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Juan Antonio Gilabert Gil

El mundo del deporte comercial —el fútbol en Europa y América Latina, y el fútbol americano, el baloncesto y el béisbol en EEUU— genera enormes cantidades de dinero. Sólo en el Estado español, este negocio representa más de 13 mil millones de euros, y hay más de 31.000 empresas que viven del llamado “Mercado Deportivo”. Este mercado crea 200.000 puestos de trabajo, según datos de 2017 elaborados por el Ministerio de educación, cultura y deporte; un 1% del empleo en el Estado español.

Pandemia

Estamos en medio de una pandemia mundial, donde hasta el momento de escribir hay más de 80 millones de casos de la Covid-19 y 1,8 millones de muertos (según cifras de la OMS).

El contacto entre seres humanos es la base del contagio y el sistema sanitario público en la mayoría de Estados de la tierra es deficiente: sigue estando muy resentido por los recortes tras la crisis económica del año 2008.

En el Estado español, la sanidad pública ha sufrido grandísimos recortes a manos de todos los gobiernos, bajo la batuta de la UE, organización subyugada a los grandes capitales del continente. La economía no se puede parar por un virus y si lo hace, lo hará bajo la supervisión de las grandes corporaciones y las farmacéuticas, que decidirán el valor de las vacunas, que sólo ellas desarrollan.

A día de hoy en el Estado español hay un 1,9 millones de casos y más de 50 mil muertes registradas. Los hospitales están al límite.

Última crisis

Como se ha comentado, el sistema capitalista aún se está resintiendo de los efectos económicos de la crisis de 2008. Esto ha hecho que las entidades deportivas privadas estén en contra de parar las competiciones, sean del deporte que sea y sean en el lugar de la tierra que sea.

En octubre de 2020 presenciamos con horror como la UEFA intentó que en los partidos de Champions hubiera público en las gradas de los estadios europeos. En el Estado español se presionó a los gobiernos autonómicos que tienen equipos en dicha competición. El Ministerio de sanidad prohibió al final del confinamiento, que se realizó de marzo a junio de 2020, que hubiera gente en las gradas por el peligro de contagio. La organización privada de clubes de fútbol europeo tiene poder económico como para intentar chantajear a las CCAA para que el público volviera a las gradas, pero no por el bien de los y las aficionadas, sino para intentar reflotar la economía futbolera. Ésta, durante años, ha alimentado una burbuja que puede explotar en cualquier momento y la Covid-19 es un buen alfiler.

Las administraciones públicas también están interesadas en que el fútbol profesional no pare. Los clubes de fútbol tienen deudas enormes: en 2018 éstas superaban los 4 mil millones de euros en total y los clubes deben más de 400 millones de euros a Hacienda. Desde todas las administraciones públicas a día de hoy, se siguen aportando ayudas directas a los clubes o a las federaciones, o bien facilitando licencias de obras para ampliar estadios o infraestructuras, generando más deuda pública. Esta ha sido una de las maneras en las que se contribuyó a la burbuja inmobiliaria que explotó en 2008.

Un ejemplo de esto es el estadio olímpico de La Cartuja. Un estadio público en Sevilla abandonado por inútil, porque la ciudad no lo necesitaba. Se construyó para intentar que la capital de Andalucía tuviera los juegos olímpicos y estuvo auspiciado por los clubes de la ciudad, aunque por la presión social no lo ocuparon. Hoy en día, el estadio tiene el cartel de se vende y el marrón es de la Junta de Andalucía, que se encarga de pagar todos los gastos.

Siguiendo con los dineros oscuros del mundo del fútbol, hay que decir que, en 2018, el Estado concedió a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) 18,5 millones de euros, que era un 25% de su presupuesto. Pero la RFEF, que es una organización privada que organiza a todas las federaciones de futbol del Estado español, no dice en qué y cómo se invierte y el Estado no tiene interés en investigar, por no interrumpir el negocio, porque se lleva una tajada de las ganancias en entradas, etc.

Lo mismo pasa con la Liga, organización privada que agrupa a todos los equipos profesionales de fútbol del Estado y que no tiene por qué dar explicaciones del dinero público que recibe y el Estado tampoco pregunta, ya que obtiene ganancias también por este lado. Y eso mismo pasa a nivel europeo con la UEFA y a nivel mundial con la FIFA, organización planetaria que regula a todas las confederaciones de fútbol y que es un agujero de dinero público con poder sobre las naciones y que arrastra desde su fundación un olor a corrupción espectacular, que ha llenado muchas páginas de periódicos y horas de televisión… Si a todo esto se le suma el dinero ingresado por TV y publicidad tendremos un monstruo que se ha convertido en uno de los pilares económicos del sistema capitalista.

Culpable

A fecha del 21 de noviembre de 2020, la FIFA es culpable de propagar la Covid-19 al exigir partidos de selecciones nacionales en todos los continentes. Los futbolistas deben dejar sus burbujas de convivencia habitual en las ciudades donde juegan para ir a jugar con sus selecciones a la otra punta del mundo, ya que en el mundo del fútbol los fichajes se han convertido en un mercado internacional, al igual que el resto de deportes de masas.

Esta locura de jugar partidos a pesar de la Covid-19, ya se está cobrando contagiados en el Estado español, como pasó el verano de 2020 con la Ponferrada, que llevó el virus a A Coruña o en el caso del equipo de Alcalá de Guadaira, que desaparecerá por no poder pagar las medidas de seguridad, ya que hasta los equipos de las bajas categorías están obligados a jugar partidos de Liga. En todas las divisiones de la Liga, se suceden infectados y los clubes son obligados a jugar partidos aunque sus plantillas estén diezmadas. Lo importante es ganar dinero.

Ante esta situación, lo que se debería hacer es suspender los partidos de fútbol y el resto de competiciones deportivas por equipos, porque son un peligro para la sociedad, dada la cantidad de gente que mueve por todo el mundo.

Además, tendríamos que nacionalizar a las organizaciones deportivas para que estén bajo el control de las y los aficionados y para que las cuentas estén claras. En este sentido, la afición futbolera ha visto como, desde 1992, están perdiendo poder de decisión, con la obligación de que todos los equipos de Segunda y Primera División se conviertan en SAD (Sociedad Anónima Deportiva), bajo la excusa de sanear las cuentas.

Pero lo que pasó y sigue pasando es que los equipos de futbol están cayendo, uno tras otro, en las manos de fondos buitres o en grupos de presión que lo único que quieren es dinero. Así llegan a programar partidos de Liga que terminan a las doce de la noche, ya que es más importante que el partido se vea en otra parte del mundo que en Sevilla, por ejemplo. Un ejemplo de hacia dónde va el fútbol lo vemos en Gran Bretaña donde los clubes hasta cotizan en bolsa.

El virus nos muestra el lado oscuro del deporte, donde importan más las ganancias de las empresas que las agrupaciones de aficionados que se reunían para pasarlo bien. Por el bien de todas y todos, incluso de los y las que no os gusta el futbol o el deporte en equipos, debemos exigir la paralización de toda la actividad deportiva y volver a antes del 1992. Además, hace falta una auditoría pública para que se devuelva todo el dinero público que se echa en la saca rota del futbol.