Corriente Socialismo Internacional (IST)
Bielorrusia se ha desarrollado un movimiento masivo de huelgas y protestas, en contra del corrupto gobierno autoritario de Aleksander Lukashenko. Cientos de miles de personas han salido a las calles. Hay huelgas en plantas manufactureras, sectores energéticos, acerías, minería, petroquímica, medios de comunicación… Lukashenko y sus aliados han respondido con represión, enviando a las fuerzas represivas para atacar las protestas y arrestando a los líderes de la huelga, lo que ha radicalizado y ampliado aún más el movimiento.
Nos solidarizamos con la lucha en Bielorrusia. Es parte de una nueva ola de protestas, que también incluye al Líbano, Bolivia, Malí y Tailandia, exigiendo cambios políticos y sociales. Esto da continuidad a la ola de revueltas de 2019 que fue interrumpida por la pandemia de Coronavirus, pero que ahora están resurgiendo, en muchos casos aumentadas por el impacto de la pandemia y el colapso económico asociado.
El movimiento en Bielorrusia ha sido comparado con las llamadas “revoluciones de color” en Ucrania, Georgia y Kirguistán, o las protestas del “Euromaidán” de 2013-14 en Ucrania. Sin embargo, esto ignora el contexto específico de la rebelión bielorrusa. A diferencia de Rusia y de muchas ex repúblicas soviéticas, tras la caída del estalinismo Bielorrusia no experimentó una privatización y desregulación a gran escala de su economía. El colapso en los niveles de vida experimentado por países que atraviesan una transición violenta del capitalismo de Estado al capitalismo de libre mercado, fue más limitado. Además, Bielorrusia no vivió la creación de una clase de oligarcas, como ocurrió en Ucrania o Rusia. Más bien, Lukashenko y sus aliados cercanos lograron mantener un alto grado de poder centralizado durante la transición.
Inicialmente, a cambio del apoyo político a Rusia, Bielorrusia se benefició del petróleo ruso barato, que refinó y reexportó. Rusia también proporcionó el principal mercado para sus productos agrícolas y producción manufacturada. Durante los últimos años el declive de este apoyo económico, a medida que se deterioraban las relaciones con Rusia y se colapsaban los precios del petróleo, han ejercido una mayor presión sobre el régimen de Lukashenko. La economía se ha estancado y Lukashenko se ha orientado hacia la privatización y los ataques al nivel de vida de los trabajadores. Esto incluye su intento de 2017 de introducir un impuesto a los trabajadores desempleados y congelar los salarios durante varios años, mientras aumentaban los precios de los bienes de consumo. A lo largo de los últimos años, Lukashenko ha afirmado que las empresas bielorrusas están disponibles para la privatización, siempre que el precio sea el adecuado. El régimen también ha tratado de equilibrar la influencia rusa estableciendo vínculos con China, la UE y Gran Bretaña. En marzo de este año, el ejército bielorruso participó en ejercicios conjuntos con los Royal Marines británicos.
El empeoramiento de la situación económica para la mayoría de la población bielorrusa, junto a la mala gestión de la crisis del Covid-19, proporcionan el contexto para las elecciones amañadas, celebradas el 9 de agosto, en las que Lukashenko afirmó ganar el 80 por ciento de los votos y asignó el 10 por ciento a su rival, la candidata de la oposición, Sviatlana Tsijanóuskaya. Esto ayuda a explicar por qué el movimiento toma la forma no sólo de grandes protestas callejeras, sino también de huelgas generalizadas, principalmente en empresas estatales donde los trabajadores antes únicamente tenían acceso a sindicatos pro-régimen.
Tsijanóuskaya y sus aliados se han quedado rezagados en la lucha, inicialmente pidiendo a los manifestantes que respetasen la ley y evitasen enfrentamientos violentos. La oposición oficial liberal-nacionalista ofrece pocas soluciones a las dificultades que enfrentan los bielorrusos comunes. Aparte de la convocatoria de nuevas elecciones, su alternativa al gobierno de Lukashenko es una mayor liberalización de la economía. Las potencias imperialistas también buscan moldear el movimiento emergente para sus intereses. Esto incluye a potencias occidentales como Estados Unidos, la UE y Gran Bretaña, que ahora cortejan a sectores de la oposición oficial liberal-nacionalista. También incluye a la Rusia de Vladimir Putin, que quiere utilizar el movimiento para reconstruir su influencia en la región.
La alternativa real a esto es el crecimiento y desarrollo del movimiento independiente de trabajadores, planteando demandas tanto sociales como políticas desde abajo. Hoy vemos en Bielorrusia el inmenso poder que se desencadena cuando las y los trabajadores se organizan colectivamente. Hasta ahora, el movimiento de huelga se ha limitado en gran medida a exigir nuevas elecciones, el fin de la represión y la liberación de los presos políticos. Sin embargo, una minoría dentro del movimiento obrero ha expresado su demanda de que se descarten las privatizaciones y de que se aborden los problemas de desempleo y pobreza. Profundizar las demandas sociales del movimiento puede ayudar a arrebatar el control a aquellos que quieren fortalecer a las fuerzas capitalistas, tanto a los aspirantes a oligarcas bielorrusos como a las corporaciones multinacionales que ven el país listo para la privatización.
El legado del estalinismo ha enterrado durante décadas la tradición socialista revolucionaria en las ex repúblicas soviéticas. Esto es especialmente cierto en Bielorrusia, donde se conservaron muchos vestigios del estalinismo. Esperamos que este movimiento vea el resurgimiento de una auténtica tradición socialista, basada en el movimiento real de los trabajadores para conseguir su propia emancipación. Este movimiento no puede limitarse a la introducción de la democracia parlamentaria, sino que debe luchar por el control democrático desde abajo de todos los aspectos de la sociedad. La lucha actual crea un contexto en el que esto se convierte en una posibilidad genuina.
La Corriente Socialismo Internacional ofrece su pleno apoyo y solidaridad a las luchas políticas y económicas de la gente trabajadora bielorrusa. Nos oponemos a la represión de las protestas y huelgas por parte de las fuerzas de Lukashenko y pedimos la liberación de todos los presos políticos. Nos oponemos y haremos campaña contra cualquier intervención en la política de Bielorrusia por parte de nuestros propios gobiernos, algo que sólo contribuiría a sofocar la posibilidad de que surja una genuina alternativa socialista.
Corriente Socialismo Internacional, 25 de agosto de 2020
Esta declaración se publicó en la web de la Corriente Socialismo Internacional; IST en sus siglas en inglés.