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A instancias de Trump, en un mitin en Washington DC, el miércoles 6 de enero, miles de racistas y fascistas que portaban banderas confederadas y otros símbolos de odio se manifestaron e irrumpieron en el Capitolio mientras el Congreso contaba los votos para las elecciones presidenciales. Las escenas de la violenta turba del MAGA[1] asaltando el Capitolio son profundamente alarmantes y muestran la urgencia con la que debemos organizarnos contra esta fuerza creciente.
Ésta es solo la última de una larga serie de provocaciones por parte de las multitudes militantes y a menudo violentas partidarias de Trump, con fascistas organizados en su interior. Desde los llamamientos racistas y antiinmigrantes Make America Great Again en las campañas de Trump, hasta las protestas de “reapertura” y las teorías de conspiración asociadas al Covid, las protestas de “Stop the Steal” (parar el “robo” de las elecciones), la ultraderecha se ha movilizado a lo largo de la presidencia de Trump para crear una gran multitud enrabiada de donde poder reclutar nuevos adeptos.
Durante los eventos en DC, también hubo manifestaciones amenazadoras contra sedes de estado, incluidas California, Nuevo México, Indiana y Georgia: en su capital, Atlanta, los miembros de la milicia se unieron a cientos de personas fuera de la sede estatal, lo que obligó a la evacuación del personal. En Topeka, Kansas, los manifestantes irrumpieron en el Capitolio del estado. Afuera de la sede estatal en Columbus, Ohio, un gran grupo de Proud Boys —básicamente un grupo de hombres blancos fascistas y violentos— se unió a los partidarios de Trump, muchos de ellos armados. En un momento, rodearon y golpearon violentamente a un manifestante antifascista en la calle. Proud Boys también se encontraba entre la multitud de varios cientos en la capital de Oregon, donde los edificios tuvieron que ser cerrados.
¿Un golpe de Trump?
Muchos se preguntan por qué la policía permitió que esta escoria entrara en el Capitolio con tanta facilidad y, en general, sin controlar la situación. El contraste entre la vigilancia policial del Capitolio durante la rebelión del Black Lives Matter (BLM) y su conducta el miércoles no podría ser más flagrante. Este doble rasero tiene una larga historia en nuestras fuerzas policiales estructuralmente racistas, que también simpatizan ampliamente con Trump. También es bien sabido que grupos explícitamente fascistas se han infiltrado en la policía y en las fuerzas armadas en Estados Unidos durante años.
Sin embargo, ni los militares ni la policía federal están a punto de apoyar una insurrección contra el Estado. Ha habido muchos comentarios que describen esto como un intento de golpe. Ciertamente, hubo muchos en esta mafia (y probablemente el propio Trump) que habrían apoyado un golpe para mantener el gobierno de Trump, si fuera posible. Pero el problema con este análisis —tal y como lo presentan la organización Choose Democracy y otros— es su conclusión: dado que las elecciones no serán anuladas en términos prácticos, todo está bien e instan a la gente a volver a casa.
Si bien Trump carece del apoyo institucional para llevar a cabo un golpe de Estado en serio, la manifestación fue una demostración de fuerza de los leales a Trump, los grupos de extrema derecha y los fascistas, mientras continúan organizándose como una amenaza peligrosa y coordinada diferente a todo lo que hemos visto en los últimos tiempos en la historia de Estados Unidos.
Señales peligrosas
El miércoles una turba de extrema derecha se reunió en cantidades que superaron con creces a la izquierda organizada y a los antifascistas. Si bien a veces parecían bufones que realizaban una recreación ridícula del fallido Putsch de la Cervecería de Hitler, son una amenaza que debemos tomarnos muy en serio. Todavía se puede utilizar una ultraderecha en auge contra los manifestantes del BLM, los trabajadores en huelga y la izquierda.
Si bien la chispa de la violencia del miércoles fue la falsa afirmación de Trump de que ganó las elecciones, los objetivos de los fascistas son mucho más amplios, incluida la reciente rebelión antirracista, todo el movimiento BLM, la autonomía corporal de las mujeres, las personas LGBTQ+, los sindicatos y la clase trabajadora organizada.
El fascismo es un movimiento de desesperación, un movimiento principalmente de las clases medias, que se encuentran desfavorecidas en tiempos de crisis y no ven una forma colectiva de luchar para mejorar sus condiciones económicas. Vimos esto a lo largo de 2020 cuando los partidarios de la extrema derecha, principalmente de clase media, se manifestaron para “reabrir” negocios, lo que pondría a los trabajadores en mayor riesgo. Al mismo tiempo, los trabajadores protestaron y se declararon en huelga por unas condiciones más seguras. Las protestas contra el confinamiento, bajo la crisis económica y las dificultades de la pandemia, ayudaron a reforzar el apoyo a la extrema derecha. A medida que el gobierno aprueba más medidas de austeridad para hacer frente a las consecuencias económicas de la pandemia, más personas podrían recurrir a los tipos de soluciones de extrema derecha ofrecidas por la presidencia de Trump, o a algo peor.
Desde la recesión económica de 2008, el ascenso de la ultraderecha en EEUU ha sido igualado o superado por el de la izquierda. Occupy Wall Street, el movimiento contra los rescates bancarios y la desigualdad sistémica, pareció abrumar al insurgente movimiento derechista Tea Party del Partido Republicano. Poco después vimos el surgimiento del movimiento BLM tras el asesinato policial de Trayvon Martin en 2013, que volvió a explotar este año, y también el rápido crecimiento del DSA, los Socialistas Democráticos de América.
Desde el intento de “Unir a la derecha” en Charlottesville, Virginia en 2017, las movilizaciones de la extrema derecha a menudo han sido contrarrestadas por la izquierda y los antifascistas que se han movilizado contra ellos. Pero la escala de las recientes protestas contra el confinamiento, “Stop the Steal”, y los eventos en DC requieren de una respuesta activa mucho mayor que la de los sospechosos habituales de la izquierda. Este último espectáculo ha horrorizado a la mayoría de Estados Unidos.
Una respuesta de izquierda
La izquierda debe contrarrestar esta fuerza de derechas con la unidad más amplia posible del conjunto de antirracistas, independientemente de si votaron por Biden o no. Este tipo de movimiento unido puede hacer retroceder a la extrema derecha. Para hacer esto, debemos esforzarnos en unir a los millones de personas que las campañas de Bernie Sanders inspiraron, a los miles que se han unido recientemente a los Socialistas Democráticos de América, a los 26 millones de personas que se estima que participaron en la rebelión antirracista del año pasado, y a todas las personas que se consideran antirracistas y antifascistas.
Esto significa contrarrestar los argumentos de algunos de los oponentes liberales de Trump de que enfrentarse a la extrema derecha es contraproducente y que es mejor ignorarlos, así como de aquellos que quieren limitar el antifascismo a la izquierda radical, excluyendo a las organizaciones mainstream.
Las y los miembros de Marx21 participamos activamente en coaliciones locales y nacionales que defienden la construcción de este tipo de amplia resistencia antifascista, y campañas internacionales como World Against Racism, Mundo contra el Racismo, una red global que convoca manifestaciones, mítines y acciones contra el racismo y el fascismo el 20 y 21 de marzo de 2021 (Día de la ONU para la eliminación de la discriminación racial). Este tipo de esfuerzo internacional coordinado puede galvanizar a la mayoría antifascista.
El fascismo no puede ser derrotado solo en las urnas, sino mediante manifestaciones masivas en las calles para detenerlos en cualquier lugar y en cualquier momento que aparezcan. La participación de quienes quieren preservar nuestra democracia y proteger el voto en la lucha contra la derecha es un signo positivo, pero no podemos limitarnos a eso. La extrema derecha crece en influencia cuando es la única fuerza que argumenta en contra y ofrece soluciones al statu quo.
La unidad amplia contra la extrema derecha nunca ha sido más urgente, pero esto por sí solo no resolverá la amenaza fascista. A la vez que se construye un amplio movimiento de masas, los y las socialistas también debemos fortalecer a la izquierda anticapitalista que puede explicar y erradicar las raíces de la desesperación racista y fascista por completo.
Republicanos y demócratas
Los eventos en DC revelan una batalla por el corazón podrido del Partido Republicano. Muchos de los que formaron parte del movimiento Tea Party o en torno a Trump quieren alinearse con partes de la extrema derecha no institucional para crear un partido de derecha híbrido según el modelo de la AfD alemana, o incluso del Rassemblement National de Le Pen en Francia, con desprecio por la democracia representativa y que contiene influyentes elementos fascistas. Los partidarios de Trump en Washington DC sirven a ese proyecto. Tras la invasión del Capitolio, muchos de los impulsores de la campaña de Trump están abandonando el barco. Sin embargo, el otro bando en esta batalla (los republicanos que defienden una “transición suave del poder” a Biden) no son aliados progresistas, sino que también apoyan los intereses de las empresas, atacan a la clase trabajadora y están dispuestos a utilizar el racismo, sexismo y fundamentalismo cristiano para ayudarlos a retener el poder y restaurar una “estabilidad” explotadora.
El nuevo presidente Biden y su vicepresidenta Harris también son parte del problema. El desprecio de la clase dominante por los pobres en Estados Unidos es el problema. El 1% se ha enriquecido aún más durante la pandemia, mientras que la gente trabajadora y pobre se ha visto sumida en la incertidumbre y las dificultades. Los ricos hicieron campaña contra la salud pública universal (Medicare For All) y están demandando a personas por los gastos médicos acumulados por el tratamiento y la hospitalización del Covid-19. Este tipo de barbarie desde arriba es lo que fortalece a los fascistas y a la extrema derecha. Un regreso a la normalidad bajo Biden y Harris no es una respuesta.
Las soluciones se encuentran fuera de los mecanismos estatales. La policía y el Estado están construidos para apoyar a la clase dominante y están infiltrados por fascistas. El establishment del Partido Demócrata, los “republicanos moderados” y el llamado centro político son parte del problema, no la solución. El centro político está podrido. Impone la austeridad y miseria a millones de personas. El capitalismo genera fascismo y racismo, y la respuesta de la izquierda debe ser que otro mundo es posible. Ahora es el momento de movilizarnos contra el fascismo, pero también de construir una izquierda anticapitalista combativa, para las luchas que se avecinan.
Nota
[1] MAGA: Make America Great Again (traducible como «Haz América [Estados Unidos] grande otra vez» o «Que América vuelva a ser grande»), abreviado como MAGA, es un eslogan de campaña utilizado por políticos estadounidenses. Aunque fue empleado por primera vez por Ronald Reagan durante su campaña presidencial de 1980, adquirió mayor notoriedad cuando Donald Trump lo utilizó en su campaña presidencial de 2016.
Este artículo apareció en inglés en la web de Marx21 USA.