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Marie Fauré

El 21 de abril pasado, la página web del diario francés de extrema derecha Valeurs Actuelles publicaba un texto firmado por 20 ex-generales con el apoyo de un centenar de oficiales y de un millar de soldados. En él explicaban la necesidad de “devolver al país su grandeza”, incluso amenazando con un golpe de estado militar.

La fecha del 21 de abril no es una casualidad. El 21 de abril de 1961, los generales ya fomentaron un golpe de estado llamado “putsch des généraux” en plena guerra de independencia de Argelia, que no prosperó. El 21 de abril de 2002 era la primera vez que el Front National llegaba a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

En un contexto de ataques graves a las libertades con la validación de las leyes Seguridad Global y Separatismo, y algunas más en preparación, los militares ordenan al gobierno actual actuar con más firmeza frente al “antirracismo”, al “islamismo y a las hordas de los barrios populares de las afueras”. Hablan de un país al borde de la guerra civil. Concluyen con la amenaza de una intervención del ejército “en una misión peligrosa de protección de nuestros valores de civilización y de salvaguarda de nuestros compatriotas en el territorio nacional”.

Dos días después, Marie Le Pen saludaba el “coraje” de los autores del texto y los llamaba a unirse a ella para las elecciones presidenciales de la primavera de 2022.

Ante una amenaza tan grave y tan directa a la democracia, pocas organizaciones reaccionaron ni condenaron el texto y las palabras de la Le Pen, cuando toda la clase política es tan rápida a la hora de condenar un sindicato que organiza reuniones no mixtas de personas racializadas, como ocurrió con la UNEF hace algunas semanas. La ministra del ejército esperó hasta el 25 de abril para expresarse, calificando el documento de “irresponsable”, minimizando su impacto, mientras el presidente Macron todavía sigue mudo.

Esta normalización de las teorías de la extrema derecha es cada vez más obvia y preocupante, al igual que la presencia dentro de los cuerpos de seguridad, policía y ejército, de miembros claramente definidos como fascistas e incluso neonazis. No se condena de manera unitaria y firme a unos militares que llaman a la guerra civil. Para el gobierno y la mayoría de los partidos, los “separatistas”, el problema, son las personas musulmanas y quien les da apoyo. Además, a un año de las presidenciales, el Rassemblement National (como se llama ahora el Front National) y Marine Le Pen ya no disfrazan sus ideas racistas y fascistas, haciendo un discurso político general cada vez más a la derecha, islamófobo, racista, liberticida y de odio de clase.

La situación actual pone en cuestión las capacidades de las organizaciones “clásicas” de izquierdas para crear un contra-discurso y hacer frente a la amenaza cada vez más real de una victoria de los fascistas en las próximas presidenciales.

Ya vamos tarde, pero la clave podría ser el trabajo unitario y masivo directamente dirigido en contra del RN y sus teorías, poniéndolo en evidencia por lo que es. Hay que aplicar las lecciones de movimientos como Unidad Contra el Fascismo y el Racismo que derrotó a Plataforma por Catalunya y ahora impulsa la campaña Stop Vox; hay que crear una plataforma amplia que vaya mucho más allá de los partidos y sindicatos tradicionales.