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David Karvala

El crecimiento de la extrema derecha por todo el mundo es más que preocupante. Y como demuestra el crecimiento de VOX, el Estado español no es inmune al problema, al contrario de lo que mantenían algunos tertulianos hace pocos años.

Esto plantea debates importantes acerca de qué hacer ante esta situación.

Aquí va un repaso muy breve de algunas de las estrategias que se han planteado.

¿Fachas en la TV?

Antes de hablar de los movimientos, hay que tratar la respuesta terrible y confusa de los medios.

Dicho de forma directa: en general, vacilan entre intentar ignorar a la extrema derecha, y darle el micrófono para escupir su veneno libremente.

Para entender su error imaginemos que se tratase de una gran estafa económica (en vez de la estafa política que es). Los medios ni fingirían que no estaba pasando, ni tampoco (se espera) invitarían al principal estafador a su plató para engañar a más gente. Lo que harían (insisto, se espera) sería explicar la estafa al público, para advertir a todo el mundo ante sus mentiras.

En vez de esto, han optado, cada vez más, por la opción de invitar a los fachas a entrevistas, reportajes, tertulias…

Seguramente lo hacen para conseguir audiencia, clics, no por afinidad ideológica, pero el efecto es que normalizan a la extrema derecha, la ayudan a extenderse.

¿Y nuestras respuestas?

Pero la cuestión clave para la gente activista es qué debemos hacer desde la política y los movimientos sociales. Aquí hay muchos tópicos —muchos errores— que se comentan a continuación.

“Ignorarlos”: si VOX fueran solo cuatro personajes sin incidencia, esta respuesta sería correcta. Pero salen en la TV cada día, tienen presencia en las instituciones, dan ánimos a los matones que llevan a cabo agresiones en la calle… “Ignorarlos” es permitir que sigan creciendo sin hacer nada.

“Debatir con ellos”: El problema es que el fascismo no consiste en una serie de ideas. El fascismo es el proyecto de acabar con los derechos de la mayoría de la población, acabar incluso con la existencia de muchas personas. Al ofrecer una tribuna para que un dirigente fascista hable, se les permite fomentar el odio y buscar más adeptos. Da igual la “refutación” que se presente ante sus ideas: el fascismo no se basa en una teoría coherente que se pueda desmontar con argumentos.

“Mi programa”: muchos sectores de la izquierda argumentan que la solución al fascismo es el programa político de su grupo. A veces rechazan toda lucha directamente contra la extrema derecha (“no hablemos de ellos”), limitándose a pedir que la gente vote a su partido en vez de a los ultras. Y a veces la defensa de su programa acompaña la lucha contra el fascismo como tal. El problema es que cada sector de la izquierda tiene ideas diferentes, programas diferentes. Una lucha contra el fascismo basada en “el programa” es necesariamente una lucha fragmentada, no unitaria.

“Acción directa”: hace falta la lucha contra el fascismo en la calle y por todas partes. El problema con la visión típica de la “acción directa” es que se suele restringir la lucha a solo un sector, a un puñado de hombres jóvenes capaces de luchar en la calle, que se convierten en los combatientes en nombre de los demás. Además de fomentar el elitismo, facilita que se les criminalice. Hace falta la acción directa diversa, de la gente diversa de nuestros barrios, no sólo de unos pocos.

“Rojipardos”: Así se denomina a los que, en nombre de una clase obrera mítica —únicamente blanca, masculina, heterosexual…—  asumen el racismo, el machismo, la transfòbia, etc. Ignoran la realidad de que la clase trabajadora incluye a personas oprimidas por su género, color de piel, religión, orientación sexual, etc.

Los rojipardos —sean tertulianos o grupos autodenominados “marxistas leninistas”— hacen el juego a los ultras: a veces incluso colaboran directamente con ellos. Con esto, no forman parte de la lucha contra el fascismo, sino parte del problema.

Construyamos la lucha unitaria

¿Cuál es la solución entonces? Es algo tan sencillo como la lucha unitaria en su contra.

Hay que nombrar a la extrema derecha, para que la gente sepa de qué estamos hablando.

Hay que señalar sus contradicciones y denunciar sus mentiras, no para debatir con sus líderes, sino para demostrar a las personas que dudan —incluyendo a sus potenciales votantes— que realmente son una estafa.

Siempre que sea posible, hay que movilizarse contra sus actos, de manera unitaria, para demostrar que la mayoría de nuestro barrio, municipio, etc. rechaza a los ultras y sus ideas.

Esta lucha no se basa en ofrecer otro programa político, o en plantear soluciones a los diferentes problemas materiales del barrio; esa tarea es muy importante, pero les toca a los partidos de izquierdas y/o a otros movimientos sociales.

En todo caso, esas otras luchas necesitan tiempo, tiempo que no tendremos si los fascistas se hacen fuertes. La lucha unitaria, aquí y ahora, es esencial para ganar el tiempo para resolver los demás problemas.

Extender la lucha unitaria

Hasta ahora, el movimiento unitario más consolidado es Unitat Contra el Feixisme i el Racisme en Catalunya. También existen Crida Contra el Racisme i el Feixisme, en varias zonas del País Valencià, y UCFR Andalucía, básicamente en la provincia de Sevilla. En otras partes se está planteando el tema, pero todo está por hacer.

Sin embargo, el espíritu de la lucha unitaria está muy presente en una excelente nueva iniciativa, Rock Contra el Fascismo. Más de 1.300 bandas de rock han firmado su manifiesto fundacional y ahora se plantean establecerse como asociación cultural para hacer trabajo de base.

Es que la tarea supone trabajo y esfuerzo, pero se trata de sentido común: somos personas diversas y tenemos muchas ideas diferentes; precisamente por eso, en parte, los fascistas nos odian a todas. Por eso, respectando estas diferencias, podemos y debemos luchar de manera unitaria contra su odio.