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Socialist Worker (GB)

El socialista revolucionario tunecino, Jaouhar Bani, dice que la revolución ha dejado un régimen en constante crisis y ha aumentado los estallidos de resistencia.

Lo que sucedió en Túnez tras la caída de Ben Ali se perdió de vista a medida que la atención se trasladó a los levantamientos en Egipto, Siria y Libia… y a las respectivas contrarrevoluciones.

Los y las tunecinas no encontraron el mismo nivel de terrible represión. Pero tampoco ganaron un régimen que se acercase a satisfacer sus demandas de justicia social. Más bien, siguen lidiando con la pobreza, el desempleo y la corrupción, así como con una serie de gobiernos en constante crisis.

Es por eso que el socialista tunecino Jaouhar Bani dice que la revolución “no ha tenido éxito”. “No podemos simplemente celebrar”, dijo a Socialist Worker, publicación hermana de Marx21 en Gran Bretaña.

Las primeras elecciones después de la caída de Ben Ali terminaron con un gobierno de coalición liderado por el partido islamista Ennahda, anteriormente prohibido por Ben Ali.

Jaouhar explicó que “era un partido que había sido exiliado y reprimido por el régimen, y por lo tanto estaba del mismo lado que la población”.

“Pero Ennahda sabía que tenían que gobernar y gobernar de la misma manera”, añadió. “No los podrías llamar contrarrevolucionarios, pero querían detener el proceso revolucionario”.

El nuevo gobierno quedó atrapado entre las demandas de quienes lo eligieron y las de los ricos. Los inversionistas atraídos por la falta de derechos laborales bajo el régimen de Ben Ali comenzaron a llevarse su dinero tras la caída del dictador.

Ennahda implementó reformas pro-mercado, tales como recortar los subsidios a los combustibles, subidas de precios y congelación de la contratación de plantilla en el sector público.

Rápidamente, los y las trabajadoras tunecinas fueron a la huelga y protestaron contra el nuevo gobierno: sus fuerzas policiales respondieron con una violenta represión.

Cuando, en unos pocos meses de 2013, se asesinaron a dos políticos de la oposición de izquierdas, Chokri Belaid y Mohamed Brahimi, hubo enormes huelgas y protestas.

Muchas personas acusaron a Ennahda de ser cómplice de los asesinatos. El partido se vio obligado a disolver el gobierno y a convocar nuevas elecciones en 2014. Sin embargo, la coalición de izquierdas de Belaid y Brahimi, el Frente Popular, obtuvo menos del 4 por ciento en las mismas.

Reaccionario

Jaouhar dice que el Frente no había ofrecido una alternativa independiente de izquierdas, y en la práctica respaldó lo que veía como una “burguesía progresista o menos reaccionaria”.

Los gobiernos posteriores continuaron con las mismas políticas pro-mercado exigidas por los ricos. La tasa de desempleo en Túnez ahora —16 por ciento— es peor que cuando comenzó la revolución en 2010.

La principal oposición, el “Partido Libre Destouriano”, de derechas, mantiene que bajo el régimen de Ben Ali se vivía mejor.

Jaouhar dice que esto es producto de la crisis constante de la clase dominante tunecina desde la revolución. Por otro lado, están los repetidos estallidos de resistencia por parte de la gente corriente, que se encuentra constantemente empujada a luchar por algo mejor, sobre todo en las zonas fuera de las principales ciudades.

La gente exige más empleos y una distribución más equitativa de la riqueza.

Las industrias mineras y energéticas sacan los recursos de sus áreas, pero la gente corriente no se beneficia.

Sólo el mes pasado, toda la industria del fosfato de Túnez, muy importante para la economía, fue cerrada por huelgas y protestas exigiendo empleos.

“Tras la dictadura, ha sido más fácil para la gente protestar”, dijo Jaouhar. “Todavía existe la perspectiva de luchar debido a la continua crisis. Cada uno o dos años hay un pequeño levantamiento en invierno. Es cuando la gente siente más el peso de la pobreza. También es alrededor del aniversario de la revolución”.

No era inevitable que se impidiera a la revolución tunecina ganar un cambio fundamental.

Construir una organización de trabajadores más fuerte, y una izquierda revolucionaria, será crucial para dar a las luchas una mejor oportunidad de éxito.

Jaouhar advirtió que la izquierda en Túnez debe conectarse con las demandas y luchas de la gente corriente: “Las posibilidades están ahí”, dijo. “La crisis de la revolución es también una crisis para el régimen”.