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David Robles

Ayuso al borde de la mayoría absoluta con 65 escaños, 25 escaños más que en las últimas elecciones autonómicas, más que todos los partidos del bloque de izquierdas juntos. La fuerza más votada en todos los municipios de la comunidad de Madrid excepto en 4. Gana en todos los distritos de la capital, incluso en barrios obreros como Puente de Vallecas. El PSOE hundido: ha pasado en 2 años de ser la primera fuerza a ser la tercera, 13 escaños menos, más de 270.000 votos perdidos con casi 12 puntos más de participación. Su portavoz parlamentario en entredicho y el partido sorpassado por Más Madrid, convertido en la alternativa de los partidos de izquierdas sumando 4 diputados más. Unidas Podemos, 10 escaños, 3 más que en 2019, pero con sólo el 7% de los votos, relegado a quinta fuerza parlamentaria por detrás de VOX y acabando la noche electoral con la dimisión de Pablo Iglesias de todos los cargos políticos y de la dirección de la organización de Podemos. Ciudadanos, la fuerza que emergió para ser la alternativa al PP, en vías de desaparición, pasando de 26 escaños a ninguno. Y por último VOX, que tras el resultado abrumador obtenido por el Partido Popular, con sus 13 escaños, uno más que en las últimas elecciones, tendrá menos influencia en la investidura de lo que se había pensado.

A grosso modo, este es el resultado de unas elecciones autonómicas imprevistas convocadas en la mitad de la legislatura y decepcionante para las organizaciones de izquierdas y su militancia.

Dos cuestiones nos rondan. Por qué en una de las comunidades con más desigualdad del Estado español (la segunda por detrás de la Rioja)[1], la segunda comunidad con la vivienda más cara[2], por ejemplo, zona cero de la pandemia en el Estado español[3] siendo la primera en muertes; con una gestión que ha ido favoreciendo cada vez más la privatización de los servicios públicos, epicentro de la corrupción política del PP y donde se han anunciado rebajas fiscales que favorecen a las clases más altas en detrimento de la inmensa mayoría, ha arrasado la principal fuerza política responsable, el Partido Popular y Ayuso y con un voto mayoritario en todas las clases sociales y en todo los segmentos de edad. Y segundo: una vez llegado a este punto, cómo afrontar y superar la situación sin caer en ejercicios de autoflagelación.

Apelación a los sentimientos y la inseguridad permanente.

Socialismo o libertad, comunismo o libertad, fascismo o democracia”. La campaña electoral se ha desarrollado entre estos binomios y crispándose, con amenazas incluidas, provocaciones en los barrios obreros por parte de la extrema derecha y obviándose el debate de las ideas, del programa y de la gestión realizada. Una campaña polarizada, donde se ha puesto en juego por la presidenta Ayuso un nuevo modelo, el “trumpismo cañí” caracterizado por sustituir lo objetivo y racional por un llamamiento a las emociones y sentimientos, llevando a una gran parte de la ciudadanía a desconectarse del ideal político y siendo la verdad sustituida por la posverdad.

No importa que una gran parte de la ciudadanía de Madrid tenga un grave problema de acceso a la vivienda, de precariedad y de temporalidad laboral, de contaminación atmosférica crónica y que no llegue a final de mes. No importa llevar meses en una lista de espera para una operación en la sanidad pública o que en tu barrio no existan plazas en la escuela pública. No importa porque al final de un duro día puedes tomarte una caña de cerveza en una terraza en plena pandemia en Madrid. La apelación a los sentimientos, como resultado de la estrategia del nuevo trumpismo cañí.

Otra característica de esta campaña electoral ha sido la apelación constante a la libertad. Un valor del que se han apropiado y vaciado de contenido. O estás con ellos o estás contra la libertad. Pero la única libertad que defienden es la del libre mercado, poder comprar y venderlo todo, incluso el derecho a una vida digna, la libertad que únicamente te puede proporcionar el dinero. Pero entra en un Mercadona sin dinero y veamos si realmente eres de libre.

Además, vivimos en un sistema social extremadamente desigual, caracterizado por relaciones de poder injustas, donde cada vez una mayor parte de la ciudadanía está en situación más extrema y se ve irremediablemente condenada. La precariedad y la inestabilidad laboral han llevado a una parte de la ciudadanía a un estado de inseguridad permanente. En esta incertidumbre y el miedo al futuro se muestran dispuestos a soportar enormes cargas para conseguir reducciones mínimas de riesgo e inseguridad[4]. En este ambiente de inseguridad permanente una parte de la ciudadanía es capaz de asumir el riesgo de apoyar las políticas liberales.

La izquierda ante las contradicciones

La campaña de la izquierda, sin una historia reciente de grandes luchas y movilizaciones ciudadanas que impulsen su movimiento electoral y con una posible gran desconexión con su base electoral ha intentado recurrir también a los sentimientos, apelando a la clase obrera en los barrios populares de la capital y del cinturón rojo del sur de Madrid, sumado a un llamamiento al sentimiento antifascista y al orgullo de clase. Pero ser de clase obrera no es un sentimiento, no depende de tus ideas sino de tener que vender tu fuerza de trabajo para sobrevivir. Entender que la clase obrera es la única palanca transformadora se consigue cuando se toma conciencia a través de las luchas sociales, laborales y comunitarias y no a través de las campañas electorales.

Algunos cabezas de lista tampoco han ayudado. El protagonismo de Pablo Iglesias, asumiendo el papel de salvador mesiánico contra el fascismo y las políticas de derechas y el papel del soso y falto absoluto de carisma Ángel Gabilondo, son un ejemplo. Las contradicciones del gobierno central tampoco han ayudado. El ingreso mínimo es un unicornio que no ha llegado a la mayoría de las personas solicitantes, las reformas laborales siguen vigentes, igual que la ley mordaza. El precio de los alquileres sigue sin limitarse, la reforma fiscal que grave a las rentas más altas se sigue esperando y la reforma de las pensiones propuesta cuenta con la oposición de los colectivos de pensionistas. Por último la filtración pocos días antes de la jornada electoral del memorándum que proponía la eliminación de la desgravación en las declaraciones conjuntas no sólo puso de manifiesto esta contradicción y la sumisión a los poderes económicos, sino que fue todo un torpedo en la línea de flotación de la credibilidad de Unidas Podemos y del PSOE.

Posiblemente existan muchos otros factores que expliquen el voto transversal que ha dado la victoria a Ayuso a parte de los esbozados aquí. Desde la hegemonía cultural con unos medios de comunicación de masas cada vez concentrados en menos manos, hasta el consenso con las clases medias y su ascenso a clase aspiracional, pasado por la formación de una comunidad imaginaria en torno a la imagen de la patria o de la unidad de estado, la bandera las cañas o la fiesta de los toros.

Un consuelo, al menos hemos contemplando el primer frenazo a la velocidad de ascenso de la extrema derecha desde su irrupción en el parlamento andaluz en diciembre de 2018. Su influencia y poder político pueden empezar a verse mermados, pero no su poder mediático. La extrema derecha sigue siendo un peligro y lo hemos visto, el Partido Popular no va a tener ningún complejo en pactar, ni en Madrid ni en otro lugar del Estado, con ellos si es necesario. Ahora más que nunca es necesario aislarlos.

Superar la situación

Derechos y libertades ganadas en años de lucha o políticas de progreso se pueden ver comprometidos. Madrid desde hace 25 ha sido un lugar de experimentos de políticas neoliberales. Ahora puede volver a ser de nuevo lugar de experimentos, pero de políticas cada vez más de extrema derecha. Derechos y libertades como el acceso al aborto, a la muerte digna, a la educación sexual o en valores, las políticas de género, de protección a las víctimas de la violencia machista o la promoción de la vivienda pública o de alquileres sociales, la movilidad sostenible, la lucha contra el cambio climático o la transición ecológica, entre otras están en grave peligro así como una profundización de la privatización de los servicios públicos.

Solo ha sido Madrid y no todo el territorio del Estado es Madrid. Resistir ya es vencer, pero no es suficiente la resistencia. Tampoco debemos autoflagelarnos, ni nos rendimos ni nos doblegamos. Existe un amplio abanico de luchas sociales y laborales y las políticas de Ayuso las recrudecerán. La organización de la clase trabajadora y de las clases populares en torno a ellas pueden abrir una ventana a la esperanza.

[1]     Datos INE – Desigualdad (S80/S20). Durante el periodo 2008 – 2019, la desigual pasó de 4,6 a 6,5 puntos, más de un 40%. https://www.ine.es/jaxi/Datos.htm?path=/t00/ICV/dim1/l0/&file=11401_2.px#!tabs-tabla

[2]     https://www.epdata.es/precio-vivienda-comunidades-autonomas/cb4b29b9-958e-4903-a637-635acd06feeb

[3]     Más de 15.000 desde el inicio de la pandemia y una tasa de muertes por cada 100.000 habitantes de 271, muy por encima de la media del Estado español. https://www.eldiario.es/sociedad/mapa-datos-coronavirus-espana-comunidades-autonomas-mayo-3_1_1039633.html

[4]     Sobre esta idea y el fascismo social: “Democracia al borde del caos: Ensayo contra la autoflagelación” Boaventura de Sousa Santos.