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A medida que el sistema de salud de la India se colapsa bajo una nueva ola de la Covid-19, Socialist Worker examina si las y los trabajadores occidentales se están beneficiando de la forma en que opera el imperialismo.

El horror de la segunda ola del coronavirus en la India parece no tener límites. Escenas de personas desesperadas que buscan cilindros de oxígeno y camas de hospital inexistentes han provocado una ola de angustia en todo el mundo. Las ciudades más grandes de la India ahora incluso se están quedando sin madera para incinerar los cuerpos de los muertos.

¿Qué tipo de mundo permite que un país vacune a casi la mitad de sus ciudadanos en un tiempo récord, mientras que en otro el programa de inoculación apenas ha despegado?

Ésta es la pregunta que se hacen con razón muchos en Gran Bretaña. Para una parte de la izquierda, la pregunta no es difícil de responder. Los países ricos de Occidente roban a los pobres y el botín se reparte, aunque de manera desigual, entre ellos. Los trabajadores y los pobres pueden sufrir dificultades en estas naciones avanzadas, pero están mucho mejor que la mayoría en el Sur Global, insisten.

Y, debido a que reciben una parte del botín, los trabajadores de Occidente han podido asegurarse el derecho a las vacunas. Mientras tanto, la mayor parte del resto del mundo se ve obligado a prescindir.

Imperialismo

Están cosechando los frutos del imperialismo, continúa el argumento.

No hay duda de que las naciones económicamente más avanzadas han explotado a las más pobres. Desde la manera en que España robó el oro y la plata de América del Sur en el s.XVI, hasta el robo de las enormes riquezas de la India que Gran Bretaña inició en el s.XVIII, el dinero inicial que permitió el desarrollo capitalista provino del saqueo.

Ese robo continúa hoy. Se puede ver en las prácticas desleales del comercio internacional y la privatización de activos estatales que terminan a bajo coste en manos de las multinacionales. Y se ve en los préstamos similares a los usureros que obligan a los países pobres a ceder el control de sus economías a los banqueros internacionales.

Lo histórico y lo contemporáneo se han combinado para crear los países ricos y pobres de hoy. Y los más fuertes usan su fuerza económica y militar para asegurarse de que siga siendo así.

Pero hay puntos importantes que destacar sobre este proceso.

El imperialismo como sistema no se limita solo a los más poderosos. Empuja a todas las naciones, grandes y pequeñas, a comprometerse con él, aunque solo sea como un socio menor.

India, aunque económicamente mucho más débil que Gran Bretaña, busca dominar a sus vecinos, a los que considera enemigos, como Pakistán, y actúa de manera paternalista hacia otros que desea dominar, incluidos Afganistán, Bangladesh y Nepal.

Sus ricos y poderosos tienen inversiones esparcidas por todo el mundo, explotando tanto a las personas como a los recursos para obtener ganancias. Y el estado tiene una enorme maquinaria militar con armas nucleares para convertirlo en una fuerza a tener en cuenta. En su afán por ser la fuerza líder en el sur de Asia, los gobernantes de la India esperan aislarse de la potencia más fuerte de la Gran Asia: China.

Es cierto que las potencias imperialistas más grandes y poderosas intimidan a quienes están por debajo de ellas en el orden jerárquico, y ese poder está lejos de estar distribuido equitativamente. Pero los intentos de ver el mundo simplemente dividido en naciones imperialistas y no imperialistas es un error.

El robo imperialista se entiende mejor como parte de un complejo sistema de rivalidad global.

En segundo lugar, si bien codiciar recursos y dominar a los demás es importante para todas las naciones capitalistas, la principal fuente de ganancias del sistema es otra forma de robo. Esta es la explotación del trabajo.

Las ganancias se obtienen cuando los capitalistas juntan trabajadores, máquinas y materias primas para producir bienes para la venta. Los trabajadores son la fuente del valor creado, pero sus salarios representan solo un pequeño porcentaje de lo que han ganado. El resto es trabajo no remunerado que se convierte en la fuente de las ganancias de los patrones.

La importancia que los jefes otorgan a su fuerza laboral se corresponde directamente con la cantidad de ganancias que generan y con la facilidad con la que son “reemplazables”.

En los países más ricos, en Occidente, pero también en otros estados que se desarrollaron rápidamente en los últimos tiempos, se combinan enormes concentraciones de maquinaria con grandes inversiones en investigación. Esto permite a los jefes obtener ganancias aún mayores y acumular aún más riqueza, utilizando un número relativamente pequeño de trabajadores altamente cualificados.

Lucro

Cada trabajador individual es explotado hasta tal punto que produce muchas más ganancias para el sistema que cientos que trabajan largas horas por centavos en los países más pobres. Esto significa que la mano de obra cualificada se convierte en una mercancía valiosa por derecho propio, una que debe recibir cierto grado de protección.

Se requieren grandes inversiones para producir una fuerza laboral altamente capacitada, para mantener su salud y lealtad a la empresa. Por esa razón, la mayoría de la clase dominante del Norte Global está comprometida con una forma bastante avanzada de previsión de salud.

Incluso en EEUU, donde no existe un servicio nacional de salud gratuito, los grandes empleadores tienden a ofrecer seguro médico como parte de su paquete salarial. Simplemente no pueden darse el lujo de que las personas que les generan enormes ganancias estén enfermas durante largos períodos, o que sean demasiado pobres para ser reparadas rápidamente y enviadas de regreso al trabajo.

Es por esto que Gran Bretaña gasta más del 7,5 por ciento del Producto Interior Bruto (el valor de todos los bienes y servicios que produce en un año) en atención médica. Es por esta razón que la gran mayoría de los principales empleadores quieren que su personal esté vacunado contra la Covid-19 y tienen un programa organizado de manera eficiente para que esto suceda.

La situación en la India y en muchos otros países más pobres es diferente.

El desarrollo capitalista en la India fue terriblemente paralizado por el colonialismo británico que duró hasta 1947. Cualquier excedente que pudiera obtenerse de los pobres en la India, ya sea de la tierra o de la producción, se exportó rápidamente a Gran Bretaña. Allí llenó los bolsillos de los ricos. Pero los pobres británicos, forzados a entrar en la nueva ola de fábricas en los siglos XVIII y XIX y languideciendo en infraviviendas, nunca vieron ni un centavo.

Por lo tanto, el capitalismo indio se encontraba en una posición mucho más débil para invertir en la última maquinaria e investigar las últimas técnicas productivas. En cambio, se vio obligado a utilizar grandes grupos de mano de obra barata y menos cualificada como una forma de competir en el mercado global.

En esta situación, el excedente que cada trabajador aporta a las ganancias de los patrones indios es generalmente mucho menor que en los países económicamente avanzados. A su vez, el jefe considera que cada trabajador tiene poco valor y es relativamente fácil de reemplazar.

Esa es una razón fundamental por la que el gasto en salud pública en la India representa solo el 1,26 por ciento del Producto Interior Bruto, y por qué los pobres apenas reciben atención médica.

Esta es una de las razones más importantes por las que la India, a pesar de ser una potencia en la fabricación de vacunas, no ha implementado un programa de vacunación en la escala requerida.

No es la gente corriente de Occidente la que ha robado a la India un programa de vacunación decente. Es un sistema de prioridades económicas que se extiende por todo el mundo y es el responsable. Y aunque los diferentes trabajadores a nivel mundial tienen diferentes experiencias, estar a merced de las ganancias no es positivo para ningún sector de la clase trabajadora.

Trabajadores

Cada vez más, las certezas de que el capitalismo y el imperialismo alguna vez pudieron ofrecer seguridad a los trabajadores en las naciones económicamente más avanzadas se están desvaneciendo. Para muchas personas, los trabajos seguros con buena paga y las pensiones son reliquias del pasado.

La crisis del capitalismo significa que cada generación se enfrenta ahora a la perspectiva de una vida más dura que la de sus padres y abuelos, y esa es una fuente de enorme amargura, aún sin explotar.

El colapso de la legitimidad del sistema tanto en el Norte como en el Sur Global abre la perspectiva de una lucha contra el sistema en todo el mundo. Puede unir a los trabajadores de países ricos y pobres.

El revolucionario ruso León Trotsky deseó el colapso del Imperio británico imperialista. Habló de cómo la combinación de luchas en Gran Bretaña y su colonia la India podría conducir a una sociedad nueva y mejor.

“Si tomamos a Gran Bretaña e India como variedades polarizadas de tipo capitalista, entonces nos vemos obligados a decir que el internacionalismo de los proletariados británico e indio no se basa en absoluto en una identidad de condiciones, tareas y métodos, sino en su interdependencia indivisible”, dijo.

“Los éxitos del movimiento de liberación en la India presuponen un movimiento revolucionario en Gran Bretaña y viceversa. Ni en la India ni en Inglaterra es posible construir una sociedad socialista independiente. Ambos tendrán que entrar como partes en un todo superior. Sobre esto, y solo sobre esto, descansa el fundamento inquebrantable del internacionalismo marxista”.


Este artículo apareció en Socialist Worker, el periódico del Socialist Workers Party, nuestro grupo hermano en Gran Bretaña.