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Para algunos, la internacionalización del capital, resumida en el término “globalización” indica que el capitalismo ha alcanzado una nueva etapa.

Los defensores de esta teoría apuntan a una creciente internacionalización de los procesos de producción, en finanzas, servicios, tecnología e información, todo respaldado por los avances en tecnología y comunicaciones, la llamada “revolución de la informática”.

Entre académicos, políticos, medios de comunicación y gran parte del liderazgo sindical internacional, ha crecido un consenso político de que los gobiernos y los trabajadores son prácticamente impotentes para oponerse a este proceso. Este punto de vista ataca la resistencia de los trabajadores.

Los jefes ejercen la amenaza de que trasladarán su producción a otro lugar a menos que los trabajadores acepten recortes, ya que los salarios y las condiciones de empleo son más favorables a la explotación.

Esta internacionalización del capital no es nada nuevo, por supuesto. Marx y Engels argumentaron en 1848:

“La necesidad de un mercado en constante expansión persigue a la burguesía en toda la superficie del mundo. Debe anidar en todas partes, establecerse en todas partes, establecer conexiones en todas partes.”

Entonces, ¿cómo podemos entender la versión del siglo XXI de este proceso histórico? El desarrollo en las industrias de salud y asistencia social nos ayuda a explorar esto.

En salud, desde la década de 1980, los sistemas de salud y atención a nivel mundial se han desplazado de proveedores públicos a privados, lo que reduce la responsabilidad y aumenta enormemente las ganancias para la industria de la salud privada.

El elemento global clave en esto es que los mayores proveedores de atención médica, con sede principalmente en EEUU y Europa se han hecho cargo de los servicios locales, a menudo proporcionados públicamente, en los países menos desarrollados, mientras mantienen su negocio principal en sus países de origen. En salud y asistencia social, los trabajos locales no se han eliminado, el capital multinacional ha mudado.

Un vehículo central para este proceso en salud ha sido las asociaciones público-privadas (PPP, por sus siglas en inglés). Estos esquemas, respaldados por organismos internacionales como la OMS, el FMI, la ONU y por otra parte gobiernos y ONGs, significan que los gobiernos negocian con la industria de la salud privada para desarrollar servicios de salud rentables.

Las PPP han llevado a la integración del capital privado de la salud en los sistemas de salud mundiales hasta el punto de que en 2020 la OMS recibió más del 20 por ciento de su financiación del llamado sector del “filantrocapitalismo”, enormes organizaciones “caritativas” y en su mayoría con sede en EEUU como la Fundación Rockefeller y la Fundación Bill y Melinda Gates.

Posteriormente, es la asistencia médica privada con fines de lucro la que domina cada vez más las agendas de salud mundiales. Esta tendencia seguirá creciendo, ya que el mayor contribuyente del mundo a la OMS, el gobierno de EEUU, amenaza con recortar salvajemente su financiamiento incluso cuando las muertes por pandemias mundiales se descontrolan.

Los proveedores de salud privados han recibido el apoyo de los gobiernos de EEUU y Europa, que presionan para “abrir” a los países menos desarrollados. Con mayor frecuencia, los principales proveedores de atención médica en Europa y EEUU se expanden a territorios vecinos.

El ejemplo de la industria de la salud de EEUU ilustra esto.

Durante la década de 2010, los gigantes de la salud de EEUU, Aetna y Cigna, se involucraron de diversas maneras con los proveedores locales de atención médica en toda América Latina para insertarse en los sistemas de salud locales.

Por ejemplo, Aetna desarrolló empresas conjuntas con empresas indígenas, dándole Aetna una base de clientes ya establecida y permitiéndoles ignorar las leyes nacionales que restringen la propiedad extranjera.

Aetna entró en empresas conjuntas con compañías nacionales en México, Brasil, Venezuela, Argentina y Colombia. Cigna también invirtió fuertemente en Brasil a través de asociaciones, y en México a través de empresas conjuntas como Cigna Seguros, Grupo Angeles, Hospital ABC y Hospital Medica Sur.

Estas estrategias han sido altamente rentables para los proveedores de atención médica con sede en Estados Unidos, pero desastrosas para los servicios de salud locales.

Por ejemplo, la provisión de atención médica pública mexicana y brasileña casi se ha derrumbado como resultado, negando a millones de personas la cobertura de salud más básica.

A nivel mundial, los conglomerados de salud de países altamente industrializados han alentado a los gobiernos de EEUU y Europa a presionar a los gobiernos latinoamericanos y regionales para que les permitan acceder a los mercados de salud.

Posteriormente, los gobiernos de EEUU y Europa ejercen poder sobre las políticas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y las de otros organismos internacionales relacionados con el comercio y la salud, para beneficiarse de las regulaciones de la OMC.

Como muestra la Perspectiva Reguladora de Mercados Financieros 2019 de Deloitte, “cuando EEUU y la UE acuerdan qué dirección debería tomar el cambio regulatorio global, esa suele ser la dirección que toma”.

De esta manera, los gobiernos de los países de ingresos bajos y medianos están respondiendo a las presiones externas para establecer sus agendas, de modo que las políticas nacionales de salud y asistencia social se vean socavadas e impulsadas por las prioridades de las PPP.

La investigación muestra que instituciones como el Banco Mundial y el FMI han promovido constantemente políticas que favorecen la penetración en los mercados internacionales de atención médica por parte de corporaciones multinacionales con sede en Estados Unidos y Europa.

Considerada en este sentido, la globalización es la forma moderna del imperialismo, una forma en que las grandes corporaciones nacionales colaboran con sus propios gobiernos nacionales para dar forma a las políticas comerciales mundiales, lo que permite a las grandes potencias colonizar países menos desarrollados económicamente y regiones enteras, utilizando políticas y presión económica para dar forma a las economías de acuerdo con sus fines de lucro.

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