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Marx21

Todo el mundo está harto del virus y del confinamiento. Se supone que estamos en la segunda ola, y dentro de poco posiblemente tendremos la tercera.

Aún más grave que esta frustración es que mucha gente está sin trabajo y sin ingresos. Las colas para los bancos de alimentos son cada vez más largas. Como denuncian los movimientos por la vivienda, hay desalojos cada día, de familias que no pueden pagar su alquiler o hipoteca.

Luego está la indignación, ante las normativas que nos impiden reunirnos con amistades o familia para vernos en persona… aunque muchas personas aún tienen que acudir a su trabajo en un transporte público sobrecargado y (como siempre) inadecuado y pasar el día en condiciones inseguras.

Y volviendo al punto central, hasta ahora se han confirmado más de 58 millones casos de la Covid-19 en todo el mundo, con 1.382.106 muertes. En el Estado español, las cifras son de 1.556.730 casos y 42.619 muertes. En realidad, hay muchas más muertes debido a esta crisis, porque las estadísticas no incluyen a las personas que murieron de otras patologías y no fueron atendidas correctamente debido al colapso del sistema sanitario con el virus.

Es que la Covid-19 llega tras años de recortes de plantilla, falta de inversión y de favorecer al sector privado. El personal sanitario hace lo que puede, pero está al límite. La situación en las residencias y centros de gente mayor también es gravísima, lo que también ha provocado muchas muertes.

Con todo, sobran motivos para el hartazgo, la frustración y la rabia.

Pero esta rabia puede ir en diferentes direcciones, algunas de ellas muy peligrosas.

Contra el negacionismo conspiranoico

Alguna gente responde a la evidente hipocresía de los gobiernos negando el propio problema del virus. Rechazan toda medida de protección: las mascarillas, las distancias de seguridad… Esta visión negacionista es dañina en dos sentidos.

Por un lado, directamente porque el virus existe y ha matado a mucha gente: las incoherencias e incompetencias de los gobiernos no hacen desaparecer este hecho. El negarse a tomar medidas de protección provocará más muertes.

Por otro, porque esta negación suele ir acompañada por teorías conspiranoicas que alimentan a la extrema derecha. Algunas de las “protestas anti mascarillas” y “por la libertad” han sido protagonizadas directamente por neonazis. Y las “teorías” en sí van acompañadas de viejas mentiras antisemitas —la mentira de la “conspiración mundial judía” impulsada por los nazis en los años 30— y todo tipo de irracionalidad.

Según un conocido negacionista de Gran Bretaña, la tierra está dominada por reptilianos de otra galaxia (u otra dimensión, no queda claro) que nos controlan a través de los illuminati, una sociedad secreta de políticos, aristócratas y banqueros títeres… Sería de risa, si no fuera porque tiene miles de seguidores, a los que deja sin protección ante el virus… y ante el antisemitismo y las ideas de la extrema derecha en general.

Contra los gobiernos

Pero si estas teorías tienen influencia es porque, demasiadas veces, nuestros gobernantes actúan como si fueran de otra dimensión. Toman decisiones que no tienen sentido alguno en términos humanos.

Debemos insistir en que el problema real es que son de otra clase; es la clase dirigente a la que no le importan nuestras vidas, o nuestros intereses. La misma que responde a intereses ajenos, que no son de otra galaxia sino del capital.

Así que la alternativa a las teorías irracionales negacionistas no son las políticas gubernamentales. Éstas sólo responden a otra irracionalidad: la búsqueda sin frenos de beneficios, aunque sea a costa de la humanidad y del planeta.

Contra el virus, contra el capitalismo

La crisis de la Covid-19 es producto del capitalismo, como bien explica el nuevo folleto que acabamos de publicar, Política y pandemia, pero como éste también explica, a la vez acentúa las desigualdades y las otras crisis ya existentes.

Las promesas del “gobierno más progresista de la historia” de “no dejar a nadie atrás” se quedan en el cinismo o, como mínimo, en el autoengaño.

Las personas pobres, las que tienen trabajos más precarios… salen aún más perjudicadas con esta crisis. El racismo ya existente, que concentraba a más personas negras/racializadas en estos sectores —y especialmente en el trabajo doméstico y otros servicios— se vuelve aún más mortífero.

Pero que nadie se confunda, aunque esta terrible situación golpea de manera especial a ciertos sectores, perjudica en mayor o menor grado al conjunto de la clase trabajadora.

La crisis de la Covid-19 es un ejemplo más de lo disfuncional que es el sistema capitalista, de que urge construir una alternativa. Es una muestra más del conflicto de intereses entre el 1% —la alta burguesía terrícola— que controla el mundo, y el resto, el 99%.

Las redes de apoyo mutuo que se han creado, desde abajo, en muchos barrios confirman —de nuevo— que las personas normales y corrientes podríamos hacer las cosas mucho mejor que los dirigentes actuales. No tenemos ningún interés en destrozar el planeta; no tenemos ningún interés en sacar provecho económico o político de cualquier vacuna que surja; no tenemos ningún interés en entregar dinero público a la sanidad privada… sobran ejemplos de cómo podríamos cambiar las cosas porque nuestro interés es hacer las cosas de otra manera.

Para que así ocurra, tendremos que luchar contra el sistema actual y remplazarlo del todo, por otro tipo de sociedad donde la gente corriente esté al mando, de forma colectiva y democrática. Como hemos visto con Podemos (como vimos antes con Syriza en Grecia) la idea de cambiar el mundo mediante las instituciones acaba en desastre.

En Marx21 nos dedicamos a las luchas desde abajo, y dentro de estas luchas inmediatas impulsamos nuestra visión de cambio anticapitalista real, del socialismo desde abajo. Si te gusta lo que decimos, únete al grupo.


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