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Arwin van der Zwan

Cuando en 2013 se conoció la noticia de la sucesión al trono quedó claro que muchos izquierdistas tienen una actitud positiva acerca de la realeza. Por ejemplo, un dirigente del Partido Socialista (SP), Emile Roemer, elogió a la reina por su “participación social”. Este respaldo a la monarquía, en un partido ex comunista como es el SP, es una debilidad grave que la izquierda no puede permitirse.

Muchos holandeses corrientes sienten que la familia real generalmente tiene una influencia positiva en la sociedad, aunque es una reliquia antidemocrática del pasado. Por ejemplo, a menudo se afirmaba que el estatus y la imagen de la reina impulsados a través de las visitas de estado y misiones comerciales tenían un efecto favorable en la economía holandesa. Menos tangible, pero más importante para muchos, era el punto de vista de que la reina traía la idílica unión que falta en la sociedad moderna. Todos estos prejuicios deben ser refutados para que el progreso social sea posible.

Costo

Por el contrario, la monarquía juega un papel social muy negativo por varias razones, lo que debería llevar a los socialistas a defender de todo corazón la abolición de esta institución antidemocrática. Lo más sorprendente, por supuesto, son los altos costos que implica el mantenimiento de una familia real. Aunque los Orange, con todos sus miles de millones y participaciones en las multinacionales holandesas más importantes, son una de las familias más ricas del mundo, reciben más de cien millones de euros al año del tesoro nacional.

Además, el jefe de estado no electo de los Países Bajos tiene una cantidad irrazonable de poder político. El monarca, como jefe de gobierno, es responsable del nombramiento o juramento por real decreto de numerosas figuras sociales importantes, como ministros, alcaldes y comisarios.

Desde un punto de vista constitucional, el monarca debe firmar una nueva legislación antes de que pueda entrar en vigor. Y los miembros del Parlamento tuvieron que jurar lealtad a Willem-Alexander cuando tomó el trono de su madre.

Ideología

Pero el rey también tiene una fuerte influencia ideológica en las personas. Quienes están en el poder siempre afirmarán que su poder es justo y que sirve al bien común. El sentimiento artificial de unión que responde a sentimientos nacionalistas es indispensable para mantenerlo.

Durante su tradicional discurso de Año Nuevo, el rey recordó recientemente a sus súbditos que en tiempos de crisis todos deben entregarse y estamos todos juntos en esto. Esto esconde que los recortes en salud, educación y seguridad social son medidas que no afectan a la élite de banqueros y políticos. La popularidad de la monarquía hace que esta injusta historia sea aceptable para muchos.

Potencialmente, el poder del monarca llega aún más lejos. Si llegara al poder un gobierno de izquierdas con un programa radical, la monarquía funcionaría como la última trinchera en la que la élite puede refugiarse.

La historia muestra que esto no es una fantasía. A raíz de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, también surgió un ambiente revolucionario en los Países Bajos. En ese momento, la izquierda no logró convertir la ira y el descontento de las clases bajas en progreso social. Con los esfuerzos de la reina Guillermina como símbolo de unidad nacional, se restauró el orden en los Países Bajos.

Es muy poco probable que se cuestione a la familia real holandesa en un futuro próximo. La familia real es muy popular entre la población holandesa y todos los partidos políticos carecen de la voluntad de matar a la monarquía. De hecho, incluso el SP ha barrido su aversión pública hacia la familia real bajo la alfombra para tener una mejor oportunidad de co-gobernar.

Maria Antonieta

Pero lo que no es, puede llegar. Justo antes de la Revolución Francesa, la reina María Antonieta también era adorada y parecía intocable. Pero bajo la presión de la lucha social, todo se volvió posible. Eso también puede suceder aquí.

Los Orange son una familia asquerosamente rica de aristócratas no elegidos, completamente desconectados de la vida de la gente común. Ellos recaudan millones de dólares en impuestos mientras erosionan la educación y la atención médica. Son la personificación de un sistema injusto.

Utilizan esa posición para frenar el cambio progresivo, lo que también significa que el cambio real solo es posible aboliendo la monarquía. Los socialistas tienen la tarea de abrir los ojos a la gente, no de burlarse de las bases del partido acusándolas de oportunismo. Como dijo el socialista irlandés James Connolly en 1911: “Un pueblo mentalmente envenenado, por el culto a la monarquía, nunca podrá luchar por el espíritu de democracia independiente necesario para alcanzar la libertad social”.


Este artículo apareció en la web de Internationale Socialisten, nuestro grupo hermano en Países Bajos.