Reproducimos a continuación la ponencia de Santi Amador, biólogo y miembro de Marx21, del pasado viernes 24 de julio en la charla realizada con el mismo título que este artículo.

Voy a dividir la ponencia de la siguiente manera. En primer lugar, centrando el origen de la presente pandemia en la relación entre la producción industrial de alimentos y el cambio climático. A continuación, veremos la respuesta que los distintos Estados, incluidos el nuestro, han dado y están dando. Por último, me gustaría centrarme en las alternativas y luchas que las y los revolucionarios realizamos en este escenario.

El origen de la pandemia

Metiéndonos ya en el primer punto quisiera introducir una cuestión. Me gustaría enfatizar como los revolucionarios debemos oponernos a los discursos pseudo y anticientíficos, porque además de poner en muchos casos en peligro la salud de la gente trabajadora (léase el caso de los antivacunas) llevan a conclusiones conspiranoicas y reaccionarias de lo que está pasando. Por ejemplo, sugieren la creación del SARS-Cov-2 en un laboratorio como un plan para exterminar a parte de la humanidad, perdiendo de vista las verdaderas causas de la pandemia.

No hay ni una sola evidencia científica que indique la creación artificial del virus. Los coronavirus incluyen multitud de tipos (en el mundo de los virus, hay una discusión profunda sobre si considerarlos seres vivos o no), algunos de los cuales causan síntomas leves a los seres humanos. Otros como los SARS o MERS sí que han causado pandemias durante la pasada década, aunque localizadas sobre todo en determinadas zonas, como el Sudeste Asiático en el primer caso o la península de Arabia en el segundo. Al ser enfermedades zoonóticas saltan entre animales antes de llegar a los seres humanos, como fue la civeta —pequeño mamífero carnívoro similar a un gato— en el caso del SARS, o el dromedario en el MERS o quizás el pangolín ahora, aunque el origen inicial era el murciélago. Estos mamíferos voladores son muy beneficiosos dado que son devoradores de insectos, pero son potentes reservorios de patógenos, por vivir hacinados cientos o miles de individuos y con poca higiene en sus habitáculos.

Pero la propagación del virus no fue tan sencilla como que alguien se comió un murciélago en el mercado de Wuhan. Se ha querido simplificar así dando además un toque racista, como que los chinos son poco higiénicos, lo que ha desatado agresiones verbales e incluso físicas. La realidad dista de la conspiración.

Biólogos como Rob Wallace han estudiado la relación entre la producción industrial de alimentos, la deforestación y la extensión de enfermedades patógenas.

Nos encontramos con que cada año se tala una superficie de bosque equivalente a Gran Bretaña, emitiendo CO2 a la atmósfera en el proceso (por la propia maquinaria implicada en el proceso o por la quema de vegetación). Una mayor pérdida de vegetación también significa menos fijación de CO2 por estos seres vivos. Este gas, junto al metano —expulsado por el ganado— es uno de los principales responsables del efecto invernadero, aumentando la temperatura global y la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos como sequías, huracanes o inundaciones. De seguir aumentando la concentración de CO2 atmosférico y si la temperatura aumenta 1 o 2 grados centígrados —algunos expertos sugieren que hasta 5— se entrará en un bucle de retroalimentación aún peor con el derretimiento de los casquetes polares y la subida del nivel del mar, la desaparición de especies o el desplazamiento forzoso de millones de personas —como bien expone el libro de Jesús Castillo, profesor de Ecología en la Universidad de Sevilla y militante de Marx 21, Migraciones ambientales—.

Esta desaparición de bosques tiene que ver en gran medida con los intereses de la ganadería industrial, que ha extendido el modelo de las macrogranjas a numerosos países del mundo, como China. Es un modelo que concentra la producción en unas cuantas multinacionales, las cuales crían variedades muy específicas de animales de granja, como en el caso del pollo o del cerdo que se crían pocas razas.

Tenemos así pues el escenario perfecto para la extensión de los patógenos. Miles de animales, genéticamente homogéneos y con sistemas inmunes similares y debilitados extendiéndose cerca de ecosistemas primarios, con lo cual la extensión de enfermedades desde las especies salvajes a las domésticas se ve facilitada. Del mismo modo, miles de personas trabajan en condiciones insalubres, estando en contacto con estos animales.

A lo anterior hay que añadir el tráfico ilegal de especies, por la demanda en muchos casos de clientes adinerados, o como el complemento alimenticio que las especies silvestres suponen para la dieta de las personas que viven y trabajan cada vez más cerca de estos bosques. Y lo que podría ser la concentración de enfermedades en ciertas regiones del mundo, se convierte en una pandemia de dimensiones globales por la extensión del transporte de personas y mercancías desde el auge del neoliberalismo, desde los 80 hasta hoy.

A este cambio climático que va unido a la extensión de enfermedades patógenas han contribuido en gran medida las clases dirigentes de los Estados del norte global —Estados Unidos, Gran Bretaña, UE— en alianza con las multinacionales de los respectivos países. ¿Y cómo han reaccionado a la pandemia para la cual han creado las condiciones ideales?

La respuesta desde arriba

Estados Unidos, tras negar casi la existencia de la pandemia, ha inyectado millones de dólares a las grandes empresas, orientado en gran parte a la producción. La política negacionista de Trump ha supuesto miles de muertes que se podrían haber evitado, sobre todo entre la gente negra o latina. Además, el desempleo se ha disparado y ha alcanzado niveles históricos. Brasil, con Bolsonaro, está aplicando políticas similares y desastrosas para la gente corriente.

Para otros países como la India o distintos países africanos, el confinamiento forzoso sin una contrapartida social, está llevando al límite a millones de personas, muchas de ellas dedicadas al sector informal y que no pueden recibir prestaciones por desempleo o tele trabajar.

En Europa ha habido una variedad de respuestas a la crisis. Gran Bretaña con el derechista Johnson implementó el ensayo de la “inmunidad de grupo” retrasando el cierre de los servicios no esenciales, lo que sin duda ha contribuido a agravar las consecuencias de la pandemia. Al igual que otros Estados, ha puesto los recursos públicos para salvar a las empresas, antes que amortiguar las consecuencias de la crisis sanitaria y social sobre los más vulnerables.

Otros Estados como Portugal o Austria reaccionaron con medidas preventivas con una menor extensión de la pandemia. Dinamarca, Francia o Italia optaron por perdonar alquileres o declarar la gratuidad del agua o la luz. Aunque también se han preocupado porque no caigan las grandes empresas.

En el Estado español hemos tenido una de cal y otra de arena. Si bien se decretó una moratoria en el pago de las hipotecas, no se hizo lo mismo con los alquileres. No se contabilizará la prestación por desempleo que se cobre en la pandemia, pero miles de personas han tardado en cobrar la prestación cuando sus empresas se han acogido a los ERTES.

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Alternativas desde abajo

¿Qué planteamos las y los revolucionarios? Paso a detallar unas propuestas por temáticas:

  • Vivienda: Supresión total de los pagos tanto del alquiler como de la hipoteca en los hogares con algún miembro desempleado, poner las viviendas de los bancos al servicio de la gente trabajadora y prohibición total de los desahucios en primera vivienda.
  • Servicios básicos: Agua y electricidad gratuitos.
  • Mundo del trabajo: Prohibición de despidos, reparto del trabajo para aumentar la tasa de ocupación y derogación de las reformas laborales del PP y PSOE.
  • Ingreso Mínimo Vital de 739 euros por persona.
  • Regularización de personas en situación irregular.
  • Nacionalización y reconversión verde de las empresas estratégicas.
  • Garantizar una sanidad pública, universal y de calidad revirtiendo las privatizaciones e interviniendo la sanidad privada.
  • Disminución de la ratio escolar y contratación de miles de profesores/as.

A diferencia de los partidos de la izquierda reformista, no creemos que estos cambios se puedan llevar a cabo únicamente a través de la acción parlamentaria, ya sea local, autonómica o estatal.

Solo la movilización social, a través de manifestaciones, huelgas u ocupaciones que involucren a amplios sectores de la clase trabajadora en toda su amplitud podrá imponer una salida favorable a los y las de abajo ante la crisis económica que viene. Si no presionamos, las medidas limitadas puestas en marcha por los gobiernos ni se llevarán a cabo o se celebrarán acuerdos como el que han aprobado los Estados de la UE aunque muestra profundas deficiencias, como falta de financiación o el no abandono del rigor presupuestario.

Tenemos un mundo por ganar, pongámonos en marcha.


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