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Jesús M. Castillo

El siglo XXI se inició con la victoria de los y las vecinas de Cochabamba (Bolivia) en la conocida como “Guerra del Agua”. Las movilizaciones pararon la privatización del servicio de agua de la ciudad impulsado por el gobierno boliviano de Hugo Banzer junto al Banco Mundial y la multinacional estadounidense Bechtel.

Mucho antes, en 1967, el Estado racista de Israel invadió los Altos del Golán (Siria) durante la “Guerra de los Seis Días” para asegurarse el control de sus reservas de agua en una zona semidesértica. Esto son solo dos ejemplos de los conflictos militares y sociales alrededor de los recursos hídricos.

Todas las expertas coinciden en que los conflictos hídricos aumentarán durante este siglo en un contexto de cambio climático que se agrava cada día. Según los modelos de cambio climático, que están acertando cuando no quedándose cortos respecto a la realidad, el calentamiento global conduce a que llueva más globalmente en la Tierra, ya que se evapora más agua.

Sin embargo, aunque parezca contradictorio, llueve menos en las zonas semiáridas y áridas, impulsando su desertización. De hecho, cientos de miles de personas migran cada año empujadas por las sequías y la desertización. Entre ellas encontramos a muchas personas africanas que se juegan la vida en cayucos y pateras para llegar al Estado español, atrincherado en la asesina “Europa Fortaleza”.

Agroindustria

A la escasez de agua en las zonas áridas, que se extienden cada vez más por el planeta, se suma un modelo agroindustrial totalmente insostenible que consume las reservas geológicas de agua dulce (acuíferos), y embalsa y canaliza ríos para derivar sus aguas hacia los crecientes cultivos de regadío. Un modelo agroindustrial de monocultivos, orientados a la exportación y a alimentar al ganado, con una huella hídrica insostenible a medio plazo. Una agricultura intensiva en insumos (incluyendo el agua) y que hipoteca el futuro de millones de personas y de parte de la biodiversidad.

Además de la posesión de agua dulce, su gestión también es un gran negocio. Así, grandes empresas, como multinacionales constructoras, y fondos de inversión se lanzaron hace lustros al negocio de la gestión privada del agua de pueblos y grandes ciudades, como Barcelona y Berlín. Un negocio seguro, pues agua tenemos que utilizar siempre.

Es en este contexto de crisis ecológica global en el que las reservas de agua de California comenzaron, el diciembre pasado, a cotizar en los mercados de futuro de la bolsa de Wall Street, como ya ocurría, por ejemplo, con el petróleo y el trigo. Esto significa especular con un recurso natural básico para nuestra supervivencia y la de todos los seres vivos.

Es decir, los derechos del uso del agua en el futuro pueden venderse ya en el mercado financiero. Y esto ocurre justo en un momento en el que los mercados bursátiles están muy desconectados de la economía real, ya que los bancos centrales han inyectado una gran cantidad de dinero barato que no está yendo a inversiones productivas, sino a alimentar la especulación bursátil. El resultado: ¡el agua se la queda el mejor postor!

¡Es el capitalismo, estúpido!

La privatización y mercantilización del agua no debería extrañarnos en una economía capitalista en su fase de desarrollo neoliberal. Una economía pensada para maximizar los beneficios empresariales privados.

El funcionamiento del capitalismo convierte todo lo que toca en mercancía. Especialmente interesante para los capitalistas es mercantilizar nuestras necesidades más básicas, como la salud, la educación, la vivienda y el agua, ya que no podemos pasar sin ellas. Además, conforme un recurso se hace más escaso sube su precio y surgen más oportunidades de negocio. Es lo que está pasando con el agua en muchas zonas del planeta, como hemos expuesto antes.

El agua como dominio público

Desde 2010, la ONU reconoce el acceso al agua como un derecho humano. Pero ya sabemos que las declaraciones de la ONU están ahí, muchas veces, de adorno. Más allá de las grandes declaraciones y las legislaciones, la clave para hacer del agua dulce de calidad un derecho universal está en las movilizaciones.

Las vecinas de Cochabamba mostraron el camino. Ahora, por ejemplo, están siendo las movilizaciones las que están consiguiendo la remunicipalización de la gestión del agua en cientos de núcleos urbanos europeos, como Manacor, Ermua, Arenys de Munt, Medina Sidonia, Valladolid, etc., sin ir más lejos.

En el escenario actual de crisis poliédrica global (social, económica, sanitaria y ambiental, entre otras), nos jugamos nuestro futuro en la gestión comunal y radicalmente democrática de los recursos naturales.

Si la gente trabajadora no decidimos cómo gestionar los combustibles fósiles, entraremos en la fase de cambio climático brusco. Si no gestionamos desde abajo los bosques, acabarán convirtiendo las selvas tropicales húmedas, como la Amazonia, en sabanas. Si no gestionamos el agua democráticamente, nos matarán de sed. Cada día resuenan más fuertes las palabras de la revolucionaria Rosa Luxemburg: socialismo o barbarie