Xoán Vázquez

En medio de una creciente ira por la explosión mortal que arrasó el martes la capital, matando a más de 150 personas, hiriendo a unas 6.000 y dejando a unas 250.000 sin hogar, decenas de miles de personas se manifestaron el sábado en Beirut contra la clase dominante del Líbano.

“¡Hoy las tareas solidarias y mañana la rabia!” habían prometido el viernes los miles de jóvenes voluntarios libaneses que limpiaron y barrieron escombros y vidrios rotos en las calles y casas de los barrios devastados por la explosión del martes. Mantuvieron su palabra.

Convocados por el hashtag “Preparar las sogas”, el sábado miles de manifestantes intentaron llegar a la sede del Parlamento, un edificio simbólico durante el movimiento de protesta contra el sistema que comenzó en octubre del año pasado.

Al no poder acercarse por estar fuertemente custodiado, los manifestantes enojados irrumpieron en edificios gubernamentales produciéndose enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad (ISF) que emplearon gases lacrimógenos, balas de goma y en algunos momentos munición real disparada al aire.

“Me lo han quitado todo: mi dinero, mi juventud y ahora mataron a mi gente”, dijo a Al Jazeera la manifestante de 26 años Sandra Khoury, sosteniendo un palo en una mano y un trozo de cebolla —que los manifestantes olfatean para aliviar los efectos del gas lacrimógeno— en la otra.

En un gesto de solidaridad con los manifestantes, el cuerpo de bomberos de Beirut, que perdió al menos a 10 miembros en la primera respuesta a la explosión, se negó a abandonar sus bases para usar cañones de agua contra los manifestantes.

La Cruz Roja Libanesa informó que llevó a 63 personas a hospitales y atendió a unas 175 en el lugar de los enfrentamientos.

Más tarde, en la carretera de la circunvalación principal de Beirut, hubo enfrentamientos entre manifestantes y el ejército. “Quítate el uniforme y ven con nosotros, luego podrás volver a usarlo con honor”, dijo un manifestante a un soldado. “Dinos qué obtienes por estar con ellos?” le gritó. “Realmente no lo entendemos, ¿por qué nos haces esto?”

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Una advertencia simbólica

En la Plaza de los Mártires, los manifestantes levantaron horcas y colgaron recortes de cartón que simbolizaban a los mienbros de la clase política libanesa, a quienes culpan de la explosión.

Mientras colocaban simbólicamente sogas alrededor de los cuellos de los líderes, una gran ovación se alzó entre la multitud, muchos de los cuales llevaban vendas a causa de las heridas provocadas por la explosión.

Uno de los asistentes, Khodr Ghadir, de 23 años, dijo al periódico La Jornada que la soga era un símbolo de advertencia para todos los que han estado en el poder durante los pasados 30 años. Lo que pasó fue la chispa para que la gente volviera a las calles, declaró.

En un cartel se leían los nombres de la mayoría de los muertos, sobre la foto de la enorme nube en forma de hongo que causó la explosión. Estamos aquí por vosotros.

“Nos ahogaron en la pobreza y las deudas, y nos quedamos en silencio. Nuestra moneda no vale nada y no hicimos nada”, le dijo a Al Jazeera Farah, una estudiante de 18 años.

Los manifestantes corearon consignas contra el presidente Michel Aoun y Hezbollah, entre otros.

Al anochecer, los manifestantes se habían apoderado de los ministerios de Relaciones Exteriores y Energía y allanaron los ministerios de Economía y Medio Ambiente, así como la sede de la Asociación de Bancos en el Líbano.

En el Ministerio de Relaciones Exteriores, los manifestantes colgaron una pancarta que decía: “Beirut, capital de la revolución”.

“Hemos ocupado la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores y la consideramos la base de la revolución del 17 de octubre, dado que el Ministerio de Relaciones Exteriores es el rostro del Líbano para el mundo exterior”, dijo un portavoz de los ocupantes.

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La devastadora explosión en Beirut pone de relieve el podrido sistema político del Líbano. Esa configuración confesional y sectaria construida por el imperialismo occidental.

Las consignas “revolución” y “todos significa todos”, que ya se oían en las manifestaciones de octubre, ponen de relieve que la gente común se ha unido por encima de las divisiones religiosas para desafiar al sistema.

Como señaló la escritora Lina Mounzer en un artículo publicado en The Guardian: “Seamos claros acerca de quiénes son los responsables: hasta el último caudillo canoso y sus hijos, sobrinos y yernos de bajo rendimiento que ocupan los puestos más altos del poder. Cada persona leal que han elegido personalmente y que han colocado en posiciones influyentes en todos los sectores imaginables, públicos y privados. Todo ministro y burócrata demasiado interesado o demasiado cobarde para hablar. Esta mafia es lo que en el Líbano se conoce ampliamente como la ‘clase política’; la ‘élite gobernante’.”


Fuentes: The Guardian, Liberation, Al Jazeera, La Jornada, Socialist Worker.

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