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Alex Callinicos

Hay tres cosas que entender sobre Donald Trump en la actualidad. La primera es que puede ser incoherente y estar obsesionado consigo mismo, pero no es tonto.

Las revelaciones del periódico New York Times sobre su evasión de impuestos nos lo demuestran. Trump ha podido disfrutar de un estilo de vida y un estatus multimillonario a partir de una combinación de deuda, celebridad y el uso de enormes pérdidas comerciales para no pagar sus impuestos.

Claro que su elaborado sistema de evasiones financieras debe haber sido ideado por abogados y contables inteligentes, pero el hecho es que él los contrató.

Es como Augustus Melmotte, el financiero de la novela The Way We Live Now de Anthony Trollope, cuya vasta fortuna resulta ser un mito. Si Trump no fuera presidente, es posible que ya se hubiera visto envuelto en el tipo de ruina que lleva a Melmotte al suicidio.

En segundo lugar, Trump no es un fascista, pero está construyendo el fascismo en Estados Unidos. Tiene el tipo de opiniones de ultraderecha que durante mucho tiempo han sido comunes entre los súperricos de Estados Unidos.

Pero está demasiado obsesionado con su estatus personal y su riqueza como para interesarse en crear un nuevo régimen. Y el gran capital no necesita al fascismo para aplastar a los debilitados sindicatos estadounidenses.

Pero Trump está muy atrasado en la contienda presidencial con el candidato demócrata Joe Biden. Para tener alguna posibilidad de reelección, tiene que motivar simultáneamente a sus   partidarios en los pueblos pequeños, principalmente blancos, a votar y mantener a los demócratas alejados de las urnas.

Esto último conlleva, en parte, varias medidas semilegales diseñadas por las legislaturas estatales republicanas para reducir la participación de votantes, particularmente entre los pobres y los afroamericanos. Pero Trump también se basa en la intimidación.

Para ello necesita las bandas armadas y beligerantes de extrema derecha que movilizó contra las protestas de Black Lives Matter. De ahí el llamamiento de Trump a una de estas pandillas, los Proud Boys, en el debate presidencial de hace quince días, para que “retrocedan y esperen”.

Lo que están esperando es el día de las elecciones, el 3 de noviembre. El hijo de Trump, Donald Junior, ha pedido a “cada hombre y mujer capacitado a que se una al ejército para la operación de seguridad electoral de Trump”. Podemos suponer que las milicias de extrema derecha estarán presentes en los colegios electorales para asustar a los votantes de Biden.

En tercer lugar, Trump tiene problemas. Dar positivo en la Covid-19 fue un desastre para él, aunque era algo de esperar.

Desenmascarado

El virus ha estado arrasando entre la jerarquía republicana. Hace tres semanas se hacinaron, la mayoría sin mascarillas, para celebrar la nominación de Trump de la jueza de derechas Amy Coney Barrett a la Corte Suprema.

El principal experto en enfermedades infecciosas del gobierno estadounidense, Anthony Fauci, lo calificó como un “evento de súper propagación”.

La mala gestión de la pandemia por parte de Trump le perjudicó en su carrera electoral con Biden. Ahora está atrapado. Ha alimentado el escepticismo hacia la Covid-19 y las teorías de conspiración que abundan entre sus seguidores incondicionales.

Por eso tiene que mostrarse conquistando la enfermedad. De ahí las absurdas ceremonias de eliminación de mascarillas que ha estado organizando desde su regreso a la Casa Blanca. Y necesita hacer campaña para movilizar a su base para que salga a votar y aterrorice al otro bando.

Pero la locura de Trump al ignorar las reglas de distanciamiento social y negarse durante meses a ocultarse ya le ha hecho mucho daño, especialmente entre los votantes mayores.

Incluso un aliado republicano cercano como el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, dice que no ha estado en la Casa Blanca durante meses. Dice que “personalmente no sintió que se estaban acercando a la protección de esta enfermedad” de manera apropiada.

Al volver a hacer campaña mientras aparentemente sigue dando positivo, Trump está poniendo en peligro a todas las personas que están cerca de él. Biden ya está un punto porcentual por delante entre los votantes mayores de 65 años en un estado clave, Florida. En 2016 Trump lideró entre ellos por más de 17 puntos.

Muchos comentaristas ahora argumentan que Trump va hacia la derrota. Esto puede ser cierto, aunque sería muy imprudente descartar una nueva victoria. Pero incluso si pierde, dejará tras de sí un legado terrible. Le ha dado a la extrema derecha una confianza, un perfil y una perspectiva nacional de la que antes carecían.

Biden y el establishment demócrata no ofrecen nada para contrarrestarlos.


Este artículo apareció en Socialist Worker, publicación hermana de Marx21 en Gran Bretaña.