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Georgiana Ciupag

En el mes de marzo Senegal vivió uno de los episodios más intensos de protestas en las calles desde la liberación de la ocupación francesa.

Desencadenadas por la detención del líder opositor Ousmane Sonko, las protestas dejaron numerosos saqueos, destrozos, 13 muertos y un escenario político socavado.

En la mañana del 3 de marzo, Ousmane Sonko —quien ha sido acusado de violación y amenazas de muerte a una empleada de un salón de belleza— se dirigía al tribunal para prestar declaración mientras decenas de simpatizantes lo acompañaban, cuando fue detenido por las fuerzas de seguridad bajo acusaciones de desorden público e instigación de protestas.

Bastó con este hecho para que la rabia, el descontento, las frustraciones ante las malas gestiones del actual gobierno, los continuos recortes de derechos y libertades, las políticas que perpetúan el colonialismo agraviadas por la crisis económica y sanitaria estallasen en 6 días de protestas masivas en las calles de todo el país y que han ido más allá de exigir la liberación del principal líder opositor y poner fin a las detenciones arbitrarias de activistas y opositores.

Senegal está bajo el mandato político de Macky Sall, quien ganó las elecciones en abril de 2012 y las volvió a ganar en febrero de 2019. Entre la oposición senegalesa hay sospechas de que el presidente busca la reelección para un tercer mandato tras una revisión constitucional en 2016 por la que no se establece límite de edad ni de mandatos para presentarse a las elecciones, así como el recorte de los mandatos presidenciales, que pasan de siete a cinco años.

Sall lleva a cabo una política neoliberal que provoca fuertes desigualdades sociales: el 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. El analista político Gilles Yabi, señalaba en su último Afrobarómetro dos datos muy preocupantes respecto a la situación sociopolítica en Senegal: dos de cada tres senegaleses piensan que las leyes les tratan con desigualdad y cuatro de cada cinco consideran que deben tener cuidado cuando hablan de política. Esto es muy inquietante en un país que se supone que tiene una democracia consolidada.

Macky Sall mantiene unas dinámicas de dependencia muy fuertes con su antiguo país colonizador, hecho que ha quedado reflejado en la caída peligrosa de la economía senegalesa tras el confinamiento de Francia.

Este suceso ha provocado un rechazo social generalizado a las políticas del actual presidente, así como a la presencia francesa en el país, y que el candidato opositor, Sonko —que en las elecciones del 2019 quedó tercero— ha sabido aprovechar, construyendo un discurso fuertemente crítico con el actual Gobierno y mostrando su posición claramente en contra de la dependencia del país de Francia.

Corruptas

Sonko es el líder del partido PASTEF (Patriotas de Senegal por la Ética, el Trabajo y la Fraternidad) y pasó de ser inspector de aduanas a denunciar y exponer prácticas corruptas como los paraísos fiscales en el extranjero por parte de la élite senegalesa, y la existencia de una planta de procesamiento de arenas minerales de 50 millones de dólares, así como la revelación de documentos que evidenciaban la corrupción del partido de Sall (Alianza por la República).

Fue despedido como resultado de su activismo y en las elecciones legislativas de 2017 logró un escaño como diputado en la Asamblea Nacional de Senegal por la coalición Alternativa Popular.

El opositor se ha ganado la simpatía de muchos jóvenes senegaleses que ven —a través de sus discursos— el cambio sociopolítico que el país necesita, y sobre todo, la esperanza de una independencia real y efectiva de Francia.

A raíz de su detención, el día 3 de marzo, se desencadenaron 6 días de protestas intensas que se extendieron por todo el país y que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas del orden que emplearon fuego real y gases lacrimógenos contra la población civil. El gobierno de Sall restringió el acceso a redes sociales y a cadenas de radio y televisión, mientras vehículos militares patrullaban por las calles.

La detención de Sonko y su valentía para enfrentarse a la vieja política senegalesa fue la chispa que encendió la mecha de la frustración acumulada por una población ya duramente castigada por las políticas neocoloniales, la falta de medidas para crear empleo, el despojo constante de recursos y las pocas opciones para un futuro decente, y que se transformó rápidamente en un clamor para exigir la dimisión de Macky Sall y de su Gobierno.

Protestas

Más allá de las reivindicaciones políticas, las protestas en Senegal son un grito de desesperación de una sociedad que está harta de ver cómo sus recursos están siendo saqueados por los países europeos, que a pesar de las cifras del crecimiento económico buena parte de la población sigue sin medios para subsistir y las administraciones públicas no ofrecen salidas válidas.

Senegal es un país rico con gente pobre y un gobierno incapaz de acabar con el neo-colonialismo y que se dedica a vender descaradamente sus recursos naturales —que son la base de supervivencia para la mayoría de la población— provocando la migración forzosa de muchos jóvenes que no encuentran esperanza alguna en su propio país.

Probablemente Ousmane Sonko no sea el líder que muchos senegaleses esperan, difícilmente tendrá la capacidad para aplicar unas políticas sociales con conciencia de clase, justas y equitativas, derrocar todo un sistema neocolonial que lleva años anclado en el país, garantizar los derechos y libertades de los colectivos más oprimidos o afianzar una democracia consolidada, pero su presencia en el escenario político senegalés ha servido para despertar la conciencia de la clase popular y exigir el cambio que tanto anhelan.

Tampoco se puede obviar que sobre los hombros de Sonko pesa una acusación de violación, todavía pendiente de resolución y con muchas lagunas aún por llenar, y que él mismo señala cómo un complot por parte del actual Gobierno para eliminarlo del escenario político y que, a la vez, hace pensar en Khalifa Sall, exalcalde de Dakar y rival de Macky Sall, condenado por malversación de fondos públicos en un proceso judicial que dejó muchas dudas.

Las protestas en Senegal son una demostración de fuerza popular y de organización desde abajo contra todo un sistema corrupto y contra un presidente dispuesto a todo para continuar en el poder.