Para celebrar el 150 aniversario de la Comuna de París, Sam Ord analiza la importancia del primer gobierno obrero y cómo influyó en las ideas de Karl Marx.
La Comuna de París, cuando la clase trabajadora tomó el poder brevemente y creó el primer gobierno obrero, esta primavera cumple 150 años.
Un movimiento obrero dirigió la ciudad durante 72 días entre marzo y mayo de 1871, con la libertad y la democracia como fundamentos.
El revolucionario Karl Marx describió la Comuna de París como: “la primera revolución en que la clase obrera fue abiertamente reconocida como la única clase capaz de iniciativa social incluso por la gran masa de la clase media parisina —tenderos, artesanos, comerciantes—, con la sola excepción de los capitalistas ricos”.
Y su compañero de luchas Friedrich Engels escribió más tarde: “Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!”
La Comuna emergió de una derrota militar francesa. En 1870 comenzó la guerra entre Francia y Prusia. Las fuerzas francesas fueron rápidamente aplastadas a principios de octubre de 1870, y París sufrió un asedio total.
Los gobernantes de Francia firmaron un armisticio con Prusia a finales de 1870, lo que supuso una traición a la gente común y a las fuerzas que habían tratado de defender París. En particular, el acuerdo enfureció a la Guardia Nacional, una fuerza integrada por los sectores más pobres. Los jefes de la Guardia Nacional habían distribuido 400 cañones en barrios obreros de la ciudad, listos para repeler el ataque.
Para establecer su control, el jefe del nuevo gobierno provisional surgido del armisticio, Adolphe Thiers, ordenó la incautación de los cañones el 18 de marzo. Pero la resistencia estalló cuando el ejército francés avanzó. El ejército logró asegurar los cañones, pero se encontraron con cientos de trabajadores que comenzaron a reunirse. Las mujeres jugaron un papel clave en la resistencia.
A Louise Michel, una miembro de la Guardia Nacional, se le asignó la misión de defender las armas. Michel hizo sonar las campanas de la iglesia y movilizó a 200 mujeres para enfrentarse a un ejército de 3.000 hombres. Este hecho marcó el comienzo de la revuelta. Michel escribió: “Corrimos sabiendo que en la cima había un ejército en formación de batalla. Esperábamos morir por la libertad. Todas las mujeres estaban a nuestro lado, no sé cómo”.
Thiers ordenó a los soldados que dispararan contra la movilización y desarmaran a los trabajadores. Pero los soldados se negaron, lo que llevó a secciones del ejército a unirse a los parisinos contra los generales. Dos generales del ejército fueron asesinados por sus soldados y Thiers ordenó la evacuación de París.
Las mujeres obtuvieron grandes logros durante el levantamiento. Construyeron barricadas, tomaron las armas y se unieron a comités. El comité de educación impuso un sistema educativo gratuito que, por primera vez, incluía a las mujeres. Sin embargo, no se les dio el voto. Michel, como Marx, sabía que para lograr la liberación de las mujeres, se tenía que luchar por ella.
Ella dijo: “Es cierto, quizás, que a las mujeres les gustan las rebeliones. No somos mejores que los hombres en cuanto al poder, pero el poder aún no nos ha corrompido”.
El 26 de marzo, los trabajadores optaron por elegir su propio consejo para que trabajase en su propio interés por la seguridad y la liberación.
Marx escribió: “el viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia ante el espectáculo de la Bandera Roja”.
Engels dijo más tarde que “la Comuna empleó dos remedios infalibles”. En primer lugar, ocupó todos los puestos por elección. En segundo lugar, a todos los funcionarios, independientemente de su rango, se les pagaba lo mismo que a los demás trabajadores. Esto también fue para prevenir el arribismo.
A diferencia de los parlamentos burgueses, todos los miembros tenían que rendir cuentas democráticamente si mentían o se echaban atrás en la lucha, para salvaguardar la Comuna de la corrupción. La Comuna convirtió a la Guardia Nacional en su principal cuerpo armado.
También creó un tope salarial, cerró las casas de empeño, suspendió la deuda y separó la Iglesia y el Estado. Abolió el trabajo infantil, concedió pensiones a las parejas de hecho de los guardias muertos y estableció el derecho de la plantilla a hacerse cargo de una empresa.
La Comuna también hizo llamamientos al internacionalismo. Los trabajadores se opusieron al nacionalismo que representaban los antiguos líderes burgueses. “La bandera de la Comuna es la bandera de la república mundial”, escribieron.
Engels dijo más tarde que la Comuna desafió directamente al chovinismo burgués y que la clase obrera internacional lo entendió. Pero la clase dominante en Francia no estaba contenta con el liderazgo de la Guardia Nacional, no querían que los trabajadores dirigieran la sociedad. Dejaron de lado las diferencias nacionalistas con los generales prusianos y colaboraron para destruir a los trabajadores armados parisinos.
Como predijo Marx, la Comuna no alcanzó el poder estatal total porque las fuerzas externas eran demasiado grandes.
El 21 de mayo, las fuerzas estatales irrumpieron en París y masacraron a soldados y civiles de la Guardia Nacional. El 28 de mayo la Comuna fue reprimida por el ejército y siguió una dura represión.
El testigo Prosper Lissagaray describió cómo los ricos se vengaron cuando volvieron a tomar la ciudad. Escribió: “Los emigrados de Versalles… ensordecían los bulevares. Este populacho se abalanzaba desde el miércoles sobre los convoyes de prisioneros, aclamaba a los gendarmes a caballo… aplaudía al paso de los carruajes ensangrentados”.
“Los civiles se esforzaron por superar a los militares en crueldad… Algunas mujeres elegantes iban a mirar los cadáveres y, para gozar de los valerosos muertos, levantaban sus últimas ropas con la punta de sus sombrillas”.
Más de 30.000 personas murieron en los combates o fueron ejecutadas. Más de 7.000, incluida Louise Michel, fueron exiliadas. Se llevaron a cabo juicios militares contra 40.000 prisioneros, que dieron como resultado: ejecuciones, confinamiento solitario y trabajos forzados.
La represión y explotación de la clase trabajadora francesa continuaría a pesar de los avances logrados por la Comuna.
La Comuna había sido aplastada. Pero como dijo Marx, la experiencia de “asaltar el cielo” fue un ejemplo inspirador a seguir por otros. Había creado un ejemplo concreto del tipo de sociedad democrática que los trabajadores podrían fundar si tomaran el control.
Karl Marx sobre el “glorioso presagio de una nueva sociedad”
La Comuna fue crucial para moldear la comprensión de Karl Marx sobre la importancia de la clase y el papel del Estado. Reflexionar sobre la revuelta le permitió profundizar y ampliar sus ideas.
Como más tarde escribiría Vladimir Lenin: “La única ‘corrección’ que Marx pensó que era necesario hacer al Manifiesto Comunista era sobre la base de la experiencia revolucionaria de la Comuna de París”.
Lo que mostró la Comuna fue que “la clase trabajadora no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está, y a servirse de ella para sus propios fines”.
“En cambio, el próximo intento de la Revolución Francesa ya no será, como antes, transferir la máquina burocrático-militar de una mano a otra, sino aplastarla”, escribió Marx.
En su lugar vendría un mecanismo completamente diferente de democracia y control de los trabajadores. Esto aboliría muchas de las características de la antigua forma de estado y democratizaría por completo las que aún eran necesarias para combatir a la vieja clase dominante.
Marx escribió: “Si bien los órganos meramente represivos del antiguo poder gubernamental debían ser amputados, sus funciones legítimas debían ser arrebatadas a una autoridad que usurpa la preeminencia sobre la sociedad misma, y devuelta a los agentes responsables de la sociedad”.
La clase trabajadora recuperaría su poder del estado burgués que la gobernaba.
Esta lección crucial para las revoluciones futuras fue la razón por la que Marx dijo que el París de los trabajadores “con su Comuna, será celebrado para siempre como el glorioso presagio de una nueva sociedad. Sus mártires están consagrados en el gran corazón de la clase trabajadora”.
La cuestión de clase fue crucial. A diferencia de las revoluciones anteriores, la clase trabajadora mostró colectivamente su poder para controlar los medios de producción y distribución en su interés.
Entonces, escribió Marx, “La emancipación de la clase trabajadora debe ser el acto de la misma clase trabajadora”.
La experiencia de la Comuna es crucial para los argumentos actuales sobre los límites de trabajar a través de las instituciones estatales existentes.
Artículo publicado en el Socialist Worker, publicación hermana de Marx21 en Gran Bretaña.