estos avances, y produjo una amnesia que afligió a la izquierda durante medio siglo.

Liberación

Hay que recuperar y fortalecer la tradición marxista, de entender la revolución como el festival de los oprimidos, como dijo Lenin; de la revolución como la autoemancipación de la clase trabajadora y la superación de las opresiones. La continuada existencia del machismo, racismo y la LGTBIfobia en Cuba no indica que el socialismo no acabe con estos males, sino que Cuba no ha roto con el capitalismo, en este ni en los demás aspectos.

Ahora volveremos a cuestiones económicas. No cabe aquí una explicación de todo lo ocurrido durante las duras décadas posteriores a la caída de la URSS, cuando gran parte de la población cubana sufrió terriblemente por no poder cubrir sus necesidades más básicas. Solo tocaremos algunos puntos concretos para luego hablar de la situación más reciente.

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Foto publicitaria de Hotel Melià, Varadero, Cuba

Inversión extranjera, austeridad, “Ordenamiento”

Durante las últimas décadas, el capital privado extranjero ha tenido una presencia cada vez mayor en la economía cubana.

Un paso de apertura hacia las inversiones extranjeras fue el Decreto-Ley No. 50, “Sobre asociación económica entre entidades cubanas y extranjeras”, del 15 de febrero de 1982, pero fue bastante limitado.

La Ley de la Inversión Extranjera del 5 de septiembre de 1995 buscaba “ampliar y facilitar el proceso de participación de la inversión extranjera en la economía nacional” con “una nueva legislación que brinde mayor seguridad y garantía al inversionista extranjero”. Estas garantías incluían, por ejemplo, su derecho a llevarse sus ganancias “al exterior, en moneda libremente convertible, sin pago de impuesto”. Respecto a los ámbitos abiertos a negocios: “Pueden ser autorizadas inversiones extranjeras en todos los sectores, con la excepción de los servicios de salud y educación a la población y las instituciones armadas, salvo en su sistema empresarial.”

Una nueva ley de 29 de marzo de 2014 amplió los términos “para ofrecer mayores incentivos a [las inversiones] y asegurar que la atracción del capital extranjero contribuya eficazmente a los objetivos del desarrollo económico sostenible del país y a la recuperación de la economía nacional.”

¿Planificada?

Para quienes insistían en que una economía estatalizada y (supuestamente) planificada implicaba la existencia de un “Estado obrero”, esta apertura al mercado mundial y al capital privado debía suponer un cambio fundamental, incluso el abandono del socialismo… Pero este abandono, ¿sería solo a partir de 2014, con Raúl Castro, cuando se abrió un poco más la economía? ¿Desde 1995, cuando se introdujo gran parte de la ley actual? ¿O en 1982, con el primer decreto-ley, cuando Fidel Castro aún estaba plenamente al mando? No queda claro.

En realidad, lo chocante es que la entrada de capital extranjero incide muy poco en la mayoría de la población cubana. Por supuesto, a algunas personas les supondrá un cambio importante, para bien o para mal, pero para el conjunto de la clase trabajadora, la desaparición del monopolio estatal en sí misma no representa ni una hecatombe —como se mantendría desde las visiones ortodoxas de izquierdas— ni la gran solución a sus problemas —como afirmarían los defensores del mercado—. El factor clave es la crisis de fondo, cada vez más aguda.

Omar Everleny Pérez Villanueva, economista e investigador cubano, escribió el 29 julio de 2021 que: “la producción de carne de cerdo pasó de 144.100 toneladas en 2016 a 93.400 en 2020, la de arroz de 181.100 toneladas en 2016 a 111.300 en 2020, y la del pan también bajó 10 por ciento en 2020 con respecto al 2016… La vivienda es uno de los principales problemas sociales de Cuba, un país de 11,2 millones de habitantes que cuenta con más de 3,8 millones de unidades de las que el 39 por ciento se encuentran en regular y mal estado técnico. El déficit habitacional asciende a 929.695 unidades. En el país hay 854 edificios en estado crítico, de ellos, unos 696 en la Habana, con unas 849.753 personas afectadas.”

Pobreza

Aquí toca citar extensamente a la intelectual cubana Ailynn Torres Santana que escribió el 17 de julio de 2021:

“Visto desde dentro, desde abajo y mirando a los ojos de quienes de manifestaron, la violencia en las jornadas de protestas no puede entenderse separada de aquella que les despoja, cada día, de sus condiciones materiales de la existencia… lo que importa, en la escala de la vida, es que esas vidas no se pueden sostener… está comprobada una sistemática ineficiencia del gobierno cubano en el diseño e implementación de las políticas económicas. Importa el ralentizamiento inaudito de la reforma en el agro, mientras se destinan millonarios recursos a ampliar sin sentido económico la infraestructura hotelera… Importa la reducción comprobada de la asistencia social en la última década. Importa el declive por treinta años del valor del salario real y que está siendo más agudo después del inicio de la Tarea Ordenamiento. Importa la ausencia de derechos laborales en el sector privado… Importa el desinterés por la democracia obrera y el sentido de los sindicatos. Importa la imposibilidad de crear asociaciones con reconocimiento legal y la lentitud en aprobar una nueva ley de asociaciones que permita la formalización de la trama densa que la sociedad civil cubana realmente tiene. Importa que… los congresos partidistas no tengan en el centro la discusión sobre la pobreza y la desigualdad en Cuba…”

Es decir, las protestas llegaron tras una serie de ataques a las condiciones de vida de la clase trabajadora cubana.

Sistema empresarial

Una publicación de septiembre de 2020 del Ministerio de Economía y Planificación, Cuba y su desafío económico y social, declaró intenciones tales como:

“Generalizar a todo el sistema empresarial el pago por alto desempeño… Continuar perfeccionando los sistemas de pago, intencionando el destajo, sustentado en la organización y la normación del trabajo… Disminuir la participación relativa del Estado en el financiamiento de la seguridad social…”

(Notemos de paso que Marx dedicó un capítulo entero del volumen 1 del Capital a denunciar los abusos asociados con el pago al destajo, el modelo salarial más extendido en las fábricas británicas del s. XIX. Tony Cliff explicó en 1955 cómo la Rusia estalinista usaba el pago a destajo para atomizar a la clase trabajadora y aumentar la explotación.)

La “Tarea Ordenamiento” que menciona Torres es un fuerte reajuste económico aplicado el 1 de enero de 2021. Un editorial de Comunistas Cuba lo resumió así:

“Un plan económico nunca visto en el periodo que transcurre desde 1959 hasta la actualidad. Este programa de Gobierno… se apoya en cuatro factores fundamentales:

  1. Recortes drásticos de subvenciones
  2. Alza de precios
  3. Devaluación de la moneda
  4. Fortalecimiento y expansión del sector privado de la economía, mediante el apoyo directo del Estado”

Dieron ejemplos de lo que esto significaba en términos reales, como éste: “Los comedores para familias desvalidas donde cada almuerzo costaba 2 pesos (alrededor de 10 centavos dólar), ahora pasa a 26 pesos diarios (un [precio] aproximado de un dólar y 10 centavos).” Otra subida importante fue la de multiplicar por cinco el precio del transporte público en La Habana, de 40 centavos de peso a 2 pesos.

Ante el revuelo que provocaron, algunas medidas específicas fueron revisadas, pero en general el ajuste se mantuvo.

¿Igualitarismo?

El Informe Central al 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en abril de 2021 dio claros indicios de la visión de la dirección del partido, y del país:

“Hay que borrar la dañina noción, surgida al amparo del paternalismo e igualitarismo, de que Cuba es el único país donde se puede vivir sin trabajar. El nivel de vida y de consumo de los cubanos deberá estar determinado por los ingresos legales que perciben y no por subsidios excesivos y gratuidades indebidas.”

Es decir, son los mismos tópicos acerca de “los pobres que no quieren trabajar” que repiten los jefes en todos los países del mundo. Como se comentó en el editorial de Comunistas Cuba:

“Estas medidas, que atentan contra los beneficios de la clase trabajadora: ¿pueden considerarse socialistas? No: este paquete económico no corresponde al Socialismo… Las subvenciones y gratuidades que deben desaparecer no son los de las grandes mayorías, sino los privilegios de la burocracia y el alto mando militar.”

Cerremos la sección con las palabras de Adriana, una mujer trans, en las manifestaciones del 11 de julio. Tras explicar que protestaba contra la transfobia que sufría a manos de la policía, añadió:

“Vine en compañerismo con todas las demás personas que hay aquí. Por el hambre, la necesidad. No hay medicamentos, no hay comida. No hay agua. No hay nada. ¡Las casas en La Habana se están cayendo y ellos están construyendo hoteles!”

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¿Cuba socialista?

Se ha comentado arriba que los diferentes análisis que se hacen de Cuba, y antes de la URSS, influyen enormemente en cómo los diferentes sectores de la izquierda reaccionan ante la situación actual.

Un sector da apoyo acrítico al gobierno, haga lo que haga. Cuando expropió las empresas extranjeras y estableció una economía estatalizada, el gobierno tenía razón… y también la tiene cuando abre las puertas a las empresas extranjeras, ofreciéndoles zonas francas, libres de impuestos, y mano de obra cualificada a bajo precio. Cuando proporcionaba comida a precios controlados, cuando aplicó la Tarea Ordenamiento con las masivas subidas de precio, y cuando retiró algunas medidas ante las protestas, siempre tenía razón. El gobierno cubano tiene razón cuando reprime a la gente LGTBI+… y también cuando da pasos hacia cierta igualdad. No sólo tiene razón, sino que es un modelo del socialismo.

Desde esta perspectiva, las protestas del 11J se explican como una maniobra de EEUU y la derecha en Miami. Todas las voces de las personas trabajadoras, habitantes de los barrios pobres, que participaron en las protestas se ignoran. Ante esto, hay poco que decir.

¿Estado obrero deformado?

Otros sectores de la izquierda sí tienen críticas hacia el gobierno cubano, pero mantienen que Cuba es socialista o algún tipo de “Estado obrero”. Una formulación es la de definir Cuba de “Estado obrero deformado”. Con esto, cualquier aspecto positivo se debe a la parte de “Estado obrero” y las partes negativas a lo de “deformado”; es una descripción muy flexible pero poco explicativa de la dinámica real en la isla.

Dada la flexibilidad —o más bien, la arbitrariedad— de esta teoría, algunos de sus partidarios son capaces de respaldar totalmente al gobierno de Cuba (porque es un Estado obrero), mientras que otros abogan por su derribo (por deformado). En general, sin embargo, desde esta perspectiva se plantean reformas, se piden reflexiones, incluso se propone que se den pasos hacia el poder obrero… pero se suele plantear todo como bajo la forma de sugerencias para que actúe la clase dirigente actual… de hecho, negando que ésta sea una clase dirigente.

Aquí volvemos a las cuestiones fundamentales comentadas arriba.

¿Tiene sentido plantear tan siquiera que la sociedad cubana tenga una naturaleza social totalmente diferente del resto del mundo que la ha rodeado durante las seis décadas desde la revolución, y con el cual la isla está fuertemente relacionada, para bien o para mal?

¿Tiene sentido definir de socialismo, o “Estado obrero” —“deformado” o no— una sociedad en la que la clase trabajadora no tiene el poder, ni siquiera tiene el derecho a organizarse de manera independiente?

Clase dirigente

Si se plantea que no hay clase dirigente en Cuba, hay que preguntarse: ¿quién impulsó la Tarea Ordenamiento? ¿Quién decidió en su momento dedicar el equivalente a más de mil millones de dólares a la construcción (nunca completada) de una central nuclear? ¿Quién tomó la decisión de priorizar —en plena pandemia— la construcción de hoteles de lujo para turistas extranjeros, en vez de invertir en la producción agrícola, por ejemplo? (Ésta fue una queja extendida en las protestas del 11J).

Si Cuba no es capitalista, ¿cómo se explica que padezca una crisis económica? De hecho, ¿cómo se analiza la economía en general? ¿Cuál es su dinámica?

Si Cuba no es capitalista, ¿por qué existen el racismo, la opresión de las mujeres, la opresión LGTBI+? La idea, supuestamente de la ortodoxia de la izquierda, de que Cuba no es capitalista, acaba alimentando las visiones hostiles al marxismo tan de moda entre los movimientos contra la opresión; visiones centradas en la identidad personal que quitan importancia a la lucha de clases; como mucho se incluye el “clasismo” en una lista de “opresiones interseccionales”.

Multimillonarios comunistas

Está ampliamente reconocido que uno de los principales referentes para la dirección cubana, desde hace varias décadas, es China. Bajo el “socialismo con características chinas” el hombre más rico de China, con una fortuna de 34.000 millones de euros, es miembro del partido comunista; el parlamento chino, dominado por el partido comunista, cuenta con 100 diputados que son “billonarios” (tienen una fortuna de más de mil millones de dólares). Y todavía hay quienes mantienen que China es socialista, o al menos “antiimperialista” y no capitalista. Una vez que se suspende el juicio, se ve que no hay límites. El intento de respaldar todas las políticas del gobierno cubano lleva hacia el mismo tipo de malabarismos.

Además, los sectores de la izquierda que insisten en la naturaleza no capitalista de Cuba no tienen nada que ofrecer a la gente trabajadora harta —y con razón— del sistema actual. Cuando la derecha hace sus falsas promesas de mejoras a través del mercado y el acercamiento a EEUU, esa izquierda seguirá atándose a un lastre, intentando proteger al viejo sistema frente a la “restauración” de un capitalismo que nunca se fue.

Cometerá el mismo error que cometieron varios grupos de la pequeña izquierda independiente en Europa del este en 1989; otros sectores de esa pequeña izquierda cometieron el error “opuesto” de pensar que el mercado resolvería los problemas de sus países. En realidad, ambos lados se equivocaron al centrarse en las diferencias superficiales entre el capitalismo de mercado y el capitalismo de Estado, escogiendo uno u otro, en vez de luchar por algo totalmente diferente.

Con todo, está claro que las medidas recientes del gobierno cubano no solo han devaluado el Peso cubano, sino que han devaluado, una vez más, el concepto de socialismo.

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Análisis marxista de Cuba

En cambio, si se aplica a Cuba un análisis marxista, un análisis de clase, los misterios dejan de serlo. El marxismo tiene las herramientas para analizar la crisis económica, la creciente desigualdad, las medidas de austeridad, el papel de las opresiones en permitir la sobreexplotación de los grupos oprimidos y como instrumento ideológico para engañar a los sectores no directamente afectados por esa opresión, y lo demás.

Es decir, si se entiende que a pesar de los avances logrados con la revolución, Cuba nunca dejó de ser capitalista, es mucho más fácil entender todos estos hechos.

Existe una clase dirigente, que controla los medios de producción… dentro de un sistema mundial que condiciona sus decisiones, igual que en cualquier Estado o cualquier empresa. Las opresiones existen por la misma razón que existen en el resto del mundo. Las crisis surgen por las mismas causas que en otras partes del planeta, y la clase dirigente responde intentando aumentar la tasa de explotación de la clase trabajadora, intentando obtener más trabajo a cambio de menos salario (directo o indirecto).

Imperialismo

Por supuesto, nada de esto elimina el hecho de que Cuba sufre bajo el imperialismo, y que esto se debe rechazar y denunciar, como con cualquier país que lo sufra, más allá de las críticas que se puedan tener hacia la clase dirigente de ese país.

De hecho, si se cree que el socialismo es posible en un país, las imperfecciones de Cuba se deben atribuir a los fallos de su dirección actual. En cambio, si se entiende que el socialismo en un país es imposible, no se trata de excusar todo lo que han hecho los dirigentes, pero sí se entiende que la solución no es la adopción por parte de la dirección de otras políticas que sí podrían resolver los problemas, o la búsqueda de nuevos dirigentes, “más eficaces”. Porque el problema no se limita a lo que ocurre dentro de la isla; un socialismo de verdad sólo será posible en Cuba mediante un cambio revolucionario internacional.

Desde este punto de vista, el eje de la crítica al modelo cubano no es el hecho de no haber conseguido un socialismo perfecto en una isla, porque se sabe que esto siempre fue imposible. La crítica —a la dirección cubana, pero aún más a la izquierda internacional— es que, al haberse centrado en defender e intentar copiar el modelo cubano, se ha empujado a sectores enormes de la izquierda —y muchas luchas importantes— hacia un callejón sin salida.

Socialismo internacional

La visión del socialismo internacional, del socialismo desde abajo, va en una dirección totalmente diferente.

Al contrario de lo que mantiene la derecha —y parte de la izquierda— la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS, la crisis actual en Cuba, no suponen en absoluto un fracaso del socialismo o del comunismo. Son expresiones de la misma crisis multifacética mundial.

Según esta visión, el socialismo no es algo que se ha probado y ha fallado en Cuba, sino una posible salida —de hecho, seguramente la única salida positiva posible— de la crisis actual de la isla.

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¿Qué hacer?

Frente a las opciones del apoyo acrítico al sistema actual, y el apoyo al imperialismo estadounidense, el reto en Cuba es ir elaborando una visión alternativa e internacionalista basada en el socialismo desde abajo.

No se pueden dictar tácticas desde lejos; de hecho, no habrá soluciones ya escritas ni tan siquiera dentro de la isla.

Solo se puede decir lo obvio y básico, que habrá que plantar cara ante los abusos y ataques que está sufriendo la gente trabajadora y pobre a manos del Estado cubano, sin hacer el juego a la hipocresía de la derecha y de los dirigentes occidentales, y que esto no será fácil.

Dialéctica

De hecho, elementos del mismo problema existen en muchos lugares. En Catalunya, hemos tenido que combatir la represión por parte del Estado español contra dirigentes independentistas catalanes… a la vez que hemos denunciado las políticas neoliberales y la represión policial impulsadas por estos mismos dirigentes contra la gente trabajadora catalana. El gobierno español del PSOE y Podemos, además de mantener la represión contra Catalunya, es responsable de otras muchas políticas neoliberales, racistas, etc., pero cuando la extrema derecha ataca sus pocas políticas progresistas, la izquierda radical debe defenderlas. En un caso mucho más extremo, el pueblo palestino tiene que enfrentarse a la ocupación sionista, pero también a una Autoridad Palestina corrupta y represora. En estas situaciones, no cabe una posición unidimensional —solo geopolítica o solo local—, hace falta una visión dialéctica.

Una cosa que se puede aprender de la experiencia de la izquierda revolucionaria, en diferentes países y épocas, es que el eje de la política deben ser los intereses de la gente trabajadora. Y que, a largo plazo, la única manera de defender estos intereses es mediante la autoorganización de esa misma clase, así como una lucha firme contra todas las formas de opresión y discriminación que buscan dividir a la clase trabajadora. Si se ponen como criterio político la defensa de una forma de propiedad (estatal o privada), o bien una visión abstracta de “derechos civiles” sin contenido social, sí se acaba haciendo el juego a fuerzas ajenas a la clase trabajadora.

Una izquierda marxista en Cuba deberá llevar a cabo un análisis marxista de su propio país. Aquí, como argumenté en un texto que Comunistas Cuba tuvo la bondad de publicar, creo que será esencial reconocer que la burguesía en Cuba no se limita a los jefes de las pequeñas empresas locales o de las multinacionales. Pero ese análisis se debe llevar a cabo allá.

Práctica

Y aparte del análisis, en algún momento se tendrán que considerar las posibilidades de llevar las ideas a la práctica, y no será nada fácil. Dicho esto, y al contrario de lo que piensan algunas personas, la actividad revolucionaria casi nunca consiste en organizar una insurrección armada (en mi caso al menos, llevo unas cuatro décadas de militancia revolucionaria y hasta ahora no me ha tocado organizar ninguna insurrección). La política revolucionaria cotidiana consiste en hablar, discutir, elaborar análisis coherentes, agrupando a más personas alrededor de estas ideas, pero también en relacionarse con otra gente trabajadora con sus problemas cotidianos, y dado el caso, con sus luchas.

Y estas luchas pueden incluir manifestaciones espontáneas y (necesariamente) confusas. Las protestas de los “chalecos amarillos” en Francia fueron muy contradictorias en sus inicios, y el partido fascista Frente Nacional intentó participar y aprovecharse de ellas. Algunos sectores de la izquierda tildaron a los y las manifestantes de lumpen, de carne de cañón de la extrema derecha, y otras cosas por el estilo. Por suerte, otros sectores de la izquierda radical sí participaron activamente en el movimiento y lograron marginar, y en general excluir, a los fascistas. No lo hicieron mediante intentos de imponer un programa ya escrito sobre el movimiento, como un ultimátum. Lo hicieron a través de la participación directa, convirtiéndose en parte del movimiento, y desde ahí, desde abajo, participando en los debates dentro del movimiento.

Intereses comunes

En palabras de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista:

“Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros… No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. Los comunistas… se distinguen… en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad…”

Como se ha dicho, cómo se aplica esto en la Cuba actual está por ver.

Solo insisto, una vez más, en la centralidad de la autoorganización de la gente trabajadora; en un momento será la de una pequeña minoría revolucionaria, en otro, quizá la de sectores más amplios. Y esta autoorganización de clase es la mejor defensa, repito, frente a las diferentes amenazas, tanto externas como internas.

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¿Qué hacemos?

Pero a la izquierda internacional no le toca poner deberes a la izquierda cubana sino hacer su propio trabajo.

Y la verdad es que la tarea no es muy diferente de la que le toca a la izquierda en Cuba. Como ya se comentó al tratar la subida de Thatcher y Reagan, es un problema permanente de la izquierda limitarse a la elección entre unos tópicos viejos que ya no sirven, y dejarse engañar por unas frases “de moda”. El reto aquí, también, es construir una propuesta socialista revolucionaria que defienda —en el contexto actual— los principios del internacionalismo y solidaridad, y de forma que conecte con la gente trabajadora de a pie.

Respecto a Cuba, repitamos, como izquierda internacionalista debemos exigir el fin del bloqueo y el resto de las agresiones de EEUU. Esto lo debemos hacer a pesar de las críticas que podamos tener hacia el gobierno cubano; críticas que debemos explicar claramente cuando sea necesario. Rechazar el bloqueo no es motivo para denunciar a la gente trabajadora y pobre cubana o a los grupos oprimidos cuando luchan por sus derechos. La solidaridad con el pueblo cubano debe significar ponerse al lado de Cuba frente al bloqueo, pero también ponerse al lado de la gente trabajadora frente a la policía antidisturbios y quienes la envían.

Impulsar la revolución

Con todo, nuestra aportación principal a la solidaridad con la gente trabajadora en Cuba no consiste en lo que digamos o hagamos respecto a la isla. La mejor solidaridad siempre es hacer (o contribuir a impulsar) la revolución allá donde estemos. En términos concretos y más inmediatos, esto significa llevar a cabo ese trabajo de debatir alternativas y acercar a gente a ellas (esto, sobre todo, cuando somos poca gente) e impulsar la autoorganización y las luchas reales.

La mejor ayuda es demostrar que el socialismo no es lo que ha fracasado en Cuba (aun reconociendo, por supuesto, los logros sociales tras 1959). Hay que demostrar que el socialismo sí puede representar e impulsar una opción real de poder democrático desde abajo.

Solo al señalar el abismo que nos separa del sistema vigente en Cuba tenemos la posibilidad de ofrecer una alternativa socialista de verdad, ya sea dentro o fuera de la isla.

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Una última palabra

Tal y como va el mundo —con la crisis económica, el caos climático, la pandemia, los permanentes conflictos entre poderes imperialistas que conllevan el riesgo de guerra total…— necesitamos una alternativa más que nunca. Y está más claro que nunca que si la alternativa no es internacional no será nada. No hay solución en una isla; no hay solución solo para los países ricos, por muy altas que sean las vallas en sus fronteras: hace falta un cambio global.

Así que cada lucha local también debe verse como parte de la lucha global por ese otro mundo que necesitamos. Y hablamos de lucha global, no en el sentido de tomar parte en el juego de ajedrez mortal entre las grandes potencias, sino como parte de la lucha del 99%, la gente de abajo, contra el 1% que nos ha llevado al desastre actual.

En este contexto, si surgieran iniciativas dentro de Cuba buscando una alternativa de verdad, un socialismo basado en el poder de la gente corriente, un socialismo donde no hubiera choque alguno entre la democracia de base, la libertad, y la justicia social, entonces el efecto en toda la región, incluso en todo el mundo, podría ser electrificante.

Debemos demostrar que hay una alternativa contra el imperialismo —tanto en su versión estadounidense, como en su versión china y las demás—, y también contra el modelo burocrático —el supuesto “socialismo” de Estado— que al final reproduce los mismos abusos que el capitalismo de mercado.

Este es el desafío que tenemos por delante, en Cuba y el conjunto de América Latina, en Europa, en EEUU, en todos los continentes del mundo. Ni bloqueo ni burocracia. Socialismo y libertad.

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Bibliografía

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Lumsden, Ian (1996), Machos, Maricones and Gays: Cuba and Homosexuality, Latin America Bureau.

Torres Santana, Ailynn (17/07/21), “11-J en Cuba: sobre lo bueno y lo justo”, oncubanews.com. Disponible en https://oncubanews.com/opinion/columnas/sin-filtro/11-j-en-cuba-sobre-lo-bueno-y-lo-justo/ (In English: https://oncubanews.com/en/opinion/columns/no-filter/j-11-in-cuba-about-the-good-and-the-fair/)

Waller, John, et al (1993), AIDS in Cuba: A portrait of prevention, Cuba Solidarity Campaign, Londres.

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