Este texto se publicó en la primera revista de lo que es ahora Marx21, Socialismo Internacional, en primavera de 1994. Se reproduce aquí con pequeñas correcciones lingüísticas.
Lidia Sentís
Este artículo describe las condiciones en las que se encuentra esta minoría étnica y los cambios en la vida de las y los gitanos durante la crisis de estos días.
Históricamente en el Estado español el pueblo gitano ha sido perseguido y marginado. Si bien en sentido literal hoy en día ya no sufre persecución física, sí que aún perdura la persecución económica y social.
Las y los gitanos han sido estigmatizados y perseguidos desde que llegaron a España, en el siglo XV, porque escapaban del control del Estado por su carácter nómada y tribal. Actualmente ya no se escriben leyes, como entonces, para dejarlos fuera de éstas, pero sí que de una manera más sutil continúan sufriendo la injusticia de la mayoría dominante.
En tiempos de los Reyes Católicos, los gitanos podían ser desterrados si no trabajaban en el campo. Eran tildados de gandules y vagabundos, estereotipo que aún perdura hoy en día, y no fueron reconocidos como una etnia con una cultura propia.
Pero la represión máxima llegó con Fernando VI, que ordenó el encarcelamiento de todos los gitanos, hombres, mujeres y niños. Más tarde fue sólo para los hombres, ante la limitación de las cárceles.
En Catalunya las cosas fueron un poco diferentes en el siglo XVIII, ya que entraron a formar parte del sistema productivo. Se necesitaba mano de obra en el nuevo orden económico que se estaba desarrollando. Pero los gitanos, aparte de esta excepción, no eran acogidos por la cultura dominante.
Rechazo
Se encuentran hoy en día establecidos en un territorio pero no se ha tenido en cuenta su cultura a la hora de asentarse. Se les ha “amontonado” en guetos (barraquismo vertical), como a los payos de su misma clase social, siendo mucho más marginados y sin considerar su propia forma de subsistencia; a menudo necesitan un lugar donde guardar la chatarra que recogen para ganarse la vida y que los payos rechazan.
Una minoría de gitanos puede vivir de sus propios negocios como pequeños comercios o tiendas de antigüedades, o trabajando en empresas, pero la gran mayoría trabajan como temporeros agrícolas en la vendimia o en la recogida de fruta. También en la venta ambulante que, desgraciadamente, han de realizar de forma ilegal, dado que ante la administración les niega los permisos para poder vender. Por ello son perseguidos cuando quieren y necesitan vender las pocas piezas que llevan a los mercadillos, si los pillan se quedan con la mercancía que llevan.
Desventaja
La administración realmente hace poca cosa para integrar a esta minoría étnica, a pesar de que hoy en día se habla mucho de la palabra integración. Más aún cuando no se contrata a un gitano por el mero hecho de serlo.
En épocas de crisis económica como la actual, todavía lo tienen peor sobre todo por dos motivos. El primero es que siempre contratan a un payo antes que a un gitano. En segundo lugar, porque “entran en competencia” y en clara desventaja con los payos, ya que éstos empiezan a realizar los trabajos marginales que hasta entonces venían haciendo los gitanos —recogida de cartones y chatarra, venta ambulante, etc.
Y los gitanos se defienden cerrándose aún más ya que es una forma de enfrentarse a un poder que ellos no tienen y ante el cual se encuentran en clara desventaja. No tienen ninguna capacidad de decisión y se encuentran a merced de lo que la administración quiera hacer “por ellos”, no con ellos, la gran mayoría de las veces sin tener en cuenta sus opiniones ni su cultura.
Esta situación mantiene los estereotipos y los prejuicios hacia una cultura oprimida, alentando también entre ellos situaciones de más marginalización y separación entre culturas, ya que se les impide relacionarse con los payos.
Clase social
Cuando se dan estas épocas de crisis ellos son los primeros perjudicados entre los explotados. A menudo son los miembros de la misma clase social —los payos—, los que mantienen estos mismos prejuicios sin comprender que ellos también son víctimas de la misma situación.
¿Tienen los gitanos menos derechos que los payos a un trabajo o a una vivienda digna? A menudo oímos en los medios de comunicación, cuando se construyen viviendas “para” gitanos, grupos de población quejándose para que las construyan lejos de sus barrios o poblaciones.
El racismo es algo que mucha gente niega pero que es evidente. Es un foco latente que tiene que ser parado desde el primer momento en que se da un brote racista, poniéndonos en su contra. Nuestro país no se queda atrás cuando ocurren eventos de este tipo, no sólo con los gitanos, sino también con otras minorías étnicas como los magrebíes, africanos y otros.
Cada día podemos oír palabras racistas o discriminadoras. Si no nos oponemos cuando oímos alguna, estamos colaborando con la desigualdad.
No colaboremos ¡Actuemos!
Foto: Protesta contra la gitanofobia/romafobia, en Barcelona, el 27 de junio de 2018, organizada por entidades gitanas en respuesta a declaraciones racistas del entonces ministro del interior italiano Matteo Salvini. Foto: Marx21