David Karvala

El viernes 16 de octubre, el profesor francés Samuel Paty fue asesinado, decapitado por un joven de 18 años, Abdoullakh Abouyedovich Anzorov. Fue un acto horrible y condenable, un crimen por el que el culpable debía recibir un fuerte castigo. Pero el autor material ya está muerto, a manos de la policía, y todo indica que quien recibirá un castigo, no justificado, será la gente musulmana de Francia, Europa y quizá más allá.

Igual que tras los asesinatos en Charlie Hebdo y el supermercado kosher de hace cinco años, los actos de unos pocos —o en este caso, según sabemos, de una persona— se instrumentalizarán para culpar a todo un grupo de personas y para aumentar aún más la islamofobia. Ya han empezado las redadas, las detenciones, los cierres de mezquitas y las expulsiones.

Esto no es sólo injusto, sino que además no contribuye nada a evitar tragedias como ésta, lo que se supone que sería nuestro objetivo. Si queremos que dejen de pasar estas cosas, debemos entender por qué ocurren.

El horror de este acto no nos debe hacer olvidar todo el contexto, desde Chechenia hasta las banlieus de Francia. Este acto violento no es producto de la maldad inexplicable de un chico de 18 años, ni de un libro de hace 1.400 años, sino que se produce en un contexto de hechos mucho más recientes. Pero las reacciones más extendidas al crimen ignoran esta realidad.

Visiones coloniales

Un periodista denunció “Un mundo oscuro y reaccionario donde los derechos humanos estén sujetos a una mentira divina” y dijo que los “yihadistas” son “enemigos mortales de las democracias liberales y el respeto a la diversidad”.

Una diputada del Congreso español dijo que “Los enemigos de Occidente siguen en guerra contra nosotros… Nos llevan a una guerra desigual donde mueren miles de víctimas inocentes a manos de terroristas yihadistas”.

En ambos casos se presenta un “Occidente” progresista y liberal frente al fanatismo islamista, una situación en la que la violencia viene de “los otros”. Esto alimenta la idea de que la solución sería atacar a este enemigo, hacerle frente para que “nos” deje de agredir.

Por un lado, esto comporta una visión de “nosotros” y “ellos” totalmente falsa, una especie de “nacionalismo de Occidente” por el cual un sector de la población (excluyendo a “ellos”) formaríamos parte de una “comunidad imaginada”, una gran familia feliz que abarcaría desde las trabajadoras precarias de Amazon hasta los multi multi millonarios que se han enriquecido aún más con el virus.

Por otro, y en términos menos filosóficos, esta guerra ya está en marcha desde hace varias décadas y es exactamente la que nos he llevado hasta aquí.

“Guerra contra el terror”

EEUU entró en guerra contra Irak en 1991, y desde 2001 mantiene la “guerra global contra el terror”, que se ha cobrado cientos de miles, quizá millones, de vidas.

El joven asesino nació en Moscú en 2002, en una familia chechena. Chechenia ha sufrido terriblemente a manos del poder imperial ruso, con decenas de miles de muertos en guerras desde los años 90. Esto sin olvidar la brutal ocupación rusa de Afganistán durante los años 80, o el hecho de que hoy Rusia es un aliado esencial de Assad en su guerra contra la población de Siria, que ha causado al menos medio millón de muertos.

Francia, por supuesto, tiene su propia historia mortífera colonial. En París, el 17 de octubre de 1961, unos 200 manifestantes argelinos murieron a causa de la represión policial. Hoy en día, Francia sigue interviniendo en África, tanto en términos económicos, como militarmente, en nombre de la guerra contra el terror. Y este colonialismo se reproduce en el trato institucional y policial hacia las personas negras dentro de Francia, ya sean migrantes recientes o autóctonas desde hace muchas generaciones.

Nada de esto justifica el horrible asesinato, por supuesto. Pero sí deja en evidencia la hipocresía de las declaraciones que hablan de un Occidente o Norte civilizado frente a un Oriente o Sur bárbaro.

Islamofobia transversal

La diputada del Congreso español citada arriba (“Los enemigos de Occidente siguen en guerra contra nosotros”) es Rocío Monasterio de VOX.  Nada sorprendente.

Pero el periodista que declara que los “yihadistas” son “enemigos mortales de las democracias liberales y el respeto a la diversidad” es Antonio Maestre, supuestamente de izquierdas y autodeclarado antifascista, escribiendo en la publicación progresista El Diario.

Maestre se refiere a Occidente como “sociedades libres basadas en el respeto y la tolerancia; la educación y la libertad de expresión. Nuestra arma son los libros, la letra y la palabra”. ¿Realmente se lo cree? Debería ser más que evidente que este relato no sólo es mentira, sino que es una mentira interesada que ayuda a los dirigentes actuales de los Estados del norte a mantener su poder, tanto sobre los países más pobres, como sobre sus propias poblaciones.

Cuando el encubrimiento de las agresiones de los poderosos y la criminalización de la gente musulmana se convierten en el relato generalizado, desde la extrema derecha hasta sectores de la izquierda, esto alimenta la idea entre jóvenes musulmanes de que no tienen cabida en Europa. Si ni tan siquiera lo que se llama izquierda planta cara al racismo al que están sometidos, se abre el camino a los sectores más reaccionarios del islam político.

Libertad de expresión

Maestre comenta que Samuel Paty había mostrado “unas caricaturas de Mahoma”. De hecho, uno de estos dibujos de Charlie Hebdo que se ha mencionado retrata a Mahoma desnudo, boca abajo en el suelo, con el culo al aire y los genitales colgando. Defender el principio de la libertad de expresión no significa que cualquier decisión sea correcta. Sería posible tratar el debate alrededor de Charlie Hebdo sin tener que mostrar imágenes ofensivas.

En todo caso, las autoridades que denuncian el crimen destacando su respaldo inquebrantable al profesorado simplemente mienten. En su declaración, el Nuevo Partido Anticapitalista francés, tras condenar el asesinato y dar el pésame, denuncia la hipocresía de Macron y sus ministros por su caza de brujas contra los y las profesoras que habían protestado contra sus “reformas educativas”.

Hay muchos ejemplos más en que los Estados vulneran la libertad de expresión; sólo dicen defenderla en este caso como un arma contra la gente musulmana.

¿Fascismo?

Bastantes voces han calificado al joven autor de este asesinato de fascista. Las definiciones del fascismo en la izquierda a menudo son confusas, simplistas y unidimensionales, pero hay bastante consenso en que, en última instancia, si el fascismo llega al poder, es porque la burguesía recurre a él para hacer frente a una crisis ante la que no tiene solución. ¿Alguien seriamente piensa que la burguesía francesa —o española— podría ver como a su salvador a los pequeños grupos de musulmanes reaccionarios en los barrios más pobres de sus ciudades?

Hay otra prueba más sencilla de que el asesino no era fascista. Ha habido muchos asesinatos fascistas, recientemente en EEUU, pero también en Grecia, incluso en el Estado español. Hace unos meses un joven supremacista blanco acudió a Kenosha, Wisconsin, EEUU, con un rifle de asalto, y mató a dos personas. La policía repartió agua y dio las gracias a los supremacistas. Sólo más tarde detuvieron al asesino, sin violencia. Al asesino de Samuel Paty la policía lo mató sin miramientos. Reconocieron, implícitamente, que no pertenecía al grupo al que dan impunidad.

La policía cierra una mezquita en París que divulgó un vídeo crítico con Samuel Paty.

Doble rasero

Igual que ocurrió con el ataque a Charlie Hebdo en 2015, se ha aplicado un doble rasero a este crimen, en comparación con otros crímenes de odio.

La agencia estatal para la lucha contra el racismo, el antisemitismo y el odio anti-LGBT (Dilcrah) informó que en 2019 hubo de un total de 1.870 víctimas de actos LGBTI-fóbicos, un aumento del 36% respecto a 2018. En el 28% de los casos se utilizó la violencia física y/o sexual. El Ministerio del Interior señaló que “estas cifras se enmarcan en un contexto más amplio de la progresión de actos de odio y extremismo identitario”.

Por otro lado, en 2019 hubo en Francia un aumento del 27% en los incidentes antisemitas. Del total de 687 casos registrados, 536 fueron amenazas, y 151 llegaron a la violencia física o robo. (Como siempre en cifras de este tipo, los casos registrados sólo reflejarán una fracción de los que realmente ocurrieron.)

Finalmente, según un informe de la misma agencia, en 2019, el 42% de los musulmanes en Francia aseguraron haber sido objeto de al menos una forma de discriminación relacionada con su religión. Esta proporción era superior entre las mujeres que utilizan velo.

Pero estas agresiones no han provocado una respuesta oficial como la que ha seguido al trágico asesinato del 16 de octubre.

Incluso una impresionante manifestación contra la islamofobia, convocada tras un ataque a una mezquita en Bayona en 2019, fue respaldada sólo por algunas partes de la izquierda y de los movimientos. El Partido Socialista se negó a apoyarla, mientras que SOS Racisme France incluso publicó una declaración rechazando la convocatoria.

Huelga decir que las autoridades no respondieron a estos crímenes de odio con redadas y detenciones contra la extrema derecha, como las que están llevando a cabo ahora entre la población musulmana de Francia, junto con centenares de expulsiones a migrantes.

La alternativa

El hecho de denunciar la hipocresía y mentiras de algunas reacciones ante este crimen no significa justificar el asesinato.

Demasiadas veces, las actitudes dentro de la izquierda hacia ciertas acciones y movimientos se reducen a la dicotomía de defensa acrítica o condena total, sin matices. Esto se aplica especialmente a los movimientos armados, donde se producen visiones simplistas de las FARC, Sendero Luminoso, Hezbolá, las guerrillas kurdas, Daesh… En realidad, en todos estos casos, hay que entender cómo surgen y qué representan, reconocer que suele haber tanto motivos justificables como ciertos elementos muy criticables. A partir de ahí, se puede apoyar o no un movimiento en particular, pero no desde la visión de ángeles o demonios.

Con el islam político, la tendencia es tratarlo como un bloque homogéneo, y rechazarlo como un todo. Pero no tiene sentido alguno equiparar la política revolucionaria de Malcolm X, la visión bastante conservadora e institucional de los Hermanos Musulmanes de Egipto, y un grupo violento y sectario como Daesh. El marxista británico Chris Harman puso las bases de un análisis mucho más matizado ya en 1994. Los grupos reaccionarios como Al Qaeda o Daesh son más que rechazables, pero incluso aquí, si queremos impulsar una política mejor, debemos entender por qué han surgido. En el caso clave de Siria, trágicamente, gran parte de la izquierda ha metido a toda la oposición contra Assad en el mismo saco del “yihadismo reaccionario” y apoya al dictador.

Como se ha comentado arriba, actitudes así no ofrecen ninguna posibilidad de acercar a gente joven musulmana de los barrios pobres a la izquierda revolucionaria. Debemos demostrar que los grupos reaccionarios no les ofrecen nada, que son un callejón sin salida, pero también demostrar que desde la izquierda anticapitalista podemos ofrecer estrategias mejores, estrategias reales.

Un punto de partida es impulsar luchas unitarias contra las guerras imperialistas, en solidaridad con Palestina, en solidaridad con el pueblo sirio frente a Assad y Putin, y sobre todo luchas en los barrios por mejores condiciones sociales y contra el fascismo y el racismo, especialmente la islamofobia. Un buen ejemplo actual es la Marche des Solidarités que el sábado 17 de octubre aglutinó a hasta 60.000 personas en París, en el último tramo de una larga marcha exigiendo papeles para las personas migradas.

Sólo una izquierda que ofrezca alternativas, que no reproduzca la misma basura que el sistema, ni justifique al mismo, estará en condiciones para acercar a más personas musulmanas jóvenes a las ideas progresistas, revolucionarias, y así cerrar el paso a los grupos reaccionarios que intentan captar a aquellos jóvenes que caen en la desesperación y la frustración, o en este terrible caso, el asesinato.