Jeroen van der Starre
A finales del enero, en los Países Bajos, las protestas de extrema derecha contra la política del Coronavirus se convirtieron en disturbios a gran escala, que luego se extendieron por todo el país. Mientras tanto, esa misma ultraderecha está tratando de lavarse las manos, culpando a los jóvenes migrantes de la violencia que ellos mismos instigaron y organizaron.
A lo largo del año pasado, el movimiento de extrema derecha se ha ido consolidándose en la calle. Las teorías de la conspiración de Willem Engel, Robert Jensen y una gran cantidad de otros demagogos de extrema derecha han llegado a nuevas audiencias y han desatado una dinámica violenta. Que este desarrollo conduciría a la violencia política ya estaba implícito en la lógica de sus ideas de complots: estamos a punto de ser sometidos por un peligroso enemigo “comunista” y el tiempo para evitar el desastre se está agotando rápidamente.
El anuncio del toque de queda resultó ser el punto central en esto.
La violencia comenzó el domingo 16 de enero, cuando una protesta prohibida convocada en Museumplein por el grupo conspiranoico de extrema derecha Nederland en Resistance perdió el control. Nederland en Resistance es la página de Facebook de Michel Reijinga. Este grupo piensa que las partes más conocidas del movimiento conspiranoico de extrema derecha en el tema del Coronavirus son “demasiado blandas”. El grupo de Reijinga quiere acciones más duras y tiene un claro carácter antisemita.
La protesta en la Museumplein se intensificó considerablemente, en parte debido a la presencia de grupos organizados de neonazis.
Se ha podido detectar la presencia de neonazis alemanes. Ben van der Kooi, un neonazi y miembro del “Foro para la Democracia” (FvD, partido de extrema derecha liderado por Thierry Baudet) que ha estado activo en las acciones contra la política de la corona durante meses, también fue visto mientras cogía adoquines para atacar a la policía.
Protestas Coronavirus
Nederland en Resistance anunció toda una serie de manifestaciones hasta las elecciones. Los disturbios desde finales de enero surgieron directamente de esas manifestaciones.
En Rotterdam, Van der Kooi encabezó una pequeña protesta en el Binnenrotte, que no se convirtió en un motín debido a la baja participación. En Urk, la juventud local de extrema derecha, impulsada por el PVV (Partido por la Libertad, del racista y populista Geert Wilders), salió a las calles y prendió fuego a un lugar de pruebas de Coronavirus. Anteriormente, la misma escoria, también instigada por el PVV, intentó linchar a una familia marroquí.
Un día después, se organizaron manifestaciones de extrema derecha en Amsterdam y Eindhoven, que nuevamente terminaron en disturbios a gran escala. En Eindhoven recibieron la ayuda de una coalición de los neofascistas “Nederland in opstand” (“Países Bajos en Revuelta”) los chalecos amarillos, Pegida y los hooligans de varios clubes de fútbol de Brabante. Al igual que en Urk, la violencia en Eindhoven no surge de la nada: en los últimos años, los fanáticos del fútbol fascistas locales ya se habían ganado terreno a los activistas de Kick Out Zwarte Piet (la campaña contra la “tradición” racista de blackface). Ahora se sienten lo suficientemente fuertes como para luchar contra la policía.
Violencia de extrema derecha
Lo que muestran estos disturbios es que el movimiento de extrema derecha que comenzó a unificarse en las calles durante el año pasado ahora puede movilizar a cierta cantidad de gente y sentirse lo suficientemente fuerte como para utilizar la violencia. Es una tontería pensar que detrás de este cuadro violento con neonazis haya una crítica razonable y coherente a la política del Coronavirus.
Hay muchas razones para estar molesto por el toque de queda del gabinete. Es una grave restricción a nuestras libertades, que apenas resulta eficaz para prevenir la propagación del virus. El gobierno no está tomando medidas mucho más efectivas: trabajar desde casa sigue siendo completamente voluntario y el gobierno se niega a tratar con los jefes que ponen en riesgo a sus empleados. Ésta ha sido siempre la imagen en el enfoque del Coronavirus: los intereses del gran capital son más importantes que la salud pública. Todo el propósito del toque de queda es asignar un chivo expiatorio para esconder el fracaso del gobierno.
Durante los disturbios y las protestas, no emitieron críticas sustanciales. Fueron impulsados por la extrema derecha, que restó importancia al virus y lo utilizó como un medio para vender sus teorías de conspiración. Sus acciones incluyeron ataques a los trabajadores de la salud; se dice que están en el complot. La violencia siguió exactamente esta lógica. Además del centro de pruebas en Urk, también fue atacado el hospital de Enschede. El Hospital Jeroen Bosch en Den Bosch también fue un objetivo de los alborotadores, que no pudieron llegar al Hospital, pero interrumpieron la atención en urgencias. Además, muchos propietarios de pequeñas empresas se convirtieron en blanco de los disturbios, mientras que esas son las personas que los negacionistas del virus dicen defender.
Los jóvenes migrantes a los que culpar
Los disturbios de finales de enero fueron organizados por grupos de extrema derecha, los participantes se movilizaron sobre la base de la propaganda de extrema derecha y los disturbios fueron alentados por el PVV y el FvD. Posteriormente también fueron defendidos por Robert Jensen. Tras ellos algo cambió. Los disturbios de extrema derecha continuaron, pero a su paso los jóvenes de los barrios desfavorecidos también tomaron las calles. Después de todo, son quienes más sufren con el toque de queda, porque a menudo viven con toda la familia en un apartamento pequeño y, a menudo, tienen que quedarse con sus padres durante mucho tiempo porque no pueden encontrar su propia casa o no pueden pagarla. La calle es el único lugar al que puedes ir y el toque de queda te quita esta última salida.
Para los jóvenes que crecen en este tipo de barrios, esta privación de libertad se suma a las décadas de políticas neoliberales que les han afectado más duramente. En la medida en que los centros comunitarios se cerraron debido a la pandemia, se han realizado graves recortes en el trabajo juvenil y debido a la flexibilidad, los bajos salarios, la escasez de viviendas y los altos precios de las mismas, su futuro a menudo no parece brillante. Además, conocen a la policía como la institución racista violenta que es y, por tanto, no dejan de enfrentarse a los agentes cuando se presenta la oportunidad.
Aunque gran parte de la violencia tuvo lugar en ciudades provinciales mayoritariamente blancas, las cámaras de televisión estaban dirigidas a Hillesluis en Rotterdam, donde entre 150 y 200 jóvenes se amotinaron y saquearon tiendas. Según Bij1 Amsterdam, hay indicios de que algunos de los llamamientos a los disturbios en los barrios desfavorecidos vinieron del exterior. Vinieron de extremistas de derecha. A pesar de que los disturbios en los barrios desfavorecidos fueron mucho más pequeños que los disturbios políticos de derecha en Amsterdam y Eindhoven, el debate público se desplazó de inmediato al conocido discurso racista. Eso fue mejor para el periodismo y la política. La alternativa era abordar el incómodo tema de la radicalización de la extrema derecha y nadie quiere eso.
Ayudada por la fijación racista de los medios y los políticos, la extrema derecha aprovechó la situación. Esta fue una oportunidad ideal para que se lavaran las manos sin pudor en la inocencia y avivaran, aún más, el racismo contra la juventud musulmana. FvD, que anteriormente había alentado los disturbios, ahora culpaba a la “inmigración masiva”: el ideólogo fascista Joost Niemoller hizo lo mismo. El loco Willem Engel sintió que podía continuar fomentando la violencia y lavarse las manos inocentemente. Por un lado, afirmó que los disturbios fueron “dirigidos por un servicio de inteligencia en particular”, por otro lado, legitimó la resistencia armada al afirmar que Holanda ahora está sufriendo una ocupación extranjera, como la de la Segunda Guerra Mundial. La “prueba” de esto fue que la policía estaba considerando solicitar la ayuda de ME de Alemania y Bélgica.
Protectores uniformados del orden
Los sectores de la extrema derecha más orientados a la violencia callejera siguieron el ejemplo de sus líderes políticos. Si bien los hooligans de extrema derecha desempeñaron un papel central en los disturbios ultras en Eindhoven, ahora toman las calles en otras ciudades para supuestamente proteger sus ciudades. Toda una serie de grupos de hooligans han sacado declaraciones con prácticamente el mismo mensaje: estaban detrás de las protestas del Coronavirus, pero supuestamente odian el “saqueo”, es decir, a los jóvenes migrantes. En Groningen, esta declaración provino de la “Groningen Hooligan Crew”, un violento grupo de hooligans de extrema derecha que ha atacado a antirracistas durante los últimos años y utiliza el saludo hitleriano. En el Achterhoek ofreció también sus servicios la fascista “Fuerza de Defensa de los Granjeros”.
De esta forma, los grupos fascistas intentan hacer tres cosas: lavarse las manos por los disturbios de extrema derecha; intentar echarle la culpa a los jóvenes migrantes; e intentar perfilarse a sí mismos como vigilantes útiles que ayudaran a mantener el orden.
La policía a veces jugaba a este juego. En Den Bosch trabajaron juntos los hooligans fascistas y la policía local. Esto fue negado tras la intervención de la policía nacional, que insistió por la noche en que apreciaban mucho a los hooligans, pero que el cumplimiento de las reglas seguía siendo una tarea policial y que los hooligans también debían cumplir con el toque de queda. Emile Roemer, ex-líder del Partido Socialista y ahora alcalde de Alkmaar, donde no ha habido disturbios en absoluto, declaró que estaba “orgulloso” y era “extremadamente positivo” que cincuenta extremistas de derecha uniformados agresivos tomaran las calles para provocar una pelea. Los hooligans pudieron patrullar las calles bajo la tutela de un oficial de policía local.
Derechos de manifestación
Es más que preocupante que la policía trabajara localmente con grupos de hooligans de extrema derecha. Ayudan a legitimar la violencia fascista y eso hay que verlo en el contexto de los muchos informes de racismo y simpatías hacia la extrema derecha dentro de la policía holandesa. Al hacerlo, la policía y los sindicatos de policías intentaron nuevamente utilizar los disturbios para ampliar sus poderes. La policía exigió una suspensión temporal del derecho a manifestación, por ahora sin éxito. Sin embargo, en varios lugares se dictaron órdenes de emergencia sin causa concreta, con las que la policía puede controlar y detener arbitrariamente antes del toque de queda.
El hecho de que nuestros derechos fundamentales también estén bajo presión en este frente subraya la necesidad de tomar medidas para proteger el derecho a manifestarse. Sabemos que cualquier restricción al derecho de manifestación se utilizará principalmente contra la izquierda. Dado que la extrema derecha se sintió lo suficientemente fuerte por primera vez para enfrentarse a la policía de frente en Amsterdam y Eindhoven, es solo cuestión de tiempo antes de que utilicen más su violencia para negar a la izquierda en su conjunto el derecho a manifestarse, como ya lo están intentando en muchos sitios ante protestas antirracistas.
Muchos grupos creen que no es oportuno organizar campañas callejeras por culpa del virus. Con esta negación, le dan a la extrema derecha mucho espacio para fortalecerse y la izquierda se va quedando todavía más rezagada.
En lugar de ceder a la presión de los reaccionarios, deberíamos mostrarnos en las calles con mucha más frecuencia y construir un movimiento antifascista masivo y militante para resistir la amenaza fascista.
Jeroen van der Starre es militante de Internationale Socialisten, el grupo hermano de Marx21 en Países Bajos, y este artículo apareció en su web Socialisme.nu.